Cotidiano Nº40

63 % a favor
Ley de Salud Reproductiva
Encuesta realizada por Equipos Mori. Abril 2004

 

«acordarse de santa
bárbara cuando truena»

 

Senador Walter Riesgo
(Partido Colorado) 

¿Por qué en vez de estimular y despenalizar el aborto no buscamos la educación y la formación en valores? ¿Por qué el CODICEN, en Primaria y en Secundaria, no forma a los jóvenes en una vivencia responsable y segura de su sexualidad? No me digan que no lo intenté. En oportunidad de estudiarse el Presupuesto Nacional, junto con el señor Senador Correa Freitas presentamos varios artículos mediante los cuales se pedía que el CODICEN se preocupara por los temas de educación sexual, alcoholismo, tabaquismo, drogadicción y otros que no recuerdo. Sin embargo, nos dijeron de todo, desde nuestro Partido y desde tiendas contrarias. Algunos defendían la autonomía del CODICEN, un CODICEN que es completamente responsable en el tema del aborto porque no ha hecho una política de educación como todos estamos de acuerdo que debería haber hecho. No ha movido un pelo y, por lo tanto, lo considero muy responsable. Creo que el tema de la educación sexual es fundamental, tanto en la escuela como en Secundaria, así como también el respaldo económico a la mujer carente, no tenemos por qué negarlo. 

Hablemos de educación sexual sin trauma, comprometiéndonos con la vida y no con la enfermedad y con la muerte. No hay que tener miedo a hablar de educación sexual, porque es un seguro de salud hablar de ella. La familia es la base de nuestra nación y lo que hagamos nunca será suficiente para mantenerla. Todos los días tenemos que regarla, y de su fortaleza dependerá, sin duda, nuestra nación. El aborto no combina con el concepto de familia; por el contrario, el aborto socava la estructura de la misma. 

 

Senador Ruben Correa Fleitas
(Partido Colorado) 

Finalmente, también debo citar que el año pasado hicimos en este Cuerpo una exposición sobre educación sexual, en virtud de que consideramos que esta es una de las políticas de Estado fundamentales a nivel de la enseñanza de nuestros niños y jóvenes. En tal sentido, debo recordar que en aquel momento expresé que la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud, junto a la Asociación Mundial de Sexología, aprobaron en Ginebra, en el año 2002, una serie de recomendaciones para la acción en salud sexual y reproductiva, que sugiere a los Gobiernos la implementación urgente de la educación sexual formal.

En ese momento, también señalamos que dicha educación es un recurso fundamental para la prevención primaria en salud sexual, pero también para la salud mental y social. Se previenen las enfermedades de transmisión sexual, entre ellas, la infección por HIV/SIDA, uno de los flagelos más terribles que sufre hoy la humanidad. Se previene el embarazo precoz e indeseado y, por tanto, se previene el aborto. Se previenen las disfunciones sexuales del varón y de la mujer, que conspiran contra la calidad de vida de las parejas en todas las edades y que son fuente de conflictos, de violencia y de disgregación conyugal y familiar. Se evita la violencia sexual y los delitos que emanan de ella, como la violación, el atentado violento al pudor, el abuso sexual infantil y el acoso sexual. 

También se previene la discriminación que, a causa de su sexo, sufren las mujeres, por lo que promueve la equidad de los géneros y combate el sexismo socio– cultural. 

Se promueve la libertad sexual –que no es poca cosa–, así como la responsabilidad sexual, que es irrenunciable. Pero, si no hay educación sexual ¿cómo podemos pedir a nuestros jóvenes de ambos sexos que sean tan libres como responsables? ¿Acaso la ignorancia sexual no los hace menos libres y menos responsables? ¿Acaso son ellos los que impiden que la educación sexual les llegue? No. Somos los adultos, los que poseemos el poder de decisión en la cosa pública, los que debemos apoyar las iniciativas de nuestras autoridades educativas, que suelen sentirse sin apoyo político cuando reciben presiones de padres y grupos sociales, así como también apoyar a los gremios estudiantiles y docentes si participan y comparten estas iniciativas. 

 

Senadora Julia Pou
(Partido Nacional) 

Me parece que un país que gasta el 11% de su presupuesto en salud debería revisar muchas cosas –sé que no es el tema de hoy–, entre ellas –porque en esto quizás hemos ido para atrás–, la promoción de los derechos reproductivos de nuestra sociedad, la promoción de políticas públicas de anticoncepción y, fundamentalmente, la implementación de políticas educativas efectivas. Muchas veces se ha reaccionado en contra de las políticas educativas en lo que tiene que ver con los aspectos sexuales de la vida diciendo que se corre el riesgo de adelantarse a inquietudes, a curiosidades, pero creo que hoy en día cualquiera que tenga un televisor en su casa se dará cuenta que aquí nadie se adelanta a nada. En la vida, en esto, como en tantas otras cosas, es mejor llegar temprano y bien, que tarde y mal. Creo, señora Presidenta, que por aquí viene parte de la cosa: en lo relacionado a la educación y en materia de información hemos retrocedido. 

 

Senadora Marina Arismendi
(Encuentro Progresista–Frente Amplio) 

Ahora bien, los educadores debemos ser educados para poder trasmitir parámetros, valores y orientación en el plano sexual. Se trata de toda una transformación de la sociedad en ese sentido porque si cada uno de nosotros va a impartir educación sexual con sus prejuicios, sus atavismos y sus creencias personales, seguramente también los vamos a trasmitir. Entonces, no vamos a poder mostrar un camino sano que no termine, en definitiva, en una situación de riesgo como la que estábamos señalando.

 

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