Cotidiano Nº 42

Es el título del libro, pero también el del movimiento de mujeres de las barriadas obreras (Cités) en Francia, donde en pleno siglo XXI y en plena Europa se vive una situación inimaginable: mujeres obligadas a aceptar las formas más odiosas de la sumisión y del miedo si no cumplen con las normas arcaicas del fundamentalismo islámico.

Allí ni siquiera mandan los padres, sino una generación de hermanos mayores que son quienes perpetran violaciones masivas y hasta asesinatos, “crímenes de honor”, a jóvenes de sus propias familias que no han acatado la ley del matrimonio forzado, o que han tenido relaciones sexuales...o que simplemente, se visten de manera provocativa. Los varones jóvenes y hasta a veces los muy jóvenes utilizan el miedo para obtener el respeto necesario al modelo de virilidad impuesto bajo el eslogan “Todas son putas menos mi madre”.

Fadela Amara, es la presidenta del grupo que eligió el nombre de Ni putas Ni sumisas, luego de dos hechos que esta vez sí trascendieron el barrio y la “omertá” masculina. Uno fue el asesinato de Sohane Benziane de 18 años, quemada viva en un sótano de Cité Balzac por no acatar el “recato” debido. Su hermana, Kahina, a pesar de las presiones recibidas denunció el hecho que ocupó los titulares de la prensa. El otro detonante fue la publicación del libro de Samira Bellil, un relato en primera persona sobre la violación colectiva de la que fue víctima, un testimonio crudo, directo que dejó al descubierto el horror vivido por otras muchachas que no se han atrevido a denunciar. El informe policial da cuenta de tres denuncias de violaciones colectivas por año, aunque todos saben que son muchas más.

Con estas experiencias puestas en evidencia F.A. asumió el desafío de organizar una marcha para el 8 de marzo de 2003 a la que asistieron más de 30.000 personas, un éxito inesperado. “Ni putas ni sumisas, simplemente mujeres que quieren vivir su libertad...y denunciar el sexismo omnipresente, la violencia verbal o física, la sexualidad prohibida, la violación en su versión moderna de violación colectiva, el matrimonio forzoso, la fratría guardiana del honor de la familia o de los barrios encarcelados … denunciar todo esto para dejar de ceder a la lógica del gueto que nos encierra a todos en la violencia si no nos alzamos contra ella”, dice el manifiesto de Las Mujeres de los Barrios, ni putas, ni sumisas ¡es ahora y de esta manera!
El éxito por un lado - recorrieron toda Francia informando, dando conferencias, enterándose de otras realidades no tan distantes a las suyas. Y por otro críticas y algunas diferencias conceptuales que derivaron en polémicas y que hasta el día de hoy siguen dividiendo las opiniones de tirias y troyanas.

La primera de estas últimas vino del propio gueto afirmando que con las denuncias de la masculinidad violenta en los barrios estigmatizaban aún más los suburbios que ya llevaban el peso de la discriminación. Se las acusó de haber traicionado a la comunidad, y hasta fueron amenazadas con la “fatwa”2 .

Con el movimiento feminista también hubo desencuentros por no compartir las apuestas, unas conceptuales, otras puntuales. Demasiada teoría feminista, demasiada academia, decían las NPNS, no hablan de casos concretos. Pero ese extrañamiento duró poco al integrarse grupos feministas a las marchas. Constatamos, que, aunque de maneras diferentes, la ley del silencio sobre las violencias sexistas, no era exclusiva de las barriadas obreras, y aunque no íbamos a entrar en el discurso de la victimización, ahora teníamos claro que íbamos a luchar por todas. Surgió una solidaridad entre ellas y nosotras que ya no desapareció, declaró una militante feminista.

Más allá de las críticas o apoyos queda latente la polémica entre laicidad e Islam. Algunos intelectuales europeos, dicen que “no hay que meterse, porque es su cultura”. El aprendizaje del respeto a las diferencias nos enfrenta al debate sobre las identidades y sobre la exclusión, y sobre la pretendida inclusión de las democracias que tantas víctimas cobra.

¿Podremos esperar 500 años para que la sociedad islámica cambie y entienda la violación a los derechos humanos que las prácticas como asesinar por “honor”, violar por “moralidad” cubrirse de pies a cabeza por “pudor”, no valen para justificar la defensa de la identidad cultural islámica?

La laicidad, embestida en tantos países del mundo por religiones fundamentalistas como la Católica Romana del Vaticano, o la judía de los ortodoxos, tiene en el islamismo un frente que dobla la apuesta de las anteriores porque confunde cultura y religión. Las brutales prácticas referidas ¿pueden ser justificadas por lo ancestral e identitario de la cultura islámica? Y desde nuestra civilización occidental y cristiana ¿tenemos las manos limpias para condenar lo que durante siglos fue habitual en nuestra cultura?

Algo queda claro en los dos casos, es o fue sobre el cuerpo de las mujeres y a costa de la libertad de las mujeres que se aplica la preservación de la cultura que se pretende conservar.

Vale destacar que en el caso de Ni putas Ni sumisas son las propias islámicas - muchas de ellas creyentes en su religión – quienes combaten la homofobia, contra las mujeres y contra los homosexuales y lesbianas de quienes violando todo tipo de derechos humanos se cubren de zalemas a Alá y a Mahoma, su profeta.

“Mi familia es argelina, declara Fadela Amara y quiero conservar sus costumbres, pero soy conciente de que es una cultura arcaica que oprime a las mujeres y los homosexuales”. Y nos recuerda que el fundamentalismo no es sólo cosa de árabes barbudos y con túnica, sino que en los Estados Unidos la derecha evangélica, apoyada por Bush está haciendo el mismo trabajo que los radicales islámicos, como cortar los fondos de las asociaciones de defensa de los derechos de las mujeres…3.

E.F