Apuntes
para un debate sobre las interacciones entre derechos individuales,
derechos colectivos, diversidad, reconocimiento, reciprocidad
y ayuda mutua.
Carles
Riera i Albert
ž
Me
gustaría en primer lugar, agradecer a las promotoras de este
encuentro el que hayan hecho posible con su invitación, el
estar hoy aquí, considerando que, en las cuestiones que vamos
a debatir, soy más buscador y aprendiz que una persona de
autoridad.
En
segundo lugar también quiero agradecer a los seres humanos,
mujeres y hombres que con su relación me han enseñado y me
enseñan en este ir haciendo preguntas y buscando respuestas.
Estos saberes son construidos en relación y generados por
experiencias compartidas, sabiéndonos parte de una red que
nos humaniza, en la que afinidades, complementariedades, diversidades,
conflictos (contradicciones), encuentros y despedidas son
campo fecundo de aprendizaje. Un campo en el que cualquier
modificación de lo real pasa por un cambio tanto en lo personal
como en lo social.
Aparecen
así otras medidas, otras mediaciones que dan sentido a la
experiencia creando un mundo común compartido1.
Una de las medidas que coloco hoy en el mundo es aquella que
busca superar el mecanismo de la violencia en las relaciones
entre los seres humanos2
situando a la política en el centro de la realidad, una política
de cambio en primera persona, de resolución de las contradicciones
en un nivel donde los humanos mediando con la palabra seamos
capaces de construir un nuevo encuentro.
En
tercer lugar y como prólogo, decirles que el cometido principal
de mi aportación es la reflexión sobre la relación profunda
que existe para mí entre transformación personal y cambio
de la sociedad. Siento que ahí está la base de un nuevo paradigma
de cambio que partiendo de sí, de la modificación en primera
persona, al mover vínculos y redes, se extienda al tejido
de nuestra sociedad y del mundo. No es un reto nuevo ni original
ya que diversas tradiciones culturales lo incorporan a sus
finalidades y prácticas, pero lo siento también como una urgencia
radicalmente actual en nuestra sociedad.
A
nivel metodológico plantearé el debate en términos de algunas
preguntas y gérmenes de respuesta.
La
primera pregunta que hago en voz alta es la siguiente:
¿La
progresión de derechos individuales o, más exactamente, la
individualización (individuación)3
de los derechos, qué ha favorecido principalmente? ¿Qué ha
significado a lo largo de los últimos tiempos que el sentido
de la libertad se conciba básicamente en la progresión de
derechos y éstos se plasmen básicamente en derechos a nivel
individual?
La
respuesta que me surge en primer lugar es que esta progresión
de derechos civiles, entre los cuales la igualdad de oportunidades
de mujeres y hombres así como la no discriminación racial
entre otros, en su dimensión de derechos individuales, favorecen,
efectivamente, la igualdad de oportunidades para la integración
individual en la sociedad liberal, en una concepción de libertad
basada en las opciones de consumo, en la propiedad privada,
en la privacidad y en las oportunidades para competir en las
aspiraciones a ocupar lugares de privilegio en el sistema,
más que en la creatividad social, la cohesión y la solidaridad.
La diversidad de individualidades e itinerarios ha supuesto
más una diversificación de caminos hacia el paradigma liberal
dominante que una propuesta alternativa a éste.
En
segundo lugar y dada la orientación de este seminario, la
siguiente pregunta es:
¿Qué
expresa la actual confrontación entre liberalismo y fundamentalismo?
¿Es verdadera o expresa otro problema de fondo?
La
sociedad patriarcal, fundamentada en unas relaciones de dominio
de unos seres humanos sobre otros y basada en la apropiación
individual o corporativa de la creación colectiva y en el
libertinaje de las élites a costa de la libertad coartada
o vigilada de las clases populares, atraviesa como rasgo común
tanto a las sociedades liberales como a las sociedades totalitarias.
Pero
además ¿no es el liberalismo y su máquina de guerra militar,
económica y cultural un fundamentalismo que se autoexcluye
de esta categoría precisamente por su posición dominante?
En
el primer caso se trata de alcanzar las finalidades del sistema
mediante el individualismo competitivo. En el segundo, mediante
procesos altamente homogeneizadores y de fuerte encuadramiento
social. En este marco, el fundamentalismo también debe ser
explicado como una reacción defensiva de las sociedades colonizadas
ante el integrismo liberal de los colonizadores, aunque en
los dos subyazga un mismo paradigma de desigualdad y dominio
de unos sobre otros y principalmente sobre otras.
En
tercer lugar,
¿La
crisis occidental de las adscripciones identatarias basadas
en la familia, la clase, el hábitat comunitario, la religión,
etc... supone la construcción de un nuevo orden de vínculos
comunitarios o, por ahora, refuerza el sistema liberal individualista?
Las
sociedades occidentales están experimentando y exportando
un sistema de relaciones competitivo, precario, flexible,
deslocalizado e individualizado, sin que sean evidentes las
alternativas socializantes. En el actual sistema de relaciones
los seres humanos se configuran en buena medida como seres
desarraigados4
y eso nos hace más vulnerables al liberalismo. Otras sociedades
sostienen modelos tradicionales que se resisten a dicha noción
individualista de la ciudadanía. Los nuevos movimientos sociales
y las nuevas experiencias de familia, de economía social,
etc., tienen el reto de experimentar y crear nuevas formas
de convivencia solidaria y de ciudadanía colectiva.
La
atención a justicias y solidaridades transversales y socializantes,
puede suponer un complemento a la individualización (individuación)
de los derechos que favorezca un paradigma postneoliberal.
La propiedad común, la economía social, la democracia participativa
local, la justicia y la ecología globales, la ayuda mutua,
la reciprocidad, las solidaridades con respeto a la diversidad,
pueden vincular el derecho individual a finalidades comunes
no integristas (no apriorísticas) de fuerte capacidad de transformación
personal y social y de gran potencial de crisis para el liberalismo.
Una
nueva generación de derechos colectivos (de los pueblos sin
estado, ecológicos, sociales...) puede complementar los derechos
individuales, incorporando la diversidad a la democracia y
poniendo a la vez la relación, la mediación, el compartir,
el obligarse en lo común en el centro del debate democrático,
por encima del falso dilema de la pugna entre intereses individuales
y colectivos cuando se busca un nivel superior de encuentro.
Y
ante este debate y en el marco del FSM…
¿No
es paradójico que la izquierda occidental critique el imperialismo
al tiempo que considere legítima la exportación universal
de sus propios valores y proyectos?
Si
bien el deseo de justicia universal pareciera ser algo obviamente
legítimo, en el liberalismo y en la izquierda universalista
existe la coincidencia de aspirar a imponer sus modelos en
todo el planeta, cosa que coloca nuevamente las singularidades,
las diferencias, la diversidad y la comunidad como aportes
pendientes en ambas tradiciones, que confunden igualdad de
oportunidades con homogeneidad y universalización.
Y
finalmente…
¿La
separación entre cambio personal y transformación social,
no favorece la polarización entre liberalismo y totalitarismo
sin dejar lugar a un territorio de transformación global
y a la creación de redes de relación y de solidaridad en el
cambio personal y colectivo?
La
dislocación de lo interior y lo social, lo público y lo privado,
lo personal y lo político5,
favorece el modelo liberal basado en la competencia, la imagen,
la jerarquización de opresiones y desigualdades y la individuación
sin compromiso.
La
confrontación entre partidarios del cambio social y de la
transformación personal es una pérdida de energía y un falso
problema que excluye el punto de apoyo complejo y holístico
del cambio real. La transformación subjetiva hacia la autonomía
y la ecuanimidad y el compromiso solidario, en un nuevo orden
del amor, mediada por la relación, son condición necesaria
y parte de un proceso de círculo virtuoso para el cambio en
las instituciones sociales y los procesos políticos.
Y
en ese territorio de cambio global…
¿Puede
la relación de mujeres y hombres incluir y mediar la diferencia
sexual, comprometiéndose en la ayuda mutua para la común transformación?
Un
paradigma de radicalidad democrática, libertaria, puede incluir
la diferencia y la complementariedad transformadora como eje
fundamental de la dialéctica social, entendida ésta desde
la visión heraclitiana y no hegeliana. Como relación de autoco-
nocimiento y de ayuda mutua en la construcción de nuevas experiencias
sociales de compromiso y libertad.
Finalmente,
añadir que estas reflexiones, estos atisbos y balbuceos, surgen
de una experiencia personal compartida, de una práctica política
de relación de diferencia de mujeres y hombres iniciada con
Elizabeth Uribe Pinillos, en la que ponemos en juego el conflicto
creativo, la diferencia del ser mujer y del ser hombres como
elemento enriquecedor en la búsqueda de sentido.
ž
Texto elaborado en diálogo6
con Elizabeth Uribe y Carles Riera y presentado por
éste en el FSM de Mumbai.
Mumbai,
India, Enero 2004.
1
En este sentido Hannah Arendt, La condición Humana,
Paidós, Barcelona, 1991, lo ilustra muy bien, Capítulo V,
La acción.
2
Aquí sigo a la filósofa Luisa Muraro del Grupo Diótima
en su texto Autoridad y Autoría en el libro Las mujeres y
el poder, 2000.
3
Hay un uso de acepciones de sentido que procede de
las lenguas en las cuales comunicamos uno y otra y de las
acepciones disciplinarias que usamos. En un primer sentido
está el uso del lenguaje sociológico: individualización; en
el otro, el uso, más restringido a la psicología, específicamente
junguiana: individuación. Nos parece pertinente desplegar
los distintos significados, dado que nos movemos en un mundo
plural y diverso.
4
Aquí me apoyo en Simone Weil, Echar raíces, Trotta
editorial, 1998.
5
Sobre este último planteamiento me gustaría señalar
que el movimiento de mujeres y en él, el feminismo ha señalado
el vínculo, desde finales de los 60 con la formulación,
lo personal es político sin que aun sea incluido plenamente
en muchas de las prácticas políticas.
6
El texto recoge un intercambio de opiniones construido en
momentos diversos: escritura individual contrastada, lecturas
e intercambios vía correo electrónico y posteriormente encuentro
presencial con planteamientos que dejan abiertos los
temas no resueltos. Desde mi experiencia, escribe Elizabeth,
la mediación actúa en una parcialidad a la que le cuesta
abrirse a la otra parcialidad de lo humano: la masculina y
la femenina. De cara a la necesidad de su publicación dejamos
abiertas las contradicciones.
Por ejemplo, muchas de las categorías que se utilizan no hacen
parte de la que es hoy mi experiencia en relación a lo que
nombro con otras como política: cortar e interrumpir en las
relaciones humanas el uso del mecanismo de la fuerza y los
instrumentos de violencia para los que lo otro que no soy
yo no se ve, se respeta ni se reconoce.