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Cecilia
Gordano
Nada
es neutro
En
el 1º Encuentro Nacional de Infocentros Comunitarios realizado en
Uruguay1 , un integrante del público mostró sorpresa ante
la existencia de iniciativas específicas para capacitar mujeres
en el uso y apropiación de las nuevas Tecnologías de la
Información y la Comunicación (TIC). El tiempo apremiaba
y una de las expositoras, Olga Paz de Colnodo Colombia2 , fue breve y
clara: las tecnologías no son neutras y han estado tradicionalmente
diseñadas por y para varones, por eso se implementan cursos con
formatos amigables para las mujeres, quienes una vez que se familiarizan
con el entorno tecnológico, participan activamente de las capacitaciones
e incluso son protagonistas en la gestión de los centros de acceso
comunitarios.
En
el auditorio y en los paneles había, de hecho, una predominante
concurrencia femenina. El comentario pasó desapercibido, pero mayor
fue la sorpresa al identificar al formulador de la pregunta: el Consejero
de Comunicación e Información para el Mercosur de UNESCO,
Günter Cyranek. Esta anécdota tan sólo pretende ilustrar
una de las tantas cosmovisiones que predomina en los círculos de
poder donde actúan los policy makers y sus asesores, a pesar de
numerosos documentos e investigaciones que constatan la existencia de
la llamada brecha digital de género.
Hace
12 años, la Comisión de Ciencia y Tecnología para
el Desarrollo (Naciones Unidas) concluía que “la revolución
en el sector de la información parecía estar dejando de
lado a la mujer; que en la literatura sobre la sociedad de la información
no se hacía referencia alguna a las cuestiones de género
y que, ni en las investigaciones ni en los proyectos prácticos
en el campo de la tecnología de la información se habían
abordado las circunstancias concretas de la mujer”. Esta preocupación
se plasmó en la Plataforma de Acción de la IV Conferencia
Mundial de la Mujer que, entre otros tópicos, destacaba la necesidad
de potenciar el uso y acceso a las TIC de las mujeres y su intervención
“en la adopción de las decisiones que afectan al desarrollo
de las nuevas tecnologías, a fin de participar plenamente en su
expansión y en el control de su influencia”. Las evaluaciones
de Beijing+5 y Beijing+10 redundaron en la consecución de este
objetivo, así como sucesivas instancias y declaraciones internacionales
en que los Estados se comprometen a disminuir las inequidades –incluyendo
la digital- en pos de la democracia.
Las
(in)acciones gubernamentales
Las
políticas TIC constituyen un desafío para los Estados a
partir del surgimiento y la vertiginosa expansión de las telecomunicaciones
y la informática en todas las esferas de las sociedades actuales.
No todos los gobiernos han asumido el compromiso de diseñar e implementar
estrategias en este sentido con igual ahínco, y si lo han intentado,
aún quedan puntos sensibles especialmente referidos a la inlcusión
sociodigital.
La
amplitud de temas a abordar por estas políticas van desde la reformulación
de los procesos gubernamentales, la modernización de la infraestructura
tecnológica, la economía de la información, y la
gestión de los recursos de Internet, pasando por la privatización
del conocimiento y los derechos de propiedad intelectual, hasta los mecanismos
de acceso de la población a las TIC y la distribución de
los beneficios de las aplicaciones de estas herramientas. Sus implicancias
tienen impactos locales y nacionales pero sobre todo globales, desde que
la digitalización de los mercados, los medios de comunicación,
los gobiernos y hasta las relaciones sociales, colocan a un click de distancia
los destinos de millones de personas.
La Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI), impulsada
por la Asamblea General de Naciones Unidas, constituye un antecedente
fundamental para abordar estas cuestiones. Existen discrepancias en los
balances post CMSI y sus verdaderos alcances prácticos. A nivel
discursivo por lo menos, se proclamó la necesidad de “construir
una Sociedad de la Información centrada en la persona, integradora
y orientada al desarrollo”, resultado de los incansables esfuerzos
de participación y negociación de las organizaciones de
la sociedad civil.
Lentes
para la brecha digital de género
Las
miembras de grupos de mujeres y feministas, aunque subrepresentadas en
el total de participantes de la CMSI, también intentaron posicionar
algunas de sus preocupaciones en medio de un entorno tecnocrático
absolutamente hostil a la perspectiva de género. Una de ellas,
de vital importancia para la formulación de políticas públicas,
es el vacío existente en la recolección de datos sobre las
relaciones entre las mujeres y las herramientas TIC. Los indicadores son
mayoritariamente cuantitativos, no desagregados por sexo y realizados
por entes reguladores o empresas de telecomunicaciones con enfoques técnicos
o empresariales antes que socioculturales. Es necesario que “los
proyectos de indicadores TIC amplíen sus encuestas más allá
del acceso para abarcar el uso y la incorporación, además
del impacto de las nuevas tecnologías. Históricamente, y
aún hoy, los indicadores TIC se centran demasiado en infraestructura
y conectividad –en otras palabras, cuántos teléfonos
están en uso antes que quién lo usa para qué”
(MAHAN 2007:77).
Aún en este contexto de ausencias e invisibilización, hay
aproximaciones numéricas que además de confirmar la existencia
de brechas digitales territoriales (entre países; entre el medio
urbano y el rural), económicas (entre quienes perciben ingresos
altos, medios y bajos), y generacionales (entre jóvenes y adultos
por ejemplo), permiten calcular grosso modo la existencia de brechas digitales
de género presentes en todas las demás. Ello se acentúa
o disminuye según las regiones del mapa, y se hace especialmente
crítica en los países donde la feminización de la
pobreza y la precariedad de los DESC de las mujeres son moneda corriente.
A modo de ejemplo, en el 2004 se estimaba que el porcentaje de mujeres
usuarias de Internet según regiones era: 22% en Asia, 38% en América
Latina y 6% en Medio Oriente (GARCÍA RAMILO 2007: 8).
No
son la panacea para las inequidades históricas del sistema patriarcal,
pero proporcionan potenciales herramientas para revertirlas, y “cuando
son aprovechadas en forma adecuada, las TIC también ofrecen un
gran potencial para el empoderamiento de las mujeres a nivel individual
(mejor autoestima, mayor confianza y más oportunidades profesionales),
así como en el plano colectivo (mejorando sus actividades de promoción
y defensa públicas, de cabildeo y articulación)”,
(JOLLY, et al. 2004). Basta pensar en cómo se articulan y organizan
hoy las luchas y agendas de los movimientos feministas y de mujeres a
nivel nacional, regional y global, cómo emergen mecanismos alternativos
de difusión y comunicación que cuestionan los estereotipos
de género, cómo se abaratan los costos y se amplían
los horizontes en un medio cuya arquitectura es por excelencia horizontal,
descentralizada y no jerárquica. Pero con ser usuarias no basta,
porque emergen nuevos campos de acción e incidencia que reclaman
a las feministas sujetas activas en la SI.
Las
TIC también reproducen la lógica patriarcal en nuevas vías
para la violencia basada en el género, en las pocas mujeres científicas
e ingenieras que egresan de la educación terciaria, en la falta
de desarrolladoras de software con perspectiva de género, en la
percepción que muchas mujeres (sobre todo adultas) tienen sobre
la tecnología como algo difícil y lejano a su realidad cotidiana.
Las organizaciones de mujeres y feministas tienen hoy una batalla más
que dar en este campo, tanto a nivel local y nacional en las recientes
y tímidas iniciativas gubernamentales por disminuir la brecha digital,
y a nivel global en temas de alto vuelo como la Gobernanza de Internet.
“Las políticas, tanto como la tecnología, definen
las posibilidades de cambio. Y desafortunadamente, las políticas
también definen las barreras para el desarrollo” (DORIA et
al. 2005: 64). si no atienden las necesidades y obstáculos específicos
de los diversos actores sociales y se limitan a instrumentar acciones
de acceso universal sin atender esas diferencias.
En
los últimos tres años se han elaborado numerosas guías
y documentos para transversalizar los indicadores TIC con perspectiva
de género, atendiendo cuestiones de uso y acceso, contenido, trabajo,
educación, políticas TIC, representatividad de las mujeres
en el área de las telecomunicaciones y en la toma de decisiones
sobre estos temas (HAFKIN 2003), entre otros. Pendientes están
la aplicación práctica de estos indicadores –con la
consiguiente asignación de recursos para ello- y la socialización
de los resultados que arrojen una radiografía certera de cómo
las TIC reconfiguran el mapa mundial.
1
Organizado por CDI Uruguay los días 26 y 27 de abril de 2007, en
la Torre de las Telecomunicaciones de ANTEL, Montevideo.
2 http://www.colnodo.apc.org/
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