Este artículo fue publicado en la revista Cotidiano Mujer Nº31 y 1/2, en 1999. Puede encontrar todas las revistas aquí y los posteriores cuadernos aquí.

Esta declaración surge del taller convocado por el Colectivo Feminista Bajo Sospecha, de Chile, denominado Jóvenes Feministas de Fin de Siglo al que asistieron más de 50 mujeres de distintos países de la región.

Juntas constatamos – y nos reconocimos – como las mujeres que entramos al movimiento feminista en los 90. Nos tocó vivir en un mundo ya globalizado, con un marcado desarrollo tecnológico y en el auge del neoliberalismo. Crecimos bajo dictaduras, autoritarismos y conflictos armados; presenciamos la muerte de las grandes utopías y la crisis de la política partidista, pero también la revalorización de la democracia. Recibimos también y valoramos enormemente, los logros y avances del feminismo, especialmente el de las últimas décadas. Ese es el mundo que nos tocó vivir y que, por lo tanto, marca nuestra experiencia cotidiana, pero eso no significa que asumamos estos procesos en su totalidad.

Encontramos concordancia en nuestras experiencias de vida, a pesar de las particularidades que cada una vive en su país.

Pensamos que éste es un momento histórico importante, no sólo por el cambio de era al que asistimos, sino también porque este Encuentro marca, para nosotras, un hito en términos de reconocimiento y visibilización de las mujeres jóvenes al interior del movimiento, que se expresa, por ejemplo, en las opiniones vertidas en las distintas plenarias del Encuentro.

A partir de nuestras reflexiones, llegamos a las siguientes conclusiones:

  1. La mayoría de nosotras ha llegado al feminismo o el feminismo ha llegado a nuestras vidas, desde la academia o el trabajo en ONG y no desde el accionar político, como lo fue en décadas pasadas. Esto da cuenta de los espacios que ha ganado el feminismo; sin embargo, pensamos que al mismo tiempo expresa la falta de apertura de otros espacios y estrategias para involucrar a nuevas mujeres a este movimiento.
  1. Sentimos que el discurso de la diversidad y el pluralismo no se reflejan en las prácticas feministas de todas, y muchas veces la idea de la diversidad implica más bien diferencia y desigualdad. Lo anterior no permite reconocer y legitimar a las otras y sus experiencias y, por lo tanto, sus aportes en tanto iguales con quienes, desde la diferencia, sea posible construir el movimiento que soñamos.
  1. Como movimiento político, el feminismo tiene una historia que no es posible desconocer. Sin embargo, al entrar en este camino hay elementos que queremos recoger y otros que esperamos no reproducir, como las contradicciones que han debilitado a este movimiento, como por ejemplo, los conflictos internos surgidos a raíz de la relación con el Estado y otros actores políticos.
  1. Pensamos que una tensión importante al interior del movimiento es el ejercicio del poder. Nos parece que éste responde a prácticas patriarcales de hacer política que implican el establecimiento de jerarquías, la invisibilización de algunas y la exclusión de otras. Esto se traduce, por ejemplo, en la división de funciones en los distintos espacios del movimiento, donde algunas piensan, hablan y escriben y otras sacan fotocopias, reparten panfletos o formatean textos.

Nuestra intención es:

  1. Encontrar una nueva forma de ejercer el poder al interior del movimiento: horizontal, dialogante, inclusiva y con respeto, donde la división de funciones no signifique posiciones distintas, privilegios o jerarquías.
  2. Queremos ser reconocidas y visibles. No esperamos reemplazar a nadie, sino decir lo que pensamos, ser lo que queremos y aportar desde nuestra experiencia en los distintos ámbitos en que cada una se desenvuelve.
  3. Estamos seguras que las prácticas cotidianas hacen a la política feminista y que los cambios sociales que esperamos involucran a toda la sociedad. Por ello, sentimos necesario en este momento histórico (como no lo fue en otros) involucrar a los hombres en nuestra lucha, buscando espacios y formas para hacerlo: en lo cotidiano, en lo laboral, en lo social, pero sin perder los espacios ganados, nuestros espacios de encuentro y nuestra búsqueda de los derechos de las mujeres.

Las mujeres feministas de los 90 reunidas en Juan Dolio, en el VIII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe que hemos participado en esta discusión las invitamos a construir un movimiento feminista para todas que apueste a nuevas formas de hacer política y ponga como eje la democracia.

Firman:

Mª Elena Acuña, Tatiana Cárdenas, Pamela Caro, Elizabeth Guerrero, Lorena Godoy, Lorena Núñez, Marcela Ríos, Maricel Sauterel, Paula Soto (CHILE); Rocío González, Isaura Bono, Sandra Toledo, Carma Aguilar, Claudia Avila, María Antonia Pérez, Estela Juárez, Adriana Vega (MEXICO; Ana Veloso, Marcia Larangeira, Clavoia Bonan (BRASIL); Lizbeth Cáliz (HONDURAS); Ana Vásquez, Juana Campos, Julissa Rosario, Sofía Ramos (REP. DOMINICANA); Ana Ortiz, Tania Diz, Analía Barrionuevo, Verónica Valdés (ARGENTINA); Aura Marina Yoc, María Solórzano (GUATEMALA); Hielen Mairena, Zobeyda Obando, Jamileth Chavarría (NICARAGUA); Rosa Guillón (PERÚ); Nidia Hidalgo (El Salvador); Lenay Blason (CUBA); Alejandra Rosabal (COSTA RICA); Jeannette Tireo, Erica Beckman, Carla Batista, Marisa Dávila, Magali Castilblanco, Patricia Iraleta, Patricia Estévez, Julisa Hernández, Katia Orantes. Participaron además: Natalie Lebon, Kelly Mary Fay, Darlene Lebrón (EEUU); Clarisa Velocci (FRANCIA); Paula Gutiérrez, Amaia del Río, Yolanda Pesquero, Andrea Rodríguez, Pilar García, Guadalupe García (ESPAÑA).

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