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Che
cosa ci sta capitando?
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Cotidiano Mujer Nº37
Año
2002
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Viviana
Erazo
"¿Quién
soy, qué es aquello que hago, respecto a lo que está sucediendo?
Muchos escriben y hablan sobre la emergencia histórica en la cual
nos encontramos sin plantearse esta interrogante. Se preguntan:
¿qué está sucediendo? Reflexión importantísima, pero mutilada de
la presencia de un sujeto. No sucede nada si no sabes dónde te encuentras
en relación a los acontecimientos. Las cosas le suceden a uno/a
en relación a alguien. Y uno/a las asume, las hace suyas, es decir,
las sitúa en el horizonte de las cosas que la/lo atañen y de las
cuales se siente responsable, en una u otra medida".
("Che cosa ci sta capitando?", Luisa Muraro, 24.10.01) |
Aguda y analítica observadora del acontecer íntimo y político del mundo,
la filósofa italiana Luisa Muraro es una de las pensadoras más relevantes
del feminismo de la diferencia y, probablemente, la más conocida en Latinoamérica.
Ante
la vuelta histórica que significó el 11 de setiembre y los sucesos que
le han seguido, superando buena parte de nuestros recursos y provocando
un desplazamiento no sólo en el tiempo y el espacio sino en las coordenadas
del razonamiento, nos vemos en la necesidad de nuevas miradas desde la
sensibilidad y el pensamiento.
Cada
vez que la política y el mundo giran de manera paroxística en torno a
ciertas habituales obsesiones masculinas la violencia y la guerra
en este caso- olvidan e invisibilizan la palabra de las mujeres. Éstas,
a su vez se callan, como manera de confirmar su propia extrañeza respecto
a la guerra y al mundo tal cual es. Pero es un silencio cargado de voces.
"¿Qué nos está sucediendo?", se pregunta Muraro, situando esta
emergencia histórica en el horizonte de las cosas que le atañen y de las
cuales se siente responsable.
¿Dónde
te encuentras tú y cómo has hecho tuyos los acontecimientos?
Días
y días después del atentado, la fantasía me llevaba al lugar donde habían
ocurrido los únicos hechos de los cuales se hablaba en ese momento. Iba
hacia donde se estaba redi-señando el sentido de la vida y de la muerte.
A esta sensación, bastante generalizada, alguien opuso amargamente: ¿los
treinta y cinco mil niños que, según datos de la FAO, murieron este 11
de septiembre, como cualquier otro día del año, cuentan algo para el sentido
de la vida y de la muerte? Es precisamente éste el punto: ahora puede
también empezar a suceder (para mí, para ti, para otros) aquello que había
permanecido en la masa de cosas que no le suceden realmente a ninguno
de nosotros. Ahora se ha abierto una brecha.
Como
para muchas y muchos otros, dentro y fuera de Estados Unidos, el 11 de
septiembre significó para mí el descubrimiento de una vulnerabilidad y
de una fragilidad. También mía, porque cuando se produce un acontecimiento
de esta magnitud no hay separación entre dentro y fuera. El descubrir
que las cosas son más frágiles de lo que parecían, invita u obliga-
a abandonar una presunta autosuficiencia para llegar a pactos con los
otros, donde entre "los otros" puede haber algo mío, desconocido
o rechazado. Así, una es llevada a abrir la puerta a algo que pedía entrar,
y a cambiar aquello que se creía fijado en la repetición.
En
este nuevo escenario, es más necesaria que nunca la capacidad de hacer
distinciones. Este está constituido por una sucesión de acontecimientos
que se dan en distintos planos, espacio y tiempo, y frente a cada uno
de ellos tenemos sentimientos particulares, tanto a nivel del imaginario
cotidiano como de lecturas de la realidad que se ven sobrepasadas por
ellos: atentados terroristas, guerra, poder económico y militar de EEUU,
participación de Europa, fundamentalismo, etcétera.
Las
"Torres" siguen cayendo. Europa e Italia están participando
porque así lo quiso la vanidad personal de nuestros gobernantes y porque,
excluida una minoría, esta es la psicología de los hombres de la llamada
clase dirigente en su conjunto. Nunca he sentido con más fuerza la ajenidad
en relación a la política de los hombres, nunca me he sentido tan distante
de mis semejantes de sexo masculino. Y se me vienen a la mente las palabras
de la filósofa Helene von Druskowitz: "La arrogancia con la cual
el descendiente de los simios se instaló a la cabeza del mundo y ha marcado
las cosas con la impronta de su naturaleza, debe llenar de desprecio".
(Vademecum para los espíritus libres).
Estoy
harta de hipocresías: la guerra en Afganistán, como en Serbia en 1999,
no ha sido para defender mi libertad sino mi nivel de vida,
y esto me llena de vergüenza y de sentimientos de culpa. Es evidente
que no podemos seguir así, gozando de derechos que en buena medida son
privilegios, con un sistema de vida defendido por una política de bombardeos
y de fronteras cerradas, una economía de hiper-desarrollo ilimitado y
forzado, porque -dicen-no hay otra alternativa, y una cultura que nos
obliga a ser egoístas sin salvarnos de los sentimientos de culpa (y menos
mal que los tenemos). A todo esto se agrega ahora la necesidad de defendernos
de los atentados
Sí, podemos seguir adelante por esta vía, pero
entonces nuestra civilización es mortífera y suicida.
Respecto
a la política de los derechos, tú postulas una política de relaciones.
Entendámonos
sobre el concepto "política". Ésta comienza cuando las relaciones
de fuerza ceden a los acuerdos y a las relaciones reguladas; la política
es poner de acuerdo la convivencia de muchos con la libertad de cada una
y cada uno. Vemos que a menudo los derechos son una cobertura para
abandonar la mediación (política) e instaurar el dominio del más fuerte
(o, por parte de quien no tiene poder, perderse en reivindicaciones y
recriminaciones).
La
política de relaciones es alcanzar saberes, lenguaje, mediaciones, respuestas,
de aquella fundamental experiencia humana que es el estar en relación
con el otro de sí. Relación practicada con la conciencia de que ahí y
sólo ahí se encuentra la medida entre convivencia y libertad, medida que
es de hecho un conjunto de medidas: entre el interés mío y el del otro,
entre el interés nuestro y aquello que sentimos es lo justo, entre lo
que se teme y lo que se desea, entre lo que parece y lo que es, entre
lo que se puede y lo que se aspira. No alinearnos ni unificarnos en los
contenidos, sino encontrarnos en el intercambio que abre el camino a elecciones
de vida y de libertad fuera de los miedos que paralizan, de las reacciones
que enceguecen. Me refiero, directamente, a los conflictos que están lacerando
la convivencia humana. Pienso en una política no resolutiva de cada conflicto,
una política que los vuelva practicables, de manera de evitar su poder
destructivo. Hay todo un trabajo por hacer, de experiencia, de narración
y reflexión. Apenas hemos empezado. Démonos cuenta que ésta es la política
que han hecho y están haciendo las mujeres afganas, no obstante la mordaza
en la que se encuentran, entre el dominio de los hombres en el poder y
las repetidas y catastróficas intromisiones de Occidente. Y que de esta
política depende su libertad .
De
lo ganado en estas décadas de feminismo, y ubicándote en los nuevos escenarios,
¿cómo ves el futuro de la política de las mujeres?
En
cuanto a mis pares y a mí misma, pienso que lo ganado en estos treinta
años de feminismo hay que llevarlo a una extrema simplicidad, es decir,
llevarlo a lo esencial, y ponerlo en juego en el intercambio con otras
y otros.
¿Cuál
sería ese "esencial"?
Lo
esencial de estos treinta años de feminismo nos lo confirmará la historia:
es decir, si logramos pasar por la puerta estrecha, entre la tendencia
a conservar y transmitir contenidos, por una parte, y el peligro de una
remoción histórica y negación de la memoria, por otra. Pasar al otro lado
para invertir lo ganado, en experiencia y saber, en las grandes cuestiones
que tenemos por delante. Todo debe ser cuestionado, salvo aquello que
uno sienta irrenunciable para sí.
Entonces,
tu pregunta la traduzco en estos términos: de lo que he ganado con el
feminismo, ¿qué es irrenunciable para mí en el intercambio con los otros?
Y respondo: que podemos decirnos la verdad. "Empezar a decirse
la verdad" -con estas palabras una feminista sensible y profunda
como Carolyn G. Heilburn (docente en la Universidad de Columbia) definió
la práctica de la autoconciencia.
En
lo irrenunciable estaría también el acucioso trabajo de desconstrucción
de las estructuras del patriarcado que ha hecho la cultura feminista...
Ciertamente,
en la medida en que la desconstrucción del patriarcado sea el resultado,
no de una rivalidad por la conquista del poder, sino de un nuevo y más
rico sentido del ser y del conocimiento, en el cual entra también el placer,
el goce.
La
verdad que hace reír, éste es mi irrenunciable. Que quede claro que no
hablo del feminismo en sí mismo, sino de mi feminismo vivido, vivo en
mí, y que el feminismo comprende muchos otros recorridos que también me
comprometen y enriquecen, a través de las redes de relaciones entre mujeres.
¿Cómo
asumir los cambios desde esta práctica de relaciones entre mujeres?
Me
digo que gracias a la política de las mujeres llegué a ser una persona
rica, en el sentido que tengo un saber y una experiencia preciosos. Me
digo que todo lo ganado en la práctica de relaciones entre mujeres es
necesario ponerlo en juego; no se trata de disminuir lo que sé y lo que
soy; tampoco de buscar reconocimiento, sino exponernos a un pensar "otro"
con otros, modificando la relación con los hombres y practicando una relación
de intercambio con ellos. Y, a través de este intercambio con hombres
y mujeres, que no puede excluir el conflicto, dar vida a un pensamiento
nuevo, a nuevos deseos, nuevas ideas, nuevos hábitos mentales.
Algo que no significa demostrar que una tenía (y teníamos razón),
sino desplegar una inteligencia ante lo que nos está sucediendo.
Y también una respuesta.
El
imaginario de esta guerra es masculino; en las imágenes televisivas que
nos la "cuentan", en los poderes que la manejan, vemos su protagonismo
absoluto. A partir de vuestra tesis de hace algunos años sobre "el
final del patriarcado", ¿cómo pensar lo que estamos viviendo?
Estamos
asistiendo a manifestaciones de una virilidad siempre más insegura de
sí. En la revista "Sottosopra rosso" (enero 1996), citando a
Julia Kristeva, dijimos que el final del patriarcado no provocaría risa.
Debo decir que a veces me dan ganas de reír, pero me retienen dos cosas:
una es el respeto por los millones de personas que depositaron su confianza
en personajes como Bin Laden o Bush; la otra es la amargura por esta confianza
tan mal depositada.
Desde
hace unos días vemos en la Kabul "liberada", imágenes de mujeres
que vuelven a trabajar, se quitan el burqa, etc. ¿Occidente libre y democrático
liberando a las afganas? ¿Una pax americana que las librará
de sus tormentos? ¿Qué te dicen estas imágenes?
Esas
imágenes me suscitaron pensamientos muy distintos entre sí. Pensé: es
propaganda de guerra; el Occidente cristiano siempre se ha hecho propaganda
en relación al Islam usando a las mujeres; estoy feliz por esas mujeres
si ellas también lo están, y estoy contenta que un régimen enemigo de
la libertad femenina se haya terminado; lo importante es que las afganas
logren aprovechar esta coyuntura histórica. En el trasfondo, pensé y sigo
pensando que la civilización occidental, con todo lo bueno que pueda tener,
es una civilización terriblemente agresiva e invasora (el continente americano,
norte y sur, lleva sus cicatrices indelebles).
Hemos
sentido en estos meses el silencio femenino y la invisibilización de las
pocas voces que se han manifestado. En una oportunidad dijiste que los
hombres debían aprender a leer ese silencio. ¿Qué está diciendo ahora
el silencio de las mujeres?
Este
silencio, así como lo siento, dice: incertidumbre, sentimiento de culpa,
desaprobación, distancia, impotencia, fragilidad, miedo
y necesidad
de pensar más, pensar mejor. En suma, todo aquello que pasó por la mente
de Virginia Woolf y que la llevó a escribir esa obra maestra llamada
"Three Guineas" (Tres guineas).
¿Crees
que el camino de la libertad de las mujeres musulmanas tiene que ser necesariamente
similar al que han recorrido las mujeres occidentales?
Esas
mujeres están en el camino de la libertad desde no sabemos cuántos años
y, probablemente, algunas de ellas se encuentran más adelante que yo misma,
por la conciencia de sí y la capacidad para establecer relaciones con
otras, que son las condiciones básicas de toda libertad. Desde hace un
tiempo, en la Librería de Mujeres de Milán, estamos reflexionando sobre
el tema de la libertad sin emancipación, es decir, de una libertad
que no pasa a través del modelo histórico de la libertad femenina en el
norte del mundo.
Italia,
dividida como está entre el Norte y el Sur, es un buen punto de observación
para dar sustancia histórica a esta intuición; intuición que se remonta
a la experiencia de algunas de nosotras en Saná, capital de Yemen, hace
algunos años, en ocasión de un gran encuentro de mujeres.
En
cuanto a nosotras occidentales y las manifestaciones de apoyo y solidaridad
con las mujeres afganas, hay que estar atentas a no caer en las trampas
de la demagogia, del maternalismo, del eurocentrismo y turismo político.
Es importante estar conciente de que estas mujeres no son una entidad
única: entre ellas existen diversas posiciones y hay también muchas que
no han tomado posición, como entre nosotras, por lo cual la política favorable
a la libertad femenina sigue siendo, pienso, aquella de las relaciones
entre mujeres y de la toma de conciencia y de palabra, el resto vendrá
(o podrá llegar) como consecuencia.
Diciembre
2001
*
Luisa Muraro es filósofa feminista italiana, académica e investigadora
en la Universidad de Verona. Cofundadora de la Librería de las Mujeres
de Milán y de la comunidad filosófica "Diotima". Autora de las
obras colectivas "Il pensiero della differenza sessuale" (La
Tartaruga,1987), "Mettere al mondo il mondo" (La Tartaruga,1990),
"Il cielo stellato dietro di noi" (La Tartaruga, 1992). Otros
libros: "Lordine simbolico della madre" (Riuniti,1991),
"La folla nel cuore" (Pratiche Editrice,2000), "Le amiche
di Dio" (M. DAuria Editore,2001).
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