Este artículo fue publicado en la revista Cotidiano Mujer Nº43, en 2007. Puede encontrar todas las revistas aquí y los posteriores cuadernos aquí.
Nada es neutro
En el 1º Encuentro Nacional de Infocentros Comunitarios realizado en Uruguay1 , un integrante del público mostró sorpresa ante la existencia de iniciativas específicas para capacitar mujeres en el uso y apropiación de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). El tiempo apremiaba y una de las expositoras, Olga Paz de Colnodo Colombia2 , fue breve y clara: las tecnologías no son neutras y han estado tradicionalmente diseñadas por y para varones, por eso se implementan cursos con formatos amigables para las mujeres, quienes una vez que se familiarizan con el entorno tecnológico, participan activamente de las capacitaciones e incluso son protagonistas en la gestión de los centros de acceso comunitarios.
En el auditorio y en los paneles había, de hecho, una predominante concurrencia femenina. El comentario pasó desapercibido, pero mayor fue la sorpresa al identificar al formulador de la pregunta: el Consejero de Comunicación e Información para el Mercosur de UNESCO, Günter Cyranek. Esta anécdota tan sólo pretende ilustrar una de las tantas cosmovisiones que predomina en los círculos de poder donde actúan los policy makers y sus asesores, a pesar de numerosos documentos e investigaciones que constatan la existencia de la llamada brecha digital de género.
Hace 12 años, la Comisión de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (Naciones Unidas) concluía que “la revolución en el sector de la información parecía estar dejando de lado a la mujer; que en la literatura sobre la sociedad de la información no se hacía referencia alguna a las cuestiones de género y que, ni en las investigaciones ni en los proyectos prácticos en el campo de la tecnología de la información se habían abordado las circunstancias concretas de la mujer”. Esta preocupación se plasmó en la Plataforma de Acción de la IV Conferencia Mundial de la Mujer que, entre otros tópicos, destacaba la necesidad de potenciar el uso y acceso a las TIC de las mujeres y su intervención “en la adopción de las decisiones que afectan al desarrollo de las nuevas tecnologías, a fin de participar plenamente en su expansión y en el control de su influencia”. Las evaluaciones de Beijing+5 y Beijing+10 redundaron en la consecución de este objetivo, así como sucesivas instancias y declaraciones internacionales en que los Estados se comprometen a disminuir las inequidades –incluyendo la digital- en pos de la democracia.
Las (in)acciones gubernamentales
Las políticas TIC constituyen un desafío para los Estados a partir del surgimiento y la vertiginosa expansión de las telecomunicaciones y la informática en todas las esferas de las sociedades actuales. No todos los gobiernos han asumido el compromiso de diseñar e implementar estrategias en este sentido con igual ahínco, y si lo han intentado, aún quedan puntos sensibles especialmente referidos a la inlcusión sociodigital.
La amplitud de temas a abordar por estas políticas van desde la reformulación de los procesos gubernamentales, la modernización de la infraestructura tecnológica, la economía de la información, y la gestión de los recursos de Internet, pasando por la privatización del conocimiento y los derechos de propiedad intelectual, hasta los mecanismos de acceso de la población a las TIC y la distribución de los beneficios de las aplicaciones de estas herramientas. Sus implicancias tienen impactos locales y nacionales pero sobre todo globales, desde que la digitalización de los mercados, los medios de comunicación, los gobiernos y hasta las relaciones sociales, colocan a un click de distancia los destinos de millones de personas.
La Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI), impulsada por la Asamblea General de Naciones Unidas, constituye un antecedente fundamental para abordar estas cuestiones. Existen discrepancias en los balances post CMSI y sus verdaderos alcances prácticos. A nivel discursivo por lo menos, se proclamó la necesidad de “construir una Sociedad de la Información centrada en la persona, integradora y orientada al desarrollo”, resultado de los incansables esfuerzos de participación y negociación de las organizaciones de la sociedad civil.
Lentes para la brecha digital de género
Las miembras de grupos de mujeres y feministas, aunque subrepresentadas en el total de participantes de la CMSI, también intentaron posicionar algunas de sus preocupaciones en medio de un entorno tecnocrático absolutamente hostil a la perspectiva de género. Una de ellas, de vital importancia para la formulación de políticas públicas, es el vacío existente en la recolección de datos sobre las relaciones entre las mujeres y las herramientas TIC. Los indicadores son mayoritariamente cuantitativos, no desagregados por sexo y realizados por entes reguladores o empresas de telecomunicaciones con enfoques técnicos o empresariales antes que socioculturales. Es necesario que “los proyectos de indicadores TIC amplíen sus encuestas más allá del acceso para abarcar el uso y la incorporación, además del impacto de las nuevas tecnologías. Históricamente, y aún hoy, los indicadores TIC se centran demasiado en infraestructura y conectividad –en otras palabras, cuántos teléfonos están en uso antes que quién lo usa para qué” (MAHAN 2007:77).
Aún en este contexto de ausencias e invisibilización, hay aproximaciones numéricas que además de confirmar la existencia de brechas digitales territoriales (entre países; entre el medio urbano y el rural), económicas (entre quienes perciben ingresos altos, medios y bajos), y generacionales (entre jóvenes y adultos por ejemplo), permiten calcular grosso modo la existencia de brechas digitales de género presentes en todas las demás. Ello se acentúa o disminuye según las regiones del mapa, y se hace especialmente crítica en los países donde la feminización de la pobreza y la precariedad de los DESC de las mujeres son moneda corriente. A modo de ejemplo, en el 2004 se estimaba que el porcentaje de mujeres usuarias de Internet según regiones era: 22% en Asia, 38% en América Latina y 6% en Medio Oriente (GARCÍA RAMILO 2007: 8).
No son la panacea para las inequidades históricas del sistema patriarcal, pero proporcionan potenciales herramientas para revertirlas, y “cuando son aprovechadas en forma adecuada, las TIC también ofrecen un gran potencial para el empoderamiento de las mujeres a nivel individual (mejor autoestima, mayor confianza y más oportunidades profesionales), así como en el plano colectivo (mejorando sus actividades de promoción y defensa públicas, de cabildeo y articulación)”, (JOLLY, et al. 2004). Basta pensar en cómo se articulan y organizan hoy las luchas y agendas de los movimientos feministas y de mujeres a nivel nacional, regional y global, cómo emergen mecanismos alternativos de difusión y comunicación que cuestionan los estereotipos de género, cómo se abaratan los costos y se amplían los horizontes en un medio cuya arquitectura es por excelencia horizontal, descentralizada y no jerárquica. Pero con ser usuarias no basta, porque emergen nuevos campos de acción e incidencia que reclaman a las feministas sujetas activas en la SI.
Las TIC también reproducen la lógica patriarcal en nuevas vías para la violencia basada en el género, en las pocas mujeres científicas e ingenieras que egresan de la educación terciaria, en la falta de desarrolladoras de software con perspectiva de género, en la percepción que muchas mujeres (sobre todo adultas) tienen sobre la tecnología como algo difícil y lejano a su realidad cotidiana.
Las organizaciones de mujeres y feministas tienen hoy una batalla más que dar en este campo, tanto a nivel local y nacional en las recientes y tímidas iniciativas gubernamentales por disminuir la brecha digital, y a nivel global en temas de alto vuelo como la Gobernanza de Internet. “Las políticas, tanto como la tecnología, definen las posibilidades de cambio. Y desafortunadamente, las políticas también definen las barreras para el desarrollo” (DORIA et al. 2005: 64). si no atienden las necesidades y obstáculos específicos de los diversos actores sociales y se limitan a instrumentar acciones de acceso universal sin atender esas diferencias.
En los últimos tres años se han elaborado numerosas guías y documentos para transversalizar los indicadores TIC con perspectiva de género, atendiendo cuestiones de uso y acceso, contenido, trabajo, educación, políticas TIC, representatividad de las mujeres en el área de las telecomunicaciones y en la toma de decisiones sobre estos temas (HAFKIN 2003), entre otros. Pendientes están la aplicación práctica de estos indicadores –con la consiguiente asignación de recursos para ello- y la socialización de los resultados que arrojen una radiografía certera de cómo las TIC reconfiguran el mapa mundial.
1 Organizado por CDI Uruguay los días 26 y 27 de abril de 2007, en la Torre de las Telecomunicaciones de ANTEL, Montevideo.
2 http://www.colnodo.apc.org/