Desde diferentes miradas, el economista José Manuel Quijano, el sociólogo Gerónimo de Sierra y el profesor Alberto Methol Ferré, junto a la economista Alma Espino de la CNS, Álvaro Padrón de la secretaría técnica de la Coordinadora de Centrales Sindicales, Hugo Manini Presidente de la Asociación de Cultivadores de Arroz y Ricardo Carrere, Coordinador Internacional del Movimiento Mundial por los Bosques, representando a los actores sociales, abordaron esas interrogantes. Aún cuando el diálogo entre las diferentes miradas y vertientes es aún incipiente, hubo una coincidencia entre las y los participantes sobre la urgencia de replantearse los modelos de integración regional, en particular del MERCOSUR.
Desde Uruguay no ha habido proyecto para el MERCOSUR
Si hiciéramos un balance del MERCOSUR, expresa Quijano- proyecto que acompaño entusiastamente porque es el único que tiene por delante el Uruguay-, este balance sería negativo, en parte por lo que hicieron los vecinos en materia de acceso, pero también por que Uruguay ingresó al MERCOSUR y en 10 años nunca tuvo un objetivo claro de lo que quería en ese proyecto. No hubo en estos 10 años nuevas inversiones, nuevas áreas o nuevas exportaciones no tradicionales. Durante esta década, asociado al MERCOSUR, el país no se movió de su coeficiente de inversión histórico ( 13 %) solo Haití nos supera con un coeficiente más bajo. ( …) Me pregunto entonces qué podríamos hacer en el ALCA sin saber para qué nos sirve y qué objetivos tendríamos… Por otra parte, no hay ninguna evidencia de que el ALCA esté arrasando a otros modelos de integración, parecería que el propio EEUU tendría serias dificultades para poder impulsar un proyecto de este tipo.
Construcción política de un proyecto de integración
Para De Sierra un punto clave en esta ausencia de proyecto que señalaba Quijano se vincula con las diferencias discursivas entre los diferentes gobiernos que han comandado las negociaciones y aún las diferencias manifiestas dentro de un mismo partido de gobierno. No existe ningún proceso de integración- ni comercial, ni económico y muchos menos político, que no haya sido paralelamente el fruto de denodados esfuerzos de construcción política, de identidades nacionales o supranacionales de nuevo tipo. Ningún proceso de integración puede sostenerse si no le da rédito a sus actores. La construcción política de un proceso de integración, supone, no la difusión de ideas vagas, sino un verdadero proceso de articulación entre partidos, empresarios, actores sociales y ciudadanos. En el MERCOSUR este proceso de construcción tiene enormes falencias incluso institucionales, sin embargo, ha generado una percepción ciudadana que va más allá de lo comercial. Por tanto, antes de plantearse la contradicción posible entre MERCOSUR y ALCA habría que definir sobre qué MERCOSUR se quiere construir. Con un MERCOSUR básicamente confinado a lo comercial, pensado como una etapa de preparación para la libertad de mercados total hacia los países desarrollados, no parece que el ALCA aparezca como contradictorio. Para quienes piensan que el MERCOSUR debería ser un proyecto de integración más global, un proyecto de fondos de compensación para la equiparación de desigualdades de desarrollo y a nivel social, se requiere pensar en proyectos de desarrollo que no sean la simple sustitución de importaciones, pensar espacios de protección para el fortalecimiento de las sociedades y las empresas de la región.
Déficit democrático
Álvaro Padrón define el interés de los sindicatos de poner en discusión en este momento el proyecto de integración necesario. Una zona de libre comercio no es un proceso de integración, lo cual no quiere decir que no sea deseable,;los sindicatos estamos interesados en que la región pueda tener más acceso al comercio internacional, a un mejor y mas justo comercio. El MERCOSUR se planteó, desde sus inicios, avanzar hacia un mercado común. La discusión sobre unión aduanera, coloca en debate otros temas de agenda y otros actores. La definición de los sindicatos es apostar a un proceso de integración que cuestiona el modelo adoptado hasta ahora por el MERCOSUR. Si el MERCOSUR es una respuesta a la globalización, no hay globalización ni de los bienes y productos, mucho menos de la mano de obra, ni siquiera de los servicios. Lo que hay es una gran libertad para el flujo y la circulación de capitales en medio de grandes restricciones para lo demás. Por tanto no existe libre comercio. Creemos que el MERCOSUR debe ser una forma de posicionarse en medio de esa desigualdad que es el mundo de hoy, para sumar fuerzas de países marginados del esquema internacional de comercio intentando mejorar su inserción internacional. No concebimos a Uruguay fuera de un entorno de integración en la región. No tenemos ningún interés en un país cerrado, aún cuando estamos convencidos de la necesidad de reactivar el mercado interno. Lo que está en crisis en este momento es el modelo de integración, no la integración, y por tanto, no creemos que el ALCA pueda ser una alternativa. Pero sí tiene sentido negociar en el ALCA desde el MERCOSUR, un MERCOSUR mas fuerte y consolidado que se trasforme en un sujeto internacional con correlación de fuerzas para negociar con otros procesos.
El MERCOSUR tiene déficit democrático, no sólo en relación a la sociedad civil. El primer déficit se plantea en relación a los poderes clásicos del Estado, el Parlamento y el Poder Judicial. Uno le quita certeza jurídica y el otro esencia democrática. El sistema político no interviene en la conducción del proceso de integración. La crisis que hoy estamos viviendo puede ser una buena oportunidad para reabrir un debate de este tipo en el país.
¿Las políticas comerciales admiten una lectura desde las inequidades de género?
El análisis de género de las políticas de libre comercio y los procesos de integración en curso, como el ALCA, han adquirido relevancia en los movimientos de mujeres de América Latina. Particularmente por la necesidad de cuestionar la supuesta neutralidad de género de las políticas macroeconómicas…No obstante, no es obvio ni está comprobado que su impacto sea igual para los países, regiones, grupos socio-económicos, y tampoco para mujeres y hombres. Las fuertes asimetrías que enfrentan los países no parecen superarse por la vía de la liberalización y la desregulación.
La revisión de la literatura especializada en el tema muestra que los efectos del comercio no son para nada concluyentes en relación a la superación de la pobreza ni de las desigualdades sociales y económicas, por lo menos de la manera que se han venido dando estos procesos. Para nosotras es un compromiso de la sociedad civil y de los movimientos organizados el contribuir a formular propuestas de alternativa de integración que se basen en el desarrollo sustentable, equitativo y democrático. En el Uruguay no hay estudios que nos puedan decir qué pasó en estos últimos años. Tampoco suele haberlos para América Latina. En otras regiones del mundo hay más estudios inculcados a los efectos del comercio, sabiendo que existen para ello dificultades de carácter teórico y empírico muy importantes, porque es bastante complejo diferenciar los efectos de las políticas comerciales cuando esto forma parte de un entramado de políticas económicas que impactan a hombres y mujeres en una sociedad concreta.
¿Es posible alterar la lógica predominante en los acuerdos?
La democratización de las negociaciones, en el sentido de la posibilidad de participar los y las ciudadanas, el exigir y convertir en realidad que la información se difunda, la inclusión de las organizaciones que defienden los intereses de género como es el caso de las organizaciones de mujeres de manera activa, son pasos que, obviamente, creemos son condición necesaria para alterar esa lógica, pero que está muy lejos de ser suficiente.
Alterar esa lógica supone colocar las preocupaciones sociales, las preocupaciones democráticas, en el centro de esas políticas; colocarlas en la elaboración de las estrategias nacionales y regionales, que permitan que estas estrategias comerciales y de inversiones, se subordinen al bienestar de la población y puedan ser elaboradas en forma más democrática.
Desde el punto de vista de los efectos diferenciales del comercio, si esta es la hipótesis, y sabemos que hay efectos diferenciales para países y regiones, creemos que en lo que se refiere al género ello guarda relación con que los beneficios de la expansión comercial pueden ser diferentes entre hombres y mujeres, tanto como entre diferentes grupos de mujeres. Todo lo cual tiene implicaciones para la equidad de género tanto como para los objetivos de reducción de la pobreza. –expresó Alma Espino.