Se acerca otro año de elecciones en Uruguay, y resulta oportuno analizar desde una perspectiva de género, quienes participan, en que espacio y con qué grado de éxito, tanto como inquirir en las propuestas y los discursos que las/los candidatas/os trasmiten, ya que la participación equitativa de las mujeres en política es imprescindible para fortalecer la igualdad de género de las instituciones y relaciones que dan forma a nuestra sociedad.
Ser representante a nivel político significa ocupar un cargo electivo o designado, donde se participa de las decisiones sobre distintos asuntos públicos, reflejando los intereses de la ciudadanía. Según Pitkin (1967), la representación tiene tres dimensiones. Por un lado la descriptiva, que hace referencia a las características sociodemograficas del representante. Para que un órgano de representación tenga representatividad debe no solo reflejar las distintas colectividades políticas o ideológicas, sino además la diversidad de la ciudadanía en todos los sentidos. Otra dimensión es la sustantiva, que se refiere a la representación de las diversas perspectivas y opiniones que responden a los distintos intereses y necesidades de la ciudadanía, que hacen y que proponen los representantes. Por último la dimensión simbólica que refiere a la legitimidad de las instituciones y de la representación ante la sociedad (Pitkin, citado en Johnson, 2016, p. 4).