El Alca: Una oportunidad para discutir la integración americana que queremos

Este artículo fue publicado en la revista Cotidiano Mujer Nº38, en 2002. Puede encontrar todas las revistas aquí y los posteriores cuadernos aquí.

Norma Sanchís2

La propuesta de acuerdo liderada por Estados Unidos que está siendo negociada con los otros 33 países americanos (excluyendo Cuba), constituiría la zona de libre comercio más grande del mundo. El descontento con la propuesta de este Acuerdo está muy extendido entre las organizaciones de la sociedad civil de América Latina.

Las críticas, proclamadas por varias organizaciones de la sociedad civil que exigen un control sobre los impactos sociales y ambientales de las decisiones comerciales, se expresan cada vez con mayor firmeza en las reuniones paralelas a los eventos oficiales del ALCA, como fueron las cumbres presidenciales de Santiago de Chile (1998) y Quebec (2001) o las reuniones de ministros de Buenos Aires (2001) y Quito (2002). El problema central está. Pese a que los resultados de la apertura durante los noventa muestran un patrón común para muchos de los países de la región con saldos comerciales desfavorables, algunos gobiernos y una parte importante del sector privado mantienen expectativas acerca de que la liberalización comercial traerá aparejado necesariamente un aumento de las exportaciones y del flujo de inversiones.

Este punto de vista se basa en la teoría de que el libre comercio propicia la especialización de la producción entre los países, de acuerdo con las ventajas comparativas de cada uno, permitiendo una mejor asignación de recursos en la economía mundial y un crecimiento en todos los países que entran en el sistema.

Si bien se acepta que la liberalización comercial genera «ganadores» y «perdedores» dentro de los países, se da por supuesto un “efecto derrame” del crecimiento que tenderá a compensar a los perdedores.

Sin embargo, desde muchas perspectivas se cuestiona el papel que se asigna al comercio internacional en tanto vehículo de crecimiento como un fin en sí mismo . La evidencia muestra que para América Latina, después del primer quinquenio de los noventa, el crecimiento se desaceleró y hacia fines de la década se inicia un período de recesión y crisis de muchas de las economías de la región. No hubo crecimiento sostenido y mucho menos, se promovió el desarrollo.

El gran señuelo para los países del Sur es la esperanza de acceder a los poderosos mercados norteamericanos. Pero para ello, no se trata de negociar una baja de aranceles. Por el contrario, las principales barreras a atravesar son más intangibles (como condicionalidades fitosanitarias, o denuncias de «dumping»), y muchas veces impuestas de manera unilateral y arbitraria.

Los impactos sobre las mujeres

A pesar del crecimiento de la participación de las mujeres en el mercado de trabajo y en los niveles de educación formal durante los 90, su situación continúa siendo desventajosa en términos de niveles de desempleo, subempleo, diferenciaciones salariales, segregación por ramas de actividad y niveles de participación en posiciones jerárquicas de toma de decisiones, tanto en el sector público como en el privado.

Además de esta inserción desventajosa, las mujeres realizan mayoritariamente una amplia gama de trabajo socialmente necesario no remunerado, ligado con la reproducción biológica y social, con las tareas de cuidado de niños, ancianos y enfermos, sustituyendo los roles ausentes del Estado y otras instituciones.

En este sentido, las políticas que promueven la reducción de las responsabilidades del Estado, la desregulación y el traspaso de la prestación de servicios básicos a la esfera del libre juego del mercado para aquellos sectores que puedan pagarlos, perjudica directamente a las mujeres y en especial a las mujeres pobres, que se ven recargadas en el trabajo que desempeñan.

Inversamente, el trabajo no remunerado de las mujeres permite diseñar e implementar políticas de achicamiento del Estado y medidas de liberalización y desregulación: en otras palabras, las construcciones de género condicionan o viabilizan las definiciones de políticas económicas.

Sin embargo, las mujeres hemos estado notoriamente ausentes de los niveles de decisiones económicas e inclusive tenemos déficits de participación en los debates que están dando otros movimientos sociales.

¿Qué tipo de integración queremos?

Parece bastante claro en el actual escenario mundial que no sea viable volver a cerrar fronteras, retornar a esquemas sustitutivos de importaciones, ni resignar los ricos niveles de intercambio de múltiples dimensiones que propicia la globalidad.

Pero es necesario replantear la forma que nuestros países van a insertarse en esa globalidad, proponiendo alternativas viables que tengan como meta el desarrollo humano sustentable y pongan en el centro de la agenda la equidad5 .

¿Cuáles son las características de la integración económica que permita a América Latina avanzar en el camino de desarrollo?

Ante todo, un proyecto continental requiere de gobiernos fortalecidos y actores sociales dinámicos que converjan en una clara identificación de intereses propios a nivel nacional y sub-regional y en el diseño de proyectos nacionales que prioricen el desarrollo, la justicia distributiva y la equidad.

Pero también se requiere abrir el debate sobre la viabilidad de la integración y la negociación bilateral con economías tan asimétricas como las de los grandes países desarrollados del Norte.

Es necesario impulsar el fortalecimiento de las articulaciones entre los países que constituyen bloques sub-regionales latinoamericanos y caribeños para aumentar su capacidad de negociación y potenciar sus contenidos sociales y culturales más allá de los puramente económicos y comerciales.

El carácter poco transparente y asimétrico de las negociaciones del ALCA caracteriza el proceso de negociaciones que mantiene un ritmo sostenido y no admite pausas. Para el conjunto de la sociedad civil, incluyendo al movimiento de mujeres y feminista, el ALCA implica amenazas, pero también abre oportunidades y estimula el desafío de debatir y poner en cuestión el proyecto de desarrollo y el tipo de integración económica que queremos.

1 Acuerdo de Libre Comercio de las Américas.

2 Red Internacional de Género y Comercio, Argentina.

3 Cepal, Transformación Productiva con Equidad, 1991.

4 Cepal, (2001) Panorama Social.

5 Alma Espino y Paola Azar (2002)“Comercio Internacional y Equidad de Género. La integración americana hacia el Siglo XXI: ¿Asociación de Libre Comercio?”, Unifem, Red Internacional de Género y Comercio.

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