elecciones
en Brasil 2002
En
octubre de este año Brasil vivió su cuarto período electoral en régimen
de democracia plena. Baste recordar que el voto a los analfabetos fue
concedido recién en 1985 y las elecciones directas para presidente se
consagraron en 1989. Poco más de una década de experiencia democrática
caracterizan esta peculiar elección brasileña, que podría ser calificada
de “ejemplar” a los ojos del mundo. En primer lugar, por la rapidez
y transparencia de un proceso electoral, paradojalmente moderno, en
pleno corazón del Tercer Mundo: las urnas electrónicas, instaladas a
lo largo y a lo ancho del país, son una innovación fundamental en ese
proceso, y permitieron conocer el resultado pocas horas después del
cierre de la jornada. En segundo lugar, la actitud del presidente saliente,
Fernando Henrique Cardoso, cuyo candidato resultó perdedor en las urnas,
colaboró enormemente en este resultado. El presidente mantuvo una saludable
“atonía” política en el proceso electoral, y envió permanentemente mensajes
tranquilizadores a la población, para conjurar el clima de amenaza que
algunos especuladores generaron (en especial, George Soros, con sus
infelices declaraciones sobre “el peligro Lula”), que tuvieron impacto
directo sobre el valor de la moneda brasileña en ese período. Al mismo
tiempo, el Presidente montó un equipo de transición, para asegurar el
trabajo conjunto entre el Ejecutivo saliente y el entrante, durante
los tres meses que median entre la elección y la asunción del nuevo
gobierno. En tercer lugar, Brasil
parece estarle enseñando a las precarias y frágiles democracias latinoamericanas,
que la alternancia política entre gobierno y oposición (y la posibilidad
de que el gobierno quede en manos de un partido de izquierda), es un
fenómeno “natural” en la política democrática.
1.
Partidos, candidatos y alianzas
En
estas elecciones fueron elegidos 27 gobernadores, 503 diputados federales,
diputados estaduales, 54 senadores, y el Presidente y el Vicepresidente
de la República. Cada uno de
estos cargos se eligió independientemente, ya que no existe en el sistema
electoral brasileño ninguna regla que obligue a votar candidatos de
un mismo partido para ninguno de estos cargos (lo que se llama el “voto
vinculado”, uno de cuyos ejemplos más extremos, es el caso uruguayo).
Como resultado de ello (y de la peculiar cultura política brasileña),
la campaña electoral estuvo fuertemente centrada en las personas, y
no en los partidos.
Este
posición privilegiada de los candidatos en relación a los partidos,
está reforzada por el hecho de que en el sistema político brasileño
es frecuente que las candidaturas sean definidas antes que las coaliciones
partidarias que les dan sustento. Esto en buena medida se debe a que
los electores votan candidatos y no partidos, y estos últimos obtienen
su fuerza política dependiendo de la popularidad de los primeros. Ello
explica en buena medida, el vasto arco de alianzas desde la izquierda
a la derecha que rodeó al candidato que desde el principio era favorito
en las encuestas: Luis Inácio Lula da Silva. Los apoyos al mismo, se
fueron incrementando a medida que la elección avanzaba, y Lula mantenía
su claro predominio sobre el resto de los candidatos: viejas figuras
de la política brasileña como José Sarney, Antonio Carlos Magalhães,
Orestes Quercia, Maluf, o Brizola, se fueron acercando a Lula, a medida
que su popularidad crecía. Y Lula, claro está, no despreció ninguno
de los apoyos recibidos.
Como
consecuencia de estos procesos, el mapa electoral resultante, tanto
en el Parlamento como en los gobiernos estaduales, resultó necesariamente
fragmentado, y ello se evidencia en el hecho de que ninguno de los cuatro
grandes partidos de la democracia brasileña (PMDB, PFL, PSDB y PT) tenga
más del 25% de los escaños parlamentarios. Asimismo, casi todos los
partidos (con excepción de los partidos de Lula y de Serra, los dos
candidatos que compitieron en la segunda vuelta), están virtualmente
divididos hoy, entre aquéllos miembros del partido que apoyarán a Lula
en su gobierno, y los que se mantendrán en la oposición. La perspectiva
de obtener cargos ejecutivos, o el control de algunas áreas, si se colabora
con el gobierno, es un aliciente importante
2.
La campaña y sus gestos
El
interés en la campaña fue inusitadamente alto: un 45% de los entrevistados
declararon tener “mucho” interés, un 31% “mediano” interés, y sólo un
6% declaró tener “poco interés”. A ello colaboró
el rol de los medios de comunicación, que cubrieron esta campaña con
un alto grado de profesionalismo, y lo que es más importante, con un
alto grado de pluralismo.
El
principal instrumento de financiamiento público de campaña fue el “Horario
Electoral Gratuito”: un programa emitido en cadena en el horario central
de las ocho de la noche y también al mediodía, donde todos los candidatos
tuvieron un espacio asegurado según el número de representantes en la
Cámara de los partidos que los apoyan. El horario electoral registró
una gran audiencia, constituyendo un instrumento altamente democra-tizante
y de gran avance político en el panorama de la consolidación institucional
del país.
La
actual campaña electoral brasileña comenzó con mucha anticipación, a
mediados del 2001. Por esa época, los millones de brasileños que diariamente
asistían a las tele-novelas del “horario noble”
de las ocho de la noche, comenzaron a ver, en los intervalos
publicitarios, la imagen de la entonces gobernadora del nordestino estado
de Maranhão, Rosseana Sarney, hija
del ex-presidente José Sarney (1985-1989), integrante de uno de las
más tradicionales familias políticas del nordeste. Siendo una de las
principales figuras políticas del derechista Partido da Frente Liberal
(PFL), fue elegida por su partido como la candidata de la coalición
de gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Joven, con buena presencia
y siempre impecablemente vestida, conquistó, a través de una agresiva
campaña mediática la amplia simpatía de la opinión pública. El “fenómeno
Rosseana”, como comenzó a ser llamado, fue equiparado al del expresidente
Fernando Collor de Mello. Durante el auge de su campaña, las encuestas
de intención de voto (llegó a concitar el 23% de las adhesiones a su
candidatura) le daban el triunfo en una hipotética segunda vuelta sobre
el candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio “Lula”
da Silva. Pero su carrera fue rápidamente interrumpida por un escándalo
de corrupción, que la obligó a renunciar a su candidatura, para no perder
los fueros parlamentarios. Inmediatamente, se reposicionó el candidato
José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña, como candidato
de la coalición. A él fue en gran medida atribuída la responsabilidad
por “destapar” el delito de corrupción de Rosseana Sarney, con vistas
a presentarse como una alternativa. Como consecuencia, tanto José Sarney
como Rosseana Sarney, decidieron apoyar a Lula (aunque ambos son claros
representantes del status quo político brasileño), a pesar de que su
partido, el PFL, se mantuvo al lado de Serra, evidenciándose las primeras
fisuras en la coalición de gobierno.
José
Serra, exdiputado y exsenador, fue miembro del gabinete de Cardoso (y
amigo personal del presidente) desde el inicio de su gobierno, ocupando
la cartera de Planeamiento en el primer período, y la de Salud Pública,
en el segundo. Tiene un claro perfil tecnocrático, bajo carisma personal,
y centró el último tramo de su campaña en su reconocida capacidad y
experiencia política y gerencial. En su discurso priorizó el tema del
desempleo, el principal tema de la campaña electoral, privilegiando
el papel del Estado en la creación directa de puestos de trabajo y en
la promoción de las exportaciones.
Los
otros dos candidatos, que perdieron en la primera vuelta, fueron Ciro
Gomes y Garotinho, ambos de partidos “a la izquierda” del sistema, y
con un claro discurso opositor. Ciro Gomes realizó una carrera meteórica
en poco tiempo. Con 44 años, fue Ministro de Hacienda y gobernador del
estado de Ceará. Posee un fuerte carisma personal y al igual que Serra,
una sólida formación académica. Fue candidato a presi-dente en 1998,
habiendo salido en tercer lugar. Su partido de referencia, el Partido
Popular Socialista (PPS), fundado
por ex integrantes del Partido Comunista Brasileño (PCB), es un partido
de inexpresiva representación en el Congreso (1.3%), pero su candidatura
consiguió el respaldo del Partido Democrático Trabalhista (PDT, de Leonel
Brizola) y del Partido Trabalhista Brasileiro (PTB). Su disputa con
Lula siempre fue de “guante blanco”, aunque sobre el final de la primera
vuelta, y tratando de llegar a la segunda, se presentó como una alternativa
al “continuismo” de Serra, y al “salto al vacío”que representaba Lula.
Apenas conocidos los resultados de la primera vuelta, se alineó rápidamente
tras la candidatura de Lula, y cabe esperar que tenga un papel destacado
en el próximo gobierno.
Finalmente,
Anthony Garotinho, fue el gobernador de Rio de Janeiro, su principal
reducto electoral, hasta que renunció para candidatearse a la Presidencia
de la República. La comunidad evangelista es la base de su electorado,
así como su principal apoyo financiero. Los sectores más pobres y de
menor educación relativa constituyen sus otros dos apoyos electorales.
La principal característica de su discurso ha sido la inclusión del
perfil religioso. Al mismo tiempo, es el candidato que se presentó con
el perfil más “radical” de cara al gobierno y a las políticas económicas
liberales, al FMI, y al ALCA. Su magro desempeño en las encuestas durante
la mayor parte de la campaña (siempre estuvo rondando un 12% de las
intenciones de voto) lo mantuvo alejado de la atención central del debate,
pero creció espectacularmente en el tramo final, disputando la segunda
vuelta con Serra. Conocido el resultado, se alineó, junto con todo su
partido, detrás de la candidatura de Lula.