Este artículo fue publicado en la revista Cotidiano Mujer Nº38, en 2002. Puede encontrar todas las revistas aquí y los posteriores cuadernos aquí.
La globalización subjetivada
Yo tengo una brújula que siempre marca el Sur…le digo Norte, y ella Sur. Digo Noreste, Oeste u Occitania, Madrid, París, Ginebra o Leningrado y ella, Sur, siempre más fuerte, Sur, Sur, Sur…
Como si no supiera que yo quiero saltar por los andenes, verme quebrar los hielos de Groenlandia, dormir el año eterno de los siete soles, partirme en Dinamarca y mirar en silencio cómo pasa el cisne por Suez aunque es mentira…
Yo decía Castilla, la dominadora, y ella quería Sur, el indefenso; le pedía New York con sus museos y su cocaína y ella Sur en grapa y en azoteas grises como sueños. Le gritaba Roma, yo esperaba Roma la ciudad abierta y ella Sur, triste y cerrado solitario Sur de aquél infierno… (Mis padres me enseñaron a leer en las estrellas, y eso no es lo mismo que habernos estrellado.)
Ella dice que el sol y los pingüinos. Dice que los colores danzan una samba y que las frutas son los versos de Neruda que todos nos comemos. Yo quiero marcos lógicos y si es posible “goals” bien acotadas para aprender a ser muy efectiva pero ella quiere Sur, quiere el talento y la idea más fugaz para seguirla.
Yo tengo una brújula que siempre marca el Sur. ¿Por qué no la tiro de una vez y me compro una que funcione?