Este artículo fue publicado en la revista Cotidiano Mujer Nº42, en 2004. Puede encontrar todas las revistas aquí y los posteriores cuadernos aquí.
Debate Feminista, la revista mexicana que cumplió 25 años, fué analizada en el encuentro «Enfoques Feministas y el Siglo XXI». Salvador, Brasil, 2005.
Debate feminista salió a la luz por primera vez en marzo de 1990. Desde un principio se planteó como una revista semestral de unas 400 páginas, periodicidad y tamaño que permitiría publicar textos extensos y densos, escritos originalmente en español o traducidos, así como buscar colaboraciones que permitieran, si no hacer números totalmente monográficos, por lo menos dedicar secciones amplias a profundizar en un solo tema.
En el editorial de ese primer número dedicado al amor y a la democracia, Marta Lamas explicita con claridad el lugar en el que se ubica la revista, que nace, dice, de la necesidad compartida entre varias feministas de disponer de un medio de reflexión y debate, un puente entre el trabajo académico y el político, que contribuya a movilizar la investigación y la teoría feministas, dentro y fuera de las instituciones académicas, y ayude a superar la esterilidad de los estudios aislados del debate político. No compartimos la concepción de “mujerólogas” (especialistas en el tema de la mujer, desvinculadas del movimiento feminista) y tampoco aprobamos el antiintelectualismo de que tiñe algunas posiciones en el movimiento.
Se planteaba asimismo, en este primer número, un diálogo con el movimiento feminista y con otros movimientos sociales. Es difícil saber si este diálogo existe o hasta qué grado existe, pues no contamos con retroalimentación concreta. A juzgar, sin embargo, por el interés que demuestran por la revista las feministas activistas en toda América Latina, suponemos que el material les es útil y también atractivo. Damos por hecho, por supuesto, que a las académicas la revista les interesa y les es útil.
¿Cómo es debate ? La teoría y la práctica
En una discusión sobre el concepto de género, que originalmente se publicó en la revista Signs y que debate reprodujo en su número 20, Joan Scott afirma que es un error creer que “erradicando la contradicción, la complejidad, la ambigüedad y hasta el desacuerdo del interior del movimiento feminista, se terminará también con la desigualdad, la jerarquía y la discriminación en el mundo” (1999: 65-66).
Scott concluye su alegato sobre las discusiones en torno al género, afirmando que “si el feminismo quiere mantener su fuerza crítica, si quiere desafiar y alterar el funcionamiento de jerarquías poderosas diseñadas para mantener a las mujeres “en su lugar”, entonces se debe permitir contemplar sus paradojas y las ambigüedades de su existencia” (69). Aquí por “contemplar” entiendo darse cuenta, aceptar las paradojas y ambigüedades, pero paradas en un piso común, el de los objetivos finales del feminismo que, desafortunadamente, siguen siendo básicamente los mismos desde hace varias décadas. (derechos sexuales y reproductivos, violencia, igualdad en la casa, el trabajo, las instancias políticas).
Mary Dietz por su parte, en un repaso de los temas que ha tocado la teoría feminista durante los últimos veinte años (publicado en el último número) dice que lo que conocemos como “’teoría feminista» es un campo de investigación que tiene muchas facetas, controvertido en su discurso y que no promete resolverse en ningún tipo de consenso programático ni converger en ningún tipo de terreno conceptual compartido”, esto habla, sigue ella, del dinamismo y la vitalidad que caracterizan hoy en día al feminismo (núm. 32: 181).
Por su parte, Carlos Monsiváis, con su característico sentido del humor, habla en una entrevista de una de las ideas equivocadas del feminismo y cómo pensar que mientras más nos dividimos más nos acercamos a la pureza. Esa no es la idea que propongo aquí.
Los comentarios de estas teóricas/os vienen a cuento porque ilustran la “filosofía” que guía el quehacer de debate feminista.
Yo diría que una de las líneas editoriales que caracteriza a la revista desde su primer número se refiere a la voluntad de ofrecer en sus páginas textos que traten un mismo tema desde diferentes ángulos o varios aspectos relativos a un tema desde varias perspectivas: “una cantidad de discursos que mediante el choque, la disparidad o el ensamble consiguen moldear un producto editorial” (núm. 3, 1991). Este es el afán de la revista, a veces se logra con mayor éxito que otras, a veces los temas se retoman a lo largo de los números, sucesivos o no, y a veces se arman números no tan monográficos como otros.
Debate toma en cuenta estas ambigüedades y paradojas, esta falta de homogeneidad teórica de las que hablan Dietz y Scott y además las confronta con las ambigüedades y paradojas-tensiones que existen en la realidad. Hace esto de diferentes maneras:
1) organizando mesas redondas y publicando sus resultados, así se han publicado discusiones sobre las artes plásticas y el feminismo, sobre el feminismo entre las mujeres jóvenes, sobre la elección de no tener hijos, sobre la conciliación posible entre trabajo y familia, entre otras.
2) mediante entrevistas, por ejemplo, sobre las cuotas se publicaron en 1991 los testimonios de tres mujeres militantes del PRD, el primer partido en establecer la obligatoriedad de las cuotas para mujeres, y más adelante en 1993 los comentarios de integrantes de la revista y dos académicos.
3) la inclusión de crónicas sobre procesos sociales llevados a cabo por movimientos sociales como las crónicas sobre los matrimonios gay en Buenos Aires y las sociedades de convivencia en México, publicados en el último número. O la crónica sobre el proceso de salvamento de Rosa, la niña nicaragüense que, violada en Costa Rica, finalmente pudo interrumpir su embarazo en Nicaragua, gracias a un grupo de organizaciones feministas.
4) artículos que analizan procesos o experiencias: por ejemplo la eficacia de la ley en contra de la violencia en Argentina o la aplicación de los procedimientos para el aborto legal por violación en la ciudad de México.
5) la reproducción de documentos: entre otros hemos retomado en la revista los discursos de las organizaciones feministas latinoamericanas y del Caribe presentados en Beijing+5 y en la Conferencia sobre la Mujer de la CEPAL, en México 2004. El discurso de la comandante Esther en el Congreso de la Ciudad de México o el Documento pastoral sobre el aborto (es decir en contra del derecho a decidir) del obispo de Chiapas Samuel Ruiz (1994).
Estos textos que describen e ilustran lo que se produce en distintos ámbitos de la sociedad, las experiencias de mujeres también de diferentes ámbitos, son muestra, decía, de esas contradicciones y paradojas y tensiones y son, me parece, una manera de equilibrar las lecturas propuestas, es decir, la teoría y la práctica.
En cuanto a los textos teóricos, responden perfectamente a la definición que Jonathan Culler propone sobre el tema. Para Culler “la teoría es casi siempre una crítica aguda a las ideas de sentido común y además un intento para demostrar que lo que damos por sentado como «sentido común» es de hecho una construcción histórica, una teoría particular que ha llegado a ser tan natural que ya ni siquiera la vemos como una teoría” (J. Culler, Literary Theory. A very short introduction, Oxford University Press, Nueva York, 2000).
De esta manera se contraponen y se complementan la teoría y la práctica, una iluminando a la otra. Las lectoras y lectores serán las encargadas de hacer las síntesis pertinentes²