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En
el largo plazo, ¿cuál es el sentido y el rol de las nuevas
formas de hacer política que se articulan alrededor del Foro Social
Mundial? ¿Habrá en dichas formas un nuevo proyecto de superación
del capitalismo, aunque embrionario? ¿O estos grandes encuentros
internacionales no pasan de grandes festivales de crítica al neoliberalismo
y de reunión en este caso, placenteros y útiles
y de personas que insisten en mantener encendida la llama de la utopía,
pero son incapaces de generar algo realmente nuevo? Es más: ¿se
habrá agotado el papel del proceso del Foro Social Mundial en el
momento en que en América Latina surgen gobiernos que enfrentan,
al menos parcialmente, la lógica neoliberal (y llegan a esbozar
alternativas a ella)? ¿Podrá su grandeza histórica
resumirse al hecho de haber retomado la idea de un "otro mundo posible"
justo cuando el pensamiento único estaba más fuerte? ¿Una
vez pasada esta etapa deberíamos reconcentrar a las fuerzas sociales
para "conquistar" el poder del Estado"?
El
déficit teórico que nos disponemos enfrentar
Hace
años que, de distintas maneras, estas cuestiones ocupan las mentes
de las personas que participan del FSM. Aunque desde el inicio hubo esfuerzos
por formular teorías sobre las nuevas prácticas que se articulan
en los encuentros de Porto Alegre, está claro que sigue habiendo
un gran déficit teórico. El mundo del Foro Social todavía
no reflexiona sobre sí mismo de manera sistemática, lo cual
limita las posibilidades de generalizar experiencias exitosas, percibir
y corregir deficiencias, generar sinergias e, incluso, afirmar nuevas
identidades. A mediados de 2003, el Ibase y la Fundación Rosa Luxemburgo
construyeron la Agenda Postneoliberal una pequeña contribución
para superar este déficit. La iniciativa tuvo la forma de una serie
de seminarios. Activistas e intelectuales vinculados(as) a los denominados
"nuevos movimientos" fueron invitados(as) a reflexionar sobre
ellos y debatirlos durante las ediciones del Foro Social o en otros encuentros
de la sociedad civil. Hubo un seminario en 2003 y otros cinco en 2004.
Por ellos pasaron docenas de ponentes. Parte de sus intervenciones han
sido registradas en cerca de 30 textos, reunidos en el CD que acompaña
esta edición1.
En
2005 el proyecto adquirió otra forma. En lugar de presentar sus
opiniones públicamente, los(as) participantes fueron invitados(as)
a dos encuentros en la ciudad de Río Bonito (en las faldas de la
Sierra del Mar, estado de Rio de Janeiro) para profundizar los debates.
El Foro Social Mundial continuó siendo un referente.
Examen de las cuestiones que inquietan al FSM
Activistas
e intelectuales que aceptaban la propuesta del Ibase y la Fundación
Rosa Luxemburgo se dispusieron a debatir, a lo largo de tres días,
algunas de las cuestiones más inquietantes planteadas en el Foro:
en la era de la globalización ¿Cómo se promueve la
redistribución de la riqueza socialmente producida (escala planetaria)
pero crecientemente concentrada?; ¿Cómo enfrentar la vacuidad
de la política y reinventar la democracia, transformando las instituciones
y, al mismo tiempo, actuando desde fuera?; ¿Cuáles son los
caminos para superar la noción de "desarrollo" fuertemente
marcada por la idea de que el ser humano es ajeno a la naturaleza y necesita
"domeñarla"?; ¿Es posible crear patrones de consumo
y producción cuyo objetivo sea garantizar una vida material y espiritualmente
digna, en armonía con la naturaleza y no una competencia
sin cese entre empresas en pos de la mayor ganancia posible?; ¿Cómo
articular el cambio social a la transformación individual, de manera
a dar paso a formas más solidarias y menos posesivas de relación
entre hombres y mujeres?
La
dinámica de los trabajos se basó en la presentación,
por cada participante, de tesis originales, sometidas al examen crítico
de los demás. Algunas ponencias poseen versiones por escrito y
fueron reunidas en el CD.
Naturalmente, en el curso de los debates surgieron puntos de vista ampliamente
compartidos. Ellos fueron registrados por los facilitadores de los trabajos,
Guacira de Oliveira, Ivo Lesbaupin y Nelson Delgado, y componen el texto
principal de esta edición.
Cuando
lo que queda por construir es prometedor
Aquí
no se trata de indicar eventuales estrategias que unifiquen los "esfuerzos"
de transformación social debatidos en el proceso FSM. Todo lo contrario.
El aspecto más prometedor y revolucionario de la naciente cultura
política planteada en Porto Alegre es el hecho de abrir camino
hacia un nuevo proyecto de emancipación social o, en otras
palabras, hacia la superación de las relaciones capitalistas. Una
de las marcas de esta propuesta es el cuestionamiento de las bases en
que se apoyó, en el pasado, la formulación de "estrategias
comunes".
La supuesta existencia de "sujetos principales" en la lucha
por la transformación social es una de estas bases, que se afirmó
como respuesta a algunas características centrales del capitalismo
entre el siglo XVIII y la primera mitad del siglo XX: la producción
concentrada en unidades cada vez mayores, el empleo de la coerción
como principal método para domesticar a la clase trabajadora, la
formación de un enorme ejército asalariado en particular
los(as) obreros(as). Hoy sabemos que este escenario corresponde a una
fase específica de la historia del capitalismo y no a la naturaleza
del sistema.
Aun
con todo, pese a las intensas disputas internas, en los movimientos de
resistencia por largo tiempo fue hegemónica la tendencia que creaba
una jerarquía permanente entre los sujetos favorables a la transformación.
Debido a su condición "objetiva", la clase obrera era
la vanguardia natural. Además de subestimar otros sujetos, en el
fondo esta fórmula menoscababa la voluntad transformadora de la
supuesta "vanguardia". Su rebeldía no era considerada
una opción sino, principalmente, un reflejo de las condiciones
a las que estaba sometida. Es como si fuera el actor de un guión
predeterminado a quien no cabía creatividad sino actuar conforme
un papel trazado por la historia.
Además
de un sujeto especial, la tradición prevaleciente el siglo XX priorizó
la "conquista" del poder de Estado tanto en la vertiente "revolucionaria"
cuanto en la "reformista" , que era la puerta de entrada
para los cambios en la sociedad. Aunque fueran importantes, las luchas
sociales cotidianas eran valoradas principalmente porque permitían
"acumular fuerzas" para el momento en que un nuevo bloque social
asumiera (mediante la revolución o las elecciones) el control de
las palancas estatales que tenía capacidad para reproducir o destruir
el viejo sistema.
En
el pasado, una visión simplificadora del capitalismo
Pasados
dos siglos, se hizo evidente la insuficiencia de este diseño teórico
basado en oposiciones al capitalismo demasiado simplificadas (clase obrera
versus burguesía, poder para los partidos de las mayorías
versus plutocracia).Jamás se rompió el paradigma racionalista/cientificista
de "progreso", el cual percibe la naturaleza como una fuerza
hostil que es preciso domeñar, destruir o reducir a la condición
de recursos y mercancía. En consecuencia, terribles tragedias ambientales
ocurrieron y siguen ocurriendo.
Aunque
en algunos casos (sobretodo en la tradición soviética) hubo
la tendencia a una mayor igualdad al acceso a las riquezas, no se rompió
el verticalismo en las relaciones sociales ni se gestaron formas creativas
y democráticas de producción y reproducción de la
vida social. En los países capitalistas, el control social ejercido
a través de la concentración de los medios de producción
en manos de una pequeña minoría pasó a ser ejercido
por el Estado, otro mecanismo que enajena (separa) el hacer del poder.
Se consideraron subalternos los movimientos que enfrentaron la dominación
social con miras a otras relaciones de poder, además del pago de
sueldos (ejemplo clásico de ello es el feminismo). La solución
para las cuestiones que proponían era percibida como algo que ocurriría
de manera casi automática, después de la supuesta "transformación
esencial". Se habló del "hombre nuevo (más que
del ser humano)". Pero no se buscó crear condiciones para
que surgieran individuos autónomos, creativos, capaces de afirmar
sus individualidades y, al mismo tiempo, de percibir que ésta sólo
es posible como una contribución original a una red de relaciones
sociales que va más allá de cada individuo.
Con
los nuevos movimientos, otros valores y prácticas
Sería
ocioso enumerar todas las deficiencias. Más importante que eso
es percibir el aspecto positivo y, por ende, transformador: la cultura
política naciente sostiene un diálogo con estas cuestiones.
Debido a sus prácticas, una multiplicidad de nuevos sujetos sociales
están en movimiento y atentos a estos temas. A diferencia de lo
que ocurría hace un par de décadas, las discusiones ya no
se limitan a los círculos académicos y a las escuelas de
pensamiento alternativas.
Hace tiempo los movimientos ambientalistas incorporaron la crítica
al productivismo y al cientificismo, y no son los únicos. Crece
el número de movimientos y personas que rechazan algunos de los
símbolos más sagrados de este paradigma. En la vida cotidiana,
ello se expresa en el desprecio por los coches y los productos desechables.
Pero también crece la contestación a la creencia de que
la ciencia es siempre liberatoria. Algunas señales de eso: los
movimientos que defienden patrones éticos en la investigación
científica rechazan la mercantilización del saber (buscando
alternativas a las patentes) y denuncian los abusos contra los animales
en los procedimientos científicos.
La
enorme diversidad de sectores en el FSM y el establecimiento de relaciones
no jerárquicas entre ellos indican que la idea de sujetos principales
es firmemente cuestionada. Más bien: el Foro ha sido capaz de albergar
tanto la diversidad cuanto la identificación de la mayoría
de sus participantes con valores comunes, cuyo carácter es profundamente
antisistémico.
Embriones
de otros sistemas en los temas emergentes
Entre
dichos valores se encuentra la idea de que es necesario organizar a la
sociedad según la lógica de que la dignidad humana y los
derechos sociales deben prevalecer sobre los ímpetus de lucro;
de que la noción de bien común se sobrepone a la de propiedad
privada; de que se debe detener y subvertir la mercantilización
de la vida; de que la solidaridad es un valor precioso. ¿No estarán
ahí las poderosas semillas de la lucha por un nuevo mundo, en el
momento en que uno de los objetivos centrales del capitalismo es transformar
en mercancía al mayor número posible de relaciones sociales?
La
idea de la reinvención de la democracia es cada vez más
evidente en el programa auto-organizado del FSM. Se valorizan los mecanismos
institucionales (como los Presupuestos Participativos) y los no institucionales
(como la creación permanente de contrapoderes para controlar, restringir
y fiscalizar al poder instituido). ¿Podría haber un indicio
más estimulante, justo cuando las instituciones multilaterales
conforman un gobierno mundial oculto, en el que el capital financiero
busca anteponerse a los ciudadanos y ciudadanas y a las propias formas
"democráticas" de poder? Se defiende la cultura de paz
en el momento en que el Imperio busca organizar las relaciones internacionales
con base en la ley del más fuerte y emplea la "lucha contra
el terrorismo" como pretexto para limitar las libertades, establecer
el espionaje y envenenar las relaciones sociales, confrontando a los grupos
étnicos entre sí.
Esas
nuevas prácticas y este posible embrión de una nueva concepción
emancipadora no son ajenos a la necesidad de coordinar esfuerzos alrededor
de ciertos temas en determinados momentos, lo que implica optar. El 15
de febrero de 2003, en el II FSM, se articuló informalmente la
mayor manifestación social de años recientes en contra de
la invasión de Iraq. En Porto Alegre y en Mumbai surgieron campañas
internacionales vigorosas: en contra de las deudas financieras, la OMC,
los tratados de "libre" comercio, por un mundo que "no
esté en venta" y muchas otras.
Pero esa nueva cultura política no parece dispuesta a renunciar
al horizontalismo: valora todos los sujetos, rechaza a las "mayorías"
ocasionales que causan constreñimientos, posee la seguridad de
que todas las adhesiones a cualquier campaña, estrategia o táctica
son voluntarias y deben ser constantemente negociadas.
La
representación está en crisis. Cambiar el mundo es una acción
cotidiana
Antes
que nada, nadie parece estar dispuesto/a a delegar su deseo y su disposición
de cambiar el mundo. Política es algo que se hace todos los días,
mediante opciones y actos autónomos. La transformación no
puede ser transferida a un agente político externo, aunque éste
sea muy bien intencionado. Por eso se multiplican los movimientos que
buscan articular la utopía a la acción concreta y pragmática.
Si deseamos nuevas condiciones de intercambio en el comercio internacional,
¿por qué no empezar ahora, escogiendo los productos de la
economía solidaria y comprometida con la preservación ambiental?
Si condenamos la fosilización de las relaciones afectivas, ¿por
qué no establecer, en la práctica, nuevas formas de familia?
Si queremos rebasar la fase del trabajo a sueldo, ¿qué tal
empezar ocupando fábricas abandonadas y establecer nuevas relaciones
de producción internas y con el mundo?
Eso
no significa que la transformación social deba limitarse a los
pequeños gestos, que su ámbito no pueda rebasar lo local,
que los intentos por coordinar nuestras acciones sean contraproducentes.
La oportunidad para ello vendrá, siempre que se trate de una necesidad
sentida por todos y que no implique reconstituir, al interior del Foro
Social Mundial, las viejas relaciones de poder y enajenación.
La
construcción teórica será cada vez más importante
en este doble esfuerzo por mantener las conquistas alcanzadas y seguir
adelante, tornando el discurso de lo nuevo cada vez más efectivo.
Como parte de este movimiento, la Agenda Postneoliberal se alegra de presentar
el producto de su trabajo al mundo del Foro Social Mundial.
1º
Agenda Postneoliberal 2003-2005. Publicación de IBASE, Río
de Janeiro, 2006.
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