Este artículo fue publicado en la revista Cotidiano Mujer Nº41, en 2005. Puede encontrar todas las revistas haciendo click aquí.

El derecho a la libertad de cátedra está implícitamente reconocido en los artículos que regulan explícitamente el genérico derecho a la libertad, a la igualdad, el derecho a la libertad de pensamiento, de expresión, de investigación, del derecho a la información y del derecho a la educación1 . Se trata de la facultad del personal docente e investigador de expresar sus ideas, pensamientos y opiniones en el ámbito institucional (a través de la docencia, mediante publicaciones, en círculos institucionales, etc.) admitiendo la coexistencia de diversas corrientes de pensamiento que permitan que la universidad esté conformada por foros de discusión abierta sin tendencias ideológicas predeterminadas.

Regina Soares Jurkewicz

Breve historia

En este primer semestre de 2005 me preparé para el examen de calificación del doctorado que estoy cursando en la Pontificia Universidad Católica de San Pablo-Programa Ciencias de la religión, y redacté un texto que sistematiza los datos recolectados en la investigación empírica. A partir de la bibliografia sobre el tema “abuso sexual de mujeres por curas”, hice un análisis de los casos encontrados en los medios de comunicación, evidenciando regularidades en el comportamiento de la jerarquía de la Iglesia Católica. Esas regularidades nos permiten observar una tendencia en la misma jerarquía a ocultar las denuncias hechas, no tomando medidas preventivas, ni acogiendo a las mujeres que hacen públicas sus quejas. El texto fue publicado por CDD/Br (Católicas por el Derecho a Decidir), ONG de la cual soy parte integrante, y obtuvo una gran repercusión en la sociedad brasilera. Después del anuncio de la edición del texto, cuyo título es “Desvelando la política del silencio: abuso sexual de mujeres por curas en el Brasil”, hecho a través de la Revista Época del dia 20 de junio, fui llamada por la dirección del Instituto de Teología de San Andrés, en el cual enseño desde hace ocho años y fui despedida, bajo la alegación de que el Instituto no acepta y no concuerda con mis pensamientos, lo que resulta en un impasse insoluble. De esa forma fui separada del cuadro docente, sin ninguna posibilidad de diálogo. La destitución sin justa causa evidencia que hubo por parte del Instituto Teológico una actitud irrespetuosa de la libertad de cátedra, apartando de sus cuadros a aquéllos/as que tocan temas neurálgicos que afectan a la institución religiosa. Esa actitud del Instituto dio aún más repercusión a la investigación y provocó en diferentes sectores de la sociedad, manifestaciones de repudio a la decisión del Instituto. Recibimos más de 150 correos de grupos de mujeres, organismos de la ONU, centros de defensa de los derechos humanos, teólogos/as, religiosas, provenientes de 14 países diferentes de América Latina, América del Norte y Europa. Aún así, el Instituto Teológico no se posicionó públicamente en ninguna de las ocasiones en que fue contactado por la prensa.

El día 4 de Agosto estuve en la CNBB (Conferencia Nacional de Obispos de Brasil), en una audiencia que solicité en Brasilia con el Secretario General de la CNBB, D. Odilo Pedro Scherer y el Padre José Ernane Pinheiro, Asesor Político del Secretariado General. Entregué el libro personalmente al D. Odilo y, durante 45 minutos, en una relación de respeto y diálogo, expuse el objetivo de mi pedido de audiencia. Solicité que la CNBB tome medidas preventivas para evitar situaciones de abuso sexual cometidos por curas, al igual que en iglesias de otros países y que para ello los datos de la investigación que realicé sirvan como contribución.

Los últimos acontecimientos que ocurrieron en mi vida a partir del mes de julio, me provocan algunas reflexiones que quisiera compartir. Como católica y feminista estoy acostumbrada a “remar contra la corriente”. Entretanto, recupero el hecho de que la propuesta original del cristianismo, como también de otras religiones de las más diferentes culturas, caminan en busca de que seamos cada vez más, humanos y humanas. Pienso que, transformarse en un ser humano mejor, significa simplemente entender y pautar la propia vida creyendo que todas las personas tienen el mismo valor y por eso merecen acceder a todo lo bueno que la vida nos puede dar. El feminismo, por su parte, es un camino que propone la igualdad en las relaciones entre hombres y mujeres. Sin esa igualdad no somos enteramente human@s. Ahí está la convergencia entre ser católica y feminista.

Para realizar la investigación sobre abuso sexual de mujeres por curas en Brasil, anduve por lugares sombríos, donde el miedo y la indignación hablan más alto, y donde las personas, de ninguna manera, tienen el mismo valor. Las mujeres y las niñas que denunciaron la agresión sexual sufrida por sacerdotes, son inmediatamente culpabilizadas y tratadas como irresponsables, traidoras a la Iglesia, provocadoras del deseo contenido en los “santos” curas. Los sacerdotes ya estaban en otros lugares, más iluminados. El miedo que demuestran es de otra naturaleza, es el miedo al escándalo, y el miedo de perder su lugar sagrado, y a macular la imagen de la iglesia.

En este texto abordo algunos de los aspectos que más me impactaron, luego de un trabajo de tres años de investigación de campo y realización de lecturas sobre mujeres que sufrieron abuso y violencia sexual de curas.3

Una primera constatación es que esa discusión en Brasil es apenas inicial, tanto en la sociedad como en los espacios eclesiásticos. La bibliografia también es restringida. El abuso de menores y adolescentes está mucho más cubierto por la bibliografia que el abuso de mujeres adultas. En nuestra cultura las mujeres no son vistas como potenciales víctimas de abuso sexual porque en el imaginario brasilero existe la idea de que las mujeres son casi siempre peligrosas y seductoras, en lo referido al campo de la sexualidad. Esto las torna mucho más vulnerables y las expone a priori a un juicio negativo y humillante proferido por superiores jerárquicos del denunciado, de sus propios familiares, del aparato jurídico-policial, de la comunidad religiosa y del público más amplio.

Hay una “conspiración del silencio”, que trasciende el ámbito eclesiástico y se esparce a gran parte de las personas que rodean a las víctimas. Del lado de la instituición eclesial el miedo al escándalo dificulta que la jerarquía tome medidas positivas para prevenir y castigar tales situaciones. Por parte de los laicos/as católicos/as y de las comunidades religiosas se evalúa que “esos males” son antiguos y difícilmente serán solucionados, por lo tanto no “vale la pena” enredarse en tales situaciones. Eso no es claramente explícito en el discurso de las personas, pero el comportamiento frente a los casos que se tornan públicos, apunta en ese sentido. Siempre existe la sospecha de que las mujeres violentadas, de alguna forma, sedujeron sexualmente al agresor, que no se “contuvo” y, por eso se cometió el abuso o la violencia sexual. Aún cuando las mujeres intentaran seducir a los curas – comportamiento que no sé si es tan generalizado – tal hecho, en caso extremo, podría generar en los clérigos un “sano” deseo sexual que se manifestara en la búsqueda de relaciones consentidas y no a través de un comportamiento violento, completamente injustificado.

Es sabido que la infracción del voto de castidad es un hecho que forma parte de la vida cotidiana de gran parte de los religiosos. Muchas veces, las personas ya no esperan que los padres sean castos; muchos seminaristas ingresan a la vida religiosa planeando mantener relaciones afectivas y sexuales clandestinas. En los Estados Unidos la investigación de Richard Sipe4 presenta estimaciones sobre la práctica de los hombres que profesan los votos de castidad, que implica una abstención sexual: 50% se mantienen célibes; 30% se involucran en relaciones y experiencias heterosexuales; 15% tienen relaciones y experiencias homosexuales; 5% se involucran en comportamientos “considerados” problemáticos (travestismo, exhibicionismo, pornografia o masturbación compulsiva). Posiblemente, en otras partes del mundo y también en Brasil, esa realidad no es muy diferente. Entonces nos perguntamos, ¿hasta cuándo la Iglesia mantendrá la castidad obligatoria? Aunque no se verifique ninguna relación directa entre la práctica de la castidad y el comportamiento sexual agresivo, de antemano se puede afirmar que la renuncia obligatoria al deseo sexual no contribuye al ejercicio de una sexualidad placentera y tranquila. ¿Por qué las religiones, de un modo general y particularmente el catolicismo, insisten en interferir en la vida sexual de las poblaciones, de sus fieles y principalmente de sus clérigos? ¿Qué tienen que ver los grandes idearios religiosos, tales como: amor al prójimo, deseo de igualdad y hermandad, búsqueda de paz… con la manera, la forma, el momento, y con quién viven las personas su vida sexual? Conozco varios curas, tanto heterosexuales como homosexuales, que son excelentes referentes de comunidades, pero serían mucho más felices si sus relaciones afectivas sexuales no tuviesen que ser vividas de modo clandestino.

Esas situaciones me hacen pensar que la Iglesia es por excelencia el “lugar” donde todo puede ser hecho y vivido, siempre que no sea dicho. Hay una situación de esquizofrenia entre lo que está prescripto y lo que es vivido, y esta práctica es secular. Cuando América Latina fue colonizada por los cristianos de Portugal y España, éstos, al mismo tiempo que defendían la constituición y la sacramentalización de la familia monogámica y nuclear, destruían otras familias: las familias de esclavos negros, separando hombres, mujeres y niños, abusaban de las índias y se servían sexualmente de mujeres arrancadas del seno de sus familias. Tales contradicciones son parte de la Historia de la Iglesia, aún cuando la Instituición ha manifestado la capacidad de minimizar esas aberraciones, apostando a la fuerza de un discurso religioso que se pretende sin fracturas, único, monolítico y homogéneo. La fuerza simbólica, de la figura del Papa, de la tradición católica, de las relaciones entre sexo y pecado, están tan arraigadas en nuestras culturas que nos tornan muchas veces seres pasivos frente a las arbitrariedades cometidas en la vida de la Iglesia, en nombre de Dios.

Al mismo tiempo, aquéllos/as que ejercen el derecho de hablar, y de contradecir las verdades presentadas como divinas, son rápidamente apartados/as y así, el sistema secreto que sustenta la política del silencio y crea mecanismos de ocultamiento del abuso sexual por curas, se mantienen²

El sagrado derecho de hablar

En este primer semestre de 2005 me preparé para el examen de calificación del doctorado que estoy cursando en la Pontificia Universidad Católica de San Pablo-Programa Ciencias de la religión, y redacté un texto que sistematiza los datos recolectados en la investigación empírica. A partir de la bibliografia sobre el tema “abuso sexual de mujeres por curas”, hice un análisis de los casos encontrados en los medios de comunicación, evidenciando regularidades en el comportamiento de la jerarquía de la Iglesia Católica. Esas regularidades nos permiten observar una tendencia en la misma jerarquía a ocultar las denuncias hechas, no tomando medidas preventivas, ni acogiendo a las mujeres que hacen públicas sus quejas. El texto fue publicado por CDD/Br (Católicas por el Derecho a Decidir), ONG de la cual soy parte integrante, y obtuvo una gran repercusión en la sociedad brasilera. Después del anuncio de la edición del texto, cuyo título es “Desvelando la política del silencio: abuso sexual de mujeres por curas en el Brasil”, hecho a través de la Revista Época del dia 20 de junio, fui llamada por la dirección del Instituto de Teología de San Andrés, en el cual enseño desde hace ocho años y fui despedida, bajo la alegación de que el Instituto no acepta y no concuerda con mis pensamientos, lo que resulta en un impasse insoluble. De esa forma fui separada del cuadro docente, sin ninguna posibilidad de diálogo. La destitución sin justa causa evidencia que hubo por parte del Instituto Teológico una actitud irrespetuosa de la libertad de cátedra, apartando de sus cuadros a aquéllos/as que tocan temas neurálgicos que afectan a la institución religiosa. Esa actitud del Instituto dio aún más repercusión a la investigación y provocó en diferentes sectores de la sociedad, manifestaciones de repudio a la decisión del Instituto. Recibimos más de 150 correos de grupos de mujeres, organismos de la ONU, centros de defensa de los derechos humanos, teólogos/as, religiosas, provenientes de 14 países diferentes de América Latina, América del Norte y Europa. Aún así, el Instituto Teológico no se posicionó públicamente en ninguna de las ocasiones en que fue contactado por la prensa.

El día 4 de Agosto estuve en la CNBB (Conferencia Nacional de Obispos de Brasil), en una audiencia que solicité en Brasilia con el Secretario General de la CNBB, D. Odilo Pedro Scherer y el Padre José Ernane Pinheiro, Asesor Político del Secretariado General. Entregué el libro personalmente al D. Odilo y, durante 45 minutos, en una relación de respeto y diálogo, expuse el objetivo de mi pedido de audiencia. Solicité que la CNBB tome medidas preventivas para evitar situaciones de abuso sexual cometidos por curas, al igual que en iglesias de otros países y que para ello los datos de la investigación que realicé sirvan como contribución.

Los últimos acontecimientos que ocurrieron en mi vida a partir del mes de julio, me provocan algunas reflexiones que quisiera compartir. Como católica y feminista estoy acostumbrada a “remar contra la corriente”. Entretanto, recupero el hecho de que la propuesta original del cristianismo, como también de otras religiones de las más diferentes culturas, caminan en busca de que seamos cada vez más, humanos y humanas. Pienso que, transformarse en un ser humano mejor, significa simplemente entender y pautar la propia vida creyendo que todas las personas tienen el mismo valor y por eso merecen acceder a todo lo bueno que la vida nos puede dar. El feminismo, por su parte, es un camino que propone la igualdad en las relaciones entre hombres y mujeres. Sin esa igualdad no somos enteramente human@s. Ahí está la convergencia entre ser católica y feminista.

Para realizar la investigación sobre abuso sexual de mujeres por curas en Brasil, anduve por lugares sombríos, donde el miedo y la indignación hablan más alto, y donde las personas, de ninguna manera, tienen el mismo valor. Las mujeres y las niñas que denunciaron la agresión sexual sufrida por sacerdotes, son inmediatamente culpabilizadas y tratadas como irresponsables, traidoras a la Iglesia, provocadoras del deseo contenido en los “santos” curas. Los sacerdotes ya estaban en otros lugares, más iluminados. El miedo que demuestran es de otra naturaleza, es el miedo al escándalo, y el miedo de perder su lugar sagrado, y a macular la imagen de la iglesia.

En este texto abordo algunos de los aspectos que más me impactaron, luego de un trabajo de tres años de investigación de campo y realización de lecturas sobre mujeres que sufrieron abuso y violencia sexual de curas.3

Una primera constatación es que esa discusión en Brasil es apenas inicial, tanto en la sociedad como en los espacios eclesiásticos. La bibliografia también es restringida. El abuso de menores y adolescentes está mucho más cubierto por la bibliografia que el abuso de mujeres adultas. En nuestra cultura las mujeres no son vistas como potenciales víctimas de abuso sexual porque en el imaginario brasilero existe la idea de que las mujeres son casi siempre peligrosas y seductoras, en lo referido al campo de la sexualidad. Esto las torna mucho más vulnerables y las expone a priori a un juicio negativo y humillante proferido por superiores jerárquicos del denunciado, de sus propios familiares, del aparato jurídico-policial, de la comunidad religiosa y del público más amplio.

Hay una “conspiración del silencio”, que trasciende el ámbito eclesiástico y se esparce a gran parte de las personas que rodean a las víctimas. Del lado de la instituición eclesial el miedo al escándalo dificulta que la jerarquía tome medidas positivas para prevenir y castigar tales situaciones. Por parte de los laicos/as católicos/as y de las comunidades religiosas se evalúa que “esos males” son antiguos y difícilmente serán solucionados, por lo tanto no “vale la pena” enredarse en tales situaciones. Eso no es claramente explícito en el discurso de las personas, pero el comportamiento frente a los casos que se tornan públicos, apunta en ese sentido. Siempre existe la sospecha de que las mujeres violentadas, de alguna forma, sedujeron sexualmente al agresor, que no se “contuvo” y, por eso se cometió el abuso o la violencia sexual. Aún cuando las mujeres intentaran seducir a los curas – comportamiento que no sé si es tan generalizado – tal hecho, en caso extremo, podría generar en los clérigos un “sano” deseo sexual que se manifestara en la búsqueda de relaciones consentidas y no a través de un comportamiento violento, completamente injustificado.

Es sabido que la infracción del voto de castidad es un hecho que forma parte de la vida cotidiana de gran parte de los religiosos. Muchas veces, las personas ya no esperan que los padres sean castos; muchos seminaristas ingresan a la vida religiosa planeando mantener relaciones afectivas y sexuales clandestinas. En los Estados Unidos la investigación de Richard Sipe4 presenta estimaciones sobre la práctica de los hombres que profesan los votos de castidad, que implica una abstención sexual: 50% se mantienen célibes; 30% se involucran en relaciones y experiencias heterosexuales; 15% tienen relaciones y experiencias homosexuales; 5% se involucran en comportamientos “considerados” problemáticos (travestismo, exhibicionismo, pornografia o masturbación compulsiva). Posiblemente, en otras partes del mundo y también en Brasil, esa realidad no es muy diferente. Entonces nos perguntamos, ¿hasta cuándo la Iglesia mantendrá la castidad obligatoria? Aunque no se verifique ninguna relación directa entre la práctica de la castidad y el comportamiento sexual agresivo, de antemano se puede afirmar que la renuncia obligatoria al deseo sexual no contribuye al ejercicio de una sexualidad placentera y tranquila. ¿Por qué las religiones, de un modo general y particularmente el catolicismo, insisten en interferir en la vida sexual de las poblaciones, de sus fieles y principalmente de sus clérigos? ¿Qué tienen que ver los grandes idearios religiosos, tales como: amor al prójimo, deseo de igualdad y hermandad, búsqueda de paz… con la manera, la forma, el momento, y con quién viven las personas su vida sexual? Conozco varios curas, tanto heterosexuales como homosexuales, que son excelentes referentes de comunidades, pero serían mucho más felices si sus relaciones afectivas sexuales no tuviesen que ser vividas de modo clandestino.

Esas situaciones me hacen pensar que la Iglesia es por excelencia el “lugar” donde todo puede ser hecho y vivido, siempre que no sea dicho. Hay una situación de esquizofrenia entre lo que está prescripto y lo que es vivido, y esta práctica es secular. Cuando América Latina fue colonizada por los cristianos de Portugal y España, éstos, al mismo tiempo que defendían la constituición y la sacramentalización de la familia monogámica y nuclear, destruían otras familias: las familias de esclavos negros, separando hombres, mujeres y niños, abusaban de las índias y se servían sexualmente de mujeres arrancadas del seno de sus familias. Tales contradicciones son parte de la Historia de la Iglesia, aún cuando la Instituición ha manifestado la capacidad de minimizar esas aberraciones, apostando a la fuerza de un discurso religioso que se pretende sin fracturas, único, monolítico y homogéneo. La fuerza simbólica, de la figura del Papa, de la tradición católica, de las relaciones entre sexo y pecado, están tan arraigadas en nuestras culturas que nos tornan muchas veces seres pasivos frente a las arbitrariedades cometidas en la vida de la Iglesia, en nombre de Dios.

Al mismo tiempo, aquéllos/as que ejercen el derecho de hablar, y de contradecir las verdades presentadas como divinas, son rápidamente apartados/as y así, el sistema secreto que sustenta la política del silencio y crea mecanismos de ocultamiento del abuso sexual por curas, se mantienen²

1 http://www.iepala.es/curso_ddhh/ddhh1054.htm

2 http://www.informaticajuridica.com/trabajos/Pagina_especifica_sobre_derechos_de_autor_Autonomia_universitaria.asp

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