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Lucy
Garrido
Soy
una “abajo firmante”. Mi nombre está junto al de tantas
otras cientos y cientos - miles ya - de personas que firman para solidarizarse
con la mujer que fuera procesada por el “delito de aborto".
Una muchacha de 20 años que debió interrumpir su embarazo
(por las múltiples razones que se pueden invocar y todos conocemos)
y que fue denunciada por un médico que debería ser denunciado,
a su vez, por haber faltado al secreto profesional. Hombres y mujeres
que decimos “Yo firmo” porque estamos indignados. ¿Cuál
es la "dosis suficiente” de hipocresía que los y las
uruguayos estamos dispuestos a soportar?
Soy una “abajo firmante” igual que Juan, que Rosario y María,
igual que los músicos y escritoras, empleados y médicas,
doctores y estudiantes, oficinistas y obreros de todos los partidos y
todas las iglesias que “hemos infringido la Ley 9763 de 1938 haciéndonos
un aborto, financiándolo, acompañando a una mujer a practicárselo,
conociendo la identidad de muchas y callándonos.”
Los “abajo firmantes” no queremos más hipocresía.
Dice Eduardo Bottinelli analizando las últimas encuestas de Factum
que hay una "clara disociación entre la opinión de
la sociedad y la actuación del sistema político. La sociedad
está 6 a 3 a favor de la despenalización del aborto, lo
que en un referéndum sería un resultado contundente, 60
a 30 ¿Por qué en el Parlamento no existe una relación
aproximada de 6 a 3 entre los legisladores que se pronuncien a favor y
en contra de la despenalización del aborto?"
En nuestra región los legisladores son amenazados de excomunión
si votan leyes que defiendan el derecho de las mujeres a decidir sobre
su cuerpo y su reproducción. En Uruguay ni siquiera necesitan hacerlo
para ejercer su poder e influenciar incluso a algunos medios de comunicación.
Pese a ese poder, esta mayoría silenciosa ha decidido, modestamente,
firmar para que nuestros representantes no permitan que la jerarquía
de la iglesia católica los deslegitime y les impida hacer su trabajo.
Soy una “abajo firmante” porque quiero que el Poder Legislativo
que hemos elegido se sienta apoyado y pueda debatir y votar el Proyecto
de ley de defensa de la salud reproductiva. Tabaré Vázquez
tiene todo el derecho a pensar como se le de la gana, pero el Presidente
no tiene derecho, antes que una ley sea votada, a esgrimir su poder de
veto: es presidente, no tutor. Ni esta mayoría ciudadana es incapaz
de saber lo que le conviene, ni los legisladores son niños que
deban obedecer.
Firmamos por indignación ante algo que es absolutamente injusto.
Pero también firmamos porque es hora ya de abrir puertas y ventanas,
hora de airear la casa. Daniel Gatti decía a propósito del
debate que levantó en Francia la firma de 2.000 médicos
en favor de la despenalización de la eutanasia (“Irrupciones”Brecha
1.115 ) “... hay sociedades que, de tanto en tanto, tienen como
respingos, movimientos convulsivos, y que suelen ser más capaces
que otras de ventilarse. A veces lo hacen a fórceps, en forma de
revueltas que a menudo parecen surgir de la nada, de un estado previo
de incomprensible estupor. A veces se trata simplemente de la “puesta
en debate” de un tema...”
Cuando murió el Papa publiqué en Brecha una columna que
se llamó “No en mi nombre”. Ahora si. Mi nombre está
entre el de los “abajo firmantes” y nos da coraje y nos alegra
saber que somos tantos y tantas los que en forma individual estamos ayudando
a generar una fuerza colectiva que nos saque de ese “estado de incomprensible
estupor” para debatir en voz alta y votar y dar la cara. Porque
o todos y todas somos delincuentes o esa ley es injusta.
1 Publicado en el Semanario Brecha, 8/6/07
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