Por Diego León Pérez Calabrese
El politólogo italiano Norberto Bobbio, en 1990, definió al misterio como “aquello que, aunque sería bueno, útil y oportuno saber, no se logra conocer, ya sea por la dificultad de acceso a las fuentes, por la intervención de un poder superior, o aún solo por la insuficiencia de nuestras capacidades cognitivas”. Le preocupaba el rol que los secretos y el misterio ocupaban en una sociedad pretendidamente democrática donde el poder se había ejercido tradicionalmente de forma opaca y “la luz avanza laboriosamente para iluminar por lo menos una parte del área oscura”.