Nº 3 – julio 2012 – Los vegetales tienen raices, los hombres y las mujeres tienen pies

Y TU PASO TAN AUDAZ 

Lucy Garrido 

La almacenera, el carnicero y los primeros violines de las mejores orquestas. Mis abuelos, mi padre y toda tu familia. Tantos obreros y modistas, cocineras, directoras de teatro y escultores. La feriante, el que vende los quesos, la vecina que le discute y la mayoría de los que estamos mirando. Todos migrantes. La madre del presidente y la novia del muchacho de al lado. Todos hijos y nietas de migrantes. Se puede hacer el ejercicio de pensar a Montevideo sin la rambla, al país sin las vacas, y hasta al agujero sin el mate. No se puede pensar al Uruguay sin los migrantes. 

El mundo entero no puede pensarse sin tener en cuenta a los 800 millones de personas que actualmente están viviendo fuera de sus respectivos países. De esa cifra, el 50 por ciento son mujeres. Y no es por casualidad: el sector del mercado laboral que tiene más migrantes es el de los servicios, es decir, la enfermería, el trabajo doméstico, los cuidados, el turismo y hasta los servicios sexuales. Son los trabajos menos valorados y por lo tanto, más feminizados. Trabajos ejercidos muchas veces en condiciones precarias y violentas. Trabajos que hablan de desigualdad económica y social, de países exportadores desde el sur hacia las promesas del norte desarrollado. 

Pero el punto esta vez no es hablar de las uruguayas que se fueron a España, a Estados Unidos o Suiza sino de las bolivianas, peruanas, argentinas, brasileñas y paraguayas que decidieron venir a trabajar a nuestro país como hace tantísimos años lo hicieron gallegos, andaluces, tanos, polacos o libaneses. 

Esta publicación habla de esas mujeres que armaron las valijas y dejaron a sus familias a cargo de otras mujeres para que con sus remesas mejorara la vida de quienes se quedaron. Habla del trabajo doméstico y de la nostalgia que sienten, sí, pero también de la autonomía y la independencia que van adquiriendo al vivir en otro país. Habla de cómo se van organizando para poder ejercer cada vez más sus derechos. Y claro, de rebote también habla de cómo son algunos uruguayos… a veces da mucha vergüenza. 

Otras veces, por suerte, tenemos la seguridad de que así como fuimos el primer país en ratificar el Convenio 189 de la OIT sobre trabajo doméstico, o así como la ley 18.250 es un avance fundamental
en materia de migración, también seremos capaces de superarnos
a nosotros mismos y diseñar una política migratoria más coherente que, a la vez que abarque la protección de los derechos humanos de quienes deciden vivir en otro país, castigue los abusos y erradique la discriminación en contra de las personas migrantes. 

Debemos mirar atentamente de dónde venimos y ayudar a que en nuestra región se amplíen los argumentos a favor del derecho a migrar de todas las personas y de que ese derecho sea ejercido libremente y contando con toda la información y seguridad. 

Los uruguayos y uruguayas tenemos que hablar más sobre migración. Tenemos que hablar de las remesas y también de las nuevas comidas que aprenderemos a cocinar, de los ritmos musicales, de nuevos modismos en el lenguaje, del intercambio de nostalgias y costumbres. 

Es como hablar de nosotros mismos. 

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