Siento mucho que a los católicos se les haya muerto el Papa. Pero yo no soy católica y el Uruguay no es católico. Este es un Estado laico.

Entendería que el Ministerio de Relaciones Exteriores enviara una carta con las debidas condolencias al Vaticano, entendería que el Presidente llamase por teléfono o enviara un telegrama con las fórmulas, muy sentidas, del caso.

Entiendo que la esposa del Presidente y el hijo del Presidente, que son muy católicos, viajen a participar del entierro y me parece muy bien que no sea el estado uruguayo quien pague el viaje (sino, sería ridículo hablar de austeridad).

Todo bien. Pero resulta que la esposa del Presidente dijo que iría simbolizando a todos los uruguayos, y eso significa que su participación en el entierro de Juan Pablo II será en nombre del amor y el dolor de todos nosotros. Y yo discrepo. Esta uruguaya no quiere que hablen en su nombre. Y no me estoy refiriendo, que podría, al tema de si la Primera Dama puede «representarnos» porque estoy segura que, aunque lo parezca por sus dichos, no fue su intención abrogarse funciones que no le corresponden. Me estoy refiriendo a que vivo en un Estado laico donde hay católicos, musulmanes, judíos, ateos, agnósticos, etc., etc., y no me imagino a nadie yendo a las exequias de algún Imán, Rabino o Pae de Santo llevando el amor y el dolor del pueblo uruguayo.

Y tampoco quiero que en mi nombre la esposa y el hijo del Presidente se reúnan con los cardenales latinoamericanos para recibir de ellos consejos que puedan ayudar a implementar el Plan de Emergencia. La mayoría de los cardenales latinoamericanos son del Opus Dei: sobre emergencia social, sobre pobreza, sobre austeridad, es muy difícil que ellos sepan algo. (De paso, ¿saben cuánto cuesta un traje de Cardenal? 5.000 dólares)

Creo que Juan Pablo II actuó bien denunciando la guerra en Irak, o defendiendo a los pobres y atacando el afán capitalista. Pero Juan Pablo ll era Papa y nunca excomulgó a Pinochet; sin embargo estuvo de acuerdo en «llamar a silencio» al cura Pérez Aguirre por su libro «La iglesia increíble». Era Papa, ¿verdad? Y cuando el Vaticano sacó una de sus famosas cartas/encíclicas condenando a las mujeres que abortaban pero justificando la pena de muerte y las guerras «justas»… era este mismo Papa el que estaba, ¿verdad? ¿Y no fue este mismo Papa el que condenó el matrimonio gay y lésbico por considerarlo «un acto ilegítimo, parte de una nueva ideología del diablo»?

No festejo la muerte de nadie. Pero no estoy de acuerdo en que la esposa y el hijo del Presidente, vayan a expresar su dolor en nombre de los uruguayos.

No en mi nombre.

 

Lucy Garrido

 

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