Luis
Pérez Aguirre
de
Carlos Etchegoyhen a mi hija Magdalena
Con
permiso
Luis
Pérez Aguirre decía con frecuencia que no tenía "otras credenciales
para hablar de (o sobre) lo femenino que las que tendría para hacerlo
sobre cualquier aspecto del ser humano, el ser negro, o asiático, rico
o pobre. Porque sin ser mujer, ni negro ni asiático, soy humano. Allí
comulgo con lo que de humano hay en cada uno de esos continentes".2 Aunque él mismo señala que "nunca me será fácil
encarar la realidad de la mujer /pues/ necesariamente (se) reflejará
algo de la óptica particular de la cultura patriarcal y machista en
la que estoy inmerso, y los conflictos que la misma introduce, fatalmente,
en esa relación. Es evidente que accedo a lo real - a lo femenino -
con unos ojos (o anteojos) que no están esterilizados ni son neutros.
Mi visión siempre es heredera de mi cultura y de mi pasado. Además está
impregnada de juicios previos (de prejuicios) que condicionan mi acceso
a lo nuevo, a lo desconocido. Conocer una realidad será siempre interpretar
en contra o a favor de esos conocimientos o prejuicios… mi viaje al
alma femenina nunca será con los ojos desnudos, sino dentro de mi estructura
previa, y siempre será aproximativo".3
Mujeres:
esas informales
"La
pobreza tiene cara de mujer", subtitulado
- por si las dudas- "La feminización de la pobreza"4 , señala que, en medio de la mundialización, "cada
vez más mujeres se incorporan a sistemas desvalorizados de la economía,
de la producción y del mercado como un motor de energía barata. Los
economistas en sus simposios definen a esos mercados - donde se han incorporado masivamente las mujeres - como el sector
informal de la economía.
Y
agrega que, no sin razón, "algunas feministas
no gustan de hablar de la feminización de la pobreza porque el concepto
se vuelve algo domesticado, en el manejo que del mismo hacen los economistas
y los científicos (quienes) intentan definir una realidad abrumadora
y masiva, pero demasiado abstracta para millones de mujeres aludidas."
Porque "ellas miden la pobreza de otra manera muy diferente: lo
hacen por su olor, por su sudor y su dolor. Ellas no captan el fenómeno
'macro' en sus hogares miserables."5
Trabajo que no se ve, trabajo que no se paga
"La
pobreza de las mujeres es invisible. Es algo que tiene
que ver con el lugar que ocupan en las sociedades actuales, con
sus correspondientes obligaciones sociales y los deberes que se les
impone forzándolas a una ‘doble jornada’, una dentro y otra fuera de
los hogares. La de afuera siempre está mal paga, o pagada de manera
desigual respecto a los varones, y la de adentro no se paga ni se ve,
ni se valora. Existe una convicción y un interés general de que la mujer
‘tiene que’ ser la que en casa lava, cocina, la que cuida los niños,
y que ello pase como algo ‘natural’, evidente y gratis aunque no tenga
nada de natural y sea una imposición social".
"Interesaría
mucho saber exactamente, cuál es el valor que tienen los bienes y servicios
producidos en los hogares por las mujeres ‘invisibles’ para la reproducción
de la fuerza de trabajo. En realidad lo que es invisible en el sistema
económico es el valor del trabajo doméstico. Esa actividad no tiene
sustitutos de mercado, y exige muchas horas, porque se suma a ello el
cuidado y atención de los niños." 6 Y, apoyándose en la investigación que desarrollara María
Jesús Vara 7 , destaca que "relacionar la productividad de un
país únicamente con el trabajo remunerado, es la mejor manera de mantener
escondido el volumen extraordinario
de trabajo que realizan las mujeres
y que sostiene y subvenciona todos los otros tipos de trabajo".8
Mujeres
entre el dolor y la miseria
Para
Pérez Aguirre resulta impresionante
la catástrofe que significa la feminización de la pobreza. Porque, precisemos,
de los 930 millones de pobres que se estiman en los países subdesarrollados,
550 millones - es decir, mucho
más de la mitad - son mujeres. En América Latina y el Caribe viven 43
millones de ellos y ellas, mientras la amplia mayoría se encuentra en
Africa y Asia: entre 130 y 363 millones, respectivamente. Las mujeres
en situación de miseria, por otro lado, se han incrementado un 50% más
en apenas 20 años, y su tendencia prosigue aumentando.9
Las
mujeres pobres, importa recordarlo, representan sólo el 35% del trabajo
remunerado, al tiempo que realizan el 60% de las horas trabajadas,
perciben sólo el 10% de los ingresos, y sólo poseen, apenas,
el 1% de la propiedad en todo el planeta. Además la desnutrición y el
hambre, aunados a
los trastornos vinculados a la maternidad, son responsables de las más
de 100 millones de mujeres que han muerto prematuramente en la década
pasada.
"Muchas
veces sin otro medio de anticoncepción que el atribuido al amamantamiento,
las mujeres pobres pasan de embarazo en embarazo durante la mayor parte
de su vida fecunda, cercana a los 37 años. Por otro lado, la elevada
mortalidad infantil - 115 por cada mil nacidos vivos, en los países
pobres- las está sometiendo a una permanente tensión emotiva y afectiva,
con un desgaste y una angustia constante de embarazarse, parir y ver
morir a sus hijos." Más aún: "la mitad de las 2.600 millones
de mujeres del mundo se encuentran hoy entre los 15 y los 49 años de
edad, formando un grupo de extrema vulnerabilidad a los problemas relacionados
con los contactos sexuales, el embarazo y los efectos secundarios de
las prácticas anticonceptivas, cuando
ellas existen."10
No
obstante - en medio de tanta opresión, sojuzgamiento y daño - este sector
poblacional, las mujeres, sigue generando importantes riquezas:
sólo en América Latina el trabajo femenino produce cerca del
50% de los alimentos. Y sin embargo, a pesar de la enorme importancia
de ese enorme volumen de trabajo, es a través de la "invisibilidad"
de ese esfuerzo, irreconocido, que se refuerza la convicción de que
las mujeres son seres dependientes. Así se escamotea su verdadero carácter
de productoras de bienes y servicios, incrementando el dominio sobre
ellas, y su sujeción social.
Perico
sostiene que, no obstante y sin embargo, la globalidad de las relaciones
hombre-mujer poco a poco ha comenzado a ser modificada, y que hoy por
hoy aparecen en plena mutación. Avizora un nuevo horizonte en tal sentido, en principio pautado por dos revoluciones - así las denomina- que
van cambiando sin pausa el paisaje social: la reciente conquista del
control de la fecundidad por medio de la píldora, y el creciente resquebrajamiento
del patriarcado.
Mantener
las lámparas encendidas
En
su más reciente libro, editado póstumamente11 , Pérez Aguirre
augura - con renovado júbilo - que "las nuevas demandas, no sólo
económicas, están reclamando un nuevo proyecto de sociedad humana global,
nuevos valores y una nueva civilización
afirmada en una nueva ética que tenga como basamento a los Derechos
Humanos como garantía de la vida y su despliegue. Estas demandas vienen
fundamentalmente de una sociedad civil con nuevos sujetos históricos-
mujeres, indígenas, jóvenes - y de la conciencia creciente sobre la
crisis ecológica y la necesidad de salvaguardar el hábitat. Además,
la temática del género sexual, contra el machismo y el patriarcado,
abre enormes potencialidades de rectificación de rumbos, de creatividad
y de movilización popular. Las demandas de la mujer, de las etnias y
de los que claman por el respeto de la naturaleza, son hoy las alternativas
más esperanzadoras."12
Más
adelante, en ese mismo texto, dirá: "Al final
de cuentas, nuestra concepción de la vida, de la historia y de
la sociedad, se basa en la fraternidad, en una cultura de la solidaridad,
que pone en el centro a la persona y su dignidad, que privilegia al
más pequeño, al más débil y al más pobre. Para avanzar en una sociedad
más justa y solidaria, será necesario crecer en una nueva forma de entender
la vida humana en cuanto a la organización de la convivencia, en cuanto
a los valores, en cuanto a la relación con la naturaleza,
y en cuanto al ‘estilo de vida’. No podemos resignarnos al desencanto.
Tocará a los técnicos idear el nuevo contrato social, y experimentar
los nuevos modelos políticos y económicos que la justicia reclama a
gritos. Lo nuestro será mantener las lámparas encendidas, y estar pendientes
del horizonte del nuevo siglo, y esperar las primeras luces del amanecer
que - lo queremos creer- acudirá a la cita de la esperanza".13 Así
sea.
1
Versión adaptada del texto original presentado en el "Homenaje
a Luis Pérez Aguirre SJ", Presidencia de la Cámara de
Representantes, la Comisión de Género y Equidad de la Cámara de Representantes,
y Red de Amigos de Luis Pérez Aguirre, en el Palacio Legislativo,
Montevideo, junio 26 de 2OO2.
2 Ob. cit., p.10.
3 Ob. cit., p. 10-11.
4 Mimeo. (Hay versión en inglés: «Poverty has a woman’s face. The
feminization of poverty», ECLOF Regional Consultation for Latin America
and the Caribbean, Villa de Leyva, Colombia, 5-14 September, 1996,
trad. de Langauge Service, World Council of Churches).
5 Ibíd., p.2.
6 Mimeo, charla a HH Oblatas, Bs. As, "Cuando el género suena,
cambios trae. (Alda Facio)", circa 1997, p.15.
7 Vara. Ma. Jesús, - "La participación de la mujer en los procesos
económicos occidentales: excluida y obligada", X Congreso de
Teología, 12-16 de Setiembre, 1990, Madrid, Ed. Centro Evangelio y
Liberación.
8 Idem.
9 Cifras publicadas por el Fondo Internacional para el Desarrollo
Rural (FIDR), Washington, julio 1991.
10 Ob. cit., footnote 10, p.18.
11 Pérez Aguirre. Luis, - "Desnudo de seguridades. Reflexiones
para una acción transformadora", ed. Trilce, 2001, Montevideo.
12 Idem, p. 73-74.
13 Ibidem, p.79-80.