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Cotidiano Mujer Nº37
Año
2002
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En
julio de 1976, un militar uruguayo le dijo a cara descubierta a Sara Méndez
mientras la detenía en Buenos Aires: "Señora, quédese tranquila,
esta guerra no es contra los niños".
Mentía
el Mayor Gavazzo.
Simón
Riquelo -que así había sido inscrito el hijo de Sara y de Mauricio Gatti-
fue secuestrado esa noche, depositado en una Casa Cuna y derivado luego
a una familia argentina que lo crió como propio.
Cuando
el juez Jorge Urso le comunicó oficialmente a Sara el 19 de marzo los
resultados del examen de sangre que confirmaban que un joven de 26 años
era su hijo dijo brevemente a la prensa: "Hemos ganado una batalla
contra la impunidad". Una etapa terminaba, empezaba otra.
"El
fin de una búsqueda, el principio de una relación" sintetizó
Sara luego en una de las tantas entrevistas de esos días, inmersa seguramente
en un terremoto de ternura y de rabia serenado por su profunda convicción
de que lo que había pasado -el secuestro político de su hijo- no sería
nunca una mera tragedia personal sino un drama que involucraba a toda
la sociedad. "Nunca creímos que la verdad fuese privada, la reparación
de la verdad es una necesidad para todos".
En
la búsqueda Sara estuvo acompañada por mucha gente. Ahora está frente
a Simón al que habrá ido imaginando desde ese último día, a los dos años,
a los tres... en la adolescencia, al que le habrá prestado toda clase
de fisonomías y de actitudes. O no, porque Sara ha demostrado en estos
años que sabe como mitigar sus sentimientos, sin perderlos claro. Por
respeto, por pudor.
Sara
no cesó nunca su diálogo con su hijo, como no cesaron las madres de hijos
desaparecidos. Es que es una labor de por vida. Criar un hijo o hija es
algo más sutil que lo que propone el venal día de la madre. Criar un hijo
o hija es una perpetua interpretación de voluntades, sensibilidades, comportamientos,
caracteres, con los que la relación se va componiendo y recomponiendo
continuamente, en la que siempre hay riesgos de equivocarse y en la que
nunca -aunque tantos estereotipos propongan lo contrario- hay seguridad
de hacer lo correcto.
Porque
esa persona que emerge es tan libre como lo es la fabulosa autonomía de
la especie humana. Y darle ese espacio es una de las tareas "maternales"
más difíciles de aprender. Ese es el nuevo desafío para Sara. "Nunca
creímos que la maternidad fuese un asunto privado, nunca que fuera una
propiedad privada absoluta" decía el 1° de mayo pasado.
Cuando
Simón andaba por los 10 años Cotidiano le pidió a Sara que hablara de
la maternidad. "No, no es fácil hablar de este tema. Muy
pocas veces he hablado de ese aspecto que ustedes quieren que toque: la
maternidad. He dicho decenas de veces -a veces me parece que millares
de veces- de cómo llegaron a mi casa, de que Simón tenía sólo 20 días,
de los años de búsqueda, de sus secuestradores. Pero muy pocas veces,
sólo muy pocas veces he hablado de que Simón también tuvo un montón de
batitas que fueron regalos de amigos, de familiares y hasta que algunas
de ellas tenían el carácter de préstamo; que tuvo un moisés y sábanas
bordadas por su madre y como todos los niños que son esperados, largamente
esperados un montón de diálogos ya iniciados."
Ahora
Sara ha podido recuperar la identidad de su hijo. "Esto parece
un sueño y siento una gran tranquilidad interior". Seguramente
también largamente esperada.
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