Compartimos artículo escrito por Lucy Garrido, coordinadora de Cotidiano Mujer, en el marco del 8 de marzo. Originalmente publicado aquí.
Estamos en medio de un gran cambio cultural. Esto es lo nuevo que tiene esta época. ¿Se acuerdan cuando hasta hace poco había gente que en los 8 de marzo preguntaba “¿Y por qué los hombres no tienen un día?”. ¿Quién se lo pregunta ahora? Algún despistado… o algún fundamentalista nostálgico de los tiempos en que las mujeres éramos apenas reproductoras, prescindibles, secundarias.
Pero lo cierto es que las ideas feministas permearon la sociedad uruguaya y ahora hay que ser muy atrevido para no ver el aporte que han hecho a la democracia las organizaciones de mujeres de nuestro país. Hicimos visible lo que nadie quería ver: llevamos al debate público la violencia doméstica y de género, esa violencia que parecía tan “natural”; demandamos equidad en todas partes y ahora de la universidad egresan más mujeres que hombres; reclamamos que si éramos “iguales ante la Ley”, debíamos tener derecho a cobrar el mismo salario por realizar las mismas tareas y a poder acceder a los puestos de trabajo a los que accedieran los varones; ahora nadie puede decir que no conoce los derechos de las trabajadoras domésticas ni puede negar la discriminación contra las mujeres negras; y entre muchas cosas más, logramos que se reconozca el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo.
Para algunas mujeres sigue siendo fácil decir “yo no soy feminista”, pero por suerte todas pueden beneficiarse de los derechos por los que tantas mujeres han luchado: poder votar, poder ser candidatas, poder dirigir el sindicato, poder tener la casa y la tierra a su nombre, poder conducir, poder elegir con quién casarse y de quién divorciarse, etc.
Poder. Porque siempre el poder estuvo en manos de los hombres. Y ahora empieza a repartirse. Y eso es no solo justo sino bueno, para todas y todos.
Estamos en medio de un gran cambio cultural y ese cambio se ve en las calles todos los 8 de marzo, cuando tantas personas del sexo y el género que sea, marchan juntas. Cambio que no va a parar por más violentos, fundamentalistas y antiderechos que pretendan detenerlo.