TENEMOS
DERECHOS HUMANOS Y
DEBEMOS DEFENDERLOS
|
Cotidiano Mujer Nº35
Año
2001
|
Line
Bareiro
En realidad
nunca vi una plantación de berenjenas, pero creo que es una maraña intrincada,
tan confusa como la situación en la que vivimos las mujeres latinoamericanas.
Pareciera ser que nunca avanzamos, pero ahí están las compañeras del movimiento
de mujeres, haciendo caminos en medio de tantas dificultades, para demostrar
lo contrario.
En los últimos
tiempos desde los diferentes países se están presentando ante el Sistema
Interamericano de Protección de Derechos Humanos, casos de mujeres cuyos
derechos fueron violados por los Estados de nuestra región. Estamos por
fin usando los mecanismos abiertos con tanta dificultad.
Una
vieja militancia
Durante muchos
años los derechos humanos ocuparon gran parte de nuestro día. Para muchas
de nosotras, fue una forma de lucha contra las dictaduras que padecimos.
Íbamos a visitar presos y presas políticas, a pedir, reclamar, rogar por
su libertad o que nos permitiesen verlas, o por lo menos que nos indicasen
en dónde estaban, o a llevarles comida y hablar con quienes tenían acceso
a lejanos comités y comisiones que quedaban en algún país del primer mundo.
Los casos
denunciados ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y ante
la Corte Interamericana de Derechos Humanos, se referían a violaciones
como la desaparición forzosa, la tortura, los apresamientos arbitrarios,
la complicidad del Poder Judicial con esas violaciones realizadas generalmente
desde los Estados. En cada país, grupos de derechos humanos aprendieron
a preparar informes para las visitas de la Comisión a nuestros países,
o a documentar casos de ese tipo de violaciones. Lejos estábamos de pensar
en incluir en esos informes la violencia doméstica, las esterilizaciones
forzosas de mujeres, la discriminatoria legislación sobre el adulterio
o el trato que las mujeres recibían de las autoridades, incluyendo las
judiciales, cuando denunciaban una violación sexual, su discriminación
laboral, o el acoso sexual.
Entre tanto,
muchas veces en dictadura o en plena guerra civil, todos los países latinoamericanos
y del Caribe hispano fueron ratificando la Convención para la Eliminación
de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer, conocida internacionalmente
por sus siglas en inglés, CEDAW. Pero esa ratificación sólo en algunos
casos obedeció a presiones por parte del movimiento feminista y amplio
de mujeres. Eran pocas las compañeras feministas latinoamericanas que
sabían a mediados de los años 80, que esa Convención es uno de los grandes
instrumentos de derechos humanos.
Pero pronto
hubo una apropiación de la CEDAW por parte de las organizaciones de mujeres
y en muchos casos sirvió de paradigma y fundamento para propuestas de
ley que eliminasen la discriminación y consagraran la igualdad. Junto
con las "Estrategias de Nairobi" fue la base argumentativa para
la creación de instituciones con la función de desarrollar políticas públicas
para la equidad e igualdad entre mujeres y hombres.
En algunos
países las mujeres presionaron para que se presentara el informe exigido
por la Convención un año después de su ratificación, en otros no fue un
punto de agenda y hasta hoy hay países con activos movimientos de mujeres
como Brasil y Costa Rica que nunca presentaron siquiera el primer informe
al Comité de la CEDAW, conocido por las mismas siglas que la convención
pero con artículo masculino.
Una
nueva lucha
La OEA aprobó
en 1969 la Convención Americana sobre Derechos Humanos, conocida como
Pacto de San José, que entró en vigor en 1978. Es el principal instrumento
del Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos y al ratificarlo,
nuestros países aceptan la jurisdicción de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, la que junto a la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos son los órganos del sistema.
Nada prohibía
llevar ante la Comisión un caso de violencia doméstica que no hubiera
encontrado justicia en su país, como violación del Derecho a la Integridad
Personal (artículo 5), pero nos faltaban aún dos décadas para comenzar
con la relectura, desde las mujeres, de los instrumentos de derechos humanos.
Por eso,
y porque por primera vez se incorporan tanto derechos en el ámbito público
como en el privado, porque muestra que el Estado es responsable de garantizar
los derechos humanos aún cuando no sea actor directo de la violación y
porque determina la necesidad de tomar acciones positivas contra la discriminación,
es tan importante la Convención para la Eliminación de Todas las Formas
de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW). Notablemente, ningún artículo
trata el tema de la violencia, aunque posteriormente las integrantes del
Comité aclararon que la violencia es una forma de discriminación, más
aún, que es la peor forma de discriminación.
Convención
específica para las mujeres. No era suficiente. En 1993 las organizaciones
de mujeres pelearon en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Viena
y consiguieron que se incluyera que "Los derechos humanos de la mujer
y la niña son parte inalienable, integrante e indivisible de los derechos
humanos universales."
En la década
de los 90 (del siglo pasado) se eliminaron casi todas las leyes discriminatorias
y se consagraron derechos específicos. Pero ¿cómo usar lo que habíamos
conquistado? ¿Cómo acceder a la justicia?
Participar
para que las mujeres accedan a la justicia
Todas las
personas sabemos que si alguien tiene un derecho también tiene responsabilidades
y que también alguien, y en última instancia las instituciones del Estado,
son responsables de crear las condiciones y generar los mecanismos para
que se cumplan los derechos de cada persona. Pero ¿qué condiciones tenemos
para proteger nuestros derechos humanos? ¿Cómo estamos contribuyendo para
que todas las mujeres tengan todos los derechos, o que por lo menos tengan
acceso a la administración de justicia?
Bien conocemos
la experiencia de asesoría legal gratuita que en cada país de la región
desarrollan algunas organizaciones del movimiento de mujeres. A veces
no pasa de gestiones en la policía y a veces se trata de complejos casos
ante el Poder Judicial. Todas las ONG que ofrecen ese tipo de servicio
están abarrotadas de trabajo.
En realidad,
es muy difícil garantizar a las víctimas el acceso a la justicia. Es decir,
que puedan defender judicialmente los derechos que ellas consideran lesionados.
Los Estados tienen mecanismos como la defensa pública para que las personas
acusadas de delitos, que no cuentan con recursos, tengan un abogado/a
defensor/a. De esa manera los Estados cumplen con las disposiciones de
que toda persona tiene derecho a la defensa y al debido proceso. Pero
lo que no existe es la defensa estatal de la víctima.
Los grupos
de derechos humanos en gran medida se dedicaron a defender a las víctimas
acusando a los Estados. No se trata, en esos casos, solamente de contar
o no con medios económicos para defenderse, sino de tener la calificación
y valentía suficientes para llevar un caso contra altos funcionarios gubernamentales
y además, tener una trayectoria que permitiese que la gente tuviera confianza
de que su abogado/a no sería comprado/a o atemorizado/a.
Los sistemas
internacionales de protección de derechos humanos, ya sea regional o universal,
están ahí, podemos usarlos, si no encontramos justicia en nuestros países.
Es claro que las mujeres tenemos el derecho a demandar a nuestros Estados
ante el Sistema Interamericano desde la Convención Americana y no solamente
desde Belem do Pará ¿porqué no lo hemos hecho antes?
La respuesta
no es "porque siempre encontramos justicia" y tampoco querría
quedarme esta vez en la subjetividad de que no nos consideramos ciudadanas,
porque verdaderamente la experiencia ha demostrado que apenas se abre
una oficinita con profesionales calificados y las mujeres acuden masivamente
para ser defendidas. Creo que hay dos problemas principales. El primero
es el dinero. Realmente es muy costoso llevar adelante un caso que debe
ser defendido internacionalmente. El segundo es la formación, o mejor
dicho, la falta de formación de nuestras profesionales en cuanto a procedimientos,
a los contenidos del sistema regional de protección de derechos humanos
y a lo que implica documentar un caso.
Es por eso
que tienen gran validez iniciativas del movimiento interamericano de derechos
humanos como el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL),
que es una ONG especializada en la presentación de casos ante la Comisión
y de defenderlos ante la Corte. En el movimiento de mujeres es indudable
que el liderazgo en la conquista y protección de derechos humanos la tiene
el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos
Humanos de la Mujer (CLADEM). Las compañeras de esta organización visualizaron
ya cuando Beijing, la importancia de la formación de abogadas feministas
para la presentación de casos. Ellas le propusieron al Instituto Interamericano
de Derechos Humanos la realización de un curso conjunto de formación.
El
proceso de formación
El IIDH es
una institución académica, creada en 1980 por la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, cuyos primeros jueces consideraron que mal podrían
impartir justicia si no se contaba con una instancia que investigara,
educara y asesorara sobre el Sistema Interamericano de protección de derechos
humanos. Para el IIDH los derechos humanos de las mujeres son una prioridad
y trata de incorporar la perspectiva de equidad de género a todas sus
actividades y proyectos.
La propuesta
de CLADEM, por lo tanto, cayó en tierra fértil y así se llevó a cabo en
San José, en 1996, el I Curso Taller sobre Protección Internacional de
los Derechos Humanos de las Mujeres. Durante una semana participaron en
él abogadas de toda la región. La experiencia fue muy bien evaluada, pero
evidentemente debía continuarse trabajando.
Tres años
después, el IIDH emprende un II Curso de Protección de los Derechos Humanos
de las Mujeres, esta vez conjuntamente con CEJIL. Se trata de una estrategia
pedagógica que permita un proceso que lleve a la presentación de casos
ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Es destinatario del
esfuerzo, una vez más, el movimiento de mujeres de América Latina y el
Caribe.
Como la primera
vez, las treinta abogadas participantes, trabajan durante una semana en
San José en 1999. La docente principal es Cecilia Medina, jurista chilena
integrante y ex presidenta del Comité de Derechos Humanos de la ONU. En
esta fase, las abogadas se acercan a los sistemas de protección, a los
procedimientos y a los contenidos.
Pero lo más
interesante consistió en la asesoría y seguimiento dado durante todo un
año por las dos instituciones y Cecilia Medina, de manera de poder terminar
el proceso con casos bien documentados, factibles de presentación ante
la Comisión y/o con informes sobre situaciones específicas, que cumpliesen
con los requisitos mínimos para que pudiesen ser utilizados por los órganos
de protección.
En noviembre
de 2000 las alumnas del curso presentaron sus resultados ante un Tribunal
Académico y un Comité Receptor de Informes, ambos integrados por cuatro
juristas especialistas en Derecho Internacional de los Derechos Humanos,
perspectiva de equidad de género y Derecho Interno. Poco después de terminar
el curso se presentan tres casos ante la Comisión Interamericana, uno
de Bolivia, otro de Perú y un tercero de Colombia.
Lo mejor
de todo es que sin ninguna participación de las instituciones promotoras
del proceso educativo, organizaciones de mujeres de Chile y Brasil también
presentaron casos ante la Comisión en el 2001. Así es posible que en poco
tiempo más, por fin comencemos a tener jurisprudencia interamericana en
cuanto a violaciones de los derechos humanos de las mujeres.
La
pelota está en la cancha
Aunque ese
interesante proceso aún no concluyó, pues las alumnas están concursando
para una pasantía de tres meses en CEJIL Washington (que cuatro de ellas
realizarán este año) la responsabilidad futura no es ya solamente de las
organizaciones promotoras del proceso como el IIDH, CEJIL y CLADEM, sino
del movimiento de mujeres.
Sería estupendo
que el trabajo de tanta gente en una campaña conjunta por las CAUSAS ABIERTAS
sirva para que cada organización haga suya la causa que presentó una compañera
de otro país, que nos enteremos de lo que va pasando y que en todo el
Sistema Interamericano se sienta la energía del movimiento, la vitalidad
de la sociedad, la solidaridad entre mujeres.
|