Sobre Afganistán – Libres para morir

Este artículo fue publicado en la revista Cotidiano Mujer Nº37, en 2002. Puede encontrar todas las revistas aquí y los posteriores cuadernos aquí.

Le Monde Diplomatique, marzo, 2002

Dice Christine Delphy que la frase del Presidente Bush cuando la bandera norteamericana flameó nuevamente en Kabul «Hoy las mujeres son libres» junto a las fotos de mujeres afganas sonriendo a cara descubierta es, por lo menos, un extraño razonamiento. Los militares de la Alianza del Norte, restaurados en el poder no son mejores que los talibanes, son responsables de las terribles masacres que hubo en el país entre 1992 y 1996.

A los Estados Unidos le importan poco los derechos de las mujeres afganas o de las de Kuwait o de Arabia Saudita o de cualquier otro lugar del mundo; por el contrario apoyaron la guerra santa que los jefes tribales y las autoridades religiosas llevaron contra Nur Mohammed Taraki que había establecido que las niñas debían ir a la escuela, había prohibido la venta de mujeres y la ley que obligaba a las viudas sin hijos a casarse con el hermano del difunto; fue entre los años1978 y 1992, cuando hubo más abogadas, médicas y maestras.

No hay que hacerse muchas ilusiones, afirma Burhanuddin Rabbani el presidente de gobierno hoy en día reconocido por la comunidad internacional, quien pertenece al partido islámico que impuso la Sharia en 1992 y cuyas tropas se entregaron a una orgía de violaciones y asesinatos en 1995. Se han hecho algunas concesiones bajo presión internacional, pero, ¿puede ser tomado en serio realmente el que diga que el uso de la burka ya no será obligatorio, y que con el «hejab» o chador bastará?

La forma cínica en que la «liberación de las mujeres afganas» fue usada muestra la arrogancia de Occidente asumiendo el derecho de hacer lo que quiere con las vidas de los otros.

Aunque una mayor libertad pudiera ganarse, ¿haría esto que la guerra sea justa? Hablando de derechos humanos ¿existe algo peor que una guerra? Decir que la guerra puede ser buena para las mujeres afganas es casi como decir que es mejor para ellas morir en un bombardeo, de frío o de hambre que vivir bajo los talibanes. Occidente ha decidido que la guerra es preferible a la esclavitud para las afganas. Sería una decisión heroica si estuvieran en juego vidas occidentales y no de mujeres afganas.

Propongamos una simple ley de conducta que se aplique internacio-nalmente: nadie tendrá el derecho a tomar decisiones, especialmente decisiones heroicas, cuando los otros sean quienes van a sufrir las consecuencias. Sólo los que van a pagar el precio pueden decir si la decisión vale la pena… Las afganas son millones viviendo como refugiadas o desplazadas. Muchas pueden morir y no hay garantía de que su sacrificio les obtenga derechos adicionales. ¿Se puede hablar de sacrificio cuando no se tiene elección?

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