Este artículo fue publicado en la revista Cotidiano Mujer Nº38, en 2002. Puede encontrar todas las revistas aquí y los posteriores cuadernos aquí.
En todo el mundo distintos procesos de globalización están creando nuevos espacios de exclusión e inclusión de diferentes sectores de la sociedad. Uno de los procesos más sobresalientes de la globalización es la integración regional que intenta unir grupos de países bajo ciertas políticas económicas comunes. El ejemplo prodigio es la Unión Europea, que con un proceso de más de 50 años, llegó a cumplir una unión monetaria este año. Otros esquemas de integración más jóvenes y menos desarrollados se encuentran también en Asia – ASEAN, -en Norteamérica- NAFTA y en Sudamérica- MERCOSUR. En la última década, la importancia de la integración ha ido creciendo en Latinoamérica con la formación del MERCOSUR que compone Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay y con los recientes debates y la aprobación del fastrack del ALCA.
El Enigma de la Integración en Latinoamérica
Los economistas teorizan la integración como una evolución que empieza con la unión aduanera, (en la que se encuentra el MERCOSUR), en segundo lugar la unión comercial, luego la unión económica y al final la unión monetaria que es la etapa de integración más avanzada en este momento. Cada etapa de esta evolución implica más interde-pendencia entre estados-naciones que, poco a poco, forman una economía regional. Pero la integración no es sólo alianza económica y apertura de mercados. Dentro de esta evolución económica, ocurren pro-cesos políticos y sociales con una importancia frecuen-temente olvidada por los economistas que crean y teorizan la integración. Con cada etapa van aumentando los inter-cambios sociales, políticos y culturales entre los países miembro. Así, la estructura de la soberanía cambia con la evolución de la integración. Los espacios nacionales tradicionalmente dedica-dos a las acciones gubernamentales, sociales y empresariales empiezan a subir simbólicamente a un nuevo espacio supra-nacional donde aparecen nuevas y distintas inter-acciones entre ciuda-danos. Hoy se encuentra un quiebre en el espacio supranacional en Latino-américa. Es así que, con la crisis regional del Cono Sur, la recesión mundial y una actitud indecisa general hacia el MERCOSUR, el proceso de integración más grande de Latinoamérica está estancado; mientras tanto, los vecinos del norte se aprovechan de la situación y con la aprobación del fastrack intentan crear un modelo de integración para toda América donde sólo ellos definen las reglas del juego. Pero existen otras ideas de la integración más allá del liderazgo/imperialismo de los EEUU y la extensión del NAFTA. Por ejemplo, Brasil propuso el modelo del Área de Libre Comer-cio de América del Sur compuesto por: MERCO-SUR, el Pacto Andino, el Grupo 3 y Chile. También hay varias propuestas de distintos modelos entre los diferentes bloques de Latinoamérica y entre el MERCOSUR y la Unión Europea. El tamaño y la orientación del espacio supranacional en Latinoamérica determi-nará muchos de los cambios políticos, sociales y culturales. Tenemos que preguntarnos cuidado-samente cómo cada etapa de la integración puede beneficiar a las mujeres, cuál modelo de integración beneficia más y cómo las mujeres pueden insertarse en el espacio supra-nacional y utilizarlo para realizar cambios deseados y para ganar voz y poder en Latinoamérica y en el mundo.
Alma Espino escribe: «El tema del comercio y en general las políticas de integración económica tienen consecuencias sociales diferentes dependiendo de la forma que aquellas asumen y de las características de cada una de las economías y las sociedades.» Además de las características políticas y económicas de la integración, las conse-cuencias también depe-nden de las estructuras presentes dentro de la población femenina. En general, las mujeres no están representadas en la economía global. Sin embargo, es obvio que existen ciertos grupos de mujeres que han sido más excluidas históricamente, tanto en los estados-naciones como en el ámbito internacional. Mujeres sin título uni-versitario o educación institucional, mujeres indígenas, mujeres participantes de la econo-mía informal, mujeres sin dinero ni capital humano quedan aun más marginadas dentro del proceso globalización/integración. Más allá del género, también es necesario tomar en cuenta, el factor de la clase social y lo que esto implica para las mujeres dentro de los procesos de integración.
Nuevos espacios limpios
Con toda la diversidad de clases sociales, nacionalidades, cultura, etnia, sexualidad, y realidad cotidiana de las mujeres de Latinoamérica, nos podemos preguntar ¿cómo se pueden generalizar los beneficios de la integración? No se pueden deshacer las bifurcaciones que existen entre nosotras. Sin embargo, la integración nos da un nuevo espacio «limpio» donde intercambiar e interrelacionar. La integración supone una institucionalidad y una estructura supranacional. Así, aunque la supranación provenga de distintas naciones, este nuevo espacio tiene el potencial de existir sin los prejuicios y restricciones asociadas con sociedades, culturas y estados-naciones. Este espacio nuevo exige la formación de nuevas reglas y normas que lo rijan y nos da la oportunidad de liderazgo que no tuvimos con la formación del estado-nación.
En los espacios estatales las mujeres se encuentran restringidas. Con la formación de nuevos espacios surge la posibilidad de representación, participación y poder y dentro de su estructura institucional existen sitios en el espacio supranacional donde las mujeres pueden participar. Además de la creación de un espacio «limpio» supranacional, se genera la posibilidad de crear redes de mujeres de la región integradas con la propia sociedad civil y las pocas representantes de los gobiernos nacionales. Estas redes existen para compartir información y recursos y para exigir voz dentro del esquema económico. La formación de redes de mujeres implica un cambio de la percepción tradicional de «nosotras» y requiere atravesar las bifurcaciones entre las mujeres de Latinoamérica. Se percibe como importante el desafío de romper con estereotipos y la identidad nacional «natural». Estas redes son necesarias porque facilitan la inserción de la mujer al espacio regional y porque utilizan distintas redes de poder nacionales para formar redes más grandes de poder regional.
Integración Problemática
Aunque no es inherente a la integración, la exclusión y la desigualdad se pueden reproducir a través de varias herramientas. Las políticas económicas que favorecen ciertos factores de producción y otros no, pueden tener graves efectos sobre la población femenina. Los procesos económicos neoliberales tienden a favorecer al capital, al dinero, y no a la mano de obra. En los procesos de integración en Norteamérica y en el MERCOSUR es claro que hay libre flujo de capital y no hay libre flujo de trabajadores. Esta restricción a las personas les quita la ventaja de mudarse a donde haya trabajo y claramente rompe con los fundamentos del mercado de trabajo y las reglas de oferta y demanda. Contribuye al desempleo, a la pobreza nacional y a la desigualdad regional. Dado que las mujeres frecuentemente se encuentran dentro del grupo sin capital, ellas y sus familias están aun más desvalorizadas, al margen de la economía. Uno de los mejores ejemplos de esa desvalorización se encuentra en las maquilas del norte de México. Con la formación del NAFTA y la facilidad del transporte de capital y bienes, muchas fábricas (norte-americanas y multinacionales) se fueron a México en busca de mano de obra barata para la fabricación de productos destinados al mercado estadounidense. Las mujeres en estas fábricas trabajan muchas horas por poco sueldo con amenazas constantes a su salud y bienestar. Las condiciones del trabajo son peligrosas, sin regulaciones ni normas de seguridad. Y en los pueblos que se construyen alrededor de las maquilas muchas mujeres viven con miedo. En este caso, la evolución de la integración (el NAFTA) fue en contra de los derechos de las mujeres. Sin embargo, el caso de la Unión Europea, en que hay libre flujo de mano de obra, nos enseña que no todos los procesos de integración terminan en maquilas.
El ejemplo de las maquilas puede ser significativo cuando uno piensa en la integración de todas las Américas bajo el liderazgo de los Estados Unidos. Este proceso de integración se caracterizó, desde su inicio, por la desigualdad, porque los países antes del Tratado de Libre Comercio se encontraron con potencias diferentes, enormes en cuanto a la economía. Los Estados Unidos tenían todo el poder de negociación y México tenía toda la necesidad de un tratado de libre comercio con los Estados Unidos. El tratado tampoco definió como meta la igualdad entre estos países. Si los países de Latinoamérica no tienen poder de negociación frente al ALCA, es muy probable que también terminen en una relación de dominación que se reproducirá en las mujeres. Durante los debates de integración de Latinoamérica, tenemos que tomar en cuenta no sólo nuestro poder de negociación como género sino también nuestro poder de negociación como país.
1Norteamericana, licenciada en economía, becaria Fulbright.