Los procesos de integración no han logrado frenar la discriminación hacia los inmigrantes en la región.
El italiano obrero o agricultor, el español comerciante. El imaginario sobre los inmigrantes en Uruguay está todavía atado a las características de la inmigración durante el siglo XIX. Sin embargo, en los últimos años, más de la mitad de los inmigrantes que llegaron a Uruguay provinieron de Argentina y Brasil, un patrón que se repite en la región. Éste y otros datos surgen del informe “Caracterización de las nuevas corrientes migratorias en Uruguay”, que se presentará este martes (18 de diciembre), y que echa por tierra otro imaginario: el de la tolerancia como característica casi innata del “ser uruguayo”.
La tolerancia implica un respeto distante. La convivencia -vivir junto con otros- supone un aprendizaje y un involucramiento mucho mayor con el “otro”. Ambos conceptos se ponen a prueba en el contacto con los migrantes, en el que el “otro” pasa de ser una abstracción a un colectivo o persona concretos, que desafían nuestros códigos y nuestra forma de ver el mundo.
Mañana (martes, 18 de diciembre) se presentará un informe que aborda el tema de los migrantes en Uruguay y el respeto a sus derechos económicos, sociales y culturales. Fue elaborado por la investigadora Beatriz Diconca, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) de la Universidad de la República, mediante una consultoría de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y bajo la coordinación del Área de Perspectivas Transversales de la Asesoría Macro en Políticas Sociales del Ministerio de Desarrollo Social.
La primera constatación es que en materia de cifras de inmigrantes por país de nacimiento, Uruguay no se distancia demasiado del patrón que presenta la región, caracterizado por el retorno de un porcentaje relevante de los nacionales que residían en el exterior -en Brasil, por ejemplo, los retornos de nacionales entre 2000 y 2010 representaron 65% del total de inmigrantes en ese período- y por una inmigración mayoritariamente intrarregional. Los datos de Brasil y Uruguay que figuran en los cuadros no distinguen entre los inmigrantes nacidos en otro país y los nacionales que retornaron. Si se excluyen los retornados, en los tres países del Cono Sur la inmigración mayoritaria proviene de la región. En Paraguay y en Chile todavía no se conocen cifras recientes en la materia porque ambos están realizando y procesando los datos de los censos efectuados este año.
En América del Sur y el Caribe la migración se feminiza cada vez más. En este fenómeno inciden tanto la progresiva incorporación de las mujeres al mercado del trabajo como la feminización de la pobreza, señala el informe de la FHCE. En Uruguay, los migrantes provenientes de Paraguay y de Perú son mayoritariamente mujeres (60,2% y 58,4% respectivamente).
Inmigrantes en Uruguay
Las personas que llegan a Uruguay pertenecen a los quintiles de más altos ingresos y tienen un alto nivel educativo, según el informe de la FHCE. Esta tendencia es más marcada entre los inmigrantes que llegan de América del Sur, América Central y América del Norte. En esto puede incidir el alto nivel educativo y de ingresos de los uruguayos que retornan. Del total de inmigrantes, 57,4% está ocupado, 4,8% está desocupado y 37,8% es inactivo (mayoritariamente jubilados).
Los argentinos que llegan al país son sobre todo de clase media y media alta y residen en San José, Maldonado y los departamentos del litoral (Colonia, Soriano, Río Negro), según el artículo de Javier Taks “Antecedentes y desafíos de las políticas de migración en Uruguay”, publicado en el libro Estado actual y perspectivas de las políticas migratorias en el Mercosur (de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales).
Los brasileños, en tanto, residen principalmente en los departamentos fronterizos con ese país. Son mayormente asalariados rurales y estudiantes, así como trabajadores zafrales de la construcción en balnearios del este.
Los migrantes peruanos, según el mismo autor y según el informe “Perfil migratorio de Uruguay de la OIM (2011)”, están empleados en trabajos de baja calificación, mayoritariamente en el sector de la pesca, en la construcción y en el trabajo doméstico. La mayoría de ellos vive en la Ciudad Vieja y el Centro. El informe de la FHCE llega a la misma conclusión respecto de los inmigrantes peruanos. Señala, además, que las mujeres inmigrantes bolivianas también consiguen empleo mayoritariamente como trabajadoras domésticas, mientras que los varones del mismo país se insertan sobre todo en la construcción.
Desiguales
A mediados de año se conoció por medio de una denuncia de la ONG Cotidiano Mujer la situación de mujeres bolivianas que trabajaban en una mansión en Carrasco sin cumplir con las normas laborales y migratorias vigentes y en condiciones de explotación. La Ley 18.250 sobre migración aprobada en 2008 establece en su artículo 8: “Las personas migrantes y sus familiares gozarán de los derechos de salud, trabajo, seguridad social, vivienda y educación en pie de igualdad con los nacionales”. Sin embargo, y pese a los avances institucionales registrados en las últimas administraciones, persiste la discriminación en materia laboral y cultural.
Los ámbitos en los que se ejerce la discrimación, “probablemente asociada a rasgos fenotípicos de determinadas etnias”, son “numerosos y variados”, señala el informe de la FHCE a partir de entrevistas a los inmigrantes. Los entrevistados afirman que los discriminan en el acceso a la vivienda, en los comercios, en la calle y en los lugares de trabajo. En general las agresiones no son denunciadas, por temor a represalias o porque la denuncia se visualiza “como la exposición a un riesgo más de destrato, y de dudosa eficacia, beneficio o utilidad para quien sufrió la discriminación”, apunta el informe. Tampoco está claro dónde deben presentarse denuncias de este tipo ni cuál es el procedimiento, por lo que el informe recomienda difundir información al respecto y realizar una campaña de sensibilización para la no discriminación dirigida a la población nacional.
En setiembre del año pasado, la Organización de Naciones Unidas (ONU) recomendó a Argentina adoptar medidas “enérgicas para eliminar los estereotipos discriminatorios” hacia los inmigrantes, fundamentalmente aquellos provenientes de Senegal, Paraguay y Bolivia. Sugirieron a Argentina reforzar las inspecciones laborales, las multas y otras sanciones a los empleadores que explotan a inmigrantes o que los someten a formas de trabajo forzado, así como promover la formalización de estos trabajadores. Pidieron especial protección a las trabajadoras domésticas, para las que debe existir, según alertó la ONU, mecanismos efectivos de denuncia de sus empleadores en caso de que violen sus derechos.
Según un artículo de Elaine Meire Vilela publicado en la revista Scielo, titulado “Desigualdade e discriminação de imigrantes internacionais no mercado de trabalho brasileiro”, en Brasil existe una discriminación laboral negativa hacia los bolivianos, paraguayos, peruanos y uruguayos (tienen menores retribuciones salariales que los brasileños, por ejemplo). En cambio, la discriminación es positiva (tienen mejores condiciones laborales) en el caso de los argentinos, chilenos, coreanos y chinos.
La integración tiene muchas dimensiones, pero una es básica y explica muchos desencuentros y encuentros en otros terrenos: la cultural. En su última cumbre de presidentes del 30 de noviembre, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) resolvió iniciar un proceso de “construcción de la ciudadanía suramericana, dando prioridad a la dimensión migratoria”. Específicamente, acordaron buscar la ampliación de los acuerdos regionales existentes en la materia y conformar un grupo de trabajo que estudie el tema y presente un informe en la próxima reunión de cancilleres de la Unasur, con propuestas y proyectos que “sienten las bases de la ciudadanía suramericana”.