Lo que se dijo en el Senado
Hemos seleccionado
algunos pasajes de las intervenciones del debate en la Cámara
de Senadores sobre el proyecto de ley de Defensa de la Salud Reproductiva,
que finalizó el 4 de mayo con una votación negativa, 17 votos
a 13. Es importante conocer y profundizar los argumentos manejados
porque este debate no termina con la sanción negativa de la ley.
Decía la senadora
Percovich en su intervención final, «me congratulo del grado de
madurez que han mostrado los debates en la sociedad. Sin embargo,
nosotros no vamos a estar a la altura de la opinión que tiene
la gente que, según las últimas encuestas, ha quedado demostrado
que es más realista con respecto a estos temas que este elenco
político».
2004 es un año
electoral, y candidatos y candidatas ( esperemos que también las
haya) transitarán por el país con sus propuestas y promesas, pero
la realidad de las mujeres que abortan en la clandestinidad y
la opinión de la gente que se ve enfrentada a este dilema, no
puede volver a silenciarse. Muchos temas quedaron pendientes y
son asuntos políticos que requieren de definiciones políticas
y como se verá en estas páginas, confrontan una visión de democracia,
una visión de derechos y una visión de laicidad.
Lilián
Celiberti
Senadora
Mónica Xavier
(Encuentro
Progresista/Frente Amplio)
(...)
La cuestión del Estado laico, desde la perspectiva socio–jurídica,
abarca el ámbito de la educación, de la administración de justicia,
del acceso a la ciudadanía y hoy día señor Presidente, la laicidad
tiene otra dimensión, la dimensión de la inclusión social y del
respeto a la diversidad. Hoy día la laicidad implica el acceso
a servicios de salud reproductiva, el derecho a vivir y morir
con dignidad, el derecho a compartir la vida con otra persona,
a casarse, a no casarse, a divorciarse, a tener una opción u orientación
sexual, en definitiva a tener libertad personal para opinar y
actuar y ser respetada en dicha libertad. La laicidad encuentra
sus raíces en el superior credo de la democracia, que implica
respeto a la diversidad cultural y religiosa y a la autonomía
personal y que rechaza cualquier tipo de fundamentalismo que intente
imponer pautas religiosas a quienes no profesan determinado culto.
Por ello, señor Presidente nuestro entorno social y cultural y
el Estado que consagramos en nuestra Constitución nos obliga a
legislar en forma inclusiva, incorporando todas las visiones y
respetando la diversidad cultural, religiosa, étnico–racial y
de cualquier otro tipo, sin perder de vista el interés general
de todos los habitantes del país en el momento de definir textos
legales que determinan políticas públicas, como ésta referida
a la salud reproductiva.
(...) Los derechos sexuales y reproductivos refieren a la potestad
de cada persona para tomar decisiones informadas y responsables
sobre su propia fertilidad, capacidad reproductiva, cuidado y
crianza de los hijos, salud repro-
ductiva y sexual y actividad sexual así como de acceder a recursos
que impliquen la posibilidad de llevar a la práctica esas decisiones
de manera segura, efectiva y sin discriminaciones.
(...)
Debo señalar que me he comprometido a apoyar este proyecto de
ley como mujer, como médica y como legisladora. Como mujer me
preocupa el reconocimiento de derecho de toda mujer a resolver
libremente cuándo y en qué circunstancias va a ser madre. Este
derecho se complementa con el derecho a la procreación libre y
sin violencias, el derecho a tener hijos deseados y el de los
hijos a serlo. Y también me preocupa el ejercicio de ese derecho,
la accesibilidad que se tenga para su goce, puesto que en este
tema– como en muchos más– quien está en una situación de vulnerabilidad,
sufre más agudamente las condiciones negativas o restricciones
en la prestación de los servicios. Por ello mi compromiso es con
las mujeres que viven en situación de pobreza, de forma de que
sean las más privilegiadas en el acceso a la información y prestaciones
relacionadas con la salud sexual y reproductiva. (...) Como médica,
mi compromiso refiere básicamente a la lucha contra el aborto
provocado en condiciones de riesgo, por ser éste un grave problema
de salud. En Uruguay hoy hay mujeres muriendo por haberse provocado
un aborto sin las mínimas condiciones de seguridad sanitaria y
por evitar la asistencia médica al aparecer las complicaciones
por temor a la denuncia y a las derivaciones de un proceso penal.
Mi compromiso entonces pasa por informar a las mujeres de su derecho
a condiciones de salud dignas y por el seguimiento de las políticas
públicas de promoción de los derechos sexuales y reproductivos.
Senador
Walter Riesgo
(Partido
Colorado)
A
mi juicio, lo primero que tenemos que señalar es qué significa
abortar. En resumen, abortar significa terminar algo. Se pueden
abortar hechos, situaciones, leyes, pero en este caso estamos
hablando de terminar con una vida. Este es el tema de hoy desde
mi humilde punto de vista: si terminamos o no con una vida; qué
derecho tenemos y si existe o no vida. (...)
En
cuanto a la defensa de la vida, está demostrado científicamente
que ésta comienza en un determinado momento y, sobre este punto,
lo único que he escuchado fueron expresiones acerca de
la defensa de la madre, pero nunca de la vida del niño, de la
vida futura. (...)
Se
dice: «el aborto es una práctica común; por lo tanto, legalicémoslo».
Lamentablemente, tengo que reconocer que efectivamente es una
práctica muy común. ¿Cómo no lo voy a reconocer? ¿Cómo puedo ser
tan necio? Pero con ese criterio, empecemos a despenalizar todo.
El hurto, la rapiña, el homicidio, todo debe ser despenalizado
porque, en definitiva, son prácticas comunes; no digo tanto el
homicidio, pero el hurto y la rapiña en medio de la inseguridad
que actualmente vive el país, sí lo son. Realmente, señor Presidente,
no creo que el aborto sea una práctica común, pero si lo fuera,
habría que pensar que estamos legalizando la extinción en masa
de muchos compatriotas.
No
me cabe ninguna duda de que la Ley de 1938 puede ser perfectible.
Dentro de las excepciones podría incluirse –¿por qué no?– la del
niño no viable. ¿Por qué no? No soy tan cerrado en este tema.
Pero seamos sinceros: la que hizo inoperante a la ley de 1938
fue la sociedad misma. Además, desde aquella época hasta hoy el
Ministerio del Interior no procedió en forma correcta. Si vamos
a la cifra menor de 11.000 abortos –no quiero ir a la mayor, de
150.000–, ¿a quién le van a hacer creer que el Ministerio del
Interior no sabe quién practica los abortos? Me pregunto: Salud
Pública, ¿tampoco sabe?
Senador
Ruben Correa Freitas
(Partido
Colorado, integrante de la
Comisión de Salud que tuvo el proyecto
en estudio durante un año y tres meses)
Sobre
el tema del aborto, debemos decir que algunos consideran que el
interés preponderante es la vida dependiente, es decir, el feto,
convirtiendo a la mujer embarazada en simple receptáculo de un
ser superior al que deben rendirse todos los demás intereses en
juego, incluidos los de la embarazada: su vida, su salud y su
libertad. En cambio, otros consideran que el interés preponderante
es, siempre, el de la mujer embarazada, constituyendo el feto
una simple prolongación de su vientre, carente por completo de
protección al margen de la que merece la mujer misma. Frente a
estas dos posturas ideológicamente enfrentadas, en los últimos
treinta años, en el Derecho Comparado se ha ido abriendo una postura
intermedia que, partiendo de la protección jurídico–penal que
merece también la vida dependiente y, por tanto, de la punibilidad
de toda destrucción voluntaria de la misma, procura tener en cuenta
los intereses de la embarazada afectados por el embarazo, admitiendo,
mediante la creación de los oportunos instrumentos legales, un
número mayor o menor de excepciones a esa punibilidad genérica
del aborto que se acepta como punto de partida.
(...)
Señora Presidenta, afirmo, a título personal, que en este tema
tan delicado, que genera tantos debates y desencuentros en la
sociedad uruguaya, una legislación en esta materia debe seguir
la solución europea, admitiendo el aborto terapéutico, el aborto
ético y el aborto eugenésico.
Senador
Julio Herrera
(Partido Colorado)
Inicié
el razonamiento en relación a este tema haciéndome las siguientes
preguntas. ¿Cómo debo pararme ante este problema? ¿Cómo debo encararlo?
¿Cuál debe ser la postura que tengo que asumir, no en materia
de imagen, sino de actitud, de espíritu? ¿Cómo buscamos una solución
a esto? En principio, dejé a un lado mi fe y mis convicciones
religiosas. Sin duda que están presentes en mi conciencia, pero
siento que no tengo ningún derecho a imponer mi fe y mis convicciones
a aquellos que no la tienen, ni puedo regular una conducta a aquellos
que no comparten, reitero, mi fe y mis convicciones.
Además,
soy un funcionario público electo. La diferencia que tenemos con
otros funcionarios públicos es que somos electos y a término.
Asimismo, soy legislador de un Estado laico y el electorado que
hizo posible que esta banca perteneciera a mi partido y a mi sector,
y que yo circunstancialmente ocupe, está compuesto por gente de
distintas creencias religiosas e, incluso, por algunos que no
las tienen.
Por
lo tanto, de cara a mi primera pregunta sobre cómo debo pararme
frente a este tema, respondo que debo hacerlo de acuerdo con mi
propia conciencia y con mi propia capacidad de comprensión y de
percepción del problema que tenemos entre manos.
También
me planteé el tema relacionado con el partido y el tema personal:
¿esto conviene o no? ¿Hay costos, réditos? En ese punto recurrí
a Kant, filósofo de una fuerte formación cristiana que, a mi juicio,
es el pensador más riguroso en el tratamiento de la ética. Kant
nos dice que uno debe hacer las cosas que debe hacer sin considerar
los costos ni los réditos. No es por quedar bien con la sociedad
ni por temor a quedar mal con ella que uno hace algo o deja de
hacerlo.
Senador
Enrique Rubio
(Encuentro Progresista–Frente
Amplio)
Este
es un tema complejo, de altísima sensibilidad y yo me felicito
de que el Parlamento lo esté abordando. (...) Yo voy a decir de
entrada que desde el punto de vista ético y moral estoy en contra
del aborto y desde el punto de vista político y democrático estoy
a favor de la despenalización y de las políticas públicas. En
cierta medida, he llegado a convicciones fuertes en estas cuestiones
y soy tan radical en una como en otra. Me parece que confundir
las cuestiones éticas y morales con las legales no le hace bien
a la sociedad ni al sistema democrático y ampara confusiones que
nuestra sociedad, en su evolución política, superó hace ya varias
décadas. Entiendo que una parte de la sociedad no tiene la legitimidad
para imponerle a otra parte una ética acerca de cuestiones altamente
sensibles. No comparto ese punto de vista y creo que es una herencia
de una concepción de la sociedad de raíz fundamentalista, que
rechazo absolutamente desde el punto de vista democrático. Los
temas éticos, relativos a cuestiones claves y límites de la vida
de las personas se deben discutir del punto de vista ético en
el intercambio libre dentro de la sociedad. Allí cada uno asume
la postura que le parece mejor y trata de convencer a los otros,
ajustando su conducta a lo que cree. Pero no se debe usar el facilismo
de incluir dentro del Derecho Penal e imponer por la vía legal
cosas muy caras para algunos pero que son vistas de otra manera
por otros. Si eso es así y los puntos de vista últimos sobre lo
que nos está permitido hacer o no en nuestras vidas son muy diferentes,
entonces, lo que sucede es que se instala una situación malsana
en la sociedad que genera y ambienta la hipocresía, el doble discurso
y el ocultamiento de las cosas, donde los más débiles son los
que pagan el más alto precio. Yo creo que eso es lo que está sucediendo
en la sociedad uruguaya. Por consiguiente, como creo en el pluralismo
democrático y me parece que a este asunto lo abarca dicho pluralismo
en lo que se refiere al tema ético, no al legal, estoy de acuerdo
con esa consigna juvenil que se ha difundido en distintos países
que dice que es necesario «educar para no abortar y despenalizar
para no morir». Esto, para decirlo de una manera breve y lacónica,
pero que me parece que también es muy ilustrativa.
(...)
A mi juicio, debemos identificar los dilemas verdaderos y los
falsos, porque de lo contrario la discusión que se da se carga
de un conjunto de pasiones y se etiqueta en blanco y negro. Lo
peor que puede suceder en cuestiones límites es apelar al pensamiento
dicotó-
mico, porque ello no permite identificar los problemas en su hondura,
en su complejidad y en la diversidad del pensamiento de las personas
y de la sociedad frente a los mismos. Creo que el dilema no es
por el aborto o contra el aborto, sino por la represión como política
o por la despenalización como política seguida de otras cosas.
Entiendo que este es el dilema verdadero y, en tal sentido, comparto
el punto de vista del profesor Faúndes, de la Universidad de Campinas,
cuando se pregunta –en un reportaje que me parece esclarecedor–:
«¿Ustedes creen que hay alguien que realmente esté a favor del
aborto? ¿Quién se alegra cuando una mujer se hace un aborto? ¿Quién
está feliz cuando hay muchos abortos en una sociedad?»
Para
abordar un tema tan sensible hay diversidad de posturas filosóficas,
pero si prospera esta mentalidad dicotómica y fundamentalista,
ganan otros temas y terminamos en una «convivencia» invivible,
dentro de la sociedad democrática.
Senador
Alejandro Atchugarry
(Partido
Colorado)
Todos
estamos bastante convencidos de que la situación real refleja
que la legislación penal, que –supuestamente– tendría que ser
el máximo grado de protección a un bien jurídico, en esta materia
ha sido un enorme fracaso. Hoy los uruguayos estamos en conocimiento
de que decenas de miles de uruguayas –no sabemos bien cuántas–
pasan al año por esta situación. Ante esta circunstancia, lo primero
que uno siente con claridad es que la situación existente no conforma
a nadie ni es sostenible. Para ello, señor Presidente, basta ver
la ley.
¿Realmente
la sociedad siente que el procedimiento a realizar, como han señalado
algunos señores Senadores, que la respuesta principal de la sociedad
es aplicar la ley vigente y, por lo tanto, la prisión? (...)
En
la primera aproximación que hacemos a este tema, cuando nos preguntan
si estaríamos dispuestos a acompañar un cambio en la legislación
penal, muchos de nosotros lo primero que decimos es que estamos
a favor de la vida y hasta nos suena mal hablar del aborto. Y
cuando empezamos a mirar los números, nos damos cuenta de que
en esta sociedad hay una víctima segura, que es esa expectativa
de vida que se ve frustrada, que tiene que ver con nuestra esencia,
nuestro amor, nuestros instintos básicos; me refiero al hecho
de promover la vida, de continuar la especie y de continuarnos
nosotros mismos a través de nuestros hijos. Pero después vemos
que, en la mayoría de los casos, la mujer también es una víctima.
En este sentido, me ahorra muchas palabras lo que ha escrito el
Sindicato Médico que, en ese aspecto, lo comparto totalmente pues,
reitero, la mujer también es una víctima. (...)
Siento,
señor Presidente, que sería un error tomar una decisión legislativa
en este instante y creo que debemos procurar convencer a nuestros
colegas del Cuerpo en el sentido de trabajar y tratar de abrir
una puerta –hay más de un mecanismo posible, no sin dificultades
técnicas y prácticas– para que todos lo decidamos, y cuando digo
todos estoy hablando de la ciudadanía. No digo esto porque el
Cuerpo no tenga legitimidad ni porque constitucionalmente no lo
pueda hacer; no se trata de que nosotros no seamos legítimos,
puesto que nos ha votado la gente y el tema no va a terminar aquí,
en esta legislatura ni en la que viene, sino porque todos, de
igual a igual, laudando para bien o para mal, en el error o en
el acierto, podremos resolver el tema. Los únicos que nos podemos
equivocar somos los que votamos como pueblo, porque somos los
titulares de la sociedad. Sólo así, señor Presidente, vamos a
resolver un tema tan delicado y complejo de una manera que lo
estabilice para poder trabajar en él.
Senador
Eduardo Ríos
(Encuentro Progresista–Frente
Amplio)
Los
legisladores de los distintos partidos y con concepciones ideológicas
diferentes nos hemos puesto de acuerdo en que la realidad es esa.
La mujer aborta y muere por lo que pasa en la realidad, porque
no tiene dinero, porque si dispone de los medios, también tiene
garantías. Entonces, para buscar la igualdad tenemos que tratar
las desigualdades de la sociedad. Para ello es preciso educar,
pero no lo hacemos postergando el tratamiento del tema, sino aprobando
este proyecto de ley y aplicando su contenido. (...)
La
ley tiene sentido cuando emana de una conducta social admitida
y todos nos comprometemos a cumplir dicha conducta. De lo contrario,
esa ley no sirve. En eso estamos de acuerdo. Entonces, frente
a esa realidad, el Código Penal ha quedado perimido; la clandestinidad
ha ganado, el mercado negro es horrible, las mujeres se mueren
y nos pega en el alma que algunos ciudadanos lucren con esta realidad.
Yo he escuchado hoy, y en anteriores oportunidades, frente a esto,
que algunos legisladores manifiestan que no hay que hacer nada,
y no estoy de acuerdo con ello. (...)
El
Estado laico es una maravilla de Estado. Nosotros, como lo disfrutamos,
a veces no percibimos sus valores. Debemos destinar nuestras leyes,
nuestra idea y nuestro pensamiento al beneficio de todos los ciudadanos,
y también de aquellos que tienen valores filosóficos o religiosos
que los llevan a tomar determinadas conductas; me parece que eso
está bien y lo respeto. En realidad, respetamos a todas las iglesias
y a todos los marcos religiosos que pueden existir en una democracia
liberal. ¡Bueno sería que estuviéramos en contra de alguna expresión
religiosa y quisiéramos combatirla por no estar de acuerdo con
la nuestra! De ninguna manera podemos hacer eso, porque en una
sociedad todos debemos convivir, y cada ciudadano, individualmente,
tomará sus decisiones en base a sus propias creencias y convicciones.
Es
necesario aclarar que esta ley no manda a nadie a acudir a una
clínica; por el contrario, prevé una sanción para quien no decide
en el tiempo establecido y no adopta el camino necesario de educación
que la ley ordena. Repito que esta ley no obliga a tomar una conducta
determinada; por tal razón, aquella persona que, de acuerdo con
su religión, considere que no debe hacerse un aborto, no está
obligada a realizarlo. Esa persona no va a incumplir la ley y,
por el contrario, podrá ejercer su derecho, del mismo modo que
otros ciudadanos ejercerán los suyos.
Senador
José Mujica
(Encuentro Progresista– Frente
Amplio)
Frecuentemente
decimos que esta discusión tiene como fin el salvar vidas y que,
en definitiva, todos estamos a favor de la vida; personalmente,
voy a poner en tela de juicio esta aseveración. La discusión,
en todo caso, está en si colocamos el tema en la frontera de la
evidencia y de la legalidad; en si esto podrá incidir, tal como
ha sucedido en Suecia –país con muchos recursos–, operando psicológicamente
sobre la mujer en este trance y logrando resultados admirables,
ya que casi un 70% de las mujeres que en una primera instancia
pensaban abortar, cambian de parecer, porque hay una evidencia
comprometida, profesional, del Estado. Podemos señalar que es
un hecho el que se salvan vidas, pero estamos hablando de una
sociedad desarrollada que aunque tiene sus bemoles, como la sueca,
en estas cosas ha avanzado mucho; yo diría que es una especie
de sociedad de vanguardia. Sin embargo, nosotros no somos Suecia,
y acá viene un problema que quiero señalar.
Personalmente,
no creo que sea la pobreza la causa del aborto; para mí, esto
es consecuencia de la soledad, y no es responsabilidad de las
mujeres, sino de los hombres que no asumimos nuestras responsabilidades.
No las asumimos cuando somos jóvenes y tampoco lo hacemos cuando
somos padres, hermanos o esposos y dejamos a la mujer en la frontera
de la soledad, frente a un problema muchas veces gravísimo. Entonces,
no es un problema de la mujer, sino de la sociedad, y reitero
que pienso que los principales responsables somos los hombres.
Por eso, estimo que si no hay un cambio en nuestra conducta, no
hay ninguna ley que arregle el problema. Los que tenemos que cambiar
somos los hombres. Si tenemos una hija que se enamoró o tuvo una
aventura –lo que no es un pecado–, la tenemos que amparar y pelear
por ella. Lo mismo sucede si se trata de una hermana. En caso
de que tengamos cinco hijos y no tengamos trabajo, «contigo pan
y cebolla»; después veremos qué hacemos. Esto es lo que lleva
al drama de la mujer: la defección del hombre, hecho que se da
en toda la escala social, aunque toma características distintas.
(...)
El aborto es un fenómeno más elaborado, más moderno, y que casi
acompaña la aparición del Estado. Por lo menos, en los restos
de organizaciones sociales primitivas como los Tasmanios, vemos
que no existía el aborto. De aquí podría derivarse que el aborto
acompaña el desarrollo de la civilización, porque debemos reconocer
que es un hecho antinatural desde el punto de vista de la conducta
de las hembras en todos los mamíferos y en las aves; sin embargo,
la liquidación de los individuos nacidos frecuentemente se presenta
donde parece que la naturaleza está priorizando la defensa y la
permanencia de la especie.
(...)
Ahora bien; aceptando la plausible idea de que se intenta salvar
vidas, pensamos que este proyecto de ley es un aporte, algo mucho
mejor de lo que tenemos; es un paso, un desafío, aunque seguramente
está lleno de baches. En primer término, no le impone nada al
hombre, que sigue siendo el gran ausente, aquél que no tiene responsabilidades.
Parece que el feto surge por generación espontánea y esto es todo
un tema. Hay algunas sociedades contemporáneas que están incluyendo
a dos.
No
voy a andar con vueltas al decir que, para mí, al interrumpir
el embarazo se provoca la muerte.
Senador
Guillermo García Costa
(Partido Nacional)
Señor
Presidente: la vida humana es inviolable desde su inicio en la
concepción. Todo ser humano tiene derecho a la vida y por tanto
se violan conceptos morales y éticos cuando se arremete contra
este derecho en una u otra forma. Toda actividad del hombre dirigida
a atentar contra el valor primario, absoluto y esencial de la
existencia es, por tanto, inadmisible. El aborto es un atentado
violatorio del derecho a la vida del ser humano en gestación.
En consecuencia, lo que a mi juicio el Parlamento puede discutir
válidamente es cómo se procura evitarlo, cómo procura la sociedad
no tener miembros que estén en la dolorosa necesidad, en la tentación
o en la deplorable mera comodidad de atentar contra la vida de
otros seres. En el tema estamos implicados todos los actores de
la circunstancia y, por descontado, en primer y relevante lugar,
los legisladores que condicionamos y damos lugar a las normas
que encuadran estos principios. (...)
La
errónea ley vigente determina daño para alguna de las mujeres
que abortan clandestinamente porque en tal virtud a veces no hay
condiciones de asepsia suficientes. Dados esos planteamientos
básicos, se plantea la solución. ¿Cuál es, señor Presidente? No
logro entenderla como racional; naturalmente que la entiendo como
textual. Frente al cúmulo de circunstancias que han determinado
que la ley vigente, negativa para el aborto, no se haya cumplido
y, por tanto, se hayan dado consecuencias negativas en la sociedad,
¿cuál es el meollo esencial de la solución propuesta? Aprobar
un sistema de aborto consentido para que los 30.000 que se han
matado clandestinamente se maten no clandestinamente. Yo concebiría,
señor Presidente, que la ley trajera una sistematización nueva
sobre el tema que implicara que, visto lo negativo que sucede,
vamos a precaver esta matanza de inocentes. La respuesta es, precisamente,
diversa: «No; vamos a permitirla y, además, vamos a ayudarla a
realizar», en el Pereira Rossell porque está restringido en clínicas
privadas, para que tengamos la seguridad de que la matanza de
30.000 seres –empleo el número que se ha usado aquí– no sea clandestina
y difícil de calcular.
Senador
Eleuterio Fernández Huidobro
(Encuentro
Progresista– Frente Amplio)
Todo
lo que hago en política, señora Presidenta, en especial leyes
–sobre todo últimamente–, lo hago desde una perspectiva moral
y no creo ni tampoco entiendo que alguien lo haga desde ninguna
o desde la nada, aun cuando diga que lo hace de esa forma. No
nací de un repollo; mi tolerancia reconoce sí que haya colegas
que voten de manera distinta y lo hagan desde su propia perspectiva
y también que haya remotos lugares en el mundo con otras culturas,
civilizaciones, religiones y peripecias civilizatorias. Además,
toda ley, salvo ciertos casos, luego de votada, ampara o favorece
la moral y hasta los intereses de unos y no los de los otros;
así es la vida en democracia. Difícil es encontrar una ley votada
aquí que ampare, proteja y defienda los intereses de absolutamente
todos. Lo que no le puedo exigir a nadie es que legisle desde
la amoralidad y menos desde la inmoralidad. Compréndase, entonces,
que desde esa, mi perspectiva, será posible redactar una ley;
desde otra, reconozco, la ley será distinta, con tan legítimo
derecho como la mía. En este caso, el punto de partida determina
el camino a seguir.
Yo
no puedo banalizar la muerte de un embrión, y si en el país hay
33.000 abortos anuales –que es la cifra más aceptada, pero totalmente
insegura–, debo tratar de evitar que esa mortandad de futuros
hombres y mujeres se produzca. La veo como la peor expresión de
la violencia doméstica, por la muerte de esos embriones, por la
tragedia de esa mujer, por el hecho social de que gran parte de
esos abortos son decididos por hombres –padres, esposos, compañeros,
parientes–, por la omisión culpable del Estado y, también, porque
la sociedad en su conjunto elude los problemas e impone las soluciones,
aunque éstas sean pésimas. Asumo la culpa propia en esto y pienso
entonces que el principal objeto de la ley debe ser combatir el
aborto. (...)
Sin
embargo, esta ley lleva como nombre: «Defensa de la Salud Reproduc-
tiva». Así como hay abortos para pobres y para ricas, hay fecundación,
concepción, gestación, parto y crianza para pobres y para ricas.
Y las que más mueren y quedan mutiladas en los partos son las
pobres, o sea, la inmensa mayoría. Esta ley de eso dice: nada.
Por lo menos, cambiemos su nombre, porque así como está y con
el nombre que la bautizaron deja la peligrosa sensación de que
los hijos y las hijas pueden ser plagas o, modifiquemos la ley
para que realmente se refiera a la salud y a la reproducción,
y lo haga sustantivamente.
El
drama social, la realidad concreta, el hecho de que la penalización
del aborto obliga a su práctica clandestina y somete a las mujeres
a todo tipo de explotaciones, humillaciones, mutilaciones e incluso
la muerte, coloca en el debate parlamentario y en el del país
un decisivo argumento a favor de ir a la despenalización; a mi
juicio, el más grande de los argumentos a favor de la misma.
Por
lo tanto, no me niego a discutir la despenalización del aborto,
que no es la interrupción de nada –acá tengo un problema con el
idioma–, sino su eliminación. No se interrumpe un embarazo para
seguirlo el mes que viene, sino que se lo elimina. Estoy dispuesto
a discutir la despenalización, pero sin engañar a nadie. Sé muy
bien de qué se trata. En la medida de las posibilidades del Estado
y de la sociedad, debería evitarse el aborto. El gran problema
es que este proyecto de ley, tal como está, sin modificaciones
importantes, no da respuesta a este principal argumento y, por
lo tanto, pierde su sostén sustancial porque, repito, el mal
a combatir es el aborto y sus agregados concomitantes, cuando
es clandestino. Nadie está de acuerdo con el aborto; a lo largo
de mi vida no he conocido una sola persona que esté de acuerdo
con ello.
Senadora
Margarita Percovich
(Encuentro
Progresista – Frente Amplio, en suplencia del senador Alberto
Couriel)
A
nuestro juicio, se trata de una iniciativa de política sanitaria
con relación a este tema, un proyecto de ley de prevención. Entendemos
que hay una responsabilidad política de los legisladores que deben
tratar de definir prácticas sanitarias a través de una norma legal.
Aquí sí se habla de políticas que el Estado tiene que asumir.
Incluso, las responsabilidades con relación a la educación sexual
que debe cumplir el Estado y las políticas de prevención y anticoncepción
están previstas claramente en el primer capítulo. (...)
A
pesar de todos los argumentos que agregan miedo a la mujer, igualmente
lleva adelante esa práctica. Entonces, no podemos mirar para el
costado y sí debemos buscar una solución que es responsabilidad
de una política sanitaria. Debemos respetar todas las opciones
porque, evidentemente, para ciertos conflictos morales no existen
soluciones y ni siquiera es posible mediarlos, sino que simplemente
podemos proponer mecanismos que garanticen la convivencia en la
diferencia de historias y concepciones éticas, morales o teológicas.
En lo personal, pienso en las responsabilidades de políticas sanitarias
que nos corresponden y, en tal sentido, considero que el marco
en el que está redactado este proyecto de ley permite hacer realidad
ese gran desafío que es que en una democracia todos podamos convivir
con esas concepciones y optar por las diferentes prácticas, no
limitándolas pero sí estableciendo cuándo es delito y quiénes
pueden realizarlas. Me parece que se trata de eso y que esa es
la responsabilidad que tenemos frente a una ciudadanía que queremos
que elija y decida con este marco que, a nuestro juicio, es completo.
Senador
Luis Hierro López
(Partido Colorado,
vice–presidente de la República)
(...)
Voy a hacer una referencia personal a mi forma de votar, aunque
creo que ha sido suficientemente público, no importa mucho lo
que vota cada uno; aunque se da la circunstancia de que en casi
todas las bancadas hay matices y diferencias, importan mucho más
los comportamientos colectivos de los partidos. En todo caso la
situación personal de cada uno puede contribuir a la pequeña historia
biográfica de cómo se produjo o no la aprobación de una ley. En
mi caso, sin involucrar el sentimiento de mi bancada, la del Partido
Colorado, en mi condición de candidato a Vicepresidente de la
República en noviembre de 1999, con el doctor Jorge Batlle hicimos
un acuerdo político con la Unión Cívica que vengo a reflejar esta
noche votando en contra de este proyecto de ley, aunque lo considero
importante. En esa circunstancia el Partido Colorado, a través
de la gestión del doctor Batlle y de quien les habla, desarrolló
dos acuerdos políticos: uno con el Partido Nacional que tenía
que ver con cuestiones importantes de la vida del Estado y otro
con la Unión Cívica, en el que establecimos algunos compromisos
sobre cuestiones sociales, entre los cuales estaba el de no propiciar
de parte del Poder Ejecutivo –que eventualmente íbamos a integrar–
una legislación vinculada a los temas del aborto. Más allá de
mi posición personal y de criterios filosóficos, concurrí voluntaria
y resueltamente a la firma, consagración y cumplimiento de esos
acuerdos políticos muchas veces mal denostados por la crónica
y asimilados al reparto de posiciones o eventualidades y pocas
veces recordados por la asunción de compromisos de índole ideológica
que van consagrando la marcha de la República. En este caso concreto,
a lo que nos comprometimos el doctor Jorge Batlle y yo fue a que
no íbamos a potenciar legislaturas de esta índole, y en esa medida
el Presidente de la República ha anunciado que si se consagrara
un proyecto de ley de esta naturaleza, lo vetaría. En esa medida
es que, en términos casi subjetivos e individuales, me permito
decir al Senado que no voy a votar este proyecto de ley.
Lo
primero que debo declarar es que el cumplimiento de un acuerdo
político, de mi parte, siempre es un acto feliz, voluntario, resuelto,
cívico y democrático.
Por
otra parte, voy a votar la moción del señor Senador Atchugarry
para que el tema vuelva a Comisión a fin de procurar un entendimiento
entre los señores Senadores y encontrar un mecanismo para llevar
este tema al alto tribunal del Cuerpo Electoral. ¿Abdico de mi
responsabilidad? No, la asumo. Estoy en contra del proyecto de
ley y lo he dicho en todos los medios de comunicación. No abdico
de ninguna de las responsabilidades que tengo como legislador.
Sí creo que un país que ha hecho referéndum y plebiscitos, por
ejemplo, para resolver si la educación debía tener el 27% del
presupuesto, sobre si la UTE debía tener un marco energético regulatorio
o cuál era el destino de la refinería de ANCAP, por los mismos
mecanismos de consulta popular, ya sea recolección de firmas u
otros procedimientos, se consulte a los ciudadanos sobre un tema
vitalísimo como el aborto. Digo esto no porque haya abdicación
de ninguno de los señores Legisladores, sino porque además es
un asunto que, como bien se dijo, para resolverlo hacia el futuro
del país deberíamos consultar a los uruguayos.
Senadora
Mónica Xavier
(Encuentro Progresista–Frente
Amplio)
Con
relación a las precisiones que quisiera hacer, no comparto el
hecho de la ausencia de responsabilidad del padre en este tema.
A este respecto, el artículo 1º del proyecto de ley dice claramente,
en su primera oración: «El Estado velará por el derecho a la
procreación consciente y responsable, reconociendo el valor social
de la maternidad, la paternidad responsable y la tutela de la
vida humana». Creo que esta primera frase no está puesta por
casualidad, sino que refleja el espíritu que se trató de plasmar
en este proyecto de ley: ciudadanas y ciudadanos responsables
de su salud y de su actitud reproductiva ante la vida, además
de la necesidad de tutelar la vida. Quizá podrá discutirse sobre
esto –y seguramente nadie lo va a negar– que el embarazo transcurre
en el cuerpo de la mujer y no en el del hombre; algunos dicen
que si así fuera, tal vez el aborto se habría legalizado hace
bastante tiempo. Pero la cuestión es que transcurre en el cuerpo
de la mujer y que ello trae determinadas consecuencias. El aislamiento
y la soledad en que se encuentran las mujeres la mayor cantidad
de las veces, es la realidad más frecuente. Y lo que la ley no
prohíbe, lo habilita. Lo que queda muy en claro es que es la mujer
quien, en última instancia, decide en consulta con el médico tratante
y acompañada o no de su esposo, su compañero o, incluso, la pareja
casual de la que pudo haber quedado embarazada. Eso la ley no
lo prohíbe y, por tanto, lo habilita. Lo que sí dice es que si
se va a esperar a que el padre biológico, que habitualmente está
ausente, dé su consentimiento, al igual que la mujer, para proseguir
con el embarazo o tomar la decisión de interrumpirlo, difícilmente
estemos otorgando en términos reales ese derecho a la mujer y
estemos consagrando en términos reales ese derecho en la ley,
porque –vamos a lo primero– habitualmente, y lamentablemente,
la mujer se encuentra sola frente a estas situaciones.
(...)
La consulta popular es un instituto de la ciudadanía y no un mecanismo
para que los Legisladores nos eximamos de nuestro deber de legislar.
Si bien muchos de los integrantes del Cuerpo así lo han planteado,
creemos que es una razón más para sumarnos –luego de estos 20
días que hemos podido tener de reflexión– a la resolución del
órgano político a que pertenecemos –que respeta los argumentos
que cada uno pueda esgrimir con relación a la votación sobre el
fondo del tema–, en el sentido de proponer que se vote, que se
haga en forma nominal –como también planteaban otros legisladores–,
y que estos caminos de consulta popular –por supuesto, somos una
fuerza que apela a ellos– los estudiemos una vez culminada la
votación.
Senador
Reinaldo Gargano
(Encuentro Progresista–Frente
Amplio)
(...)
Defiendo la vida en todos los planos y creo que lo religioso está
en el fondo de todo este asunto. Creo que la sociedad uruguaya
ha madurado mucho y cuando se dice que ella está por un lado,
y la ley y los legisladores por otro, algo debe andar mal; debemos
andar mal nosotros porque si la sociedad va por un lado y nosotros
por otro, es porque no la observamos correctamente y no aprendemos
de ella a hacer lo que debemos en nuestra calidad de legisladores.
Asumo
un compromiso personal; sé que hay compañeros que no comparten
esta opinión, pero tengo la idea de que este tema se va a replantear
en la próxima Legislatura. Voy a luchar en mi partido –me refiero
al Partido Socialista– para que el tema vuelva a plantearse y
que vuelva a traerse a este ámbito para que se legisle. Asimismo,
si existe voluntad política en algún sector en el sentido de que
el tema sea sometido a la definitiva expresión de la voluntad
de la soberanía nacional, que es el Cuerpo Electoral –la Constitución
establece en el artículo 1º que la soberanía reside en el Cuerpo
Electoral–, que así se haga para que se decida definitivamente.
Nosotros somos muy fieles a los pronunciamientos del Cuerpo Electoral
y cumplimos estrictamente con lo que él dice. Por lo tanto, no
tenemos miedo a esa expresión.
En
consecuencia, personalmente confío en que haya legislación sobre
este tema en la próxima Legislatura y que, además, si existe la
posibilidad y así se desea, se someta esto a la decisión del Cuerpo
Electoral.
«Ese
sábado, en la feria vecinal de mi barrio, el senador Huidobro
dialogaba con los vecinos. Yo iba dispuesta a decirle que había
traicionado a las mujeres al votar en contra del Proyecto de Ley...
Pero otra vecina se me adelantó».