Éramos
del grupo de las "sin techo" y "sin ventana", de
las que rigurosamente pagábamos el alquiler y nos
mudábamos cada pocos años para buscar algo más grande pero más barato.
Hasta que a partir del próximo 1 de enero, nos dijeron que tampoco podría
entrar la renta del local en el proyecto. Ante tamaña crisis, nos achicábamos
más aun y cada una se iba para su casa y trabajaba desde la computadora. O nos arriesgábamos.
Es decir: ¿no tenemos plata? entonces compremos una casa.
Y
el 31 de agosto nos mudamos. Compramos con Mujer Ahora una casa como
en los mejores
tiempos de crisis. Y como
en los mejores tiempos, aquellos
en que las feministas elegíamos estar juntas pero no revueltas, compartimos
techo, ventanas y deudas. Y compar-timos también, claro que sí, el espacio
con la Comisión Nacional de Seguimiento de
Beijing, con MYSU y con todos los grupos que lo necesiten.
Es
una casa vieja,
de 1900, con claraboyas, patios,
azulejos y balcones donde florecen
geranios y nos cagan las palomas.
Dividimos
la propiedad de manera
minuciosa, exacta, metro a metro cuadrado; todas con vista a los plátanos del Centro; todas con sol cuando sale y todas con
el agua que todavía nos cae por las paredes cuando llueve porque una
crisis es una crisis, pero con
mucha luz.
Tenemos todo doble: dos cafeteras, dos heladeras, dos hornallas de super gas, mates
y bombillas por todos lados. La gente viene también doble,
ha crecido geométricamente; no es
la suma de todas las que
venían a las casas
separadas de la calle Salto, y no entendemos mucho por qué.
Por un
lado nos gusta, por otro nos marea un
poco. Ya nos
acostumbraremos, como aquellas
familias de los años 30 cuando convivían abuelos,
padres, nietos, para bancar lo
que en la historia quedó como la
crisis blanda, y en
el recuerdo como una forma colectiva
de vivir.
La
decoración de los espacios indivisos
fue todo un tema, porque también
tenemos dos formas de representarnos: la señora sentada muy finamente,
muy art nouveau en un banco de plaza, o la nena rubia y delicada del
afiche vasco que tiene dibujado un pene y pregunta ¿por que ha
de hacer falta esto para no ser menos? ¿el sofá
doméstico o las mesas
de boliche? Y el cigarrillo...unas fuman otras no fuman. Y las plantas,
¿necesariamente en todos lados?
Parecemos un vivero y poco a poco nos acostumbramos a respirar una clorofila
que debe ser sanísima...
Marysa
Navarro tiene Sala
Lo
de Marysa vino casi como
natural. ¿Quién más que Marysa
había estado en los orígenes de
las dos organizaciones? ¿Quién
más que ella, que acompañó nuestras primeras
militancias, las ventas callejeras,
los talleres infinitos, las
movidas personales, los primeros
apoyos de la Global Fund, que sin saber mucho quienes éramos, creyó
en nosotras?
Marysa
es mitad Mujer Ahora, mitad Cotidiano Mujer como es mitad vasca, mitad uruguaya, aunque el "esto" no
se le haya ido, se haya doctorado en USA y publique en Buenos Aires.
Pero
sabemos que Uruguay le tira más:
"Soy producto de este país, de cuando ‘no había como el Uruguay’
y de su sistema educativo, laico,
de aquella época de la
‘Femenina' con Alicia Goyena paseándose
con el fantasma de Rodó; y por supuesto del imborrable IPA[1],
al que entré con seis mujeres y un hombre (Benjamín Nahum)
elegidos entre cincuenta concursantes. Sí, me siento muy orgullosa de las
cosas que me dieron acá".
Entonces,
entre aplausos, vino, tango y una multitud de hombres
y mujeres, amigos y amigas, descubrimos la placa que
lleva su nombre y resolvimos sin discusión, que de
aquí en adelante, la niña que sufrió los
horrores de la Guerra Civil junto a
sus padres, la catedrática de Historia en Dartmouth, la autora del último libro de Evita, entre tantas otras
cosas, será uruguaya y pertenece por
decreto a San José 1436, ¡OSTIAS!
[1] Instituto de
Profesores Artigas