Día: 24 de octubre de 2014

Editorial

El domingo, la sociedad uruguaya deberá decidir si baja la edad de imputabilidad para las y los adolescentes infractores.

La iniciativa se publicita y promueve, como una medida para responder a la “inseguridad”. Esta campaña así promocionada, coloca a las y los adolescentes infractores como responsables principales de la inseguridad, aún cuando los índices de criminalidad dicen lo contrario.

Una sociedad que reniega de sus responsabilidades con los más jóvenes seguramente no podrá construir una convivencia basada en derechos. Castigar a las y los adolescentes como adultos no es la solución de problemas que requieren miradas integrales, humanistas, solidarias y no estigmatizadoras.

Cuestión de derechos

Marta González

Numerosas organizaciones de la sociedad civil, y organismos de derechos humanos, dan cuenta de la necesidad de trabajar en conjunto para repensar las políticas públicas de justicia juvenil. Mientras algunos y algunas claman por bajar la edad de imputabilidad a los 16 años, hay un conjunto amplio de la sociedad civil que cuestiona desde qué lugar se piensa el sistema penal juvenil actual.

Poner la mirada en las jóvenes privadas de libertad, (que son un porcentaje marginal de las estadísticas), es un reto para quienes trabajamos en la promoción de derechos de las mujeres. Actualmente unas cuarenta chicas de entre 14 y 18 años permanecen en el Centro de Ingresos Adolescentes Femeninas (CIAF), el único establecimiento de privación de libertad para adolescentes mujeres que existe en Uruguay. Depende del Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente (SIRPA), que desde del año 2011 está en la órbita del INAU, como marca la Ley 18771.

Crónica de una breve visita

¿A ti te gustaría estar así, en un cuarto como éste?, preguntaba una de las chicas mientras recogía su ropa, perfectamente doblada en una caja de cartón que tenia bajo la cama. Es una de las imágenes que se perciben cuando alguien visita los cuartos de las jóvenes, con un formato parecido al de una celda. El frío, la sensación de encierro y soledad son también parte del ambiente.

El acceso al CIAF no fue fácil. Las diversas denuncias que el sistema de Responsabilidad Penal Adolescente (SIRPA) ha recibido, y los informes que dan cuenta de una serie de vulneraciones a los derechos humanos en el interior de los centros, ha complicado el acceso a las adolescentes privadas de libertad. Luego de varios intentos de contactar con la institución, mediante pedidos formales, sin lograr el objetivo propuesto pudimos hacer una visita como participante en un taller de lectura que realizaba Serpaj.

Desigualdad, discriminación y castigo. Niñas y adolescentes privadas de libertad.

Mariana Mosteiro
Mauro Tomasini
(Coordinadores del Área Seguridad Democrática y DD.HH. SERPAJ)

Las niñas y adolescentes que ingresan al Sistema Penal desarrollan prácticas de ilegalidad como todos los adolescentes que buscan legitimidad. En esta etapa de su vida definen y modifican sus límites permanentemente con ellas y con el mundo que las rodea. Resuelven las tensiones según sus capacidades y herramientas. Muchas de estas prácticas de ilegalidad son aleatorias, inconstantes, y no construyen una identidad que reorganiza su yo. Por eso, la mayoría que comete delitos no tiene cimentada una identidad delincuencial. Las niñas y adolescentes mujeres que pueblan el Sistema Carcelario Juvenil, cargan con estereotipos y representaciones que las definen como sujetos peligrosos, tanto en relación al universo de la seguridad, como de los valores dominantes.

Los discursos que legitiman ciertas prácticas culturales para determinados universos de niñas y adolescentes mujeres de nivel socioeconómico medio y alto, se eliminan para aquellas que viven en situación de riesgo y precariedad continua. La anormalidad de las prácticas en unas se vuelve normalidad en otras. Unas padecen el estigma de las subculturas juveniles relacionadas con la delincuencia (de forma errónea), otras entran en el intercambio social y simbólico, con legitimidad y aceptación social. Para unas: el castigo, violencia y privación; para otras: respuestas terapéuticas integrales acorde a derechos. Las niñas y mujeres que soportan los estigmas de desacreditación social y discriminación son las clientas predilectas del Sistema Penal. Como dice Duschatzky1, el delito brinda la ilusión de romper con la inercia cotidiana, de adueñarse de algún modo del devenir de la existencia, de decidir.

El SIRPA y la baja

 

 

 

En el marco de los informes presentados por parte del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura (MNPT) como resultado de las visitas en diversos Centros de internación perteneciente al Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente (SIRPA), fue posible abrir una ventana en el debate público para mostrar las condiciones en las cuales viven los y las adolescentes en conflicto con la ley.

A partir de la presentación de informes, también se hicieron del conocimiento público diversas denuncias realizadas por organizaciones de la Sociedad Civil sobre casos de tortura en centros de internación en los que se colocaron varias tensiones sobre la mesa. La primera implicó visibilizar como víctimas de la violencia institucional a aquellos jóvenes estigmatizados como pobres y criminales, por otro lado tensiones en el terreno político sobre los costes que podría traer en la coyuntura electoral y de la propuesta plebiscitaria para bajar la edad de imputabilidad poner en evidencia prácticas de tortura como parte del manejo institucional del nuevo sistema penal adolescente.

Herederas (in)visibles

Valeria España

Resulta extremadamente complejo reducir a unas cuantas líneas la reflexión en torno a fenómenos que requieren profusos análisis en torno a la juventud, el género, la manera en la que se gestiona el sistema penal en nuestras sociedades, los impactos de la privación de libertad, la discriminación clasista, la construcción de la alteridad.

Más difícil resulta todavía cuando es necesario responder rápidamente ante el oportunismo político de algunos dirigentes que proponen soluciones mágicas a estas problemáticas apelando a visiones reduccionistas que exaltan el miedo al otro y someten a mayorías coyunturales la definición de la forma en que se debe administrar el castigo en nuestras sociedades.