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PROLOGO II Dice
el diccionario que la historia es, entre otras "narración verídica
de acontecimientos de o relativo a personas o cosas". Me aferré
a esta por miedo, por pudor, por vergüenza de hablar de Esta es una visión personal de un gran dolor colectivo. Hablo para sumar miles de voces que impidan la estafa, el robo, la mistificación y la mentira sobre aquello que fue la materia de nuestros días y noches. En la euforia de inaugurar nuevamente la vida, nos metimos en la faena de rehacerla con esperanza, sin recelos, confiando plenamente en el olor y el sabor de los mejores recuerdos. Volvimos a recorrer Montevideo por todos sus rincones, en todos sus grises y sus verdes, para que se nos metiera en la piel como un bálsamo. Gritamos, y a veces con mucha fuerza, pero sin duda mucho menos de lo posible. Teníamos confianza en nosotros mismos, en todos, en la dignidad con la que se abriría paso la justicia. Pero las heridas dejaron otros miedos y el poder tiene muchos artilugios. La rebeldía de entonces nos hizo sobrevivir. Luchar para ser personas -a pesar del condicionamiento - fue la principal trinchera de la única guerra que se dio en el país desde el golpe: la de la dignidad contra el terror. Y de esa guerra, los únicos vencedores son los miles de hombres y mujeres que desde todas las limitaciones, las cobardías y los miedos, pudieron resistir y organizarse para defender sus ideas socialistas sólo porque aman la vida, porque viven con la esperanza y porque crean. Esta historia es un fragmento de esas miles, nacida de la necesidad de reivindicar el derecho a la palabra, nacida del hartazgo de una politiquería que cierra las tenazas del poder sobre nuestros sufrimientos. Es un acontecimiento privado que se une a lo colectivo. Tal vez le falte análisis político, contexto social y económico; en el buen sentido de la palabra, el marco ideológico que encuadra nuestras conductas de lucha. Le falta el debate, la historia (de la que conocemos sus jirones trágicos en muertos y desaparecidos) de la rebeldía y la conciencia socialista expresada en los esfuerzos organizados de enfrentar a la dictadura, cuando el silencio y la prescindencia eran las conductas políticas de todo un espectro del escenario nacional. Pero, en todo caso, éste es el resultado de horas de charlas que buscaban contar, explicitar, la vivencia de una mujer ante la represión. No pretendimos hacer un análisis global. Sólo incursionamos en una búsqueda de identidad colectiva como mujeres. El hecho de que ambas pertenezcamos a diferentes partidos dentro de la izquierda fue una de las experiencias más enriquecedoras y más enigmáticas. Tal vez la militancia feminista nos haya abierto una perspectiva más amplia del que hacer político, identificando campos de unidad profunda, en la lucha contra la dominación patriarcal.
Lilián
Celiberti
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