El Club de Tobi bajo sospecha

Este artículo fue publicado en la revista Cotidiano Mujer Nº25, en 1997. Puede encontrar todas las revistas aquí y los posteriores cuadernos aquí.

Hace algunos años hablar de cuotas políticas, entre las mujeres, era bastante incómodo. Las caras se ponían serias y siempre alguna fundamentaba que «a ella personalmente le resultaría denigrante llegar a ocupar una banca por ese mecanismo». Eran los tiempos de la reconstrucción democrática y apenas habían pasado las primeras elecciones pos-dictadura. La confianza en los compañeros del partido era ilimitada y las razones de la igualdad y de «como el Uruguay no hay «, se imponían frente a cualquier razonamiento. Tantas veces se dijo y nos dijimos que debíamos capacitarnos, que terminamos por creer que allí estaba el meollo de la cuestión. No nos habíamos socializado para el ejercicio del poder, no teníamos dominio del espacio público, no conocíamos las reglas del juego. Pero como tenemos ojos para ver, resultó que esas varas no medían por igual a los parlamentarios varones que sí llegaban a ocupar bancas por mecanismos más o menos conocidos de reparto y de cuotificación no explícita, sin preguntarse nunca si estaban capacitados para hacerlo.

Pasadas tres elecciones en democracia, con apenas un 6% de mujeres en el parlamento, las dudas se trasformaron en sospecha. El Club de Tobi es más cerrado y autodefensivo de lo que podía imaginarse. Ejerce una violencia simbólica, imperceptible y envuelta en naturalidad, lo que hace muy difícil a las mujeres políticas enfrentarla sin someterse al estereotipo de «la neurótica» «ambiciosa de poder» o » histérica».

Las tan temidas cuotas

Las cuotas se fueron imponiendo poco a poco en el pensamiento político de las mujeres como un mecanismo posible y tal vez único, recorrido por otros países democráticos con el fin de garantizar que el círculo vicioso se cortara por algún lado. Desde diferentes razonamientos se puede objetar esta medida pero no cabe duda que ataca el punto neurálgico de un problema viejo y ahora verbalizado: la disparidad entre hombres y mujeres en el espacio público.

En el número anterior de Cotidiano publicamos una entrevista realizada al experto en cuestiones electorales Oscar Botinelli. Desde su óptica la lucha por las cuotas es una batalla que no garantiza la mayor presencia de mujeres en cargos de representación. Su análisis se basa en las características del sistema electoral uruguayo, con una fragmentación importante en cada uno de los sectores, donde un mecanismo como la cuota no podría garantizar un número equis de mujeres si éstas no están ubicadas en el primer o segundo lugar.

Estas afirmaciones que seguramente son ciertas en lo que respecta a los números dejan por el camino, sin embargo, el problema central y es que existen fuertes resistencias para que las mujeres ocupen espacios de poder en los partidos políticos y en las listas que estos partidos elaboran para ser refrendadas por la ciudadanía. Estas resistencias tienen múltiples raíces culturales e institucionales, y por supuesto también actúan sobre las mujeres.

Muchos dirigentes políticos en Uruguay y de ésto no hace tanto tiempo, han argumentado que las mujeres están determinadas por su vocación maternal y afectiva y que esto se dificulta en la actividad política, más ruda y más cruel.

Hoy las mujeres políticas, han construído su propio espacio y con mayor o menor consenso tienen claro que si no pelean el espacio éste no se abrirá como por arte de magia.

Mujeres sin miedo de poder.

Con esta consigna la bancada parlamentaria de mujeres de Brasil se lanzaba a una campaña pública para incrementar el número de mujeres en los cargos de representación. Las parlamentarias debieron garantizar la viabilidad de la campaña con un proyecto de ley que aseguraba una cuota mínima del 30 % de mujeres en las listas electorales. Las resistencias fueron muchas y la constitu-cionalidad de la iniciativa fue duramente debatida. La igualdad consagrada en todas las constituciones democráticas es el principal argumento para rebatir cualquier iniciativa de acción positiva. Poner en debate las múltiples discriminaciones que violan ese principio de igualdad es como abrir la caja de Pandora y tocar todos los «males». El orden simbólico sobre el cual se asientan todas las instituciones y reglas que rigen la vida pública se tambalea de alguna manera y el PODER adquiere un carácter discutible y cuestionable.

El hecho de que las mujeres políticas en Uruguay hayan logrado ciertos consensos es un acontecimiento importante, aunque según las fuerzas, en cada lugar y en cada partido, se utilicen estrategias diferentes.

Imponer un debate público sobre las discriminaciones encubiertas del sistema político, enfrenta a las mujeres con los más honorables y democráticos señores de la política. Para algunas, las mejor «colocadas» en el esquema partidario, es un riesgo para su carrera futura, ( estos desalineamientos, no suelen ser perdonados). Para otras es una posible estrategia de llegar a ser reconocidas y visibilizadas. Unas y otras se enfrentan a difíciles encrucijadas de sobrevivencia en los esquemas partidarios.

Lo cierto es que, para otras mujeres, que no tienen un interés personal en la actividad politico partidaria, el tema de las cuotas se inserta en un cuestionamiento de los ejercicios de poder y de la construcción de democracia. Consolidar esta alianza, entre los diferentes intereses de las mujeres es el primer paso para construir una estrategia colectiva que ponga en jaque al Club de Tobi y abra espacios de negociación entre las propias mujeres. Una negociación para llegar a espacios de gobierno y para llevar a esos espacios una agenda mínima de las mujeres.

Esto no se dará por arte de magia, su construcción supone mediaciones inteligentes y también pragmáticas. Pero por ahora vale, que las preguntas a los dirigentes partidarios hayan salido de mujeres de diferentes partidos y que no sean muy diferentes de las que se plantean las feministas y las organizaciones sociales.

Lilián Celiberti

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