Migración Femenina en el MERCOSUR

Este artículo fue publicado en la revista Cotidiano Mujer Nº30, en 1999. Puede encontrar todas las revistas aquí y los posteriores cuadernos aquí.

«El componente de género en el análisis de la migración, obliga a incluir entre las tradicionales determinaciones políticas y económicas, una dimensión cultural para dar cuenta tanto de la variedad del perfil de las mujeres migrantes como del impacto de la movilidad territorial en sus vidas».

En el análisis del componente femenino de los procesos migratorios es posible encontrar una variedad de perfiles relativamente amplia según se considere a la mujer en su posición de integrante de un grupo familiar (cónyuges e hijas), como trabajadoras en busca de empleo o como profesionales que encuentran mejores oportunidades de inserción en nuevos mercados. El primer perfil es el tradicional, muy presente en los estudios históricos sobre migraciones pero dejado de lado en el momento en que aparecen las migraciones femeninas más autónomas e individuales.

En realidad los diferentes perfiles coexisten en el tiempo; la migración femenina individual no reemplaza necesariamente a la de grupos familiares, sino que es el destino urbano y la edad joven del migrante varón lo que hace la diferencia, ya que es sabido que en los movimientos con destino rural y en los que emprende el hombre adulto predominan los grupos familiares.

Así, aunque no depende de los cambios en la población femenina, el hecho de que la mujer se traslade sola o acompañando a su familia tiene implicancias diferentes con respecto a su inserción en el nuevo contexto tanto en términos socio-culturales como económicos. En efecto, diferentes estudios han demostrado que los movimientos encabezados por hombres son de más larga distancia, tanto geográfica como culturalmente, y las mujeres que los acompañan tiene menores posibilidades de integración en la sociedad de destino; mientras que cuando se trata de mujeres que migran solas su principal motivación es el empleo, cuentan con algún tipo de contacto en el lugar de destino y aunque se ubican en «comunidades» de connacionales logran en menos tiempo establecer relaciones con la sociedad local.

En la migración familiar y rural, las mujeres muestran una tendencia mayor a la ruptura con lazos sociales de origen y refuerzan valores tradicionales circunscriptos al ámbito del hogar y las creencias religiosas dando lugar a comportamientos sociales muy uniformes al interior de los nuevos enclaves y, a la vez, diferenciados con respecto a la comunidad social más amplia.

En uno y otro caso, los problemas que deben enfrentar las migrantes son diferentes. Al tratarse de grupos familiares, están más expuestas al mal trato de sus propios compañeros (dado que carecen de formas familiares de contención) y tienen más dificultades de acceso a la propiedad (de la tierra, por ejemplo) lo que las hace más dependientes de ellos. Tienen menores posibilidades de acceder a servicios de salud para sí mismas y para sus hijos, a la educación para éstos últimos y en caso de conflictos conyugales, si fueran migrantes ilegales, están totalmente desprotegidas.

En la segunda categoría, las trabajadoras migrantes, si bien gozan de una mayor independencia frente a sus compañeros (en el caso que los tengan), sufren las consecuencias de una inserción más precaria en la escala laboral, accediendo a empleos de mala calidad (menos deseables por mujeres locales), con peores condiciones de contratación, más bajos salarios y sin alcanzar beneficios laborales tales como el seguro por maternidad, vacaciones, jubilación, etc. Además, las migrantes ilegales, están más expuestas a formas de abuso, violencia y acoso sexual en el trabajo.

En el Paraguay actual se pueden encontrar ambas situaciones. Entre las que migran acompañando a sus familias se incluyen mujeres de origen brasileño asentadas en áreas rurales y que constituyen más de la mitad (56%) del total de mujeres inmigrantes. Entre ellas, el promedio de años de escolarización es más bajo que el registrado para las paraguayas nativas. Entre las inmigrantes de otras nacionalidades, aunque no es posible diferenciar patrones familiares o individuales, se puede suponer que se encuentran más migrantes individuales, ya que son captadas en áreas urbanas y tienen una tasa de participación económica más alta. En este segundo grupo que procede principalmente de Argentina (27%), de otros países del MERCOSUR, como Uruguay (1.6%) y Chile (1.2%) y de países asiáticos (4%), el promedio de escolarización es mayor que en las paraguayas nativas. Las primeras se insertan en una variedad relativamente más amplia de categorías de ocupación que las paraguayas, y las asiáticas lo hacen preferentemente en el sector del comercio.

Sobre las mujeres paraguayas en el exterior, existe menos información y, consecuentemente, menos estudios; sin embargo se sabe que el destino masivo es Argentina, donde se insertan principalmente en el servicio doméstico, y Brasil, encontrando empleo en el sector textil. De manera secundaria, aunque no por ello menos relevante, se trasladan hasta los EE.UU. y países europeos, y a medida que aumenta la distancia disminuye la disponibilidad de información. Entre las migrantes en países del MERCOSUR su nivel de escolaridad promedio es más alto que el de las mujeres en la localidad de origen, pero sensiblemente inferior a las nacionales del país de destino. Este sólo indicador ya está reflejando una posición desventajosa para su inserción laboral, que se suma a las restricciones de regularización de residencia que imponen las leyes migratorias, en el momento de encontrar empleo. En prácticamente todos los casos, estas mujeres disponen de cadenas de relaciones -de parientes o amigos- que dan aviso o facilitan el camino para conseguir el «empleo».

Otra forma de migración al exterior, menos conocida pero existente, se produce a través de «agencias de colocación» que visiblemente se ocupan de contratar mujeres paraguayas para el servicio doméstico, ciertas industrias, el comercio o los servicios, pero que en muchos casos encubren prácticas de prostitución forzosa. En estas agencias, la oferta de «empleo» se orienta preferentemente a mujeres jóvenes e incluso menores de edad. En los traslados por «agencia» la situación de vulnerabilidad se ve agravada porque no se dispone de las cadenas de relaciones de amistad y parentesco que caracteriza a los movimientos migratorios femeninos.

Esta variedad de perfiles, relativamente reconocidos, incluso por las instancias gubernamentales encargadas de definir y aplicar las políticas migratorias, muestra que si se espera considerar la migración femenina en particular, existen aspectos que deben ser revisados en las políticas que tradicionalmente se aplican:

1. No existe un único perfil de mujer migrante

A partir de los diferentes patrones migratorios se deduce la existencia de una diversidad de sujetos sociales, con problemáticas también distintas, que debe ser incluida en las políticas. Además, dado que un aspecto importante de esta diversidad es su pertenencia (o no) a un grupo familiar, ya no es posible considerar sólo a las «trabajadoras» ni focalizarlas desde el mercado de trabajo. La problemática migratoria femenina, exige una mirada mucho más amplia.

2. Para las trabajadoras migrantes las ventajas y desventajas económicas no tienen una única dirección

Si bien es cierto que en muchos casos se asocia la migración con el trabajo ilegal, la discriminación e incluso la criminalidad, la realidad muestra que también puede convertirse en un mecanismo de promoción y de consecución de mejores oportunidades, que puede dinamizar los mercados de llegada y además garantizar una cierta tasa de retorno de ingresos hacia los lugares de salida. Esto último es frecuente en prácticamente todos los países, cuando las (y los) migrantes envían dinero a sus familiares y éste se invierte tanto en la satisfacción de necesidades de educación y vivienda o se convierte en un factor de capitalización para la producción cuando se trata de familias campesinas. La posición que señala sólo efectos económicos negativos para los lugares de expulsión y de destino, debe ser reconsiderada.

3. La dimensión de género, implica necesariamente incluir la dimensión cultural

Aún cuando se admita que los principales motivos de migración, en general, han sido de orden político y económico, cuando se intenta incluir la situación de la mujer, es indispensable el análisis del impacto cultural que estos desplazamientos tienen en las personas, especialmente si se trata de movimientos perdurables. Más allá del perfil educativo y del nivel de profesionalización, es necesario considerar valores, costumbres, actitudes y prácticas que son trasladados -o perdidos- desde los lugares de origen. La mujer, es un factor de transmisión cultural en procesos de integración.

En el contexto del MERCOSUR, la integración socio-cultural está relativamente facilitada por el idioma común (exceptuando, claro, el caso del Brasil y de los monolingües guaraníes de Paraguay), por prácticas religiosas muy similares (que combinan lo trascendental con lo concreto) y por concepciones sociales acerca de la familia, la unión conyugal, la sexualidad y la crianza de los hijos que son, en su esencia, muy semejantes. Sin embargo, aún no existe suficiente comprobación sobre las diferentes formas que adopta la integración según se trate de grupos familiares, de migrantes jóvenes, de desplazamientos apoyados en cadenas de parentesco o simplemente en agencias de colocación. Es posible suponer que habrá variaciones en cada caso, y que las posibilidades de compartir nuevas prácticas sin perder las formas originales de identidad tendrán que ver con los niveles de autoestima que mantengan todos los miembros de la unidad familiar y/o comunidad, según el caso.

4. Para profundizar en el comportamiento y las implicancias de la migración femenina se requiere de nuevas fuentes de información

Aunque es posible dar cuenta de numerosos estudios ya realizados en el campo de las migraciones, resultan aún insuficientes para el análisis de las implicancias que estos desplazamientos tienen para las mujeres, como sujetos sociales específicos. Además de los tradicionales análisis de su perfil laboral y familiar, es necesario conocer más sobre sus condiciones de vida, la cobertura en asistencia médica, la existencia de pensiones para la vejez, sus posibilidades de formación profesional, las formas en que obtienen -o no- el permiso de residencia, el significado de su aporte a la familia/comunidad de origen en términos de remesas de dinero, sus pautas de comportamiento sexual y reproductivo, los valores que son transferidos a sus hijos e hijas y otros condicionamientos para su estabilidad psicosocial y económica en los lugares de destino, tanto para las mujeres de escasos recursos económicos como para las profesionales y las mujeres cónyuges de migrantes varones que realizan no pocos esfuerzos por incorporarse en los nuevos contextos socio-nacionales.

5. Hay que definir nuevos instrumentos e instancias de apoyo a la migración

Finalmente, y partiendo del supuesto que el MERCOSUR ha de transcender el plano de la libre circulación de mercancías y trabajadores/as para convertirse en un verdadero espacio de integración regional sin pérdida de las identidades nacionales, será necesario poner especial atención en aquellas mujeres migrantes, trabajadoras o no, que pertenecen a grupos socialmente vulnerables, que sufren diferentes formas de discriminación, abusos y actos de violencia, en los países receptores a los que se trasladan en busca de trabajo o acompañando a sus familiares (cónyuges o padres).

Entre otras medidas y sin que su enumeración implique un orden de prelación, se deberá:

  1. incluir explícitamente a las mujeres migrantes, sean trabajadoras o cónyuges, en las políticas migratorias, especialmente en lo que se refiere a sus derechos humanos.
  2. incluir especialmente a las mujeres migrantes en las acciones que se deriven de la aplicación de los planes de igualdad de oportunidades, de erradicación de la violencia y de lucha contra todas las formas de discriminación.
  3. definir programas específicos de seguridad social (especialmente cobertura en salud reproductiva y maternidad) y de formación profesional, para las trabajadoras migrantes.
  4. definir medidas concretas de control de las agencias de colocación de trabajadoras en el exterior.
  5. ampliar la participación de nuevas instancias en la definición de la política migratoria, incluyendo especialmente a las organizaciones no gubernamentales, los centros de estudios migratorios, los organismos pastorales y las organizaciones de migrantes en la medida en que hayan desarrollado experiencias en esta área y cuenten con el reconocimiento de la población.

María Victoria Heikel
Demógrafa, paraguaya

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