ores cuadernos aquí.
¿Qué impresión tuviste con la aprobación del Proyecto de Ley de Salud de la Mujer que incluye en uno de sus puntos la posibilidad de un aborto legal en Uruguay?
Creo que el proyecto de ley de aborto, aprobado por la Cámara en diciembre pasado, debe ser visto por la sociedad uruguaya y por la latinoamericana, como un punto de ruptura, un paso hacia adelante muy importante. Es la primera vez desde los años 80 -desde el proceso de democratización- que el movimiento de mujeres ha puesto en la agenda política el tema de los derechos de las mujeres, los derechos a la autonomía en la reproducción, al ejercicio libre de la sexualidad y especialmente el derecho al aborto. Es pues, la primera vez que en un país de la región se vota una legislación de despenalización, aunque, asombrosamente, la noticia tuvo más relevancia en otros países, donde fue tema de primera plana de los diarios, que en Uruguay.
En los 90, cuando el tema de los derechos – y más especialmente el aborto – ganó legitimidad en los debates institucionales globales, sobre todo en las Naciones Unidas, hubo sin embargo muy pocas experiencias de aprobación de leyes más liberales de descriminilización del aborto. Entre los años 60 y 80 prácticamente toda la comunidad europea -salvo Irlanda- aprobó leyes favorables a la despenalización del aborto, con algunas variables como en el caso de Portugal, que sigue teniendo una legislación con limitaciones. Pero, incluso Italia, un país católico y con el mismo Vaticano dentro de Roma, aprobó una legislación muy liberal de aborto en los años 70.
Entonces el hecho de que Uruguay lo haya aprobado en primera instancia es muy importante porque señala para la región y para el mundo, cambios sociales, cambios de pautas políticas y culturales de derechos humanos que no son nuevos, que se estaban anunciando ya en las luchas contra las dictaduras militares, en los cambios constitucionales, pero que son una prueba más consistente de las promesas hechas por los países latinoamericanos en los acuerdos internacionales de los años 90.
Y en este sentido señalo muy especialmente la conferencia de El Cairo, donde por primera vez se habló de derechos reproductivos y donde se aprobó un párrafo que afirma que las personas tienen derecho a decidir sobre el número de hijos que quieren tener y cuándo y cómo los quieren tener. Y allí se aprueba un párrafo famoso, que considera al aborto como un grave problema de salud pública. Estos términos fueron aprobados por nuestros gobiernos, son compromisos ético morales.
Las Conferencias de Beijing y del Cairo ponen claridad a los contenidos de principios generales que estaban en las otras Convenciones anteriores, como la de la CEDAW. Y hay que acordarse que en Beijing se aprobó también un párrafo que refiere al aborto como problema de salud pública.
Uruguay, al aprobar con media sanción este Proyecto, materializa esas promesas y eso es muy importante para la región y para el mundo, porque las condiciones globales y políticas de debate son condiciones muy difíciles.
Sabemos que, desde la elección de George Bush, ya no se trata de una hegemonía político económica norteamericana, sino de una tentativa de instalación de una supremacía americana sobre el mundo, que se expresa en un desprecio por las reglas multilaterales, que hace lo que quiere y no quiere negociar. Y eso se expresa por ejemplo, en la negación al protocolo de Kioto y al Tribunal Penal Internacional y también por una estrategia geopolítica norteamericana que tiene un componente moralista conservador muy claro. El gobierno actual de Estados Unidos busca recursos de petróleo con la misma fuerza que intenta destruir el sistema multilateral, y traer su agenda geopolítica global, en nombre de la seguridad, con un ataque a los derechos humanos, pero también -y sobre todo – a los derechos de las mujeres.
Por ejemplo, en política interna el gobierno de Bush propone la abstinencia como única forma de prevención del SIDA y del embarazo adolescente, hace una promoción abierta de las formas tradicionales de familia, cuando nosotros sabemos que en el mundo hubo cambios estructurales, que en el promedio tenemos en la región un 30 por ciento de familias con mujeres jefas de hogar, para no hablar de otras formas de familias que están emergiendo. Bush tiene sobre todo una agenda absolutamente contraria a la libertad de decisión de las mujeres con relación al embarazo indeseado y se rehúsa a utilizar el término “salud reproductiva” interpretándolo como aborto, igual que hace el Vaticano.
¿Cuáles son los argumentos que esgrimirías a favor de poder interrumpir un embarazo no deseado?
Hay varios, uno es que la decisión sobre un embarazo indeseado es la que permite a las mujeres decidir sobre sus vidas, no solamente sobre las condiciones de reproducción en ese momento sino sobre otros aspectos de su vida. Y está muy claro que la prohibición del aborto tiene un sesgo de desigualdad de género.
Las feministas francesas decían cuando la ley del aborto fue aprobada en Francia en los 70, que muy probablemente si los hombres se embarazaran el aborto no sería ilegal, ni castigado como lo es. Porque en nuestras tradiciones el sentido de autonomía y capacidad de decisión atribuido a los hombres por las leyes, por la cultura, es muy respetable, pero nunca se aplica a las mujeres. Y en una situación límite como es el aborto es donde se resalta más esa inequidad.
Hay también un problema de justicia social, porque en nuestras sociedades sabemos que las mujeres que tienen acceso a recursos pueden interrumpir un embarazo indeseado en condiciones buenas y las pobres, no, por lo tanto la prohibición del aborto afecta a las mujeres pobres, a las jóvenes que tienen menos recursos y menor capacidad de decisión.
Creo que esos son los aspectos fundamentales. Sin duda pueden existir cuestiones éticas sobre aborto yo estoy abierta a discutir eso si nuestra perspectiva de la ética piensa el derecho a la vida como un tema de la calidad de vida pero si pensamos la vida como la sacralidad de la vida que naturaliza las injustas relaciones sociales e impide las decisiones de los humanos, el debate es muy difícil, porque suele plantearse esta posición como una verdad única.
Por eso este es un debate también sobre democracia, porque no se puede obligar a ningún grupo humano a acatar las decisiones unilaterales de otro grupo.
A mi modo de ver, el caso de Uruguay es emblemático porque es una sociedad que tiene un gran aprecio por el estado laico, el famoso estado laico liberal del siglo XIX, que ha sido un modelo y sigue siendo una referencia en la región. En un estado laico y en una sociedad democrática y plural, no es posible que determinados sectores, ya sean grupos religiosos con posiciones morales específicas, impongan sus visiones sobre lo que es la vida, el comienzo de la vida, al conjunto de la población. La legalización del aborto, no obliga a nadie a hacerse un aborto, solamente abre una posibilidad para las mujeres que lleguen a la situación – la mayoría de las veces dramática, del embarazo indeseado- de poder tomar una decisión libre de toda coerción moral.