Este artículo fue publicado en la revista Cotidiano Mujer Nº31, en 1999. Puede encontrar todas las revistas aquí y los posteriores cuadernos aquí.
Eso que suena exótico, los transgénicos, y que sin embargo se han metido subrepticiamente en nuestro plato, son organismos que han sido manipulados genéticamente en el laboratorio y ahora están siendo aplicados en la agricultura y comercializados. Jurassik Park (¿se acuerdan?) ya está aquí. Esperamos que no para quedarse, aunque eso depende de nosotros.
Cada célula que interviene en la reproducción contiene una parte central más densa, el núcleo, en cuyo interior se distinguen partículas dispuestas en forma de hilos (que contienen ácido desoxirribonucleico/ADN y proteínas) que durante la división de la célula se fragmentan en cuerpos separados llamados «cromosomas». Los cromosomas, a su vez, contienen un número muy grande de partículas («genes») dispuestas como las cuentas de un collar, que representan la unidad básica en el proceso de transmisión de los caracteres hereditarios.
La ingeniería genética hace una especie de «recorta» y «pega» de los genes a los que le atribuye determinado rasgo, con el propósito de transmitirlo de un organismo a otro, saltando para ello las férreas barreras naturales entre las especies: es así que se han insertado, por ejemplo, genes de luciérnaga en zanahorias y tabaco, genes de escorpión en maíz, genes de lenguado en papas.
¿Quiénes hacen ingeniería genética y para qué?
Toda esta sofisticada manipulación de la vida tiene un propósito muy definido: el lucro. Son los laboratorios como Monsanto, Novartis, DuPont, Zéneca, etc., quienes han invertido abultadas sumas en estas experimentaciones con la finalidad de explotar económicamente los resultados.
El enfoque actual de las investigaciones de esas grandes transnacionales se concentra en la aplicación genética para la agricultura, y dentro de ella en desarrollar cultivos tolerantes a herbicidas, a fabricar toxinas insecticidas, a generar resistencia a ciertos virus, a retardar su descomposición o a lograr que sean más uniformes.
Que quede claro: no se apunta a obtener cultivos libres de plaguicidas sino variedades resistentes a los plaguicidas. Son los mismos laboratorios los que hacen los plaguicidas y los transgénicos. Monsanto fabrica el plaguicida Roundup y también la variedad de soja transgénica Roundup Ready, resistente a su plaguicida. El negocio le cierra redondo: -»Cómpreme mi soja, señor agricultor, que le garantizo que podrá aplicarle mi plaguicida sin temor de matarla». Es que es más barato adaptar el vegetal a la química que la química al vegetal: el costo de desarrollar una nueva variedad de cultivo raramente llega a los 2 millones de dólares, mientras que el costo de un nuevo herbicida supera los 40 millones.
Pero, además de todo, intentan vender su negocio con el discurso de que los transgénicos son los que evitarán el hambre del mundo. ¡Como si el problema del hambre fuera por la escasez de alimentos! Según el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, hay una vez y media la cantidad necesaria de alimentos por persona, a pesar de lo cual cerca de 800 millones padecen hambre porque no tienen acceso a la tierra para cultivar alimentos o carecen de dinero para comprarlos. ¿Acaso esa gente tendrá acceso a las nuevas variedades transgénicas, patentadas por las transnacionales? ¿Acaso serán más baratas, más saludables?
¿Qué riesgos tienen los cultivos transgénicos?
Los laboratorios han invertido mucho dinero en investigaciones para crear nuevos productos agrícolas transgénicos, pero muy poco para estudiar sus consecuencias sobre el medio ambiente y la salud. Incluso a la hora de hablar de los riesgos, revierten la carga de la prueba y exigen que quienes alertamos sobre los transgénicos probemos sus peligros.
Riesgos ambientales
La posible propagación de microorganismos con una capacidad de mutación absolutamente desconocida podría ser más inquietante aún que el antiguo peligro químico o nuclear ya que estaríamos ante la contaminación del ambiente por un ser vivo con capacidad de reproducirse. Algunos de los peligros serían:
Pérdida de biodiversidad, pues los cultivos transgénicos proponen el uso en grandes extensiones de una sola variedad agrícola.
Creación de supermalezas. Existe en la naturaleza la capacidad de cruzamiento horizontal de rasgos genéticos a variedades emparen-tadas. Los genes de cultivos resistentes a herbicidas podrían pasarle esa característica a otras variedades silvestres de la familia.
Aumento del uso de agrotóxicos, en la medida que estos cultivos permiten su aplicación masiva sin temor de matar la planta, incrementando la contaminación de suelos, agua y alimentos.
Aparición de superplagas. Los vegetales transgénicos que producen insecticidas lo hacen por la inserción de una bacteria, como es el caso del Bacillus thuringiensis (Bt), que produce toxinas. La exposición masiva y constante de los insectos a este insecticida biológico aumenta el riesgo de que generen resistencia al mismo, inutilizándolo además como herramienta para la agricultura biológica.
Alteración de la cadena trófica. Las plantas que producen herbicidas pueden dañar a otras especies benéficas del ecosistema. Así lo ha comprobado un estudio realizado en la Universidad Cornell, Estados Unidos, según el cual el maíz Bt (transgénico) podría matar a las larvas de la mariposa Monarca.
Riesgos para la salud humana
Muchos de los genes insertados en los cultivos de alimentos nunca antes habían integrado la dieta humana y nadie sabe cómo terminarán afectando nuestra salud. Pero además están los riesgos asociados a la transferencia horizontal de genes a través de vectores tales como virus y otros agentes infecciosos.
Creación de sustancias nocivas. Es inevitable que la inserción de un nuevo gen en regiones activas del ADN altere el funcionamiento celular, originando sustancias nocivas que en el peor de los casos pueden ser de carácter alergénico, tóxico, mutagénico o carcinógeno.
Aumento de infecciones. Mientras que los vectores naturales respetan las barreras de las especies, los vectores artificiales están concebidos justamente para cruzarlas, aumentando así la posibilidad de esparcir nuevos virus y bacterias patógenos.
Transmisión de resistencia a antibióticos. En la manipulación genética se utilizan genes con resistencia a antibióticos (que sirven como «marcadores» para identificar si se logró la inserción de nuevos rasgos en la planta), pudiendo pasar esa característica a bacterias del medio, bacterias intestinales o agentes patógenos.
Riesgos económicos y comerciales
El proceso de concentración feroz en la ingeniería genética dejaría a los productores y economías de los países pobres a merced de una o dos transnacionales, que amparadas en el marco legal de los derechos de propiedad intelectual de la OMC (Organización Mundial del Comercio) se convertirían en dueñas de la seguridad alimentaria de nuestros países.
Por otro lado, es importante señalar el fuerte rechazo de los consumidores europeos a los alimentos transgénicos. Uruguay, que podría tener un nicho de mercado importante como «país natural», vería eliminada esa posibilidad en caso de aceptar los productos transgénicos.
Raquel Nuñez