Socióloga
Wanda Cabella
Economista Andrea Vigorito
El
aumento del divorcio y de las uniones libres, el crecimiento de los
hogares a cargo de mujeres divorciadas o separadas, la reconstitución
de hogares, son fenómenos que se han acelerado en Uruguay desde la década
del ochenta. Esta evolución no es particular de la sociedad uruguaya
sino que se dio algunas décadas antes en muchas sociedades desarrolladas.
La discusión sobre los efectos del cambio familiar en estos países es
turbulenta y existen diversas posiciones al respecto. Muchos sostienen
que la mayor inestabilidad familiar es perjudicial para los niños pues
los debilita emocionalmente, erosiona el bienestar material de sus hogares
y debilita sus vínculos con los padres quienes por estar habitualmente
mejor insertos en el mercado de trabajo pueden brindarles mayor capital
social. Para este grupo, las políticas públicas deberían combatir la
inestabilidad matrimonial. Es el caso de autores estadounidenses como
Davis, Glendon o Popenoe, Skolnick. Otros como por ejemplo, Furstenberg,
Mc Lanahan, Kiernan, creen que no es fácil identificar las consecuencias
del cambio familiar en el corto plazo y proponen políticas públicas
que contemplen la diversidad de situaciones y acepten el cambio familiar
como un hecho irreversible.
La
discusión sobre los efectos del cambio familiar está presente también
en Uruguay. En el último informe sobre desarrollo humano del Programa
de Naciones Unidas titulado “Inserción internacional, empleo y desarrollo
humano” se presenta una sección escrita por el sociólogo Rubén Kaztman
“Los desafíos que plantean las transformaciones del mercado de trabajo
al desarrollo humano en Uruguay”. En esta sección se desarrollan las
implicaciones de la creciente desigualdad y precarización en el mercado
de trabajo y de las mayores tasas de desempleo sobre diversos aspectos
de la vida social. En varios trabajos, Kaztman y también Carlos Filgueira
han planteado estas ideas permitiendo visualizar problemas que permanecían
ocultos para la sociedad uruguaya. Es el caso, por ejemplo, de aquellos
sobre la segregación residencial, sobre la multidimensionalidad de la
pobreza y sobre el cambio familiar entre otros. Sin embargo, la visión
de Kaztman sobre las formas y los efectos del cambio familiar en los
niños y en particular en sus posibilidades de acumulación de capital
social, nos lleva a plantear algunas preguntas.1
Cambio
familiar y reproducción intergeneracional de la pobreza: la incertidumbre
de rol
Básicamente,
la idea planteada por Kaztman consiste en que, en un contexto en que
el rol del Estado cambia, el aumento de las uniones libres tiene un impacto negativo en la
acumulación de capital social de los niños y contribuye a la reproducción
intergeneracional de la pobreza. Partiendo del dato de que las uniones
libres han aumentado significativamente desde la década del ochenta,
se atribuye este hecho a dos tipos de fenómenos. Por un lado, en los
estratos más altos, el efecto sería comparable a lo ocurrido en las
sociedades desarrolladas y se estaría ante lo que el autor llama “efecto
modernización” que básicamente consiste en la adopción de los patrones
culturales de los países desarrollados, donde la unión libre se generalizó
desde mediados de la década del ‘70 entre los sectores de jóvenes educados.
Por otro lado, en los estratos bajos, donde las uniones libres son más
frecuentes y también han aumentado, la causa estaría asociada al creciente
desempleo masculino. Kaztman llama a este efecto incertidumbre de
rol, y éste constituiría una peculiaridad del caso uruguayo y otros
países latinoamericanos.
La
incertidumbre de rol explicaría el aumento de la unión libre en base
a la creciente negativa de los hombres a contraer matrimonios legalmente
constituidos. Para explicar este postulado, se parte de la idea de que
la identidad masculina se basa en dos pilares, la familia y el trabajo.
Mientras el cambio de roles a nivel doméstico ha socavado el poder de
los hombres dentro del mismo, el creciente desempleo y empeoramiento
relativo de las remuneraciones de los trabajadores de baja calificación,
reduce sus posibilidades de realización en el ámbito público y también
cuestiona su rol de proveedores dentro del hogar.
Estos
dos elementos llevarían a los hombres a sentirse cuestionados en todas
las esferas y por lo tanto, a no establecer uniones duraderas, las que
en este enfoque se equiparan a vínculos matrimoniales legales. La inestabilidad
de las uniones y el hecho de que los hijos de una unión que ha terminado
quedan en general a cargo de la madre, lleva a que los padres no trasmitan
a sus hijos los activos que les permitirían acceder a buenos puestos
de trabajo y por lo tanto contribuye a la reproducción intergeneracional
de la pobreza. Además, la gratificación resultante de cumplir el rol
de proveedores es tan fundamental para la constitución de la identidad
masculina, que redunda en que los hombres de estratos populares sean
renuentes a que sus parejas trabajen, reduciendo así el nivel de ingresos
potencial de estos hogares.
De
este modo, las transformaciones recientes que ha experimentado la familia
uruguaya, en particular el aumento de las uniones libres y de las rupturas
conyugales, acarrean consecuencias negativas para el desempeño de las
clases populares y por extensión para el funcionamiento general de la
sociedad, según Kaztman, “La importancia de estas transformaciones
se debe a su impacto sobre la capacidad de las familias para socializar
a las nuevas generaciones y para complementar la formación que reciben
de las instituciones de enseñanza. Como veremos más adelante, la evidencia
es contundente. Los niños cuyos padres biológicos han formalizado su
unión exhiben, promedialmente, mayores logros educativos que sus pares
en cualquier otro tipo de configuración familiar” (pp. 113). Los
menores logros educativos hipotecarían la corriente de ingresos futuros
de los niños.
Esta
interpretación es muy sugerente respecto de los cambios que puede estar
experimentando la identidad de los hombres. Hay que destacar también
que se trata de un cuerpo de ideas coherentes y muy bien articuladas.
Sin embargo, su examen nos lleva a plantear varios cuestionamientos.
Nuestras
incertidumbres
Los
estudios sobre los arreglos conyugales del pasado, ponen de manifiesto
que, a diferencia de lo ocurrido en las sociedades europeas, la unión
libre y la fecundidad "ilegítima" fueron prácticas comunes
en los sectores rurales y las
capas urbanas populares de la sociedad uruguaya de fines del SXIX y
principios del SXX (Pollero, 1994, Pellegrino, 1997). De modo que
una visión de largo plazo muestra que no se trata de un fenómeno nuevo
entre los sectores de bajo nivel socioeconómico, ni necesariamente coincidente
con el aumento de los niveles de precarización del empleo. Por otro
lado, analizando la información de los dos últimos censos se encuentra
que el aumento de las uniones consensuales entre 1985 y 1996 es sustancialmente
mayor para la población joven de alto nivel educativo que para el resto.
Utilizando
el mismo tipo de información que presenta Kaztman, datos censales y
encuestas de hogares, es posible suponer que más que un fenómeno definitivo,
las uniones libres representan una etapa en las vidas conyugales de
los jóvenes uruguayos. En efecto, si se observa la frecuencia de las
uniones consensuales por edad, respecto al total de personas en una
unión (legal o no), puede constatarse que ésta es particularmente importante
cuanto más joven es la población, así, pasados los treinta años la importancia
de las uniones consensuales decrece mucho en relación a la incidencia
del matrimonio. En definitiva, puede pensarse que más que un rechazo
al vínculo matrimonial, parece existir un aplazamiento del mismo. Esto
se observa claramente en Bucheli et al (2002) donde se pone de manifiesto
que las tasas de cohabitación prenupcial entre las nuevas generaciones
son muy altas.
Además:
¿Por qué se supone que el efecto modernizador no alcanza a las personas
de menor nivel educativo y se atribuyen todos los cambios a la incertidumbre
de rol?2 Eso
equivaldría a suponer que los estratos bajos de la población permanecen
inmunes a los valores y actitudes que transmiten los medios masivos
de comunicación. Por otro lado, en esta visión se supone que las
características del tipo de unión se definen unilateralmente por los
hombres mientras las mujeres, ávidas por casarse, aguardan pasivamente
cual será su destino. ¿Son efectivamente los hombres los que deciden
el tipo de unión? Muchos estudios ponen de manifiesto –y Kaztman
los cita- que el desempleo masculino está ligado al aumento del divorcio.
Quizá
el creciente desempleo haga que los hombres de baja calificación, además
presos de una creciente incertidumbre, no sean una opción tan interesante
para las mujeres casaderas, o que el aumento del empleo y del nivel
educativo femenino redunden en un proceso de selección de pareja más
estricto por parte de las mujeres.
Se
supone que las uniones libres son más inestables: ¿es cierto que
las uniones consensuales son más perecederas que las legales? Ello
parece ser así de acuerdo a diversos estudios que se han realizado en
los países desarrollados, pero éstos también destacan que no es la propia
unión libre la que fragiliza la unión, sino el hecho de que quienes
escogen esta modalidad conyugal tienen de antemano actitudes y expectativas
“modernas” frente a la pareja. En este sentido, la durabilidad de la
unión estaría sujeta a la continuidad de la satisfacción afectiva que
se procura en la misma. Esta actitud, presente también en los matrimonios
modernos, sería más fuerte entre quienes eligen comenzar su vida conyugal
fuera del matrimonio legal.
En
relación a la transmisión de activos: ¿Sólo cuando conviven con las
madres de sus hijos transmiten los hombres recursos a sus hijos? Los
resultados de una encuesta reciente a mujeres montevideanas de 25 a
54 años presentados en Bucheli
et al (2002), ponen de manifiesto que luego de la disolución de la unión,
los hombres ven poco a sus hijos y transfieren poco dinero.
Cuadro
1.- Frecuencia de transferencias de dinero al hogar de la madre.
Porcentajes de hijos.
|
|
menos
de 6
|
6
a 12 |
13
a 18
|
Sí,
regularmente |
39.2 |
27.4 |
36.7 |
Sí,
ocasionalmente |
21.6 |
8.9 |
5.4 |
No,
pero le pasaba antes |
2 |
14.3 |
10.2 |
Nunca
le pasó |
37.3 |
45.8 |
41 |
Sin datos |
0 |
3.6 |
6.6 |
Total |
100 |
100 |
100 |
Fuente: Bucheli et al (2002).
Cuadro
2.- Hijos según frecuencia de visitas del padre por grupo de edad.
Porcentajes
|
Frecuencia
de visitas |
menos de 6
|
6
a 12 |
13
a 18
|
Hasta
4 días por semana |
25.5 |
11.3 |
17 |
De
2 a 3 días por semana |
15.7 |
17.3 |
12.1 |
Una
vez a la semana |
15.7 |
8.9 |
11.5 |
Una
vez cada 2 semanas |
7.8 |
8.3 |
4.8 |
Una
vez al mes |
5.9 |
6.5 |
7.3 |
De
vez en cuando |
5.9 |
15.5 |
25.5 |
Nunca |
23.5 |
28.6 |
15.8 |
Sin
información |
0 |
3.6 |
6.1 |
Total
|
100 |
100 |
100 |
Fuente:
Bucheli et al (2002).
Así,
¿por qué atribuir esta característica a las separaciones de las uniones
consensuales cuando parece ser una práctica generalizada?
Por
otra parte, Bucheli et al (2002) encuentran que la mayor parte de las
tareas domésticas, como lavar los platos y limpiar la casa recae sobre
las mujeres independientemente de su actividad laboral y que las hijas
participan más de estas tareas que los hijos. Este estudio también revela
que los cambios generacionales a este respecto han sido muy moderados.
¿Cuán profundo es el cambio de los roles dentro de los hogares?
También
se hace mención al controvertido tema de la relación entre situación
familiar y rendimiento escolar. Sin embargo, hay que recordar que para
analizar los efectos del cambio familiar sobre el rendimiento escolar,
ya sea del divorcio o de la unión consensual, es necesario tener un
panorama de largo plazo de la vida de los niños y no estudiar solamente
los momentos cercanos a la ruptura de la pareja de los padres. Al respecto,
dicen Furstenberg y Kiernan (2001) “analizar los efectos del divorcio
calculando promedios de rendimiento escolar de los niños en familias
intactas y no intactas sólo lleva a conclusiones toscas y equivocadas
sobre cómo la disolución marital afecta el bienestar de los niños en
su vida futura” (p. 455)
Por
último, si la unión libre parece predominar en los hogares de menores
recursos, y entonces es una dimensión altamente correlacionada con la
pobreza, ¿no será que más que una explicación del mal rendimiento escolar
de los niños es otra forma de medir lo mismo?
El
hecho de que los hogares monoparentales no tengan tan malos resultados
comparativos en términos de rendimiento escolar refuerza el hecho de
que no se trata sólo de un problema de efectos del cambio familiar.
1
Este comentario no agota la totalidad del capítulo de Kaztman que
es mucho más amplio, sino que se centra en las causas e implicaciones
del cambio familiar.
2
La posibilidad inversa se excluye porque se supone que en los sectores
de nivel educativo alto, la incertidumbre de rol se amortigua por
el aumento de las remuneraciones relativas de los trabajadores más
calificados y la menor incidencia
del desempleo.
Referencias
bibliográficas
Bucheli
M., Cabella W., Peri A., Piani G. y Vigorito A., Encuesta de Situaciones
Familiares y Desempeños Sociales en Montevideo y el Área Metropolitana,
2001. Sistematización de resultados, Documento de Trabajo, UNICEF,
Montevideo.
Cabella
W. (2002), El cambio familiar en Uruguay, mimeo.
Furstenberg,
F. F. a. K., Kathleen E. (2001). “Delayed Parental Divorce: How Much
Do Children Benefit?” Journal of Marriage and the Family 63(2):
446-457.
Kaztman,
R. (1997). “Marginalidad e integración social en el Uruguay.” Revista
de la Cepal 62.
Pellegrino,A.
(1997) Historias de la vida privada en Uruguay, t.III, Individuo y
soledades, 1920-1990, Taurus, Montevideo.
Pollero,
R. (1994). Transición de la Fecundidad en Uruguay. Montevideo,
Documento de Trabajo Nº 17, Unidad Multidisciplinaria-Facultad de
Ciencias Sociales-Universidad de la República.
PNUD
(2000), Desarrollo Humano en Uruguay 2001. Inserción internacional,
empleo y desarrollo humano, PNUD, Montevideo.