Este artículo fue publicado en la revista Cotidiano Mujer Nº43, en 2007. Puede encontrar todas las revistas aquí y los posteriores cuadernos aquí.
Soy una “abajo firmante”. Mi nombre está junto al de tantas otras cientos y cientos – miles ya – de personas que firman para solidarizarse con la mujer que fuera procesada por el “delito de aborto». Una muchacha de 20 años que debió interrumpir su embarazo (por las múltiples razones que se pueden invocar y todos conocemos) y que fue denunciada por un médico que debería ser denunciado, a su vez, por haber faltado al secreto profesional. Hombres y mujeres que decimos “Yo firmo” porque estamos indignados. ¿Cuál es la «dosis suficiente” de hipocresía que los y las uruguayos estamos dispuestos a soportar?
Soy una “abajo firmante” igual que Juan, que Rosario y María, igual que los músicos y escritoras, empleados y médicas, doctores y estudiantes, oficinistas y obreros de todos los partidos y todas las iglesias que “hemos infringido la Ley 9763 de 1938 haciéndonos un aborto, financiándolo, acompañando a una mujer a practicárselo, conociendo la identidad de muchas y callándonos.”
Los “abajo firmantes” no queremos más hipocresía. Dice Eduardo Bottinelli analizando las últimas encuestas de Factum que hay una «clara disociación entre la opinión de la sociedad y la actuación del sistema político. La sociedad está 6 a 3 a favor de la despenalización del aborto, lo que en un referéndum sería un resultado contundente, 60 a 30 ¿Por qué en el Parlamento no existe una relación aproximada de 6 a 3 entre los legisladores que se pronuncien a favor y en contra de la despenalización del aborto?»
En nuestra región los legisladores son amenazados de excomunión si votan leyes que defiendan el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y su reproducción. En Uruguay ni siquiera necesitan hacerlo para ejercer su poder e influenciar incluso a algunos medios de comunicación. Pese a ese poder, esta mayoría silenciosa ha decidido, modestamente, firmar para que nuestros representantes no permitan que la jerarquía de la iglesia católica los deslegitime y les impida hacer su trabajo.
Soy una “abajo firmante” porque quiero que el Poder Legislativo que hemos elegido se sienta apoyado y pueda debatir y votar el Proyecto de ley de defensa de la salud reproductiva. Tabaré Vázquez tiene todo el derecho a pensar como se le de la gana, pero el Presidente no tiene derecho, antes que una ley sea votada, a esgrimir su poder de veto: es presidente, no tutor. Ni esta mayoría ciudadana es incapaz de saber lo que le conviene, ni los legisladores son niños que deban obedecer.
Firmamos por indignación ante algo que es absolutamente injusto. Pero también firmamos porque es hora ya de abrir puertas y ventanas, hora de airear la casa. Daniel Gatti decía a propósito del debate que levantó en Francia la firma de 2.000 médicos en favor de la despenalización de la eutanasia (“Irrupciones”Brecha 1.115 ) “… hay sociedades que, de tanto en tanto, tienen como respingos, movimientos convulsivos, y que suelen ser más capaces que otras de ventilarse. A veces lo hacen a fórceps, en forma de revueltas que a menudo parecen surgir de la nada, de un estado previo de incomprensible estupor. A veces se trata simplemente de la “puesta en debate” de un tema…”
Cuando murió el Papa publiqué en Brecha una columna que se llamó “No en mi nombre”. Ahora si. Mi nombre está entre el de los “abajo firmantes” y nos da coraje y nos alegra saber que somos tantos y tantas los que en forma individual estamos ayudando a generar una fuerza colectiva que nos saque de ese “estado de incomprensible estupor” para debatir en voz alta y votar y dar la cara. Porque o todos y todas somos delincuentes o esa ley es injusta.
1 Publicado en el Semanario Brecha, 8/6/07