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Las
feministas y el sociologo
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Cotidiano Mujer Nº39
Año
2003
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Finalizado el III Foro Social Mundial en Porto Alegre la organización
feminista SOS- Corpo de Recife organizó un espacio de profundización
del debate feminista con el sociólogo portugués Boaventura de Souza
Santos.
En
esta pequeña crónica para las páginas de Cotidiano Mujer, algunas
de las participantes reflexionan sobre este inédito encuentro, sus
vicisitudes y dificultades. A efectos de ilustrar a quienes no participaron,
haremos una pequeña síntesis del documento entregado por Boaventura
con la certeza de que es apenas un esbozo de su fértil propuesta de
búsqueda teórica y política. Las reflexiones presentadas por él en
el seminario surgen de un trabajo de investigación en seis países
que aborda cinco áreas temáticas: democracia participativa, sistemas
de producción alternativos; multiculturalismo, derechos colectivos
y ciudadanía cultural; alternativa a las derechos de propiedad intelectual
y biodiversidad capitalista; nuevo internacionalismo obrero. Este
proyecto de investigación tiene el título de “La reivindicación de
la emancipación social” y su desarrollo llevó a profundizar la reflexión
epistemológica para identificar discursos y narrativas alternativas.
“Para
una sociología de las ausencias y una sociología de las emergencias”1
En
primer lugar, la experiencia social en todo el mundo es mucho más amplia
y variada de lo que la tradición científica o filosófica occidental conoce
o considera importante. En segundo lugar, esta riqueza social es desperdiciada.
Es de este desperdicio que se nutren las ideas que proclaman que no hay
alternativas, que la historia llegó a su fin y cuestiones semejantes.
En tercer lugar, para combatir el desperdicio de la experiencia, para
tornar visibles las iniciativas y movimientos alternativos y para darles
credibilidad, sirve de poco recurrir a las ciencias sociales tal como
las conocemos. Al final de cuentas esa ciencia es responsable de esconder
o desacreditar las alternativas. Para combatir el desperdicio de la experiencia
social, no basta con proponer otro tipo de ciencia social. Más que eso,
es necesario proponer un modelo diferente de racionalidad. Sin una crítica
del modelo de racionalidad occidental do-minante por lo menos durante
doscientos años, todas las propuestas presentadas por los nuevos análisis
sociales, por más alternativos que se juzguen, tenderán a reproducir el
mismo efecto de ocultamiento y descrédito.2
(...)
Procuro
fundar tres procedimientos socio-lógicos en esta razón cosmopolita: la
sociología de las ausencias, la sociología de las emergencias y el trabajo
de traducción. Para esta tarea los puntos de partida son tres. En primer
lugar, la comprensión de que el mundo es mucho más que la comprensión
occidental del mundo. En segundo lugar, la comprensión del mundo y la
forma como se crea y legitima el poder social, tiene mucho que ver con
concepciones del tiempo y la temporalidad. En tercer lugar, la característica
fundamental de la concepción occidental de racionalidad es el hecho de,
por un lado, constreñir el presente y por otro lado, expandir el futuro.
Constreñir el presente, ocasionado por una peculiar concepción de totalidad,
transformó el presente en un instante fugaz, atrincherado entre el pasado
y el futuro. Del mismo modo, la concepción lineal del tiempo y la planificación
de la historia permiten expandir el futuro indefinidamente. Cuanto más
amplio el futuro, más radiantes eran las expectativas con-frontadas con
la experiencia presente. En los años cuarenta Ernest Bloch ( 1995:313)
se interrogaba, perplejo: si vivimos apenas en el presente, ¿por qué razón
es tan fugaz? Esta es la misma interrogante que subyace en mis reflexiones.
Propongo
una razón cosmopolita que, en esta fase de transición tendrá que
seguir una trayectoria inversa: expandir el presente y constreñir el futuro.
Sólo así será posible crear el espacio-tiempo necesario para conocer y
valorizar la inagotable experiencia social que está en curso en el mundo
de hoy. En otras palabras, solo así será posible evitar el gigan-tezco
desperdicio de la experiencia que sufrimos hoy en día. Para expandir el
presente propongo una sociología de las ausencias; para constreñir el
futuro, una sociología de las emergencias.
Dado
que vivimos como muestran Prigogine (1997) y Wallerstein (1999), en una
situación de bifurcación, la inmensa diversidad de experiencias sociales
revelada en estos procesos no puede ser explicada adecua-damente por una
teoría general. En vez de una teoría general, propongo una teoría o un
proceso de traducción, capaz de crear inteligibilidad mutua entre experiencias
posibles y disponibles.
La
indolencia de la razón criticada en este ensayo ocurre en cuatro formas
diferentes: la razón impotente, aquella que no ejerce porque piensa que
nada puede hacer contra la necesidad concebida exterior a ella misma,
la razón arrogante, que no siente la necesidad de ejercerse porque se
imagina incon-dicionalmente libre y por consiguiente libre de la necesidad
de mostrar su propia libertad; la razón metonímica, que se reivindica
como la única forma de racionalidad y por consiguiente, no se aplica a
descubrir otras racionalidades y si lo hace, lo hace solo para volverlas
materias primas3;
y la razón proléptica4,
que no aplica a pensar el futuro, porque cree saber todo respecto a él
o lo concibe como una superación lineal, automática e infinita del presente.
La razón indolente subyace, en sus varias formas, en el conocimiento hegemónico,
tanto filosófico como científico, producido en occidente en los últimos
años.5 (
….)
El
objetivo de la sociología de las ausencias es transformar objetos imposibles
en posibles y con base en ellos transformar las ausencias en presencias.
Se hace centrándose en los fragmentos de experiencia social no socializados
por la totalidad metonímica. ¿Qué existe en el Sur que escapa a la dicotomía
Norte-Sur? ¿En qué consiste la medicina tradicional que escapa a la dicotomía
medicina moderna-medicina tradicional? ¿Qué existe en la mujer que es
independiente de la relación con el hombre? ¿ Es posible ver lo subalterno
sin mirar la relación de subalternidad?
No
hay una manera unívoca de no existir, porque son varias las lógicas y
los procesos a través de los cuales la razón metonímica produce la no
existencia de aquello que no cabe en su totalidad y en su tiempo lineal.
Hay producción de no existencia siempre que una entidad es descalificada
y vuelta invisible, inin-teligible o descartable de modo irreversible.
Lo que tienen en común las diferentes lógicas de no-existencia es que
son todas ellas mani-festaciones de la misma monocultura racional.
Distingo
cinco lógicas o modos de producción de no-existencia.
La
primera lógica deriva de la monocultura del saber o el rigor del saber.
Es el modo de producción más poderoso de no-existencia. Consiste en la
transformación de la ciencia moderna y de la alta cultura en criterios
únicos de verdad y de calidad estética, respec-tivamente. La complicidad
que une “las dos culturas” reside en el hecho de que ambas se consideran,
cada una en su campo, cánones exclusivos de producción de conocimientos
o de creación artística. Todo lo que el cánon no legitima, o reconoce
es declarado inexistente. La no-existencia asume aquí la forma de ignorancia
o de incultura.
La
segunda lógica se asienta en la monocultura del tiempo lineal, la idea
de que la historia tiene sentido y dirección única y conocida. Ese sentido
y esa dirección ha sido formulada de diferentes maneras en los últimos
doscientos años: progreso, revolución, modernización, desarrollo, crecimiento,
globalización. Todas esas formulaciones tienen en común la idea de un
tiempo lineal al que siguen los países centrales del sistema mundial y
con ellos, el conocimiento y las instituciones y las formas de sociabilidad
que en ellos predomina. Esta lógica produce no-existencia declarando “atrasado”
todo lo que, según la norma temporal, es asimétrico en relación a aquello
declarado avanzado. Es en los términos de esta lógica que la modernidad
occidental produce la no contemporaneidad de lo contemporáneo, la idea
de que la simultaneidad esconde las asimetrías del tiempo histórico que
en ellas convergen. El encuentro entre el campesino africano y el funcionario
del Banco Mundial en el trabajo de campo ilustra esta condición. En este
caso, la no-existencia asume la forma de residualización que a su vez,
a los largo de doscientos años ha asumido denominaciones diferentes, la
primera de las cuales fue lo primitivo, seguido después por la de tradicional,
o pre-moderno, simple, obsoleto o sub-desarrollado.
La
tercera lógica es la de la clasificación social, que se asienta en la
monocultura de natu-ralización de las diferencias. Consiste en la distribución
de las poblaciones por categorías que naturalizan las jerarquías. La clasificación
racial y la sexual son las más salientes manifestaciones de esta lógica.
Al contrario de lo que sucede con la relación capital/trabajo, la clasificación
social se basa en atributos que niegan la intencionalidad de jerarquía
social. Las relaciones de dominación son la con-secuencia y no la causa
de esas jerarquías y puede ser considerada como una obligación de quién
es clasificado como superior (por ejemplo, el “fardo” del hombre blanco
en su misión civilizadora). Aún cuando las dos formas de clasificación
(raza y sexo) sean decisivas para que la relación capital/trabajo se establezca
y se difunda globalmente, la clasificación racial fue la más profundamente
reconstruída por el capitalismo, como ha demostrado entre otros, Wallerstein
y Balibar (1991) y de una forma más incisiva, Quijano (2000), Mignolo
(2000), y Dussel (2001). De acuerdo con esta lógica, la no-existencia
es producida bajo la forma de inferioridad insuperable ya que es natural.
Quien es inferior, porque es insuperablemente inferior, no puede ser una
alternativa creíble a quien es superior.
La
cuarta lógica de producción de no-existencia es la lógica de escala dominante.
En los términos de esta lógica, la escala adoptada como primordial determina
la irrelevancia de todas las otras posibles escalas. En la modernidad
occidental la escala dominante aparece sobre dos formas principales: lo
universal y lo global. El universalismo es la escala de entidades o realidades
que valen independientemente de los contextos espe-cíficos. Tiene por
ello, precedencia sobre todas las otras realidades que dependen de contextos
y por esa razón son consideradas particulares o vernáculas. La globalización,
en los últimos veinte años, adquirió una importancia sin precedentes en
los más diversos campos sociales. Se trata de una escala que privilegia
las entidades o realidades que alargan su ámbito a todo el globo y que
al hacerlo, adquieren la prerrogativa de designar entidades o realidades
rivales como locales.6
En el ámbito de esta lógica, la no existencia se produce bajo la forma
de lo particular y lo local. Las entidades o realidades definidas como
particulares o locales están aprisionadas en escalas que las incapacitan
de ser alternativas creíbles a lo que existe de modo universal o global.7
Finalmente,
la quinta lógica de no-existencia es la lógica productivista y se asienta
en la monocultura de los criterios de productividad capitalista. En los
términos de esta lógica, el crecimiento económico es un objetivo racional
incuestionable y como tal, es incuestionable el criterio de productividad
que sirve a ese objetivo. Ese criterio se aplica tanto a la naturaleza
como al trabajo humano. La naturaleza productiva es la naturaleza fértil
en un momento dado del ciclo de producción, en cuanto al trabajo productivo,
este es el trabajo que maximiza la generación de lucros en un ciclo dado
de producción. Siguiendo esta lógica, la no-existencia es producida sobre
la forma de lo improductivo que, aplicada a la naturaleza es esterilidad
y aplicada al trabajo es pereza o descalificación profesional.
Son
así, estas cinco formas sociales de no- existencia las producidas y legitimadas
por la razón metonímica: o ignorante, o residual, o inferior, o local,
o improductivo.
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