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Cotidiano Mujer Nº35
Año
2001
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Los
Orígenes del Racismo
"Racismo:
teoría que establece una relación causal entre rasgos físicos, hereditarios
y algunos rasgos de la personalidad, intelectuales o culturales",
Enciclopedia Británica.
"No
hay convivencia con el otro, sin la transformación del yo"
En
setiembre próximo se realizará en Durban, Sudáfrica, la Conferencia Mundial
de las Naciones Unidas contra el Racismo, la Discriminación Racial, la
Xenofobia y Otras Formas Conexas de Intolerancia. El proceso preparatorio
de dicha Conferencia fue rico en aportes desde varias disciplinas y desde
muchas diversidades. Desde las mujeres está visibilizando lo que tal vez
fuera la última resistencia de nuestros pequeños "yos" individuales:
una historia de opresión común que nos ha ubicado, a negras, blancas,
discapacitadas, lesbianas en el lugar de la discriminación. No tenemos
una naturaleza común de mujer como se ha querido hacernos creer, no tenemos
una identidad común, somos diferentes. Pero somos víctimas y cómplices
de un sistema de subordinación que atraviesa a todas las sociedades.Partiendo
de este reconocimiento de lo que hemos sido y de lo que somos, de los
mecanismos de subyugación, comenzaremos a abrirnos a las posibilidades
de construcción de nuevas identidades, no prefiguradas ni estables, ni
polarizadas. El racismo generó otros cruzamientos, igualmente violatorios
de los derechos humanos, como los usos del darwinismo, del malthusianismo,
del "capitalismo salvaje" y de nacionalismos varios.
"Nunca
en Domingo" dedicó un ciclo de su programación al análisis del racismo
y su entronque con otros "diferentes". Lo que sigue son extractos
de algunos espacios emitidos en el mes de junio por la historiadora Graciela
Sapriza.
En
el principio fue el huevo
Para rastrear
los orígenes del racismo hay que empezar con lo que consideramos un pensamiento
etnocéntrico, con una pata en Grecia, y otra en el pensamiento judeo-cristiano.
Es la cuna donde nacen estas ideas que han tenido tantas secuelas y consecuencias
con políticas imperialistas, guerras de exterminio, esclavitudes, conquistas
sangrientas.
La concreción
de estas ideas intolerantes, etnocéntricas, racistas, que nos llegan hasta
hoy, proviene de construcciones ideológicas de algunos pensadores que
trataron de justificar la superioridad de determinados grupos arios, indoeuropeos
sobre los semitas, entre otras etnias. Fue en el siglo XIX y en Francia
donde surgen algunas personalidades sintetizadoras de ese pensamiento.
Los fundamentos
ideológicos de este racismo se pueden localizar en el conde de Gobineau
(Francia, 1816-1882), para quien el origen de la decadencia de un pueblo
se debía a la mezcla de razas: la raza indoeuropea, aria, era "superior"
y debía permanecer pura. Como francés y aristócrata, afirmaba que los
galos eran superiores a los francos por compartir con sajones y teutones
el ser arios puros. Encontraba las "evidencias" de su teoría,
afirmando que en todos los lugares donde se habían establecido los indoeuropeos
había florecido la civilización. Es interesante pensar cómo las elucubraciones
de gente como Gobineau, fueron tomadas como algo serio, "científico"
y se entroncaron con las viejas raíces nacionalistas, chauvinistas.
Gobineau
olvidaba que las migraciones, las trasmigraciones continentales, han sido
la base de la construcción de grandes civilizaciones y que ninguna civilización
desde tiempos inmemoriales ha sido a original de ese lugar. La investigación
histórica, la arqueológica y la antropológica han coincidido que el ser
humano, el "homo sapiens" se ha trasladado de un lado a otro,
y que somos todos partícipes de esa especie humana.
El racismo
es, por lo tanto, una forma de ver el mundo, con lentes especiales que
tuercen la mirada y traducen la realidad en un prejuicio.
La
gallina de los huevos agusanados
El filósofo
Todorov distingue entre racismo y racialismo y le atribuye a este último
término los siguientes elementos: 1) la afirmación de la existencia de
razas; 2) continuidad entre los rasgos físicos y lo moral; 3) la superioridad
de la acción del grupo, de lo colectivo sobre el individuo, es decir que
lo determinante sería ese conjunto de seres superiores, "bellos y
moralmente perfectos" que actúan como colectivo y trasmiten su superioridad
al resto; 4) la construcción de una jerarquía única de valores, los valores
de ese grupo; 5) el traslado de todas esas ideas a la práctica política.
Ese sería el conjunto, el "paquete" racialista que impulsa al
comportamiento racista.
Rastrea los
orígenes el racismo en el siglo XVIII, en el pensamiento iluminista que
paradójicamente incluía la idea de progreso de la humanidad hacia formas
superiores de gobierno, de entendimiento y de relación, pero por otro,
el descubrimiento de que había culturas diferentes, en un inicio descritas
supuestamente en forma neutral, pero que rápidamente fueron usadas para
justificar la conquista y la subordinación de esos pueblos, junto a la
extracción de sus riquezas.
Son varias
puntas, no solamente filosóficas sino con una base material, económica,
muy fuerte, que es la explotación de esos países, la justificación de
la explotación a que fueron sometidos y sus habitantes subordinados para
que rindieran para sus intereses. Es decir, el racismo es, además de una
ideología, una relación de dominación, o, aún, el racismo es "una
construcción ideológica de las desigualdades sociales en términos de raza
y de poder de unas sobre otras".
Se empieza
así a construir al diferente como inferior. Todorov arranca su análisis
del racismo, de la desigualdad, del abuso del etnocentrismo, a partir
de su libro "La Conquista de América" (1982, 1ª edición en francés)
en el que se pregunta cómo se sitúa, como europeo, occidental y cristiano
frente a esta historia, y se plantea una re-situación de todo.
La
gallina y los huevos en Uruguay
El nacionalismo
impulsa la tendencia a construir una nación homogénea, integrada. La construcción
de una nación absolutamente homogeneizada, construyendo un solo modelo
de ser, una sola identidad.
Recordemos
que Todorov ubica en el Iluminismo los orígenes del racismo y esta filosofía
es la base para todas las construcciones de nuestra fe pública nacional
y democrática.
Es el momento
para pensar qué pasa en el Uruguay, si aquí hemos sido tan igualitarios
como creemos; nos han dicho que somos un país de clases medias, donde
no hay discriminaciones, donde todos nos conocemos, donde no hay diferencias
sociales muy salientes y sin embargo no estamos vacunados contra el racismo.
A Gobineau
lo retoman otros pensadores del Siglo XIX como Renan, con "El Discurso
de una Nación", obra inspiradora de muchos políticos latinoamericanos,
desde Pepe Batlle a Vaz Ferreira, Pellegrini, Roca, etc. Renan no era
tan burdo como Gobineau, pero hablaba de la nación como espíritu de raza
y la integraba al sentimiento patriótico.
Tenemos,
lamentablemente, muchos ejemplos de esta ideología en nuestra historia.
Cuando en 1925 se festejaba el Centenario de la Independencia la agencia
Capurro publicó un "Álbum del Centenario", en el que se hace
una exaltación de la uruguayidad, de la nacionalidad o de la orientalidad,
donde encontramos capítulos alarmantes firmados por el Sr. López Campaña,
coordinador del Álbum, que expresan que Uruguay es un país privilegiado
por su territorio suavemente ondulado, sus aguas, etc, pero además por
su población que es totalmente homogénea, blanca, y que por suerte no
tenemos el problema indio, aunque no dice que los eliminamos. Agrega además
que los negros, por razones de clima y otros, "cuentan muy poco
y prácticamente van a ser asimilados, blanqueados". Un texto
de Geografía de Cincinato Bollo, tenía la misma versión y si revisamos
el famoso texto del Hermano Damaseno, encontramos que los indios "no
eran como nosotros, eran salvajes, es decir, ignorantes y bárbaros".
Aunque nos
duela, José Pedro Varela, en "La Legislación Escolar" (1876)
influido por el pensamiento positivista sostuvo que la idea de la igualdad
de las razas era falsa. Y yendo más lejos, el argentino Domingo Faustino
Sarmiento alabó el exterminio de los guaraníes en la guerra del Paraguay,
o el de los gauchos "cuya sangre sólo servía para abonar la tierra".
Ya en el
siglo XX, en la década del 40 existió también a nivel popular racismo
contra los inmigrantes judíos, a quienes se les llamaba despectivamente
"corbateros" por la venta puerta a puerta que realizaban para
vivir. También la prensa se expresaba abiertamente en términos racistas
contra los judíos, como La Tribuna Popular que era claramente antisemita
o el diario "El Debate", de la corriente blanca-herrerista que
editorializaba en contra de la inmigración indiscriminada de judíos, aún
cuando vinieran perseguidos.
Claro que
hubo voces de oposición como las del Dr. Augusto Turenne, un viejo batllista,
que se pregunta qué era aquello de hablar de razas superiores o de cómo
puede hacerse sentir mal a gente que llegaba perseguida. No estábamos
vacunados contra el racismo.
Otras
canastas donde se ponen otros huevos
El nacionalismo
se disfrazaron (y se disfrazan) contenidos racistas, la "raza",
a comienzos del siglo, en nuestros países, se convirtió muchas veces en
sinónimo de pueblo o nación. Esta es alguna de las formas que adquirió
esa construcción ideológica, la de la raza superior como ordenadora de
la sociedad en forma jerárquica e intolerante para toda diferencia a esa
norma. Pero aún hay más, porque racismo y discriminación de género están
íntimamente relacionados.
Sería bueno
hacer un rastreo de cómo todo esto está relacionado con otras teorías
científicas, como el darwinismo, o más bien con la utilización que de
ellas se hizo.
Contemporáneamente
se desarrollaba lo que se ha llamado "capitalismo salvaje",
que hacía que aquel dueño del capital y de los medios de producción utilizara
la fuerza de los trabajadores libres, disponibles en las concentraciones
urbanas, mujeres y niños, a quienes se hacía trabajar en condiciones terribles.
Aquí también, entre enfermedades, insalubridades, etc. los que sobrevivían
eran los más fuertes. Es en ese momento en que aparece la ideología racista,
aplicada, no solamente al exterior, sino también al interior de la sociedad
europea y blanca y aquí tenemos otra interrelación con la cuestión de
clase, una visión desde el tope de la sociedad hacia abajo.
Aquí se cruzan
las ideas darwinistas, o el darwinismo social que afirmaba que sobrevivirían
los más aptos. Se tendía a dar explicaciones biológicas de todo, por ejemplo,
Malthus, decía que la población crecía a un ritmo acelerado y los recursos
naturales a un ritmo mucho más lento, y que llegaría un momento en que
tendríamos que devorarnos unos a otros. Por lo tanto, se debía reducir
la generación de seres humanos; con el neo-malthusianismo se habló del
beneficio que significaba el control de la natalidad.
Se habla
de cómo la raza humana va camino de degenerarse; Gobineau lo había enunciado
50 años antes, y su teoría se retoma a fines del siglo XIX afirmando que
la causa de la decadencia de la humanidad era la mezcla de razas -ya se
hablaba de que nuestros abuelos eran mucho más fuertes-; y esto nos lleva
a otro cruzamiento, el del racismo con el control de la natalidad.
Es bien interesante
ver cómo se encadenan las cosas. Algunos políticos planifican los recursos
económicos relacionados con la producción, con las riquezas y con la producción
de alimentos y ven la necesidad de intervenir en lo personal, en lo afectivo,
en lo sexual. Se preguntan ¿podemos permitir que la gente se elija, se
enamore? ¿hay que seleccionar de la misma manera que se hace con los animales,
criando una raza Hereford para que de buena carne, o una Holando para
que de buena leche? Afirman que la gente también tiene que someterse a
esa planificación, que no alcanza con los intereses afectivos, ni siquiera
con los materiales de una familia que quiere unir a su hija con fulanito
de tal, porque así se unirían las fortunas. Y allí nuevo entronque con
el control y la producción de seres humanos que se empieza a ver desde
esa visión clasista, racista y controladora de la sexualidad. Esa corriente
ideológica, que decía que sólo los mejores ejemplares de la especie humana
debían reproducirse, también se disfrazó de "ciencia" y se llamó
"eugenesia".
Todo esto
constituyó una práctica social, cuya forma exasperada fue el racismo de
Estado demostrando su terrible poder y sus efectos remotos.
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