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¿Libertad
de cátedra?
El
derecho a la libertad de cátedra está implícitamente
reconocido en los artículos que regulan explícitamente el
genérico derecho a la libertad, a la igualdad, el derecho a la
libertad de pensamiento, de expresión, de investigación,
del derecho a la información y del derecho a la educación1
. Se trata de la facultad del personal docente e investigador de expresar
sus ideas, pensamientos y opiniones en el ámbito institucional
(a través de la docencia, mediante publicaciones, en círculos
institucionales, etc.) admitiendo la coexistencia de diversas corrientes
de pensamiento que permitan que la universidad esté conformada
por foros de discusión abierta sin tendencias ideológicas
predeterminadas2.
Regina
Soares Jurkewicz
Breve
historia
En
este primer semestre de 2005 me preparé para el examen de calificación
del doctorado que estoy cursando en la Pontificia Universidad Católica
de San Pablo-Programa Ciencias de la religión, y redacté
un texto que sistematiza los datos recolectados en la investigación
empírica. A partir de la bibliografia sobre el tema abuso
sexual de mujeres por curas, hice un análisis de los casos
encontrados en los medios de comunicación, evidenciando regularidades
en el comportamiento de la jerarquía de la Iglesia Católica.
Esas regularidades nos permiten observar una tendencia en la misma jerarquía
a ocultar las denuncias hechas, no tomando medidas preventivas, ni acogiendo
a las mujeres que hacen públicas sus quejas. El texto fue publicado
por CDD/Br (Católicas por el Derecho a Decidir), ONG de la cual
soy parte integrante, y obtuvo una gran repercusión en la sociedad
brasilera. Después del anuncio de la edición del texto,
cuyo título es Desvelando la política del silencio:
abuso sexual de mujeres por curas en el Brasil, hecho a través
de la Revista Época del dia 20 de junio, fui llamada por la dirección
del Instituto de Teología de San Andrés, en el cual enseño
desde hace ocho años y fui despedida, bajo la alegación
de que el Instituto no acepta y no concuerda con mis pensamientos, lo
que resulta en un impasse insoluble. De esa forma fui separada del cuadro
docente, sin ninguna posibilidad de diálogo. La destitución
sin justa causa evidencia que hubo por parte del Instituto Teológico
una actitud irrespetuosa de la libertad de cátedra, apartando de
sus cuadros a aquéllos/as que tocan temas neurálgicos que
afectan a la institución religiosa. Esa actitud del Instituto dio
aún más repercusión a la investigación y provocó
en diferentes sectores de la sociedad, manifestaciones de repudio a la
decisión del Instituto. Recibimos más de 150 correos de
grupos de mujeres, organismos de la ONU, centros de defensa de los derechos
humanos, teólogos/as, religiosas, provenientes de 14 países
diferentes de América Latina, América del Norte y Europa.
Aún así, el Instituto Teológico no se posicionó
públicamente en ninguna de las ocasiones en que fue contactado
por la prensa.
El
día 4 de Agosto estuve en la CNBB (Conferencia Nacional de Obispos
de Brasil), en una audiencia que solicité en Brasilia con el Secretario
General de la CNBB, D. Odilo Pedro Scherer y el Padre José Ernane
Pinheiro, Asesor Político del Secretariado General. Entregué
el libro personalmente al D. Odilo y, durante 45 minutos, en una relación
de respeto y diálogo, expuse el objetivo de mi pedido de audiencia.
Solicité que la CNBB tome medidas preventivas para evitar situaciones
de abuso sexual cometidos por curas, al igual que en iglesias de otros
países y que para ello los datos de la investigación que
realicé sirvan como contribución.
Los últimos acontecimientos que ocurrieron en mi vida a partir
del mes de julio, me provocan algunas reflexiones que quisiera compartir.
Como católica y feminista estoy acostumbrada a remar contra
la corriente. Entretanto, recupero el hecho de que la propuesta
original del cristianismo, como también de otras religiones de
las más diferentes culturas, caminan en busca de que seamos cada
vez más, humanos y humanas. Pienso que, transformarse en un ser
humano mejor, significa simplemente entender y pautar la propia vida creyendo
que todas las personas tienen el mismo valor y por eso merecen acceder
a todo lo bueno que la vida nos puede dar. El feminismo, por su parte,
es un camino que propone la igualdad en las relaciones entre hombres y
mujeres. Sin esa igualdad no somos enteramente human@s. Ahí está
la convergencia entre ser católica y feminista.
Para
realizar la investigación sobre abuso sexual de mujeres por curas
en Brasil, anduve por lugares sombríos, donde el miedo y la indignación
hablan más alto, y donde las personas, de ninguna manera, tienen
el mismo valor. Las mujeres y las niñas que denunciaron la agresión
sexual sufrida por sacerdotes, son inmediatamente culpabilizadas y tratadas
como irresponsables, traidoras a la Iglesia, provocadoras del deseo contenido
en los santos curas. Los sacerdotes ya estaban en otros lugares,
más iluminados. El miedo que demuestran es de otra naturaleza,
es el miedo al escándalo, y el miedo de perder su lugar sagrado,
y a macular la imagen de la iglesia.
En
este texto abordo algunos de los aspectos que más me impactaron,
luego de un trabajo de tres años de investigación de campo
y realización de lecturas sobre mujeres que sufrieron abuso y violencia
sexual de curas.3
Una
primera constatación es que esa discusión en Brasil es apenas
inicial, tanto en la sociedad como en los espacios eclesiásticos.
La bibliografia también es restringida. El abuso de menores y adolescentes
está mucho más cubierto por la bibliografia que el abuso
de mujeres adultas. En nuestra cultura las mujeres no son vistas como
potenciales víctimas de abuso sexual porque en el imaginario brasilero
existe la idea de que las mujeres son casi siempre peligrosas y seductoras,
en lo referido al campo de la sexualidad. Esto las torna mucho más
vulnerables y las expone a priori a un juicio negativo y humillante proferido
por superiores jerárquicos del denunciado, de sus propios familiares,
del aparato jurídico-policial, de la comunidad religiosa y del
público más amplio.
Hay
una conspiración del silencio, que trasciende el ámbito
eclesiástico y se esparce a gran parte de las personas que rodean
a las víctimas. Del lado de la instituición eclesial el
miedo al escándalo dificulta que la jerarquía tome medidas
positivas para prevenir y castigar tales situaciones. Por parte de los
laicos/as católicos/as y de las comunidades religiosas se evalúa
que esos males son antiguos y difícilmente serán
solucionados, por lo tanto no vale la pena enredarse en tales
situaciones. Eso no es claramente explícito en el discurso de las
personas, pero el comportamiento frente a los casos que se tornan públicos,
apunta en ese sentido. Siempre existe la sospecha de que las mujeres violentadas,
de alguna forma, sedujeron sexualmente al agresor, que no se contuvo
y, por eso se cometió el abuso o la violencia sexual. Aún
cuando las mujeres intentaran seducir a los curas - comportamiento que
no sé si es tan generalizado tal hecho, en caso extremo,
podría generar en los clérigos un sano deseo
sexual que se manifestara en la búsqueda de relaciones consentidas
y no a través de un comportamiento violento, completamente injustificado.
Es
sabido que la infracción del voto de castidad es un hecho que forma
parte de la vida cotidiana de gran parte de los religiosos. Muchas veces,
las personas ya no esperan que los padres sean castos; muchos seminaristas
ingresan a la vida religiosa planeando mantener relaciones afectivas y
sexuales clandestinas. En los Estados Unidos la investigación de
Richard Sipe4 presenta estimaciones sobre la práctica de los hombres
que profesan los votos de castidad, que implica una abstención
sexual: 50% se mantienen célibes; 30% se involucran en relaciones
y experiencias heterosexuales; 15% tienen relaciones y experiencias homosexuales;
5% se involucran en comportamientos considerados problemáticos
(travestismo, exhibicionismo, pornografia o masturbación compulsiva).
Posiblemente, en otras partes del mundo y también en Brasil, esa
realidad no es muy diferente. Entonces nos perguntamos, ¿hasta
cuándo la Iglesia mantendrá la castidad obligatoria? Aunque
no se verifique ninguna relación directa entre la práctica
de la castidad y el comportamiento sexual agresivo, de antemano se puede
afirmar que la renuncia obligatoria al deseo sexual no contribuye al ejercicio
de una sexualidad placentera y tranquila. ¿Por qué las religiones,
de un modo general y particularmente el catolicismo, insisten en interferir
en la vida sexual de las poblaciones, de sus fieles y principalmente de
sus clérigos? ¿Qué tienen que ver los grandes idearios
religiosos, tales como: amor al prójimo, deseo de igualdad y hermandad,
búsqueda de paz... con la manera, la forma, el momento, y con quién
viven las personas su vida sexual? Conozco varios curas, tanto heterosexuales
como homosexuales, que son excelentes referentes de comunidades, pero
serían mucho más felices si sus relaciones afectivas sexuales
no tuviesen que ser vividas de modo clandestino.
Esas
situaciones me hacen pensar que la Iglesia es por excelencia el lugar
donde todo puede ser hecho y vivido, siempre que no sea dicho. Hay una
situación de esquizofrenia entre lo que está prescripto
y lo que es vivido, y esta práctica es secular. Cuando América
Latina fue colonizada por los cristianos de Portugal y España,
éstos, al mismo tiempo que defendían la constituición
y la sacramentalización de la familia monogámica y nuclear,
destruían otras familias: las familias de esclavos negros, separando
hombres, mujeres y niños, abusaban de las índias y se servían
sexualmente de mujeres arrancadas del seno de sus familias. Tales contradicciones
son parte de la Historia de la Iglesia, aún cuando la Instituición
ha manifestado la capacidad de minimizar esas aberraciones, apostando
a la fuerza de un discurso religioso que se pretende sin fracturas, único,
monolítico y homogéneo. La fuerza simbólica, de la
figura del Papa, de la tradición católica, de las relaciones
entre sexo y pecado, están tan arraigadas en nuestras culturas
que nos tornan muchas veces seres pasivos frente a las arbitrariedades
cometidas en la vida de la Iglesia, en nombre de Dios.
Al
mismo tiempo, aquéllos/as que ejercen el derecho de hablar, y de
contradecir las verdades presentadas como divinas, son rápidamente
apartados/as y así, el sistema secreto que sustenta la política
del silencio y crea mecanismos de ocultamiento del abuso sexual por curas,
se mantienen²
El
sagrado derecho de hablar
En
este primer semestre de 2005 me preparé para el examen de calificación
del doctorado que estoy cursando en la Pontificia Universidad Católica
de San Pablo-Programa Ciencias de la religión, y redacté
un texto que sistematiza los datos recolectados en la investigación
empírica. A partir de la bibliografia sobre el tema abuso
sexual de mujeres por curas, hice un análisis de los casos
encontrados en los medios de comunicación, evidenciando regularidades
en el comportamiento de la jerarquía de la Iglesia Católica.
Esas regularidades nos permiten observar una tendencia en la misma jerarquía
a ocultar las denuncias hechas, no tomando medidas preventivas, ni acogiendo
a las mujeres que hacen públicas sus quejas. El texto fue publicado
por CDD/Br (Católicas por el Derecho a Decidir), ONG de la cual
soy parte integrante, y obtuvo una gran repercusión en la sociedad
brasilera. Después del anuncio de la edición del texto,
cuyo título es Desvelando la política del silencio:
abuso sexual de mujeres por curas en el Brasil, hecho a través
de la Revista Época del dia 20 de junio, fui llamada por la dirección
del Instituto de Teología de San Andrés, en el cual enseño
desde hace ocho años y fui despedida, bajo la alegación
de que el Instituto no acepta y no concuerda con mis pensamientos, lo
que resulta en un impasse insoluble. De esa forma fui separada del cuadro
docente, sin ninguna posibilidad de diálogo. La destitución
sin justa causa evidencia que hubo por parte del Instituto Teológico
una actitud irrespetuosa de la libertad de cátedra, apartando de
sus cuadros a aquéllos/as que tocan temas neurálgicos que
afectan a la institución religiosa. Esa actitud del Instituto dio
aún más repercusión a la investigación y provocó
en diferentes sectores de la sociedad, manifestaciones de repudio a la
decisión del Instituto. Recibimos más de 150 correos de
grupos de mujeres, organismos de la ONU, centros de defensa de los derechos
humanos, teólogos/as, religiosas, provenientes de 14 países
diferentes de América Latina, América del Norte y Europa.
Aún así, el Instituto Teológico no se posicionó
públicamente en ninguna de las ocasiones en que fue contactado
por la prensa.
El
día 4 de Agosto estuve en la CNBB (Conferencia Nacional de Obispos
de Brasil), en una audiencia que solicité en Brasilia con el Secretario
General de la CNBB, D. Odilo Pedro Scherer y el Padre José Ernane
Pinheiro, Asesor Político del Secretariado General. Entregué
el libro personalmente al D. Odilo y, durante 45 minutos, en una relación
de respeto y diálogo, expuse el objetivo de mi pedido de audiencia.
Solicité que la CNBB tome medidas preventivas para evitar situaciones
de abuso sexual cometidos por curas, al igual que en iglesias de otros
países y que para ello los datos de la investigación que
realicé sirvan como contribución.
Los últimos acontecimientos que ocurrieron en mi vida a partir
del mes de julio, me provocan algunas reflexiones que quisiera compartir.
Como católica y feminista estoy acostumbrada a remar contra
la corriente. Entretanto, recupero el hecho de que la propuesta
original del cristianismo, como también de otras religiones de
las más diferentes culturas, caminan en busca de que seamos cada
vez más, humanos y humanas. Pienso que, transformarse en un ser
humano mejor, significa simplemente entender y pautar la propia vida creyendo
que todas las personas tienen el mismo valor y por eso merecen acceder
a todo lo bueno que la vida nos puede dar. El feminismo, por su parte,
es un camino que propone la igualdad en las relaciones entre hombres y
mujeres. Sin esa igualdad no somos enteramente human@s. Ahí está
la convergencia entre ser católica y feminista.
Para
realizar la investigación sobre abuso sexual de mujeres por curas
en Brasil, anduve por lugares sombríos, donde el miedo y la indignación
hablan más alto, y donde las personas, de ninguna manera, tienen
el mismo valor. Las mujeres y las niñas que denunciaron la agresión
sexual sufrida por sacerdotes, son inmediatamente culpabilizadas y tratadas
como irresponsables, traidoras a la Iglesia, provocadoras del deseo contenido
en los santos curas. Los sacerdotes ya estaban en otros lugares,
más iluminados. El miedo que demuestran es de otra naturaleza,
es el miedo al escándalo, y el miedo de perder su lugar sagrado,
y a macular la imagen de la iglesia.
En
este texto abordo algunos de los aspectos que más me impactaron,
luego de un trabajo de tres años de investigación de campo
y realización de lecturas sobre mujeres que sufrieron abuso y violencia
sexual de curas.3
Una
primera constatación es que esa discusión en Brasil es apenas
inicial, tanto en la sociedad como en los espacios eclesiásticos.
La bibliografia también es restringida. El abuso de menores y adolescentes
está mucho más cubierto por la bibliografia que el abuso
de mujeres adultas. En nuestra cultura las mujeres no son vistas como
potenciales víctimas de abuso sexual porque en el imaginario brasilero
existe la idea de que las mujeres son casi siempre peligrosas y seductoras,
en lo referido al campo de la sexualidad. Esto las torna mucho más
vulnerables y las expone a priori a un juicio negativo y humillante proferido
por superiores jerárquicos del denunciado, de sus propios familiares,
del aparato jurídico-policial, de la comunidad religiosa y del
público más amplio.
Hay
una conspiración del silencio, que trasciende el ámbito
eclesiástico y se esparce a gran parte de las personas que rodean
a las víctimas. Del lado de la instituición eclesial el
miedo al escándalo dificulta que la jerarquía tome medidas
positivas para prevenir y castigar tales situaciones. Por parte de los
laicos/as católicos/as y de las comunidades religiosas se evalúa
que esos males son antiguos y difícilmente serán
solucionados, por lo tanto no vale la pena enredarse en tales
situaciones. Eso no es claramente explícito en el discurso de las
personas, pero el comportamiento frente a los casos que se tornan públicos,
apunta en ese sentido. Siempre existe la sospecha de que las mujeres violentadas,
de alguna forma, sedujeron sexualmente al agresor, que no se contuvo
y, por eso se cometió el abuso o la violencia sexual. Aún
cuando las mujeres intentaran seducir a los curas - comportamiento que
no sé si es tan generalizado tal hecho, en caso extremo,
podría generar en los clérigos un sano deseo
sexual que se manifestara en la búsqueda de relaciones consentidas
y no a través de un comportamiento violento, completamente injustificado.
Es
sabido que la infracción del voto de castidad es un hecho que forma
parte de la vida cotidiana de gran parte de los religiosos. Muchas veces,
las personas ya no esperan que los padres sean castos; muchos seminaristas
ingresan a la vida religiosa planeando mantener relaciones afectivas y
sexuales clandestinas. En los Estados Unidos la investigación de
Richard Sipe4 presenta estimaciones sobre la práctica de los hombres
que profesan los votos de castidad, que implica una abstención
sexual: 50% se mantienen célibes; 30% se involucran en relaciones
y experiencias heterosexuales; 15% tienen relaciones y experiencias homosexuales;
5% se involucran en comportamientos considerados problemáticos
(travestismo, exhibicionismo, pornografia o masturbación compulsiva).
Posiblemente, en otras partes del mundo y también en Brasil, esa
realidad no es muy diferente. Entonces nos perguntamos, ¿hasta
cuándo la Iglesia mantendrá la castidad obligatoria? Aunque
no se verifique ninguna relación directa entre la práctica
de la castidad y el comportamiento sexual agresivo, de antemano se puede
afirmar que la renuncia obligatoria al deseo sexual no contribuye al ejercicio
de una sexualidad placentera y tranquila. ¿Por qué las religiones,
de un modo general y particularmente el catolicismo, insisten en interferir
en la vida sexual de las poblaciones, de sus fieles y principalmente de
sus clérigos? ¿Qué tienen que ver los grandes idearios
religiosos, tales como: amor al prójimo, deseo de igualdad y hermandad,
búsqueda de paz... con la manera, la forma, el momento, y con quién
viven las personas su vida sexual? Conozco varios curas, tanto heterosexuales
como homosexuales, que son excelentes referentes de comunidades, pero
serían mucho más felices si sus relaciones afectivas sexuales
no tuviesen que ser vividas de modo clandestino.
Esas
situaciones me hacen pensar que la Iglesia es por excelencia el lugar
donde todo puede ser hecho y vivido, siempre que no sea dicho. Hay una
situación de esquizofrenia entre lo que está prescripto
y lo que es vivido, y esta práctica es secular. Cuando América
Latina fue colonizada por los cristianos de Portugal y España,
éstos, al mismo tiempo que defendían la constituición
y la sacramentalización de la familia monogámica y nuclear,
destruían otras familias: las familias de esclavos negros, separando
hombres, mujeres y niños, abusaban de las índias y se servían
sexualmente de mujeres arrancadas del seno de sus familias. Tales contradicciones
son parte de la Historia de la Iglesia, aún cuando la Instituición
ha manifestado la capacidad de minimizar esas aberraciones, apostando
a la fuerza de un discurso religioso que se pretende sin fracturas, único,
monolítico y homogéneo. La fuerza simbólica, de la
figura del Papa, de la tradición católica, de las relaciones
entre sexo y pecado, están tan arraigadas en nuestras culturas
que nos tornan muchas veces seres pasivos frente a las arbitrariedades
cometidas en la vida de la Iglesia, en nombre de Dios.
Al
mismo tiempo, aquéllos/as que ejercen el derecho de hablar, y de
contradecir las verdades presentadas como divinas, son rápidamente
apartados/as y así, el sistema secreto que sustenta la política
del silencio y crea mecanismos de ocultamiento del abuso sexual por curas,
se mantienen²
1 http://www.iepala.es/curso_ddhh/ddhh1054.htm
2 http://www.informaticajuridica.com/trabajos/Pagina_especifica_sobre_derechos_de_autor_Autonomia_universitaria.asp |