Transformar la política, democratizar la democracia
Lilián Celiberti
“Más mujeres, mejor política” es un lema que ha unificado las aspiraciones de las mujeres activistas de todas las corrientes político-ideológicas poniendo en la mira las elecciones del 2014 y la aplicación por primera vez de la Ley de cuotas votada en 2009. Esta decisión comienza a tener efectos políticos: una mujer preside el Directorio del Partido Colorado y una mujer ha sido electa para presidir el Frente Amplio. Los persistentes resortes de la concepción patriarcal del poder parecen erosionarse lentamente.
Estos cambios expresan una búsqueda de renovación de la política. El proceso de democratización del país y el lento desmontaje de las prácticas autoritarias han contribuido, sin duda, a crear una institucionalidad simbólicamente rica, pero que aún coexiste con una práctica política empobrecida, autocentrada, y autoreferenciada. Una práctica de puertas adentro, atravesada por luchas de poder y conflictos menores, que aleja las estructuras partidarias de la ciudadanía y les impide comprender las nuevas subjetividades y exigencias.
La participación ciudadana no se reduce a reunirse alrededor de una mesa para negociar una agenda. Implica las múltiples prácticas anómalas y subversivas que construyen otros sentidos comunes, otras formas de vivir y amar, y crear comunidad. Pero también, y en sentido contrario, la reducción y el empobrecimiento de la política deja espacio para que el miedo domine la subjetividad de la ciudadanía.
Hace más de una década Nerbert Lechner hablaba de una sociedad cruzada por tres poderosos miedos: El miedo al Otro; el miedo a la exclusión económica y social; y el miedo al sin sentido. En la definición de estos miedos, Lechner colocaba una dimensión subjetiva de la sociedad humana.