Durante muchos años, yo, como tantos miles de uruguayos y uruguayas, dudaba si finalmente sería posible o no que tuviéramos en el país un gobierno progresista. Esto es, un gobierno para el cambio. Un gobierno que basado en el sistema democrático, haría de la justicia social, la equidad y los derechos humanos el motor que ampliara la libertad y la igualdad de oportunidades “democratizando la democracia”.
Y fue posible. Tenemos un gobierno que ha avanzado en derechos humanos, que apuesta en serio a sacar a miles de familias de la pobreza y la marginalidad, que está reformando el sistema de salud, aumentando el presupuesto de la educación e intentando redistribuir los ingresos con mayor equidad. Nos lo merecíamos.
Después de décadas de lucha, de tantos muertos, desaparecidos, presos, exiliados. Después de tantos ciudadanos A, B o C, tantos destituídos, despedidos, censurados. Después de tanta marchita militar y tantas huelgas, paros, asambleas, congresos, manifestaciones. Después de tanto comité de base y discutir programas y candidatos, después de tantas campañas en las que perdimos, perdimos y perdimos, tenemos, finalmente, un gobierno progresista.
Nos lo merecemos. Lo hicieron posible miles y miles de uruguayos y uruguayas. Nuestro fue el sueño y la lucha. Es nuestro el gobierno.
¿No merecemos nada más? La “democratización de la democracia”, ¿no implicaba también la ampliación de las libertades? ¿No implica cumplir cabalmente con los principios de igualdad y no discriminación? ¿No implica obediencia a las mayorías y respeto a las minorías?
La canción que sonaba en cada acto del Frente Amplio decía “Cambia, todo cambia…” y ha habido cambios. Pero desilusiona y averguenza saber que como siempre, al igual que en los gobiernos de derecha, haya cosas tan difíciles de cambiar: no cambia el conservadurismo de gran parte de la clase política, no cambian las “malas mañas” de algunos para negociar a escondidas de la gente, no cambia la mezquindad de los calculistas (errados) de votos. No cambia el ninguneo a la libertad, la igualdad y la no discriminación hacia las mujeres.
Después de 23 años de democracia en los que fueron presentados varios proyectos de ley que despenalizaban el aborto, ¿será que las uruguayas nos merecemos seguir escuchando que nuestro derecho a la salud, a la igualdad, a la libertad de decidir “no son un tema prioritario”? ¿tampoco para los legisladores de la izquierda que votamos? ¿el gobierno progresista por el que tanto luchamos y del que también somos dueñas y responsables, va a actuar igual que los anteriores?
Veto presidencial
Cuando el Presidente, como si fuera un rey (Frugoni decía que el veto era un resabio monárquico), amenaza con vetar una ley antes que se discuta y algunos Diputados dudan si obedecer el mandato constitucional de legislar o acatar disciplinadamente la coacción, estamos “democratizando la democracia”?
Según las iglesias, somos taradas
En los 70 años que van desde 1938 (cuando se penalizó el aborto para que el gobierno de entonces contara con los votos de la Unión Cívica en el presupuesto nacional) hasta hoy y si tomamos un promedio de 33.000 abortos anuales, el resultado es que 2.310.000 uruguayas son consideradas criminales por la ley.
Ahora, gracias a la carta de los jefes de algunas iglesias (porque sus feligreses piensan muy distinto a ellos) que apoyan el veto presidencial, sabemos que además de criminales esas 2.310.000 uruguayas somos medio taradas porque carecemos “de la condición fundamental del libre albedrío” por estar sometidas a “fuertes presiones sicológicas, económicas, sociales, familiares y culturales”. ¿Quiénes son estos señores varones, la mayoría célibes (?), la mayoría sin hijos (?), y presionados absolutamente por dogmas milenarios, para hablar del libre albedrío de nadie? ¿Creen estos señores que las mujeres necesitamos del tutelaje presidencial y eclesiástico porque no somos capaces de resolver conflictos éticos?
¿Se puede ofender así la inteligencia de generaciones de uruguayos y uruguayas nacidos en un país laico?
Estoy en contra de cualquier amenaza y en contra de cualquier veto.
Para que toda la ciudadanía pueda expresarse, el proyecto de ley de defensa de la salud sexual y reproductiva debe ser votado. De esa manera, quienes estén en su contra deberán juntar las firmas necesarias para convocar a un referéndum. Respeto la opinión personal del Presidente y doy por descontado que su firma será la primera en convocarlo. Mientras tanto, quiero creer que él respetará a la ciudadanía y a los legisladores.
Esa es la democracia que merecemos.
Escrito por Lucy Garrido