Hablando con Aníbal Faúndes

Cotidiano Mujer Nº39
Año 2003

 

Cuando alguien me pregunta  ¿cómo puede estar usted  a favor del aborto?  yo les  respondo con otra pregunta, ¿ustedes realmente creen que haya alguien que esté  a favor del aborto? No conozco  a una sola mujer  a la cual le guste abortar... hasta que se ven ellas mismas en la situación de tener que abortar, sin otra alternativa que la interrupción del embarazo. Hay quienes creen  que la solución del problema del aborto es condenar y quienes piensan que condenar a la mujer que aborta no es solución de nada, al contrario, tiene un efecto negativo y, entre estos últimos, me encuentro yo.

Pero yo sostengo que este es un falso dilema, que no existen personas a favor o en contra del aborto. El dilema es otro, es condenar o no condenar  a la mujer que aborta, esa es la discusión. 

La otra pregunta que  me hago es si es justo condenar a la mujer que aborta y si eso es eficaz para resolver el problema del aborto, para que no haya más abortos y cuáles son las consecuencias que tiene condenar a la mujer que aborta.  

Cuando uno pretende condenar el aborto tendría  que empezar sabiendo por qué las mujeres se hacen un aborto.   Lo primero  es por qué las mujeres se embarazan cuando no desean tener un hijo y por qué el  embarazo llega a ser tan indeseado que la mujer opta por los sufrimientos y riesgos de un aborto.  La  primera  razón, en la que se piensa poco, es porque la mujer muchas veces tiene relaciones sexuales sin su voluntad,  o no tiene poder para oponerse  o porque a veces no quiere tenerlas de esa manera.  

La otra razón es porque  muchas mujeres no conocen  los métodos anticonceptivos o no tienen acceso a ellos y aun las que los conocen tienen información equivocada, muchas veces. Incluso las que los usan pueden quedar embarazadas porque éstos, a veces, fallan. Y,  las que quieren quedar embarazadas y se embarazan creyendo que será posible tenerlo, cambian las circunstancias y se enfrentan  a una situación en que no tienen otra alternativa que la interrupción del embarazo.  

Pero además de todo esto, no es justo porque solo las mujeres pobres pagan las consecuencias de la penalización del aborto. Las mujeres con capacidad económica se hacen tal vez más abortos que las pobres, pero quienes mueren son estas últimas, es decir hay una enorme inequidad en el problema del aborto. 

Otra de las preguntas es  si condenar a la mujer que aborta es eficaz para resolver el problema  La condena es de dos  tipos, una legal y otra religiosa o moral. La prohibición legal no  tiene efectos sobre la cantidad de abortos, porque si fuera así, los países con el aborto penalizado tendrían una tasa mucho más baja que aquéllos  en que es legal,   y  no ocurre eso, sino todo lo contrario. 

Desde el punto de vista de la condena moral o religiosa, sabemos que el Vaticano condena con la excomunión automática sólo en dos casos: el aborto  y el intento de asesinato  al Papa y el castigo por el aborto es mayor que el del homicidio desde el punto de vista de la jerarquía actual de la Iglesia Católica.  

Podemos concluir entonces que condenar a las mujeres que abortan, no solo no es justo sino que tampoco es eficaz. 

La otra pregunta es ¿qué consecuencias tiene la despenalización para las mujeres y  para la sociedad? La criminilización del aborto lleva por lo menos a tres problemas: desvío de recursos para atender complicaciones del aborto,  problemas de esterilidad y una mayor mortalidad materna, lo que en Uruguay ha sido denunciado recientemente como un problema grave.

Entonces,  condenar a la mujer que aborta, no solo no es justo ni es eficaz, sino que tiene graves  consecuencias  para la mujer y para la sociedad. 

¿Qué  hacer? 

Estamos de  acuerdo en que no hay nadie a favor del aborto, y  también entendemos que condenar a la mujer no es la solución,  porque no es ni justo ni  eficaz  y tiene graves consecuencias. ¿Cómo hacemos para reducir el aborto  y sus consecuencias? Por una parte tenemos que corregir los factores  que  hacen que ocurran embarazos no deseados y por otro lado tenemos que dar protección social a  la mujer que  tiene un embarazo deseado y que se encuentra sin esa protección. 

Lo  primero que tenemos que hacer es luchar por una igualdad de poder entre géneros que permita a la mujer  tener capacidad de decidir cuándo,  con quién   y en qué condiciones desea ejercitar su sexualidad y eso significa  simplemente educación sexual con características apropiadas y en los momentos apropiados. El otro elemento es facilitar el acceso a los métodos de planificación familiar, que en Brasil, por ejemplo, al aumentar la tasa de prevalencia de métodos anticonceptivos  provocó una disminución significativa del número de abortos.