Este trabajo relata escenarios de una de las peores violencias estructurales actuales, una forma de esclavitud contemporánea que nos avergüenza como sociedad y que implica prácticas sociales que legitiman abusos de poder ejercidos sobre quienes suelen estar más expuestos o como en este caso en condición de subordinación.
Esta es una crónica de frontera que constituye un territorio propicio para esta explotación comercial, pues Rivera, como frontera seca se cruza caminando de un país a otro y como problema se vuelve más líquido e invisible, así como quienes se benefician de ella son casi siempre “sujetosomitidos”. Las nuevas tecnologías en red, la virtualidad amparan la invisibilidad de los encuentros y la impunidad.
Seres y existencias en tránsito que en 251 kilómetros de distancia se vuelven territorios enormes de lesiones de derechos. Espacios de nadie o del capital cuya lógica de mercado “demanda” el desarrollo de estos delitos
que aquí se narran. Esta demanda favorece la cosificación y la mercantilización de cuerpos, subjetividades y sexualidades de niñas, niños y adolescentes como productos comerciales para satisfacer deseos del mundo adulto abusivo.
La explotación sexual de niñas, niños y adolescentes ha ido ganando terreno en las agendas públicas pero sin problematizarse en profundidad, sin analizar las causas que la sostienen, justifican o reproducen.
Los relatos en general trasforman a las víctimas en victimarias y se repara poco en los daños de derechos que muchas veces tienen detrás al crimen organizado y en otras ocasiones a redes locales que mueven mucho dinero y lo hacen desde escenarios de pobreza y exclusión social.
No abundan las investigaciones periodísticas que pongan el cuerpo en juego y se comprometan para recopilar hechos narrados por testigos presenciales o contemporáneos, ni que aporten el lenguaje y análisis adecuados para colaborar con la visibilización de todos los actores en juego y mostrarnos relatos que desnaturalicen la mirada sobre tal explotación. Como señala esta crónica, a nivel judicial estos delitos, están escasamente sistematizados e involucran a infancias y adolescencias cada vez más jóvenes y a un mundo adulto, deliberadamente poco visible.
Cuando la prensa relata estos casos lo hace muchas veces desde análisis lineales que no vinculan estos hechos de explotación con otro tipo de violencias estructurales de género,inhabilitaciones de derechos o a políticas públicas y nunca incluyen la voz de los sujetos en cuestión.
Este es un tiempo de construcción social de un problema al que podemos aportar desde las organizaciones sociales, visibilizándolo, denunciándolo. Las feministas no podemos ni queremos quedar al margen de este proceso.
Queremos colaborar en mayor comprensión, activismo y por eso impulsamos la realización de este trabajo desde Cotidiano Mujer para incidir en las voluntades políticas, en la investigación en prensa y en la academia en el Marco del Fondo FLOW de Holanda para la Igualdad de Género, que implementamos durante estos tres años.
En un contexto de debate de la Ley de Servicios de la Comunicación Audiovisual este trabajo es doblemente bienvenido porque no sobran los análisis críticos de los mensajes que los medios de comunicación emiten, refugiados en una perspectiva de la neutralidad ante estas vulneraciones. Es una apuesta por un cambio de mirada sobre las infancias y adolescencias reconociendo en ellas sujetos plenos de derechos, colaborando así con la restitución de ciudadanías que han sido despojadas.
Lic. Psic. Magdalena Beramendi
Cotidiano Mujer