Foro Social Mundial de Túnez
por Lilián Celiberti
La semana pasada concluyó en Túnez una nueva edición del Foro Social Mundial, esa cita anual “altermundialista” que comenzara en Porto Alegre unos 12 años atrás. Hubo entre 20 mil y 30 mil participantes en representación de alrededor de 4.600 asociaciones de más de 120 países. La de Túnez fue la primera que se hacía con participación de movimientos islamistas, y esa característica le dio un tono “distinto” que exacerbó contradicciones ya existentes hace largo rato en un encuentro que está en búsqueda de nuevo destino.
La llamada “primavera árabe” se convirtió en el texto y el pre-texto de la última edición del Foro Social Mundial, realizado en Túnez entre el 26 y el 30 de marzo. Un pre-texto que se comenzó a escribir hace dos años cuando la indignación por la inmolación de Mohamed Bouazizi ganó las calles para clamar por la dignidad, desatando una rebelión ciudadana extendida después por todo el Magreb. La designación de “primavera” es sin embargo cuestionada por muchos tunecinos que prefieren denominar su revuelta como una “revolución por la dignidad”. De hecho la convocatoria del fsm tuvo como lema la dignidad, y como otros foros ha traído el rostro, las preocupaciones y contradicciones de la zona del mundo donde se realiza.
A 12 años de su cita inicial en Porto Alegre y a pesar del debate siempre abierto sobre su vigencia, el FSM sigue siendo un espacio convocante para pensar algunos de los desafíos más urgentes de la humanidad. Lo más interesante de este foro en particular ha sido precisamente la posibilidad de interactuar durante cinco días con rostros y lenguas que han estado escasamente representados en ediciones anteriores. Los problemas, debates y contradicciones del Magreb ocuparon de alguna forma el centro simbólico de la universidad El Manar, de Túnez. El desafío que representa siempre la diversidad cuando se trata de compartir el mismo espacio.
Las calles interiores del campus universitario fueron muchas veces escenario de luchas y confrontaciones, de las cuales los latinos apenas podíamos captar la crispación de los cantos o los rostros, debido a que las consignas se expresaban en árabe. Los activistas marroquíes constituyeron uno de los grupos más numerosos, junto a los palestinos. En sus discursos se mezclan las reivindicaciones democráticas con la intencionalidad de desacreditar la causa saharaui. Tanto en la marcha inicial como en las diversas actividades del foro la tensión entre ambos fue evidente. “Basta ya de la propaganda y las mentiras al mundo del Frente Polisario”, era el eslogan que recibía en una de las tiendas instaladas por los marroquíes. Para los defensores de la causa saharaui, la edición tunecina constituyó un reto. Este tipo de dinámicas ya se vivieron en el Foro de Dakar, en Senegal, donde en una asamblea de mujeres irrumpió una marcha marroquí para impedir que se colocara en la declaración el llamado a la solidaridad con las mujeres saharauis.
A estos enfrentamientos en Túnez se le sumó el contexto de la guerra en Siria, que crea un clima de alta tensión entre opositores y partidarios del presidente Bashar al Assad. Otro punto de conflicto fue el expresado entre libios partidarios de Muammar Gaddafi y los del nuevo régimen. Para muchos y muchas participantes estos conflictos generaron niveles de confrontación inaceptables y dejaron al descubierto las contradicciones de la galaxia altermundialista a la hora de expresar una nueva cultura política basada en la diversidad y la pluralidad.
Parecería que el principal reto sigue siendo cómo abordar la diferencia y la resolución de los conflictos, haciendo del diálogo una herramienta clave de la política. Las disputas entre islamistas y laicos tanto en Túnez como en Egipto no podían menos que expresarse también en el foro. En una de las asambleas finales, precisamente en la dedicada al futuro del foro, un militante de los Hermanos Musulmanes reivindicó su derecho a participar del foro y llamó a “no dejarse influenciar por prejuicios”.
Para las feministas no podía pasar desapercibida la presencia de jóvenes universitarias reivindicando el uso del velo islámico. Ellas llevan más de cinco meses protestando por la prohibición de las autoridades universitarias de concurrir a clase con el rostro velado. Sus carteles pretendían responder a la crítica laica expresando que “no se trata de una prohibición sino de una elección”. Las manifestaciones realizadas por las estudiantes dentro del campus eran acompañadas sin embargo por más hombres que mujeres. “Los asistentes al foro son partidarios de la libertad, por lo que pedimos su apoyo”, expresaban en los diálogos las jóvenes, y solicitaban las firmas de las y los participantes. La integración de estos grupos en un clima de defensa de los derechos de las mujeres constituye uno de los retos del foro que simbólicamente tuvo como apertura una multitudinaria asamblea de mujeres.
Publicado en Brecha en 5 de abril de 2013