Bourdieu y la Paz de los sexos

Este artículo fue publicado en la revista Cotidiano Mujer Nº30, en 1999. Puede encontrar todas las revistas aquí y los posteriores cuadernos aquí.

Que intelectuales de todos los tiempos hayan escrito y de manera sistemáticamente misógena da para un ensayo aunque ya Cristina de Pizán se preguntaba en el Siglo XIV cuáles podrían ser las razones que llevan a tantos hombres, clérigos y laicos, a vituperar a las mujeres, criticándolas, bien de palabra, bien en escritos y tratados. Pero que hombres ilustrados de este fin de siglo entren a manejar el tema de la relación de género se cuenta con los dedos de las manos. (Sin recordar a los Poulain de la Barre, Stuart Mills y algún clarividente más de otras épocas).

Pierre Bourdieu, (1930) indiscutidamente una de las figuras grandes de la sociología contemporánea, retoma en su último libro La Dominación Masculina un tema que ya había encarado en un artículo hace casi diez años y relanza – desde su óptica masculina – el debate acerca de porqué se perpetúa la dominación de los hombres sobre las mujeres. Tuvieron que transcurrir estos años para que madurara el libro – de lectura difícil en algunos momentos, atractiva en otros – sobre el «eterno masculino».

Recibimos estos aportes en el sentido con el que creemos fueron elaborados: para entendernos mejor a medida que nos conozcamos más unas y otros, para señalar nuestras mutuas trampas culturales, nuestras complicidades, para liberarnos del peso de los estrictos roles seculares, y construir finalmente nuestras identidades, diversas y semejantes y mirarnos a la cara de igual a igual. Ni más ni menos. Aunque en escritos anteriores (Raisons pratiques, 1994) Bourdieu haya afirmado que la ruptura no puede venir de una simple toma de conciencia sino junto a una transformación de las estructuras objetivas, hoy tal vez más utópico, considera que desde la sociología se pueden develar los mecanismos del orden social, difundiendo una forma de conocimiento que contribuya a abrir nuevos espacios de libertad para dominadas/os.

Por el hecho de su rareza entonces y porque es hora de empezar a intercambiar criterios, vale bien prestar atención a estos escritos, felicitarnos que empiecen a aparecer y contemplarlos – sin el menor dejo napoleónico – desde los últimos veinte años de feminismo.

ARDE PARIS

La Dominación Masculina ha despertado desde su aparición polémicas y críticas varias, la mayoría desde filas del feminismo. Como toda obra provocadora, estimula el debate sobre cómo, cuándo y qué, hemos hecho las mujeres para cambiar este orden que nos discrimina. Arde París en momentos en los que el mismo Bourdieu y su obra son fuertemente cuestionados y en los que retoma un tema urticante: la perpetuación de la idea del dominio social del hombre, más allá del importante cambio de rol de las mujeres.

El sociólogo francés viene desafiando a medio mundo desde que en 1964 publicara Los Herederos, una de las referencias clave de Mayo del 68. Desde ese momento para él, el papel de la sociología será el de constituirse en un saber reflexivo, capaz de darle a la sociedad los medios para que intervenga en sí misma, reniega de la neutralidad científica y, parafraseando a Foucault, fragua el intelectual colectivo, suma de investigador científico y militante político. En el 93 publica La Miseria del Mundo, una investigación sobre el sufrimiento social en Francia y, a la manera de Sartre, sale a la calle y encabeza manifestaciones. En 1995 lidera la oposición al «Plan Jupée» de Seguridad Social, en 1996 publica el libro rojo Sobre Televisión condenando al «medio de los medios» con las consiguientes represalias. Se crea entonces alrededor de Bourdieu el grupo Raisons d’Agir (Razones para actuar), una editorial progresista que vende libros a precios bajos y supera rápidamente las ventas de las grandes editoriales.

En 1998, este infatigable transgresor, a quien nadie discute su seriedad científica – salvo algunos disidentes de Raisons d’Agir – emprende un análisis de la dominación masculina sin juicios de valor, sin piedad y con mucho respeto. Seguramente nunca me hubiera enfrentado a un tema tan difícil si no hubiera sido llevado a él por toda la lógica de mi investigación «, desconcertado de cómo el orden establecido, con sus relaciones de dominación, sus privilegios y sus injusticias, puede perpetuarse tan fácilmente, convirtiendo en naturales y aceptables, condiciones intolerables.

SUS FUENTES: UN INSOLITO BINOMIO

El sociólogo Bourdieu vuelve a ser el etnólogo Bourdieu para hacer un análisis de laboratorio eligiendo como una de las fuentes para su estudio una sociedad histórica particular, a la vez exótica e íntima, extranjera y familiar, la de los bereberes de Cabilia que estudia como el instrumento de un trabajo de socioanálisis del inconsciente androcéntrico capaz de operar la objetivación de las categorías de ese mismo inconsciente.

La otra fuente es Hacia el Faro de Virginia Woolf, que le permite indagar en las sutiles, casi imperceptibles dominaciones de Mr. Ramsay. Hacía falta toda la agudeza de V.W. y el infinito refinamiento de su escritura para llevar el análisis hasta los aspectos mejor escondidos de una forma de dominación que está inscrita en todo el orden social y que opera en la oscuridad de los cuerpos (…) Y tal vez hacía falta también toda la autoridad de la autora de El Cuarto Propio para conferir alguna credibilidad al llamado de las constantes escondidas de la relación de dominación.. Por un lado la dominación más evidente, por otro, la más oculta. En ambos un mismo sistema atraviesa los siglos y las diferencias económicas y sociales igualando a los paisanos de Cabilia con los grandes burgueses de Bloomsbury.

VICTIMAS Y COMPLICES

La perpetuación de las relaciones de dominación no se puede explicar para Bourdieu, sin analizar los efectos de la violencia simbólica. Esta se instala por medio de la adhesión que el/la dominado/a no puede impedir de dar al dominador, puesto que no dispone, para pensarse, o mejor, para pensar su relación, más que con conocimientos que tiene en común con el dominador, que son precisamente los que hacen aparecer la relación con él como natural. En una palabra, el poder simbólico no puede ejercerse sin la contribución de quienes lo sufren y de quienes lo construyen.

Sin saberlo, ni quererlo las/los dominadas/os incorporan la visión del mundo de los dominadores y se hacen cómplices involuntarios del orden social existente del cual son las víctimas. El funcionamiento social (división del trabajo, del espacio y del tiempo) está organizado sobre la base de una serie de «homólogos» fundados en la distinción entre lo masculino y lo femenino: alto/bajo, arriba/abajo, delante/detrás, derecha/izquierda, recto/curvo, seco/húmedo, duro/blando, fuera (lo público)/dentro (lo privado), etc. Estas oposiciones que atraviesan el conjunto del mundo social conllevan un sistema de valores implícito en el que lo masculino le gana a lo femenino… y como por arte de magia, la dominación masculina parece algo natural, dado, a-histórico, dentro «del orden de las cosas». Uno de los factores determinantes de la perpetuación de estas diferencias es, para Bourdieu, la importancia que tiene el «mercado de bienes simbólicos», en el que la mujer sigue siendo un valor de intercambio, y el capital económico y cultural se convierte en capital simbólico y social. Nos invita a no considerar la dominación masculina como un «complot» deliberado por parte de los de arriba, sino como una carga, el privilegio masculino es también una trampa que produce una tensión permanente y el cansancio de afirmar constantemente su virilidad.

«BUEN DESHISTORIZADOR SERA»

En el capítulo 3, «Permanencias y Cambio», Bourdieu hace una afirmación que es la que le ha traído más querellas: hay que reconstruir la historia del trabajo histórico de deshistorización, es decir, que una «historia de las mujeres» que haga aparecer, aunque fuera a pesar de ella, una gran parte de permanencias, debe, si quiere ser consecuente, dar un lugar – sin dudas el primero – a la historia de los agentes y de las instituciones que concurren a asegurar esas permanencias, Iglesia, Estado, Escuela, etc. Y por si quedaba alguna duda, aclara que la investigación histórica no puede limitarse a describir las transformaciones de la condición de las mujeres en el tiempo, ni siquiera la relación entre los géneros en diferentes épocas… debe dedicarse a establecer para cada período el estado del sistema de agentes y de instituciones, familia, Iglesia, Estado, Escuela, etc. Bourdieu considera que cierto discurso feminista privilegió el espacio doméstico como lugar de cambio, descuidando la transformación y el estudio de las instituciones mencionadas. Ve esas instancias institucionales como un campo de acción inmenso que se abre para las luchas feministas, llamadas así a tomar un sitio original y bien firme, en el seno de las luchas políticas contra toda forma de dominación.

MENSAJES PARA EL «VIEJO MANDARIN»

Lamentamos su ignorancia, escribe Michelle Perrot, aludida directamente por Bourdieu , que se refiere – negándole categoría de tal – a la Historia de las Mujeres dirigida por la propia Perrot junto Georges Duby . Afirma la historiadora que Pierre Bourdieu hace su ingreso al tema del género, al que el Collège de France, con Georges Duby, Michel Foucault, Paul Veyne y Françoise Héritier, ya venía haciendo un aporte valioso. Motivo para alegrarse, sobre todo las mujeres, que no reivindican ningún «monopolio» en este sentido, contrariamente a lo que insinúa el autor quien, si bien le acredita un «inmenso trabajo crítico» al movimiento feminista en general, desconfía de las feministas en particular.

Perrot afirma que puede adherir plenamente a las posturas de Bourdieu cuando habla de las relaciones de los sexos (ya se trate de relaciones entre hombres y mujeres o de la heterosexualidad/homosexualidad), y también hacerlo con la investigación que éste realiza de los fundamentos simbólicos en los que arraiga la dominación, considerada como algo natural y universal, pero eso no le impide hacerle un cierto número de objeciones, como lamentar la poca consideración al trabajo efectuado por las mujeres desde hace más de veinte años en áreas diversas, inclusive – y en abundancia – en la de las instituciones (escuela, Estado) que Bourdieu propone explorar. Seguramente muchas mujeres estarán dispuestas a compartir su punto de vista, aunque no perderán la oportunidad de señalar que este tipo de trabajos ya se llevó a cabo.

Finalmente, Michelle Perrot alude a Judith Butler, la filósofa norteamericana que acaba de consagrar un capítulo de su último libro a una reapropiación crítica de los análisis bourdieusianos sobre el lenguaje considerando que hubiera sido bien interesante que el autor de La Dominación Masculina entablara un diálogo con las teóricas del feminismo.

Me decepciona dice por su parte, la francesa Janine Mossuz-Lavau después de leer la última obra del «sociólogo más conocido de Francia». Considera una generalización demasiado apresurada darle a los aspectos de la dominación masculina entre los cabiles un alcance universal. Afirma que sus argumentaciones sobre el paralelo de la sumisión de la mujer cabila y de las actuales europeas y norteamericanas, así como lo que dice sobre la utilización de sus respectivos cuerpos no alcanza para demostrar que nada ha cambiado como que las francesas de hoy no disponen de sus cuerpos más que las mujeres cabilas. Manifiesta su asombro cuando Bourdieu considera que emprende un camino original de investigación al recomendar hacerlo sobre los agentes arriba mencionados, sin tener en cuenta las investigaciones que se vienen haciendo en los «women studies», ni lo que muchos hombres y mujeres escribieron antes que él.

Es una provocación, afirma la italiana Rosamaría Messén Fajardo. La tesis de Bourdieu es bienvenida siempre y cuando sirva para animar el debate feminista y las conciencias de las mujeres. Es una provocación a todo el movimiento feminista, especialmente al movimiento europeo. De todas maneras considera que el trabajo puede servir para estimular el debate sobre los logros y fracasos obtenidos por las mujeres. No se puede esperar a desarrollar un solo frente de trabajo, sean bienvenidos todos porque las mujeres estamos cansadas de esperar.

Bourdieu va más lejos para la socióloga argentina Beatriz Sarlo, porque entre otras cosas, es alguien que desborda el mundo académico para instalarse en el espacio mediático, no habla sólo de sus investigaciones sino, muy francamente, de política. Afirma que esto le trae obviamente reproches y críticas, pero que sus intervenciones políticas no deberían ser diagnosticadas como luchas por un lugar de primacía, sino que deben ser juzgadas en sí mismas y en el contexto de los temas que Bourdieu se propone analizar, la injusticia social y económica, la moderación conservadora y temerosa de los partidos políticos que se inscriben en el espacio progresista, la crisis cultural, etc. Ya el propio Bourdieu se anticipaba a estas acusaciones en un reportaje de 1991: Me gustaría que los intelectuales estuvieran siempre a la altura de la inmensa responsabilidad histórica que les incumbe y que siempre hubieran comprometido en sus actos no sólo la autoridad moral, sino también la competencia intelectual.

Para Sarlo, Bourdieu – al identificar la dominación masculina – está abriendo un nuevo frente polémico, aunque, considera que también podría ser una nueva versión de su determinismo sociológico, cuando por ejemplo, afirma que difícilmente puedan cambiarse las estructuras del conocimiento que producen las costumbres impuestas por las sociedades. A pesar de estas afirmaciones, Sarlo no puede menos que apostar al sociólogo apasionado y termina su artículo diciendo, el viejo mandarín, que no quiere serlo, tiene sus razones.

El siglo XX vió aparecer a las mujeres como sujeto social y convertir la discriminación de cada mujer en un asunto de relaciones de poder entre los géneros. Sin lugar a dudas, esto fue obra de nosotras las mujeres de este siglo. En el siglo XXI, somos dos, hombres y mujeres, quienes desafiaremos la apariencia de inmutabilidad del «orden de las cosas» y a quienes nos toca construir juntos la paz de los sexos.

Elena Fonseca

ENCUENTRO CON EL DIABLO

Bourdieu por Bourdieu

¿En qué medida los campesinos cabiles reflejan nuestras sociedades?

En apariencia, la sociedad cabila está muy alejada de nosotros. Pero el problema de la relación entre los sexos es a tal punto íntimo que no se lo puede analizar únicamente reflexionando sobre nosotros mismos. La manera de pensar de los cabiles está presente en nuestras sociedades. En el espacio doméstico de nuestras sociedades, por ejemplo, los hombres se ven solicitados para tomar las grandes decisiones. Sin embargo, tales decisiones están preparadas por las mujeres. Cuando se compra una casa, las mujeres hacen las preguntas, averiguan el precio, el hombre decide luego. La masculinidad funciona con las propiedades de una nobleza. Lo que yo quise hacer es mostrar cuán profundas son las raíces de la oposición masculino/femenino. Esa oposición está ligada a todos los contrarios sobre los cuales reposa nuestra ética: alto/bajo/derecho/torcido. Y también a nuestra estética: caliente/frío, liviano/duro.

Usted afirma, repetidas veces, que hay una complicidad en la elaboración de esa dominación hombre-mujer: en uno de los capítulos de su libro, usted toma el ejemplo del trabajo, donde, dice, las mujeres se pliegan al modelo masculino.

Las mujeres que acceden a los puestos importantes pasan por un proceso de hiperselección. Cuando se es mujer, hacen falta más cualidades profesionales que las de un hombre para llegar a esos los puestos importantes. Por eso cuando llegan a esos puestos las mujeres están, por lo general, más calificadas que los hombres: porque se exige más de ellas. Si se observa bien, los oficios para las mujeres responden a la idea que se tiene de lo femenino. De alguna manera, se los considera como oficios menores, menos serios, porque los oficios de verdad son oficios para hombres. Desde luego, hay cierto feminismo que acumuló sus críticas en torno del espacio doméstico, como si bastara con que el marido lavase los platos para eliminar la dominación masculina. Hoy, la mayoría de las conquistas femeninas en el espacio doméstico se pagan con sacrificios en el espacio público, en la profesión, en el trabajo. Si no se analiza la articulación entre los dos espacios, estamos condenados a reivindicaciones parciales, que si bien pueden acarrear medidas aparentemente revolucionarias son, en realidad, conservadoras.

Usted concluye La dominación masculina con una suerte de utopía: el amor puro. Es, escribe, una suerte de isla donde se pueden anular las relaciones de dominación. ¿Qué es exactamente ese amor puro?.

El amor puro es el amor loco. Puro quiere decir independiente del mercado, de los intereses. El amor social ;conveniente; es un amor subordinado a los imperativos de la reproducción, no sólo biológica, sino también social. El amor puro es el amor por el arte del amor.

Usted opone el amor puro al amor normal. ¿Cuál es su distinción en esa estética de la dominación?

El amor normal es el amor socialmente sancionado. El amor puro se define contra el amor burgués, cuyo objetivo es la carrera, y contra el amor venal, que tiende al dinero. Ambos son amores mercenarios. El amor puro es una transgresión social porque está en ruptura contra el orden social, que exige garantías.

En el primer capítulo del libro, Una imagen agrandada, el autor define su estrategia, transformar un ejercicio de reflexión trascendental en una experiencia de laboratorio, pasando por la construcción social de los cuerpos, la incorporación de la dominación, de la violencia simbólica, de la virilidad y la violencia. Y desarrolla la teoría de lo que da en llamarse coraje masculino, a menudo una forma de cobardía y la virilidad, un miedo a lo femenino. El segundo capítulo se titula, La Anamnesis de las constantes escondidas, Bourdieu se refiere a la masculinidad como una especie de nobleza, partiendo para esta categorización de la asimetría en la evaluación de las actividades de ambos sexos; al ser femenino como un ser-visto y a la visión femenina de la masculina, ilustrada en «la lucidez inquieta e indulgente» que Virginia Woolf presta al personaje de Mrs. Ramsey. En Permanencias y Cambio, tercer y último capítulo, Bourdieu encara el trabajo histórico de deshistorización, los factores del cambio, la economía de los bienes simbólicos, las estrategias de reproducción y la fuerza de la estructura en donde reitera la homologación entre las estructuras femeninas y masculinas, que en su permanencia, hacen imposible a las mujeres recuperar su «handicap». El libro se termina con un Pos Scriptum sobre la dominación y el amor y con una Conclusión sobre las posibles reacciones frente a la divulgación de su análisis científico sobre la dominación. Finaliza el libro con un Anexo: «Algunas cuestiones sobre el movimiento gay y lesbiano» que es un alegato contra la homofobia y contra toda discriminación, aunque aquí también encuentra respuestas por parte de integrantes de ambos movimientos que consideran que no necesitan los consejos del sociólogo, como por ejemplo el que deben ponerse al servicio del movimiento social en su conjunto y ser la vanguardia de los movimientos subversivos, ya que sus integrantes están dotados de un fuerte capital cultural. Nadie es profeta.

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