La Equidad de Género en el Estado

¿A quién importa?

Comentaristas: Ana María Balparda / Margarita Percovich



Ana María Balparda
Presidenta del Instituto de la Familia y la Mujer.
Ministerio de Educación y Cultura.

El documento de Virginia tiene una generalidad que a veces a nosotras, no nos está permitida. Cuando uno está muy sumido en su propia realidad se pierde muchas veces la posibilidad de analizar y comparar entre realidades latinoamericanas, en tal sentido es muy interesante contar con una visión que tiene mucho de enseñanza para mostrar determinados caminos.

La gobernabilidad democrática y el género y la articulación posible entre ambos, Virginia los vincula a un aumento de demandas de la sociedad y a la capacidad de los gobiernos para dar respuesta a esas demandas. El concepto de gobernabilidad y la capacidad de respuesta a nuevos desafíos son proporcionales. Pero las reformas de tipo estructural -ya sea por salida de regímenes dictatoriales o como consecuencia de procesos económicos nuevos provocados por la globalización- tienen ciertas características particulares en Uruguay. Los organismos estatales para la promoción de la mujer son o han sido, en general, consecuencia de movimientos de tipo internacional. Es decir, los países adhieren a determinados tratados, firman determinadas convenciones, se obligan a darle cumplimiento y entonces se produce la creación de determinados organismos.

Esos organismos, tienen un nivel diferente según los países. Hay algunos que tienen una posibilidad de acceso al primer nivel (consejo de ministros), o una posibilidad de acceso a un segundo nivel. Eso está determinando cuál es el verdadero papel que los gobiernos -por encima de las declaraciones- adjudican al problema de género.

Nosotros acostumbramos decir -yo lo he dicho y también lo he escuchado- que no existen políticas públicas para la equidad de género en el Uruguay. Pero cuando uno dice eso hay que señalar que las políticas públicas no son solamente las políticas gubernamentales. Es decir, que si en este país notamos la carencia de determinadas políticas públicas, la dificultad de señalarlas como tales, integran políticas mayores que tienen que ver con las políticas referidas a la pobreza, o a la educación sexual. Esas políticas que a veces encontramos que los gobiernos no las formulan como tales, tampoco la sociedad civil las exige. Estoy hablando a través de mi experiencia, y mi experiencia es un cierto conocimiento de lo que sucede en el Uruguay.

Primero, hay dos realidades que no son simétricas: la realidad normativa y la realidad conceptual. Normativamente, es difícil señalar elaboración por medio de leyes de políticas de género, pero también lo es señalar políticas deliberadas para "hundir" al género. Tampoco las hay. Se supone que la legislación es de tipo aséptico, y sus consecuencias se reflejan sobre hombres o mujeres sin marcar ninguna tendencia, ni a favor ni en contra. Pero la realidad social es diferente.

Estamos inmersos en una sociedad donde el poder pasa lejos de las mujeres. En el Uruguay se aprobó una ley de violencia, que es bastante reciente. ¿Pero se analizó la importancia de un problema social que estaba deter-minando la necesidad de una ley? ¿Se vieron las mejores formas para su implementación? No, en realidad se consideró que era una ley propuesta por las mujeres para su conveniencia y su mejor situación en la sociedad. El sesgo de género para esa ley fue negativo. En relación a la participación en el poder político las mujeres en Uruguay tenemos un techo, una plancha, algo que está entre nosotras y cualquier manifestación de poder. Entonces, cuando se tocó el tema de la cuota política en los cargos públicos electivos, fue absolutamente rechazada. Yo no puedo hacer predicciones, además no conozco, pero la ley que tiene que ver con la reproducción y el control de la mujer sobre su propia fecundidad está navegando en aguas azarosas y no sé qué fin va a tener.

Mi tesis es que la normativa es una cosa, y la realidad es otra. Las mujeres en el Uruguay estamos muy lejos de lo que es el poder; me puse a pensar que no hay mujeres en el Poder Ejecutivo, no hay mujeres en la Suprema Corte de Justicia (solamente hubo una en su historia), hay pocas mujeres en el Parlamento (no llegan a un 10%), pero tampoco hay mujeres en la Cámara de Comercio, ni en la Cámara de Industria, ni en la directiva de la Bolsa, ni en todos los Clubes Deportivos. Son señales que están indicando que en esta sociedad las mujeres estamos en un lado y el poder en otro. En los clubes deportivos, tampoco hay mujeres. Los señores que dirigen los clubes de fútbol, por ejemplo, no son atletas o ex atletas, son señores que juegan a las bochas, o son políticos, o comerciantes, hay de todo pero no hay mujeres. En los clubes ciclistas, y en los de básquetbol pasa lo mismo. La Asociación Uruguaya de Fútbol, el Comité Olímpico Internacional, igual. Las delegaciones que van del Uruguay a las Olimpíadas son mixtas, pero no hay mujeres en el Comité Olímpico Internacional, no hay mujeres en la AUF, ¿por qué? Porque hay poder. Porque viajan, negocian, hay mucho dinero de por medio. Me pueden decir que no queremos, como mujeres, propugnar ciertos espacios. Pero el hecho es que no estamos, ni vamos a estar.

Otras cosas que son de la sociedad civil, que forman las redes informales: Rotary, Leones. El Rotary y los Clubes de Leones, etc., son redes, son espacios, de los cuales estamos sistemáticamente excluidas. Sigo: Cámara de Comercio Uruguay-EE.UU: hombres; Club de Lunch Uruguayo-Británico: no hay mujeres; Cámara de Industria Aeronáutica; Unión de Exportadores; Cámara Uruguaya del Libro; las cabezas de informativo de la TV; los entrevistadores importantes que están en los canales son hombres. Hay entrevistadoras mujeres, algunas de muy alta categoría, pero son sus propias productoras y están en el canal estatal. Entonces, digo que en el Uruguay no ha intervenido ni el mecanismo que es el Instituto Nacional de la Familia y la Mujer, ni las organizaciones de mujeres -salvo en aspectos muy menores-. Y las políticas elaboradas para los sectores más pobres de la sociedad, si llegan mayormente a mujeres no son diseñadas por ellas, y no benefician especialmente a las madres solas jefas de hogar sino que estratifican u ordenan la pobreza. Son ese tipo de políticas: ordenan la pobreza y, en cierta manera, debilitan a la mujer porque la fijan en determinado papel.

Quería citar algo que está en el documento (Gobernabilidad democrática y género, una articulación posible"): "Resta el desafío de participar en los grandes programas y políticas orientados a asegurar la gobernabilidad democrática y avanzar en la reforma del Estado. La participación requiere de la disposición del movimiento de sus organizaciones y de las instituciones de género; de integrar las coaliciones políticas e institucionales que sustentan los cambios."

¿Cómo llegar a esa participación si la mujer en el Uruguay hoy está absolutamente despojada de poder, formal o informal? Mi idea personal sobre este asunto es que la escasa participación femenina en todos los centros de poder requiere una unión de todos los movimientos de mujeres en pos de un reconocimiento que todavía se nos debe, para lograr una real equidad y evitar la única de las violencias que no está explicitada en la ley 17.514 que es la violencia de la exclusión. Actualmente se puede decir que en el Uruguay no hay políticas públicas destinadas a lograr una verdadera equidad. Pero debemos recordar que las políticas públicas no son solamente las estatales, que la sociedad civil es también en parte responsable de estas carencias.

Las organizaciones de mujeres que a principios del siglo pasado se planteaban en el país cosas muy concretas y en 50 años las fueron logrando, podían unirse por sobre cualquier diferencia y acordar las prioridades para actuar realmente generando una demanda o un conflicto.

En esta misma sala una vez también hablamos de políticas, en ese caso de políticas gubernamentales, y Carmen Beramendi hablaba de cuándo se formula una política. Y una política se formula cuando se percibe un problema, cuando se percibe un choque, decía ella.

Somos las excluidas invisibles. Acá se ha hecho una encuesta que consulta cuál es la situación de la mujer en el Uruguay, y se considera que es una situación de gran equidad, privilegiada comparada con el resto de América latina y que los logros que puedan proponerse las mujeres -y en eso se fue muy crítico con la ley de cuota- son injusticias. Dan vuelta la balanza apoyando a favor de la mujer. Lo cual es una barbaridad, pero una barbaridad que se repite tanto que se está haciendo cierta.

¿Qué fortaleza podemos proponer nosotros para revertir esta situación, que tiene una base antidemocrática, que es contraria a los derechos humanos, insertando el género en algo un poco mayor que es el ser humano? Más de la mitad de los seres humanos de este país están topeadas, están con una losa encima, de la cual sólo se puede salir por medio de las organizaciones de mujeres. ¿Pero cómo? Yo no creo que actuando dentro de los partidos políticos pura y exclusivamente, creo que esto transversaliza a toda la sociedad. Y no es que sea producto de una conjura, es producto de un estado de cosas que estamos aceptando en cuanto que no tenemos medidas concretas planificadas y acordadas para cambiarlo.

La situación de las mujeres en el Uruguay, gracias a los esfuerzos académicos y a los esfuerzos de las ONG fundamentalmente -y no del organismo estatal que siempre ha sido débil y pobre- está hiper - diagnosticada. Los diagnósticos están todos. Entonces, también creo que debemos avanzar en el diseño y evaluación de acciones concretas para objetivos consensuados. La equidad de género debemos verla en un marco general de equidad, pero no permitir que las demandas -al ser demasiado amplias- pierdan su profundidad.

Es cierto que en la pobreza, la equidad no es solamente de género, pero debemos rescatar muchas cosas en la lucha contra la pobreza. Virginia Guzmán señaló algo en lo que todas coincidimos: el trabajo reproductivo de la mujer va muchas veces contra su trabajo productivo. Es algo que las mujeres llevamos como una carga, como una culpa si la abandonamos. ¿Quién evalúa el trabajo reproductivo? ¿Se da por hecho? En general, se estima que a las mujeres les gusta mucho ese tipo de cosas. A las mujeres les gusta cocinar, planchar, arreglar la casa, ocuparse de los niños, ser el agente de salud de la familia, todo eso a la mujer le gusta mucho y si no lo hace se va a sentir muy mal. Entonces ese trabajo no tiene un valor económico porque es como un "hobby" que tenemos las mujeres. Hay que lograr el reconocimiento del aporte femenino en la reproducción social, su repercusión en el manejo del tiempo, en la capacitación, en la inserción laboral. Y ya que las políticas por sí solas no pueden generar equidad, pueden ayudar a crear un ambiente social más proclive a comprender la justicia de las reivindicaciones de las feministas, en lo que tiene que ver con legislación pero más que nada con costumbres, prejuicios y exclusiones.

En el documento de Virginia Guzmán para CEPAL, se ponen los mecanismos estatales en los cuales interviene el organismo de la mujer intercambiando con otros, y quiero señalar que el único ámbito que en este momento el Instituto de la Mujer tiene en el Uruguay, donde intercambia con otros poderes y con otros sectores del Poder Ejecutivo y del Poder Judicial es, justamente, el creado por la ley de violencia doméstica. Dicha ley, que fue fundamentalmente propulsada por la "Bancada femenina", instauró el Consejo Consultivo, y en ese consejo están representados otros actores del Poder Ejecutivo, las más altas jerarquías del Poder Judicial y también las ONG que integran la red contra la violencia doméstica. Esto hace que se trabaje de una manera que no es común y le da una visibilidad y una posibilidad al Instituto de la Mujer de intervenir en cierta manera en las políticas públicas. Gracias.


Margarita Percovich
Diputada nacional por el Encuentro Progresista, Frente Amplio

Muchas gracias a Cotidiano por esta oportunidad de intercambiar entre nosotras y, sobre todo, de oír a Virginia Guzmán que nos da una visión de lo que pasa en el resto de América Latina.

Voy a comenzar por hacer algunos comentarios de su documento para CEPAL1 porque me parece que, como mujeres políticas, algunas afirmaciones de contexto es bueno discutirlas. En el documento hay algunas afirmaciones que no sé si forman parte del origen, que es la CEPAL, que me preocupan y quiero discutirlas. Me da la sensación que estas afirmaciones -como algunas cosas que son inevitables- forman parte del marco ideológico que durante los últimos 15 o 20 años se nos ha tratado de imponer, formas de pensar que después tienen que ver con las decisiones que nosotras tomamos y con cómo nos paramos frente a la realidad del Estado y de las posibilidades de manejo que tenemos o no dentro del Estado.

Me parece que hay acá una serie de afirmaciones de lo que han sido los modelos de desarrollo, la necesidad de determinados cambios, de cómo ha sido la reforma del Estado y cómo debe hacerse la reforma del Estado, que lejos de ser un camino inevitable es producto de definiciones políticas y geopolíticas. Se señala el concepto de gobernabilidad creado por la comisión trilateral para frenar la movilización, y reducir la responsa-bilidad del Estado, y cómo ese concepto es retomado por las agencias internacionales. Para mí el uso del término "gobernabilidad" que se emplea acá es muy discutible, como (desde el FMI, el Banco Mundial, el BID) la capacidad de adaptación al nuevo modelo de desarrollo y de control de los gobernados. Buscar equilibrios desde el gobierno para las diferencias entre el mercado y las demandas crecientes de la gente.

Me da la sensación de que está planteado como una cuestión inevitable y que nosotras -las mujeres políticas de izquierda- cuestionamos, y creo que tenemos que pensar desde ese lado el cuestionamiento de esto. Acá no ha habido nada inevitable, acá ha habido una política determinada -geopolítica en determinado momento-, con definición de políticas económicas que han provocado retracción del Estado. No creo que haya sido inevitable la desaparición del estado benefactor, sino que hubo una política de reducción del Estado que pensaba en una cantidad de políticas que cubrían la vulnerabilidad de las mujeres, y que en nuestro país tuvieron una importancia muy grande, como en algunos otros países del Cono Sur. Nosotras partimos de que esa reducción no ha sido buena para las mujeres, más allá de que cuestionemos cómo era aquel modelo benefactor dentro de un sistema de pensamiento patriarcal.

Es importante plantearse la base de la cual se parte en el documento. Hay otra afirmación que habla de la certidumbre de lo económico, la búsqueda de normas claras para lo económico y la incertidumbre de lo político, de la falta de la credibilidad del Estado y el sistema político, que creo que ha sido una política deliberada de deformación de una manera de pensar y de meternos en la cabeza a los ciudadanos y a las ciudadanas en América latina que el sistema político era débil, era corrupto, per se y no por las personas y por cómo estaba organizado el Estado y las propias políticas económicas que se han aplicado. Eso importa porque cuando nosotras llegamos a la política, frente a esa avalancha ideológica, llegamos a un sistema político muy desacreditado, que no solamente tiene una crisis económica brutal y falta de recursos.

Creo que éste es un marco que tenemos que tener claro porque son dos elementos con los cuales también tenemos que luchar, y en los cuales estamos insertas. Y este tema de la certidumbre de lo económico y de las normas de lo económico, está muy claro en los cuadros, porque el aporte de este documento son los cuadros y los datos recogidos que nos dan una claridad muy grande de cómo han sido esos procesos.

Puede ser un poco confuso el concepto de goberna-bilidad, porque nosotras lo usamos diferente en el Uruguay, más allá de la discusión sobre el modelo de gober-nabilidad que se dio en determinado momento -sobre todo a principio de los '90. Por ejemplo, la Red de Mujeres Políticas -que trabajó mucho en la formación de mujeres- lo utilizó en la formación de lo que es hacer un plan estraté-gico (definir objetivos claramente, acciones, actores, etc.), el concepto de gobernabilidad más bien se utiliza acerca de qué posibilidades de actuar hay sobre ese objetivo o esas decisiones. Es decir, qué espacio de acción tiene uno. Me parece que no es menor cuando uno utiliza un concepto de formas distintas: gobernabilidad sobre actor social, político, etc., qué posibilidades hay de actuar para efectivizar el objetivo. Hasta dónde tengo gobernabilidad para poder trabajar esto.Es una cosa que trabajamos mucho con los grupos de mujeres, sobre todo con las mujeres políticas del interior del país, para ser realistas y además aprender y tener información de cuáles son los roles, las funciones del Estado, los distintos actores, sus competencias y hasta dónde podemos incidir.

En el documento de Virginia Guzmán, hay un cuadro con la síntesis de las principales dimensiones de la reforma del Estado -llevada a cabo a partir de la década de los '90. Cuando pensamos lo que sucedió en Uruguay una se da cuenta que las reformas han sido las económicas. Las reformas han sido la normatización del mercado y de las reformas económicas y todas aquellas que se dirigieran en ese sentido.

Las reformas que se propusieron en teoría desde los organismos internacionales: descentralización, desburo-cratización del Estado, las fórumulas para tener un Estado más eficiente, en el Uruguay no han tenido éxito. Han seguido con las lamentables rutinas, con una normatización de lo económico en nuevas leyes, en nuevas reglamentaciones y con una debilidad brutal en todo lo que fuera el control de un Estado que debía reformarse, ser eficiente y dar participación a eso -que también se describe muy bien en el documento- que es la complejidad de las nuevas demandas, para un Estado que tiende a ser homogéneo, tiende a ser rutinario y que no da respuestas a esa complejidad.

En ese mundo es que nosotras nos encontramos para encarar el gran desafío de una reforma del Estado con perspectiva de equidad de género. Y es importante saberlo porque las peleas y las luchas que nosotras tenemos cada vez que queremos introducir una reforma son que el Estado se vuelve a cerrar en sus feudos, en sus chacras, porque los intereses políticos intentan sobrevivir usando al Estado para sus propios intereses.

También son importantes algunas de las cosas que mencionó Ana María Balparda. ¿Cómo aportamos las mujeres en los momentos de recuperación de la democracia para instalar mecanismos a nivel estatal? En ese momento, valorábamos la apertura de espacios democráticos y nosotras colocamos allí nuestros discursos, nuestras propuestas, y se lograron una cantidad de cosas. En el Uruguay, hubo una importante participación de las mujeres en las Juntas Depar-tamentales, en las Juntas Locales, Consejos Vecinales, participación en guarde-rías, en comisiones, etc. Pero también -como decía Ana María- fuimos una mano de obra gratis para la ejecución de políticas públicas. Una mano de obra muy valiosa, que es otro elemento que no podemos perder de vista.

Creo que cualquiera de los mecanismos estatales que podamos pensar necesita básicamente contar con respaldo político. Porque -como hemos comentado muchas veces en distintos ámbitos- tiene mucho que ver con las personas que están en cada uno de los lugares, y si no hay un respaldo fuerte, las batallas que hay que dar difícilmente se logren. Y el respaldo político se logra generando respeto político, y ahí es donde está la necesidad de coordinar todas las instancias que tenemos las mujeres porque necesitamos datos, necesitamos demostrar la eficiencia de las políticas públicas que nosotras proponemos para un Estado que dé respuesta a las complejidades sociales que hoy enfrentamos.

Está más que demostrado que las políticas públicas que se aplican sin una perspectiva de género no son eficientes y, por lo tanto, ése es un debate que implica datos, formación, hacer un seguimiento de lo que se está haciendo, que creo que es central. Otro punto importante es cómo pensamos que es más eficiente el instrumento. Y allí también los cuadros del documento nos ayudan muchísimo. Vemos allí las distintas instancias donde se institucionalizan o no las instancias de coordinación, si son asesoras, si son decisoras. En el marco de la institucionalidad uruguaya difícilmente una instancia de co-participación pueda ser decisora. Yo no sé si eso es bueno porque es como cooptar a las instituciones sociales y eso no nos conviene nunca porque tenemos que preservar la autonomía de las instituciones sociales, de las ONG, de lo contrario se pierde la necesaria autonomía para hacer un control, para criticar.

Entonces, la coordinación con el movimiento de mujeres, la coordinación con la academia, hay que buscarla en espacios de transversalización de políticas que tengan una gran importancia visible y simbólica, pero que sean asesoras. Y sí me parece que es muy importante que tengan un rol en el diseño de las políticas. Ésa es una batalla para dar: que se puedan incorporar los saberes de quienes pueden aportar muchísimo para el diseño de las políticas y dar un apoyo muy grande en los momentos en que hay que pelear recursos y prioridades.

Sí creo que hay que crear dentro de las institucio-nalidades aquellos organismos que están previstos en nuestras constituciones que son las Defensorías, que por ser organismos de tipo autónomo pueden ayudar muchísimo para canalizar demandas y ejercer control sobre las políticas públicas, hacer sugerencias e incluso generar organización y coordinaciones.

Otro punto importante es la identificación de los diferentes roles en los movimientos de mujeres, quiénes tienen responsabilidad política, el rol de las académicas, y el respeto por esos roles diferentes. Porque en cada una de las áreas se evalúa cuál es el espacio de poder que se tiene, cuáles son los conflictos, cuáles son los momentos de la negociación. Y ese análisis hay que hacerlo permanentemente, porque las circunstancias, las coyunturas, los temas y las peleas que hay que dar, varían. Eso es muy importante tanto como conocer a los actores, conocer las alianzas circunstanciales o permanentes que hay que hacer y, por supuesto, conocer el Estado. Hay que tener un buen conocimiento del Estado, de cuáles son los espacios, cuáles son los actores en cada espacio, cuáles son los espacios más difíciles, cuáles los que traen la rutina de un funciona-miento que hace más difícil el cambio de mentalidades, las resistencias, las distintas características del funcio-nariado, de las direcciones intermedias, de los gremios. Ése es otro tema, quizás el más difícil, pero que hay que analizar en cada caso cuando uno piensa en políticas públicas: cuáles van a ser los problemas que se van a presentar en cada una de las acciones que uno se proponga para ejecutar políticas públicas.

Otra cosa a resaltar del análisis del documento, es el que se refiere al entramado del Estado, que en el Uruguay es menos complejo que en otros países, pero que es necesario abordar en el tema de las autonomías departamentales. Pero por ser un país mucho más chico y mucho más centralizado, desde un gobierno nacional es mucho más fácil poder generar la coordinación local, aunque haya resistencias de las autonomías departa-mentales para la ejecución de políticas públicas con perspectivas de género. Me parece que desde un Estado central, que tiene descentralizadas muchísimas oficinas y funciones, perfectamente se puede trabajar -con todo lo que supone transversalizar las políticas- en el apoyo a lo local para poder evitar las dificultades de trabas de tipo político y de las resistencias que hay cuando se empieza a aplicar una política de este tipo. Creo que eso se puede hacer perfectamente, con un plan determinado de acciones y de coordinación con el movimiento de mujeres, con las mujeres políticas a nivel local.

Se hablaba de los marcos normativos. Es necesario plantearlos, aún en el marco de la falta de recursos, aún en el marco de las dificultades que supone implemen-tarlos. Porque eso permite los debates, y es probable que haya leyes que sean muy dificultosas de aplicar, como la ley Sheppard que nunca se implementó del todo y es una ley que da para muchísimo más, pero no ha habido voluntad política. En cambio, una ley tan sensible como fue la de violencia doméstica, que tocó áreas muy sensibles del sistema patriarcal como es el poder judicial y toda la estructuración que tiene, me parece que ha servido para provocar debates dentro del propio sistema, y para cambiar cabezas, e intentar seguir cambiándolas. Lo cual nos obliga -y eso siempre lo tenemos que tener como un alerta- a tener presente que los movimientos sociales y los avances culturales que nosotras podamos lograr, pueden estancarse y hasta retroceder.

Hay sociólogas y politólogas que lo han analizado y ésa es una cosa que tenemos que tener en cuenta. En el Uruguay nos ha pasado lo de tener una siesta de décadas con relación a avances que habíamos tenido en otros momentos. Pero esto también forma parte del análisis que uno tiene que hacer. Las presiones para un cambio en la cultura del sistema patriarcal son muy fuertes y atraviesan todos los partidos políticos y todos los colectivos profesionales, institucionales, del Estado. Ana María señalaba unos cuantos, que forman parte de las estructuras de poder, de la aplicación de una forma de pensar la sociedad que es absolutamente masculina y que atraviesa todos los partidos políticos y por ende a los decisores políticos, en el momento de tomar decisión sobre las políticas públicas, los recursos y las prioridades.

Creo que hay que hacer estrategias desde donde el movimiento social o académico tiene que pelear, pegar en lugares donde duele, porque es muy importante que esas discusiones -que a veces perdemos en lo político o que no tenemos la suficiente autonomía porque perdemos escaños si las damos- se den, pero hay que ser muy sinceras en esto. En esta pelea tenemos un embate conservador muy grande, donde se están peleando cuestiones con la iglesia en una alianza extraña con los masones, por ejemplo. Muchas de las institu-ciones que mencionaba Ana María son reconocidamente de un poder masón que ha tenido mucho poder en nuestro país y que ha definido políticas públicas, lugares, institu-ciones, personas, con una impronta liberal, pero muy patriarcal.

En este momento eso tiene una conjunción extraña con relación a muchas de nuestras propuestas, que se expresan en los temas de la violencia doméstica y, por lo tanto, en los de la democracia al interior de las familias y de las instituciones que tiene que ver con el tema de los derechos a la libre opción, a que las mujeres y las adolescentes puedan optar qué hacer con su cuerpo… Son temas que tocan ese nervio que es el control ideológico de una sociedad, y ésta es una discusión política muy fuerte para nosotras las mujeres políticas, al interior de todos nuestros partidos, sean de cuño liberal o de cuño de izquierda, porque en eso el sistema patriarcal es homogéneo. Y todo esto tiene mucho que ver con cómo nos paramos frente a eso en el marco de la defensa de los derechos humanos. Ése es un tema que debería ser central para nosotras.

Mariela De Marco -nuestra compañera del Partido Independiente- recién nos daba la buena noticia de que ayer en su partido votaron la cuota: 50 y algo de votos contra 30 y algo. Esta es una pelea para dar el año que viene para visibilizar este tema de la democracia, de la necesidad de que haya mujeres, porque siempre va a ser más fácil para nosotras tener una interlocución con las mujeres si están en las listas o en los ejecutivos, siempre vamos a ganar más cabezas, aunque no tengan claro la perspectiva de género, desde la propia experien-cia vital de ser mujer, para las estrategias que tenemos que desarrollar frente a una pelea por lograr mecanismos fuertes dentro del Estado y después lograr tranversalizar dentro del Estado. Es decir, tener en cada uno de los organismos ejecutores del Estado -porque ahí es a donde van a ir los presupuestos y ahí es donde se van a ejecutar las políticas- un plan estratégico y transversalizar los organismos del Estado teniendo interlocutoras en cada uno de esos lugares; me parece que es un tema central de peleas que son muy complejas pero son las que tenemos que ir visibilizando y que tendríamos que dar.

Quiero rescatar algo y es que estos ámbitos de coordi-nación entre distintos organismos siempre son positivos. La experiencia en el Consejo Consultivo de Violencia Doméstica de haber logrado que se encontrara la sociedad civil especializada en el tema con todos los argumentos, la práctica, los datos, etc., con el presidente de la Suprema Corte de Justicia, para nosotras ha sido un avance muy grande. Cambiar la cultura de una sociedad es un trabajo muy grande. Son los grandes desafíos a los que estamos enfrentadas, especialmente difíciles en el Uruguay que es una sociedad muy conservadora, y donde los actores políticos y decisores no visibilizan nuestros temas con facilidad porque nuestra universidad -que fue la que los formó- tampoco les ha dado elementos como para tener claro y saber mirar dónde se van provocando las inequidades.
Virginia Guzmán

Tengo muchas cosas para comentar. Primero quiero comentar algo sobre el documento "Gobernabilidad democrática y género, una articulación posible". Creo que tendría que haber una segunda lectura de todo el documento. Asumo todo lo que dice el documento como parte mía, no hay ninguna imposición de ningún organis-mo, es plena responsabilidad mía.

El planteamiento central del documento es que creo que el tema de gobernabilidad es un concepto en disputa desde posiciones muy conservadoras, hasta un concepto de posiciones progresistas de izquierda que quieren darle un nuevo contenido. Creo que eso es lo que tenemos que rescatar. Creo que el que se haya dado de una manera no quiere decir que era la única manera posible, pero se dio de esa manera. Y es cierto que quien empieza a poner el tema de la gobernabilidad es la derecha, fuerzas modernizadoras de derecha, elitistas, que tratan de hacer una reforma desde arriba.

¿Qué es lo que pasa? Que hay un esfuerzo desde otra fuerza para recuperar el concepto de gobernabilidad. A mí me gustaría que todas leyeran el documento porque me gustaría discutirlo. Porque yo creo en verdad que el tema de gobernabilidad surge en un momento de gran ingobernabilidad, y de mucha presión para el cambio. Y yo diría que la tesis central del documento es cómo ganarle al concepto de gobernabilidad una dimensión muy democrática que es: qué actores participan y con qué fuerza para definir las reglas de juego, y cómo estamos ahí las mujeres. Esto en un escenario en el que se están redefiniendo las reglas de juego, y muchas veces por necesidades del mercado. Porque si uno ve qué reformas se han hecho, no sólo acá sino en toda América latina, son reformas de institucionalidad económica. Las reformas políticas, las reformas sociales, son muy pequeñas. Claramente hay una transformación que está peleando el ser librada. Esto me parece importante, sobre todo el ver cómo es un concepto que está sujeto a una discusión ideológica y política. Segundo, en lo que ustedes señalaban, pensaba qué importante es reconstruir los escenarios donde uno actúa, para ver cómo efectivamente podemos tener poder en algunos espacios y en otros no tenerlo. Es importante esa confrontación tan fuerte. Uno dice que no puede ser que el vaso esté medio vacío en vez de estar medio lleno, porque esto es lo que pasa en todas las reuniones, en todas las evaluaciones. Que es, efectivamente, un movimiento fuerte y una institucionalidad que se pone unas metas muy grandes, para las cuales tiene pocos recursos y poco poder. Esto es lo que le pasa a los movimientos que pueden ser transformadores.

En cuanto a la coyuntura actual, creo que gran parte está signada por la reacción de fuerzas conservadoras a los avances que han tenido fuerzas progresistas. Pero tienen una fuerza que no habría que desvalorizar. En este momento, lo que he visto en América latina, es una estrategia que apunta a puestos de poder en el Ejecutivo, apunta a una gran incidencia en las agendas legislativas, y apunta a un manejo y difusión de la información que es interesante seguir como tres patas de una estrategia.

Porque las fuerzas conservadoras han existido siempre, lo que ha cambiado en un momento determinado es el tipo de estrategia que están haciendo. Y la están haciendo en el Perú, en Brasil, en Nicaragua, están haciéndola en países en que se pensaba que había ciertos logros alcanzados. Lo que trataría de recuperar ahí es cómo la historia es tan dinámica, nada es lineal y nada es adquirido de una vez por todas.

Por ejemplo, se habla de Chile, de un país conservador, y yo pensaba que sí es un país conservador, pero bajo Allende se discutía el aborto. Y bajo la dictadura militar pasaron como 10 años antes de que pudieran quitar el aborto terapéutico, porque había una correlación de fuerzas que hacía imposible quitar el aborto terapéutico de las discusiones bajo el gobierno militar. Y lo quitan días antes de que salga Pinochet. Entonces, cómo ha ido variando la impronta ideológica de Chile, que en el período del radicalismo ha sido una impronta ideológica más bien laicista, y en otros momentos conuna hege-monía de fuerzas muy conservadora.

Lo que yo creo -y me gustaría pensar en esa perspectiva- es que uno no puede hablar solamente de la ideología y de las fuerzas conservadoras, sino que hay un aspecto en este momento que nos puede ser favorable y que es un cambio social muy importante, unas experiencias de vida que cambian y que tratan de ser interpretadas con moldes muy conservadores. Y ahí puede haber una brecha, porque uno se pregunta hasta qué punto la religión efectivamente condiciona los comportamientos sexuales de los jóvenes o de las personas. Para esos nuevos comportamientos sexuales no hay discurso que, en un momento determinado, puedan confrontar los que están hegemonizando.

El otro día tuve una entrevista con una mujer que es la expresión de la fuerza más conservadora, que tiene 12 niñitos (los seis varoncitos vestidos iguales y las seis niñitas vestidas iguales, una cosa muy fascista), y mientras ella me hablaba yo pensaba "¿cuánto podrá esta mujer disciplinar a sus hijos en un mundo tan lleno de información, con tantos espacios de sociabilidad?" Es mucho más difícil de controlar. Chile es un país conser-vador y muy institucionalista, pero es muy particular. En Chile no existe el divorcio pero siempre ha existido la nulidad. Y para la nulidad uno va, firma y queda anulado. Ahora la gente dice "qué mala suerte que van a sacar la nulidad", porque la ley de divorcio que va a salir va a ser horrible, mucho más retardataria de lo que era la nulidad.

Por otro lado, hay una ideología muy conservadora pero hay prácticas de vida muy heterogéneas, que no podría clasificar, de ninguna manera, de conservadoras. Lo que quiero decir con eso -y pienso que también podría pasar acá- es que creo que hay una mayor heterogeneidad de estilos de vida de lo que a veces aparece en los discursos ideológicos. Habría que ver el quiebre que significa en un momento lo que son los discursos y las propuestas de una generación, y lo que son las propuestas y forma de vivir de nuevas generaciones. Yo creo que las y los jóvenes en Chile probablemente están interpelando lo que es el sistema de género de otra manera a cómo lo hemos hecho nosotras, y en otros espacios. A lo mejor lo que se está agotando son algunos espacios de prácticas políticas, pero aparecen otros. Creo que ahí hay toda una reflexión que hacer.

Me gustaría decirle una cosa a Ana María, y es que yo creo que el movimiento internacional ha sido importante para el surgimiento de los movimientos nacionales de mujeres, pero hay bases nacionales para los movimientos. Si uno ve en todos los países, si uno ve la historia (por ejemplo en Brasil) el exilio ha sido el gran incorporador de nuevas ideas. Las dictaduras dan estos resultados inesperados. Ves mujeres en Brasil que vuelven del exilio, traen una serie de nuevas ideas sobre cómo ser mujer, cómo vivir como mujer, con experiencias de vida que dinamizan mucho la situación.

Pero hay también transformaciones en nuestros países, en el sentido de la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, de expectativas de individuación, de estilos de vida, que sustentan también los cambios. El carácter globalizador de los movimientos de mujeres es una cosa bien significativa y no sólo en este período.