¿Mitos fundacionales o conservadurismo autóctono?

A raíz de mi última columna (Brecha Nº 977) se han recibido cartas de lectores cuestionando la pertinencia de proponer un debate acerca de la democratización del poder, también desde una perspectiva de género. Pero como nunca dije lo que el Prof. Juan Francisco Costa dice que dije, me limito a solicitarle que si no lo “agravia” demasiado, vuelva a leer mi artículo “Ni más ni menos” (Brecha Nº…) y luego la carta del Sr. Néstor Núñez y mi respuesta. Verá que no fui yo quien planteó la disyuntiva entre “vagina o pene” ni quien usó un dato estadístico para fundamentar la importancia de un tema sobre otro. Entre otras cosas, porque no creo que el derecho de los niños y niñas a estar bien alimentados, se oponga al derecho de las mujeres a ejercer su ciudadanía. Los derechos humanos además de universales son indivisibles e interdependientes, lo que significa que deben poder ejercerse en forma simultánea. No hay jerarquías entre los derechos humanos.

 

Eso si, fui yo quien dijo (refiriéndome a la carta de Monseñor Retzhinger cuando para recordar el lugar que la Iglesia nos asigna a las mujeres cita tres capítulos del Génesis) “Ustedes siempre con la última novedad, muchachos! ” Y eso no significa que “ignore la entidad de los mitos fundacionales de nuestra cultura, y su virtualidad operativa y permanente”. Muy por el contrario, significa que los conozco y estoy en contra de gran parte de ellos! Pueden gustarme Platón, Homero e incluso grandes pasajes de la Biblia, pero muchos de esos “mitos fundacionales” son los que alimentaron el patriarcado, impregnan aún hoy las democracias modernas y sobreviven en el conservadurismo autóctono.

Llama la atención que les haya molestado tanto la comuna “Ni más ni menos” en la que, en síntesis, proponía al candidato ganador de las próximas elecciones imitar al presidente español y crear un gabinete ministerial integrado en su 50% por mujeres (también pueden ser más, eh?). Parecería que habiendo temas tan importantes como la subalimentación infantil, Brecha no debería desperdiciar su espacio debatiendo sobre la democracia y equidad en el poder, por ejemplo, algo tan típico de la “tilinguería feminista”. Pregunto: les parecería bien, entonces, que desapareciera la cartelera de espectáculos? O la información sobre artes plásticas, el humor, toda la sección cultural ya que estamos? Y qué tal todas las páginas de deporte de todos los diarios?

Las ideas de libertad e igualdad levantadas por la Revolución Francesa sobre las que se apoya el concepto de ciudadanía, se continúan en el marco de los derechos humanos y se re- significan considerando las especificidades: etnia, sexo, edad, etc. Si no fuera así, los únicos ciudadanos que existirían seguirían siendo los hombres adultos, blancos y ricos que consagró la Revolución Francesa. Pero no es así, la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (Viena, 1993) reconoce que los derechos de las mujeres son derechos humanos y dentro de éstos, está el derecho a la participación política.

Si esto es una democracia, la ciudadanía se expresa participando sobretodo en el espacio público donde todos/as tenemos derechos y deberes. Y eso incluye el plano político y el ejercicio del poder. A esta altura del siglo XXl un seminario, una mesa redonda o un gabinete ministerial donde solo haya hombres hablando, no sólo es machista, no sólo es antidemocrático: es absolutamente ridículo. Es más: solo sería comprensible y lógico si fuera una reunión de homosexuales defendiendo sus derechos.

Finalmente, me gustaría volver al tema de la Biblia y a cómo no tiene sentido recurrir al Génesis para argumentar a favor de que las mujeres nos dediquemos casi que únicamente a “servir a los otros”. La Biblia hay que leerla con una mirada moderna, sino, nos encontraríamos con que los obreros de la construcción deberían recibir la pena de muerte por trabajar los sábados (Éxodo, 35:2) y lo mismo sucedería con todos los que usen el pelo corto en las sienes (Levítico 19:27). Deberíamos quemar vivos a todos los ciudadanos/as que duerman con sus parientes políticos como se dice en el Levítico 20:14?

Con el mayor respeto a algunos de los valores éticos y literarios de la Biblia, espero no estar atentando contra ningún “mito fundacional” si me sigo niego a que los varones puedan vender como esclavas a sus hermanas tal como lo autoriza el Ëxodo en su versículo 21:7.

 

Escrito por Lucy Garrido

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