Radicalidad Democrática y Sociodiversidad

Cotidiano Mujer Nº40

 Apuntes para un debate sobre las interacciones entre derechos individuales,
derechos colectivos, diversidad, reconocimiento, reciprocidad y ayuda mutua.

 

Carles Riera i Albert ž

Me gustaría en primer lugar, agradecer a las promotoras de este encuentro el que hayan hecho posible con su invitación, el estar hoy aquí, considerando que, en las cuestiones que vamos a debatir, soy más buscador y aprendiz que una persona de autoridad.

 

En segundo lugar también quiero agradecer a los seres humanos, mujeres y hombres que con su relación me han enseñado y me enseñan en este ir haciendo preguntas y buscando respuestas. Estos saberes son construidos en relación y generados por experiencias compartidas, sabiéndonos parte de una red que nos humaniza, en la que afinidades, complementariedades, diversidades, conflictos (contradicciones), encuentros y despedidas son campo fecundo de aprendizaje. Un campo en el que cualquier modificación de lo real pasa por un cambio tanto en lo personal como en lo social.

 

Aparecen así otras medidas, otras mediaciones que dan sentido a la experiencia creando un mundo común compartido1. Una de las medidas que coloco hoy en el mundo es aquella que busca superar el mecanismo de la violencia en las relaciones entre los seres humanos2 situando a la política en el centro de la realidad, una política de cambio en primera persona, de resolución de las contradicciones en un nivel donde los humanos mediando con la palabra seamos capaces de construir un nuevo encuentro.

En tercer lugar y como prólogo, decirles que el cometido principal de mi aportación es la reflexión sobre la relación profunda que existe para mí entre transformación personal y cambio de la sociedad. Siento que ahí está la base de un nuevo paradigma de cambio que partiendo de sí, de la modificación en primera persona, al mover vínculos y redes, se extienda al tejido de nuestra sociedad y del mundo. No es un reto nuevo ni original ya que diversas tradiciones culturales lo incorporan a sus finalidades y prácticas, pero lo siento también como una urgencia radicalmente actual en nuestra sociedad.

 

A nivel metodológico plantearé el debate en términos de algunas preguntas y gérmenes de respuesta.

 

La primera pregunta que hago en voz alta es la siguiente:

 

¿La progresión de derechos individuales o, más exactamente, la individualización (individuación)3  de los derechos, qué ha favorecido principalmente? ¿Qué ha significado a lo largo de los últimos tiempos que el sentido de la libertad se conciba básicamente en la progresión de derechos y éstos se plasmen básicamente en derechos a nivel individual?

 

La respuesta que me surge en primer lugar es que esta progresión de derechos civiles, entre los cuales la igualdad de oportunidades de mujeres y hombres así como la no discriminación racial entre otros, en su dimensión de derechos individuales, favorecen, efectivamente, la igualdad de oportunidades para la integración individual en la sociedad liberal, en una concepción de libertad basada en las opciones de consumo, en la propiedad privada, en la privacidad y en las oportunidades para competir en las aspiraciones a ocupar lugares de privilegio en el sistema, más que en la creatividad social, la cohesión y la solidaridad. La diversidad de individualidades e itinerarios ha supuesto más una diversificación de caminos hacia el paradigma liberal dominante que una propuesta alternativa a éste.

 

En segundo lugar y dada la orientación de este seminario, la siguiente pregunta es:

 

¿Qué expresa la actual confrontación entre liberalismo y fundamentalismo? ¿Es verdadera o expresa otro problema de fondo?

 

La sociedad patriarcal, fundamentada en unas relaciones de dominio de unos seres humanos sobre otros y basada en la apropiación individual o corporativa de la creación colectiva y en el libertinaje de las élites a costa de la libertad coartada o vigilada de las clases populares, atraviesa como rasgo común tanto a las sociedades liberales como a las sociedades totalitarias.

 

Pero además ¿no es el liberalismo y su máquina de guerra militar, económica y cultural un fundamentalismo que se autoexcluye de esta categoría precisamente por su posición dominante?

 

En el primer caso se trata de alcanzar las finalidades del sistema mediante el individualismo competitivo. En el segundo, mediante procesos altamente homogeneizadores y de fuerte encuadramiento social. En este marco, el fundamentalismo también debe ser explicado como una reacción defensiva de las sociedades colonizadas ante el integrismo liberal de los colonizadores, aunque en los dos subyazga un mismo paradigma de desigualdad y dominio de unos sobre otros y principalmente sobre otras.

En tercer lugar,

 

¿La crisis occidental de las adscripciones identatarias basadas en la familia, la clase, el hábitat comunitario, la religión, etc... supone la construcción de un nuevo orden de vínculos comunitarios o, por ahora, refuerza el sistema liberal individualista?

 

Las sociedades occidentales están experimentando y exportando un sistema de relaciones competitivo, precario, flexible, deslocalizado e individualizado, sin que sean evidentes las alternativas socializantes. En el actual sistema de relaciones los seres humanos se configuran en buena medida como seres desarraigados4  y eso nos hace más vulnerables al liberalismo. Otras sociedades sostienen modelos tradicionales que se resisten a dicha noción individualista de la ciudadanía. Los nuevos movimientos sociales y las nuevas experiencias de familia, de economía social, etc., tienen el reto de experimentar y crear nuevas formas de convivencia solidaria y de ciudadanía colectiva.

 

La atención a justicias y solidaridades transversales y socializantes, puede suponer un complemento a la individualización (individuación) de los derechos que favorezca un paradigma postneoliberal. La propiedad común, la economía social, la democracia participativa local, la justicia y la ecología globales, la ayuda mutua, la reciprocidad, las solidaridades con respeto a la diversidad, pueden vincular el derecho individual a finalidades comunes no integristas (no apriorísticas) de fuerte capacidad de transformación personal y social y de gran potencial de crisis para el liberalismo.

 

Una nueva generación de derechos colectivos (de los pueblos sin estado, ecológicos, sociales...) puede complementar los derechos individuales, incorporando la diversidad a la democracia y poniendo a la vez la relación, la mediación, el compartir, el obligarse en lo común en el centro del debate democrático, por encima del falso dilema de la pugna entre intereses individuales y colectivos cuando se busca un nivel superior de encuentro.

Y ante este debate y en el marco del FSM…

¿No es paradójico que la izquierda occidental critique el imperialismo al tiempo que considere legítima la exportación universal de sus propios valores y proyectos?

 

Si bien el deseo de justicia universal pareciera ser algo obviamente legítimo, en el liberalismo y en la izquierda universalista existe la coincidencia de aspirar a imponer sus modelos en todo el planeta, cosa que coloca nuevamente las singularidades, las diferencias, la diversidad y la comunidad como aportes pendientes en ambas tradiciones, que confunden igualdad de oportunidades con homogeneidad y universalización.

 

Y finalmente…

¿La separación entre cambio personal y transformación social, no favorece la polarización entre liberalismo y totalitarismo sin dejar lugar a un territorio de transformación global y a la creación de redes de relación y de solidaridad en el cambio personal y colectivo?

 

La dislocación de lo interior y lo social, lo público y lo privado, lo personal y lo político5, favorece el modelo liberal basado en la competencia, la imagen, la jerarquización de opresiones y desigualdades y la individuación sin compromiso.

 

La confrontación entre partidarios del cambio social y de la transformación personal es una pérdida de energía y un falso problema que excluye el punto de apoyo complejo y holístico del cambio real. La transformación subjetiva hacia la autonomía y la ecuanimidad y el compromiso solidario, en un nuevo orden del amor, mediada por la relación, son condición necesaria y parte de un proceso de círculo virtuoso para el cambio en las instituciones sociales y los procesos políticos.

 

Y en ese territorio de cambio global…

 

¿Puede la relación de mujeres y hombres incluir y mediar la diferencia sexual, comprometiéndose en la ayuda mutua para la común transformación?

Un paradigma de radicalidad democrática, libertaria, puede incluir la diferencia y la complementariedad transformadora como eje fundamental de la dialéctica social, entendida ésta desde la visión heraclitiana y no hegeliana. Como relación de autoco-
nocimiento y de ayuda mutua en la construcción de nuevas experiencias sociales de compromiso y libertad.

 

Finalmente, añadir que estas reflexiones, estos atisbos y balbuceos, surgen de una experiencia personal compartida, de una práctica política de relación de diferencia de mujeres y hombres iniciada con Elizabeth Uribe Pinillos, en la que ponemos en juego el conflicto creativo, la diferencia del ser mujer y del ser hombres como elemento enriquecedor en la búsqueda de sentido.

 

ž Texto elaborado en diálogo6 con Elizabeth Uribe y Carles Riera y  presentado por éste en el FSM de Mumbai.

Mumbai, India, Enero 2004.

1 En este sentido Hannah Arendt, La condición Humana, Paidós, Barcelona, 1991, lo ilustra muy bien, Capítulo V, La acción.

2 Aquí sigo a la filósofa Luisa Muraro del Grupo Diótima en su texto Autoridad y Autoría en el libro Las mujeres y el poder, 2000.

3 Hay un uso de acepciones de sentido que procede de las lenguas en las cuales comunicamos uno y otra y de las acepciones disciplinarias que usamos. En un primer sentido está el uso del lenguaje sociológico: individualización; en el otro, el uso, más restringido a la psicología, específicamente junguiana: individuación. Nos parece pertinente desplegar los distintos significados, dado que nos movemos en un mundo plural y diverso.

4 Aquí me apoyo en Simone Weil, Echar raíces, Trotta editorial, 1998.

5 Sobre este último planteamiento me gustaría señalar que el movimiento de mujeres y en él, el feminismo ha señalado el vínculo,  desde finales de los 60 con la formulación, lo personal es político sin que aun sea incluido plenamente en muchas de  las prácticas políticas.

6   El texto recoge un intercambio de opiniones construido en momentos diversos: escritura individual contrastada, lecturas e intercambios vía correo electrónico y posteriormente encuentro presencial  con planteamientos que dejan abiertos los temas no resueltos.  Desde mi experiencia, escribe Elizabeth, la mediación actúa  en una parcialidad a la que le cuesta abrirse a la otra parcialidad de lo humano: la masculina y la femenina. De cara a la necesidad de su publicación dejamos abiertas las contradicciones.

            Por ejemplo, muchas de las categorías que se utilizan no hacen parte de la que es hoy mi experiencia en relación a lo que nombro con otras como política: cortar e interrumpir en las relaciones humanas el uso del mecanismo de la fuerza y los instrumentos de violencia para los que lo otro que no soy yo no se ve, se respeta ni se reconoce.