¿Cual es el mensaje?
Lucy Garrido
Después de leer la resolución de la jueza archivando el expediente de Santa Teresa, una se queda como alelada. Parece que aunque la pericia siquiátrica dijera que “los actos de la denunciante se enmarcaron en un contexto psicótico agudo inducido por LSD durante el período de intoxicación…” la fiscal igual puede opinar que la “actitud provocadora de la denunciante” descarta la violencia y el abuso sexual porque “todo se desarrolló en un clima de fiesta y alegría…” donde los muchachos “actuaron sin conciencia de las derivaciones ante lo inesperado, manifestando también el arrepentimiento de lo sucedido…” Por si no alcanzara, tampoco fue posible identificar “por razones técnicas” cuál de ellos subió el video a Internet…Y todo esto, salpicado de infinidad de tachaduras página a página para tapar los nombres de muchachos tan alegres: al archivarse el caso, no es justo conocer los nombres de los denunciados.
Me pregunto, si era una fiesta más ¿por qué están arrepentidos? ese arrepentimiento ¿no debería fortalecerse diciendo cuál de
estos alegres muchachos es responsable por subir el video? La justificación “actuaron sin conciencia de las derivaciones ante lo inesperado” ¿podrá ser usada para otros casos? por ejemplo, ¿se podrían publicar sus nombres y fotografías en caso de que “inesperadamente” lleguen por whatsapp y el dedo, en un acto absolutamente «inconsciente” toque justo, justo, el botón de Send? ¡Total! será imposible identificar “por razones técnicas” a quien lo haga: por algo el caso estaba en el Departamento de Investigaciones Complejas del Ministerio del Interior. ¿Qué pasó? ¿Era tan compleja esta investigación que no valía la pena seguir investigando?
EL BAÑO DE AL LADO
Creo que fue en 1991. Teníamos en CX 30 un programa de radio, Cuando el río suena, y recibimos una llamada telefónica que contaba algo increíble: en el Control de ómnibus (que entonces estaba en Arenal Grande y Mercedes) un tipo se había quedado estampado contra la pared. Los tabiques que separaban los baños eran muy finos, y de tanto en tanto, aparecían agujeros y algunos “compulsivos” que los usaban para traspasarlos con el pene y ver si en el baño de al lado había alguien que
justo, justo, anduviera por ahí con ganas de hacer una felatio mientras esperaba el ómnibus que iba para Parque del Plata o Suárez.
Pero esa tarde, a la señora que estaba en el baño de al lado se ve que no le interesó la propuesta, que se sorprendió, que se asustó un poco… o que se hartó de tanto imbécil, porque la cuestión es que agarró el pene con fuerza y empezó a gritar, sin soltarlo. Sí, tal cual, eso que está pensando: el tipo no podía moverse, estaba contra la pared y secuestrado, porque del otro lado había una mujer que estaba asustada, impresionada, o asqueada, pero seguramente, furiosa, y para nada dispuesta a liberar al dueño del cuerpo que continuaba después del pene. La mujer no lo soltaba y el tipo gritaba y empezó a caer gente y hasta algún canal de televisión. La cuestión es que cundió el pánico, y por muchos años se acabaron esos agujeros en los tabiques de los baños que usaban los “alegres muchachos” de entonces.
Muchas cosas cambiaron desde los 90, entre ellas la presencia de cámaras y teléfonos filmadores que brotan a cada paso. Lástima que la violencia, el abuso y la imbecilidad, no cambien. Lástima que alcance con arrepentirse, porque ¿cuál es el mensaje?