Este artículo fue publicado en la revista Cotidiano Mujer Nº31, en 1999. Puede encontrar todas las revistas aquí y los posteriores cuadernos aquí.
La Guerra
El mismo día que el diario El Espectador de Bogotá recogía la historia de la «escritura de la muerte», desde las cruces rojas en las puertas de los «condenados» o la serenata mortal anunciando el ajusticiamiento de una familia entera, los Se Busca con foto y recompensa o el aterrador carraspeo de una llamada nocturna, o los pequeños ataúdes de regalo o los avisos fúnebres invitando al sepelio de quien todavía estaba vivo…el mismo día, el mismo diario comentaba la nueva telenovela de la tarde, la insólita eternidad del bolero, el concierto próximo de Pavarotti & friends y las diversiones de los adolescentes multimillonarios.
Colombia es así. Tan multiracial como multicultural, tan multifacética como imprevista. Son también muchas las fuerzas que se disputan el control de un territorio de más de un millón de km2 con una población de alrededor de 37 millones, con 4 % de propietarios dueño del 67 % de las tierras cultivables, y desde 1985, con sucesivos ajustes económicos y su consecuente pérdida del poder adquisitivo de la población, sumado a que un 45% de los habitantes vive en niveles de pobreza crítica.1
Los protagonistas de la realidad colombiana son, por un lado, «las» guerrillas, las FARC, (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, con más de 60 frentes), el EPL (Ejército Popular de Liberación), el ELN (Ejército de Liberación Nacional), por otro, el ejército regular de Colombia, más los paramilitares que son mercenarios, más los autodenominados sicarios (con su patrona la Virgen de los Sicarios en la iglesia de Sabaneta), las ultraderechistas AUC, (Autodefensas Unidas de Colombia), y finalmente un convidado de piedra, el narcotráfico. Y por si faltaran más comensales a esta mesa de armas, sangre y muerte, sobrevolando Colombia, pero haciendo sombra sobre toda América Latina, la posible intervención armada de los Estados Unidos. Frente a ellos, una población civil sin más armas que su tenaz, pertinaz voluntad de paz, testigo silencioso y sufriente de los enfrentamientos.
Por un lado el terror diario con el que han vivido ya varias generaciones (una mujer de 40 años no recuerda la paz en su país), por otro, un estado de derecho con sus instituciones funcionando, sus Universidades de primer nivel, teatros, cines y estadios, abarrotados. Hace tanto tiempo que viven entre violencia y terror, es tanta la cantidad de gente que ha muerto (y sigue muriendo), son tantos los secuestrados y secuestradas, tantos los desplazados y desplazadas, tantas las masacres, que llama la atención, como lo afirma el colombólogo francés Daniel Pecaut, que tal situación no haya provocado mayores reacciones de la opinión pública, pero sobre todo de la internacional o que haya apenas, una fugaz resonancia de ella.
Para Pecaut son varios los factores que pueden explicar este silencio: el principal «la banalización de la violencia»2 efecto de varios elementos que no permiten que surja un único eje de conflicto y cita entre otros, sus dimensiones heterogéneas, el desdibu-jamiento del perfil de los actores, ni la guerrilla es lo que era, ni los narcos son sólo narcos, la fragmentación del territorio con regiones bajo el poder de tal o cual de las partes, la ausencia de articulación entre las identidades colectivas, la ausencia de relatos colectivos. No hay categorías intelectuales o políticas que permitan entender la violencia para oponerse a ella con su misma fuerza. En Colombia reina (o reinaba) «la ley del silencio», porque el terror ha hecho de la desconfianza y el miedo elementos paralizantes.
La Paz
Sin embargo, tan fuerte como la presencia de la guerra, es la fabulosa voluntad de los más de 10 millones de colombianos y colombianas que creciendo año tras año, y con riesgo de sus vidas gritan a voz en cuello, que quieren la paz. Pero esto hay que palparlo en Colombia misma. La prensa del mundo trae lo que el periodismo masivo considera noticia, masacres, muerte, guerra. Sin embargo lo que trastoca las reglas del juego, lo insólito, lo que debería ser noticia es esta paz que se está expresando desde hace algunos años a través de la Semana de la Paz organizada por Redepaz3 y a la que fuimos invitados Cotidiano Mujer por Uruguay, Madres y Familiares de Plaza de Mayo de Argentina y CLADEM de Chile junto a Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, 1992. Fuimos en calidad de testigos solidarias comprometidas a difundir, en nuestra medida esta realidad: que en Colombia la voluntad de paz es tan fuerte como la realidad de la guerra, que en Colombia la paz ha dejado de ser una opción, es una necesidad.
Redepaz
Las actividades de Redepaz incluyen además de la Semana por la Paz en setiembre de cada año, el Mandato de los Niños por la Paz y sus Derechos organizado con el apoyo de UNICEF en 1997 con más de 2 millones 700 mil votos infantiles, el Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad con 10 millones de votos, y la organización de la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz. Esta sociedad jaqueada y acorralada no quiere, una paz cualquiera, quiere una paz con justicia social una paz con bases sólidas para que dure y que se imponga una cultura democrática que respete los derechos humanos en todas sus dimensiones.
El Mandato Ciudadano fue para la Coordinadora Nacional de Redepaz, Ana Teresa Bernal, un gran acierto con el que se pudo transformar el sentimiento de descontento y de impotencia que invadía a la población civil en una evidencia clara y medible, la primera en muchos años, para demostrar que el pueblo colombiano está harto de guerra. Fue inmediatamente después del Mandato que tanto el ELN, como el recién electo presidente Pastrana, iniciaron sendos diálogos, con la sociedad civil, y con las FARC, respectivamente.
Sin embargo, los hombres que manejan las armas pareciera que no lo han oído, ni quieren percibir este No Más a la violencia. Por eso, para defender este consenso de llegar a una salida pacífica, este año se propuso un Pacto Civil en Defensa de la Vida y por la Paz, que comprometa a quienes lo firmen a: exigir una negociación inmediata e ininterrumpida con los actores armados, exigir el cese al fuego, la búsqueda de acuerdos humanitarios, el diálogo con justicia social y a una participación ciudadana con poder de decisión en la agenda nacional de paz. Parece pedir mucho, pero es lo mínimo para empezar. Trabajan juntos en la Mesa de Víctimas de la Violencia -y dando testimonio de la voluntad de reconciliación- organizaciones que van desde la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (ASFADDES), filial de FEDEFAM, el Movimiento de Niños y Niñas por la Paz, la Asociación de Familiares de Soldados y Policías Retenidos por la Guerrilla, la Asociación de Desplazados y Desplazadas, de Secuestrados y Secuestradas… y muchas más.«Matan guerrilleros, matan militares, matan civiles…y el país sigue igual». Quieren hacerse oír, quieren que la sociedad civil participe en la Mesa de Diálogo, la paz no se hace por decreto entre dos cúpulas, dicen. Saben que el esfuerzo será muy grande, y saben también que va a hacer falta mucha grandeza para llegar a una paz verdadera.
La guacamaya, un papagayo colombiano
La alegoría que eligió Redepaz para representar la identidad colombiana es una guacamaya especie de papagayo, un pájaro de muchos colores, que crece en libertad y que habla, porque «recuperar la palabra es una condición de respeto en la convivencia». Y es una necesidad.
Gloria Ayala de UNIFEM se refirió a la forma de particular vulnerabilidad que sufren las mujeres en los conflictos armados, con las muertes en sus familias, los desplazamientos obligados, el aumento de la pobreza, abusos de todo tipo y se comprometió a ofrecer todo el respaldo posible desde el ámbito internacional para generar redes de acompañamiento a mujeres que trabajen por la paz, a generar conciencia de los efectos de la guerra en las mujeres refiriéndose a un derecho poco mencionado, el derecho a la ternura, a la compañía, a la familia, a que se abran espacios de comunicación que no estén mediados por el terror y a una negociación digna y humana subrayando el respeto a la no intromisión en las decisiones que hombres y mujeres colombianos tomarán para decidir su historia.
Una alcaldesa singular
Con la socióloga Gloria Cuartas visitamos Barranca Bermeja, en plena zona de conflicto en el Magdalena Medio. Durante el vuelo, esta mujer pequeña, de 39 años y ojos alerta nos contó parte de su vida, que es también la de los últimos años de su país.
Trabajó en el Urabá4 en una empresa de energía en el preciso momento que las FARC proponían a la población no pagar los servicios de la compañía. Aprendió a negociar, con la guerrilla, con los campesinos, con los empresarios. Coordinó proyectos de participación ciudadana con «la convicción personal que venía de la teología de la liberación, en una línea de compromiso con la gente más vulnerable; mi trabajo era un aporte a la construcción del Reino, que para mi no está después de la muerte, sino aquí y ahora». Luego del secuestro del alcalde de Apartadó, localidad de la zona, Gloria Cuartas acepta ser candidata a la municipalidad con el mismo compromiso con la gente y al salir electa por mayoría acepta también «con mucha emoción, mucha pasión» el cargo. Supo enseguida a lo que se enfrentaba: Sra., Ud. está aquí para ocuparse de la administración, Ud. no se va a meter con esas cosas del conflicto no tiene nada que opinar sobre las masacres… el conflicto armado no es con nosotros, está afuera. La alcaldesa no está de acuerdo.
Resolvió trabajar sola. Pero sola con la gente. Logró un acuerdo para romper el silencio de muerte que existía en la región. Fue el primer paso para establecer nuevas relaciones entre los sectores sociales. La alcaldesa de prácticas escandalosas como las de hablar con la gente, o acompañar a las viudas a buscar los cadáveres de sus maridos, pudo terminar su mandato de cuatro años a pesar de las reiteradas amenazas de muerte, porque otra cosa que aprendió, pero esto hace más tiempo, es a no tener miedo. Tampoco quiso aceptar la escolta que todo gobernante tiene de 8 soldados armados. Es pacifista y no quiere ver armas a su alrededor. Dice que en ese tiempo aprendió otra cosa importante: «Aprendí a escuchar».
Gloria Cuartas pertenece a la propuesta Suma Colombia desde donde hace un pedido de solidaridad a todas las ONG de América Latina: «Hace falta que apoyen francamente el Movimiento por la Paz en Colombia, porque la sociedad civil tiene que tener expresión política – no partidaria, pero sí política- para poder negociar». Con la fuerza de las organizaciones sociales del continente, de nuestro continente, podrán acabar con la guerra. Y porque tienen muchos sueños intactos esperarán el milenio haciendo las paces.
Elena Fonseca
1 Datos de la guía del Mundo, 1999-2000
2 Pecaut aclara que este concepto no tiene nada que ver con el de la «cultura de la violencia», usado con frecuencia por otros analistas.
3 Redepaz, Red de Iniciativas por la Paz y contra la Guerra, creada en 1993.
4 Norte de Colombia