Con un largo camino recorrido hasta la década de los noventa, y promovido fundamentalmente por la Sociedad Civil y la academia, ingresó tímidamente a la agenda política la problemática de los cuidados. Estas iniciativas tienen origen en la necesidad de hacer visible tres puntos esenciales, en primer lugar el déficit existente en cuanto cuidados, segundo la sobrecarga de trabajo que significaba esto para las mujeres y por último las consecuencias sociales en términos de bienestar y desarrollo. Desde el año 2005, con el primer mandato del Frente Amplio y con diversos altibajos se ha llegado al primero de Marzo del 2015, donde el Presidente dela República le otorga el carácter de prioritario en la agenda de las políticas públicas.
Entonces… ¿Cuál es el motivo por el que se ha puesto ahora el cuidado en el centro del debate? ¿Qué ha cambiado? ¿Qué provocó que el tema de los cuidados tome una dimensión política, haciendo que los diferentes actores de la sociedad y los políticos se hagan cargo de la problemática y de esta forma se redimensionen las categorías de lo público y de lo privado?
La preocupación por el tema de los cuidados viene de la mano de uno de los cambios sociales más importantes de las últimas décadas, la masiva incorporación de la mujer al mercado de trabajo, los cambios culturales relacionados con la emancipación de la mujer, acompañado de cambios demográficos. El tiempo dedicado al cuidado por parte de las mujeres compite con el tiempo de la actividad remunerada, con tiempo de ocio, de participación en la comunidad, de participación política, es un determinante de la efectiva capacidad del ejercicio de los derechos vinculados al ejercicio de una ciudadanía plena. Por lo tanto se debe valorizar socialmente y económicamente el trabajo de cuidado, ya que a lo largo de las diferentes etapas del ciclo de vida todos los seres humanos necesitamos, en forma permanente o transitoria, ser sujetos de cuidado, por lo tanto se debe dar respuesta a los problemas de cuidados propios de cada sociedad, pero además es indispensable que salga de la exclusiva órbita de lo privado. Que las mujeres de una determinada sociedad tengan mayor o menor autonomía depende fundamentalmente de las diferentes formas de organización social de los cuidados, de cómo logran combinarse los distintos agentes. Los agentes capaces de proveer cuidado son la familia, la sociedad civil, el mercado y también el Estado. Se deben generar políticas públicas enfocadas al cuidado que den respuesta a las necesidades implícitas, de manera que la sociedad logre alcanzar un equilibrio, teniendo presente que es positivo que las mujeres se incorporen al mercado de trabajo porque aportan a la creación de la riqueza y a la disminución de la pobreza. Los asuntos de cuidado no pueden reducirse a la dimensión de lo individual porque se estaría dejando a las mujeres expuestas a negociaciones individuales y desventajosas, además no es un problema individual y privado donde cada quien responde como puede y en función de los recursos que dispone, sino que muy por el contrario es un problema colectivo, social, y por lo tanto requiere respuestas acordes, donde es correcto que se aborde con políticas públicas adecuadas.
Históricamente ha predominado a nivel ideológico el enfoque denominado como “familista” donde el centro es la familia, e impera la división sexual tradicional del trabajo, donde las mujeres asumen simultáneamente la carga extra del trabajo doméstico y las responsabilidades de cuidado de las personas dependientes dentro del hogar. En la familia la responsabilidad del bienestar descansa plenamente en la mujer, el trabajo de cuidado no es remunerado y la unidad que recibe esos beneficios es la familia. Los pilares de este régimen son entonces, el matrimonio legal y una rígida división sexual tradicional del trabajo.
Por otro lado existe un enfoque que se contrapone al familista, reconfigurando los roles tradicionales, en donde el Estado asume responsabilidades, es un régimen desfamilizador, existe una derivación hacia las instituciones públicas y también hacia el mercado. Es un régimen variado, no se sostiene con una forma única, sino que combina diferentes niveles de desarrollo, aquí el trabajo de cuidado es remunerado y la unidad que obtiene el beneficio es el individuo.
…las fronteras entre lo que tradicionalmente hemos comprendido como público y privado y (empujar) una remodelación de las interacciones entre el Estado, el mercado y la familia. Las sociedades en las que mujeres y hombres comparten derechos y responsabilidades en la vida privada y pública, especialmente en el cuidado de los niños y las niñas, los adultos mayores y los enfermos, requieren un nuevo papel del Estado, el mercado y las familias en el cuidado de las personas, incluida la corresponsabilidad entre hombres y mujeres, nuevos tipos de servicios y nuevas formas de organización de la vida cotidiana y de los organismos públicos y privados, que deben ser orientados con el aporte de las políticas públicas (CEPAL, 2010, pág. 17)[1].
Nuestro Sistema de Cuidados busca combatir las desigualdades sociales de forma integral, dentro de lo que se ha conocido como “Reforma Social”. Esta Reforma Social tiene sus bases en siete puntos de singular importancia, los mismos son: ingresos, género y generaciones, étnico-raciales, territoriales, orientación sexual, identidad de género y discapacidad. El principal propósito del Sistema de Cuidados es poder garantizar el pleno ejercicio de los diferentes derechos sociales de las personas en situación de dependencia, sea que esté en estas condiciones por estar asociada a un momento particular del ciclo de vida, sea permanente o transitoria, promoviendo, facilitando autonomía personal, atención y asistencia.
Uruguay es pionero en la región en poner en marcha un Sistema Integral de Cuidados de tal envergadura, es una política pública muy compleja y ambiciosa que involucra a múltiples actores de la sociedad, comprometiendo instituciones públicas, la sociedad civil y el mercado. Si bien se han sorteado diversos obstáculos, queda mucho más por delante, retos y desafíos, como por ejemplo, incorporar nuevos actores y fortalecer coaliciones, avanzar en la creación de un marco normativo, mecanismos legales claros de implementación y reglamentación. Se deben definir fundamentalmente mayores recursos económicos, institucionalidad, modelos de gestión y servicios del Sistema de Cuidados, crear un plan estratégico con cronogramas de actividades, líneas de acción, poblaciones objetivo, cobertura, territorio, indicadores, metas y resultados. Es fundamental incentivar la voluntad política para otorgarle la debida importancia, así como priorizar el enfoque de género en dicha política.
Adriana Orlando Páez
[1] CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) – 2010, ¿Qué Estado para qué igualdad?, Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, Brasilia, 13 a 16 de julio de 2010, capítulo 1, págs. 15 – 29.